Desde León XIII y su célebre encíclica Rerum novarum, hasta Lumen fidei, del Papa Francisco, el magisterio de la Iglesia Católica, con rigurosa continuidad, ha mantenido una doctrina social a través de cartas encíclicas de sucesivos pontífices. Debo confesar que no me ha sido fácil la lectura de este tipo de documentos, escri- tos a veces con cierto desorden, mezcla de consejos, de recuerdos, de reproches y condenaciones; de tarde en tarde, de pasajes verdaderamente luminosos.

Una encíclica papal es eso, sencilla- mente, una carta. La carta de un padre a sus hijos fieles. Baste aquí recordar a San Pablo. Sus cartas, sus epístolas, son la primera gran teología del cristianismo. De la que ahora se nos invita a hablar es de la carta que Benedicto XVI nos dirigiera bajo una maravillosa fórmula Caritas in veritate. Me parece que ahí está el núcleo desde donde irradia el orden de una socie- dad verdaderamente humana. Intentaré justificar esta afirmación a partir de la lectura de este texto. 

¿Qué significa sapiencia, sabiduría? En el sentido más profundo de la  idea de sabiduría cabe descubrir en ella una práctica. Ciertamente, en la sabiduría hay una práctica. Pero no solamente una práctica. Sino la práctica más elevada, que naturalmente brota de la forma más alta del saber que tiene los rasgos esenciales de una contemplación, de una mirada profunda del espíritu que edifica prácticamente la vida humana. En la encíclica que aquí consideramos su sabiduría profunda está expresada en su título: Caritas in veritate

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