Más de un tercio de la población del mundo vive en países donde no se respeta la libertad de religión y creencias
Un nombre largo y difícil de recordar, pero aún más difícil de respetar. Miles de personas año a año son víctimas de crímenes, discriminaciones, hostigamientos, actos dirigidos contra sus hogares, negocios, propiedades, escuelas, centros culturales o lugares de culto; solo por la fe que profesan. Si bien todas las religiones son susceptibles de sufrir este flagelo, el Informe de Libertad Religiosa realizado por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) y publicado en abril de 2021, demuestra que son los cristianos los principales blancos de estas acciones.
Consciente de esta necesidad de diálogo respetuoso, la ONU instauró esta fecha el año 2019. Coincidentemente se conmemora al día siguiente del Día Internacional del Recuerdo y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, el 21 de agosto. Ambas fechas están estrechamente unidas y nos llaman a dar pasos concretos en pos de la convivencia y del valor de la religión para ser mejores personas y para no matar en su nombre.
Como señala Naciones Unidas: “Además, el debate abierto, constructivo y respetuoso de ideas, así como el diálogo interreligioso e intercultural, a nivel local, regional, nacional e internacional, pueden desempeñar un papel positivo en la lucha contra el odio religioso, la incitación y la violencia”.
Obispo bendice a victima de atentado
El Informe de Libertad Religiosa de ACN es claro:
Se continúan perpetrando actos de intolerancia y violencia basados en la religión o las creencias, incluso existe cierta focalización contra personas pertenecientes a comunidades y minorías religiosas en todo el mundo. Además, la cantidad y la intensidad de estos incidentes va en aumento, adquiriendo a menudo un carácter criminal y unas pautas repetidas a nivel internacional.
Hay que reconocer que durante el período que se estudia en este informe (2019 – 2021) ha aumentado de forma significativa la gravedad en las categorías principales de persecución y opresión, respecto al anterior período estudiado (2016 – 2018). En este último, se manifestaban indicios de violaciones de la libertad religiosa, que se han acelerado y ampliado hasta llegar actualmente a una situación en la que los ataques sistemáticos y atroces provienen de los gobiernos, como en China o en Corea del Norte, o de grupos terroristas internacionales, como Boko Haram o el llamado Estado Islámico y otros grupos fundamentalistas.
Estas situaciones se han agravado con la pandemia del Covid-19, ya que gobiernos autoritarios y grupos fundamentalistas han intensificado la persecución religiosa mezclando motivaciones. Con la denuncia de las violaciones a la libertad religiosa y las medidas que tomen los gobiernos para combatirlas, sabremos cómo enfrentar este flagelo que mata, discrimina y amedrenta, y así descubriremos la inmensa riqueza que todos llevamos dentro.
La libertad religiosa –según lo investigado en el Informe de Libertad Religiosa– se vulnera prácticamente en un tercio de los países del mundo (31,6%), en el cual viven dos tercios de la población mundial. 62 países de los 196 existentes afrontan violaciones muy graves a esta libertad. Son naciones que suman casi 5.200 millones, ya que entre los países que más vulneran la libertad religiosa se encuentran algunos de los más poblados del mundo, como China, India, Pakistán, Bangladesh y Nigeria.
Este año queremos detener la mirada en África, duramente golpeada por la persecución religiosa. “Hagan todo lo posible para poner fin a la inseguridad que aflige a tantos africanos”. Este es el llamado lanzado por los obispos africanos al término de la 19ª Asamblea Plenaria del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), que concluyó el domingo 31 de julio, en Accra, capital de Ghana.
“Varias regiones de nuestro continente viven en un grave estado de inseguridad debido a la inestabilidad sociopolítica, la violencia, la pobreza económica, la debilidad de las instalaciones sanitarias, la insurgencia, el terrorismo, la explotación de la religión con fines políticos y la falta de respeto por el medio ambiente y la buena gobernanza”, señala el mensaje final de la Asamblea.
Nigeria vive una pesadilla que no acaba
Y dentro del continente africano, la luz de alarma se detiene en Nigeria, que ha visto cómo este 2022 sus peores pesadillas se hacen realidad. La matanza de Pentecostés, el pasado 5 de junio, que dejó más de 40 muertos y numerosos heridos, muestra el nivel de impunidad con que actúan los terroristas, para quienes infundir temor es la máxima.
Días después, la mañana del 19 de junio, docenas de miembros armados de la tribu fulani atacaron dos iglesias en Rubuh, al sur del estado de Kaduna. En total, 4 personas murieron y 36 fueron secuestradas.
En esa oportunidad, en ACN pudimos conversar con Emmauel Joseph, catequista de la iglesia St. Moses, quien se encontraba allí cuando ocurrió el ataque. Reconoce estar asustado:
El miedo se ha llevado lo mejor de nosotros. Pero no dejaré de anunciar el Evangelio, no dejaré de ganar almas para Cristo, porque ese es mi llamado. Seguiré motivando a los feligreses a mantener la fe viva, visitándolos en sus casas, compartiendo la palabra de Dios y rezando con ellos. Así, creo que se sentirán motivados.
El recuerdo de esa mañana lo llena de dolor. Fueron 90 minutos de terror, protagonizados por unos 40 hombres armados que se abalanzaron al interior de la iglesia, que en esos momentos comenzaba a celebrar la Misa. “Escuchamos disparos. De repente, un joven de los nuestros entró corriendo hacia la iglesia gritando: “¡Corran, corran! ¡Están viniendo!” Los feligreses comenzaron a correr hacia todos lados, rompiendo sillas y algunos quedaron heridos al intentar escapar. La iglesia estaba llena de gente y no había espacio para correr. Por eso me quedé ahí parado, confundido sin saber qué hacer”.
Al entrar en el terreno de la iglesia, los atacantes asesinaron a tiros a tres personas que habían salido del templo: un matrimonio que deja siete hijos huérfanos y un joven, que deja viuda y tres hijos.
Ese día también atacaron una iglesia bautista. Allí secuestraron a 36 miembros, principalmente mujeres, y mataron a un hombre. Esa noche, los secuestradores liberaron a tres de los 36 rehenes. Uno de los liberados fue elegido de enlace entre los secuestradores y la comunidad. Pedían 100 millones de nairas como rescate (aproximadamente USD$240.000).
El estado de Kaduna no ha tenido paz desde la introducción de la Sharía en el 2000. Ha habido una serie de ataques, especialmente a sacerdotes católicos, fieles católicos y cristianos en general, pero el Gobierno no hace nada para ayudar.
El obispo Oliver Dashe Doeme de Maiduguri se enfrenta a los extremistas desde 2017 y, aunque lleva tiempo tratando de proteger a la población, dijo a ACN que los ataques contra las comunidades por parte de grupos militantes, están infligiendo miseria y dolor.
Él dijo: “Nunca hemos experimentado lo que estamos experimentando ahora. La gente está sufriendo, hambrienta. El gobierno ha perdido el control de la situación, las cosas son un desastre, pero somos un pueblo de esperanza y sabemos que Dios nos apoyará”.
El obispo Doeme añadió:
Nigeria ahora está en crisis, y estamos experimentando muchas fuerzas malignas en nuestro país. Tienes a los pastores Fulani atacando a las comunidades cristianas, tienes a los bandidos atacando a las comunidades y llevándose a la gente. La Iglesia no se salva. En diferentes partes del norte, sacerdotes han sido asesinados.
Mismas expresiones que le escuchamos a monseñor Ignatius Ayau Kaigama, Obispo de Abuya, capital de Nigeria, quien evalúa la situación como muy grave y acusa a los políticos de estar distantes a la gente.
“Esto está muy organizado, no es que algo suceda por casualidad. Hace algunos años hubo ataques con bombas; pero nunca había habido una amenaza realmente seria, como la que estamos presenciando ahora”, advierte el arzobispo.
A la pregunta de ACN sobre la situación de los cristianos en el país y las acusaciones de que la persecución está aumentando, el arzobispo Kaigama responde con cautela. “No podemos generalizar simplemente diciendo que los cristianos son perseguidos, porque en el partido gobernante hay cristianos. Pero la persecución no consiste solo en matar a gente con cuchillos, sino en manipular las cosas a favor de un grupo”.
Hay una persecución sutil, que es aún más peligrosa. Se hace de tal manera que no se puede decir que estén matando realmente a los cristianos, no han expulsado a los cristianos; pero por la forma en que el Gobierno actúa, puedes estar seguro de que los cristianos no son favorecidos. No hay equidad. Somos un país que está más o menos al 50%, así que debería haber una distribución equitativa de los recursos, de las oportunidades, y la gente debería sentirse incluida en posiciones políticas, económicas o de defensa.
Ante tanto dolor, más admirable se hacen las palabras de todos nuestros interlocutores. En una situación así, el optimismo que caracteriza a los nigerianos se pone a prueba, pero no desfallece. “Los nigerianos somos muy optimistas, siempre creemos que mañana será mejor y que, pase lo que pase, nada va a destrozar la nación. Sufrimos, pero al mismo tiempo sonreímos. Sufrimos y sonreímos, de lo contrario la vida sería terrible”, concluye Mons. Kaigama.
Y ha de ser así ya que, llevado por similar disposición, el obispo Doeme dijo que, si bien las cosas han empeorado en otras partes de Nigeria, la situación ha mejorado en su diócesis, ya que los militares han expulsado a Boko Haram de varias provincias.
Pero la Diócesis de Maiduguri todavía tiene que abordar la perturbación y el trauma causado por los extremistas, y está haciendo de la educación su principal preocupación.
El obispo dijo:
Esta es una prioridad para nuestra diócesis, especialmente para los refugiados que han regresado. Nos hemos encargado de asegurarnos de que los niños reciban una educación, desde la escuela primaria y, si es posible, hasta la universidad. Esto es clave para derrotar a Boko Haram. Cuando las personas tienen entrenamiento para asegurar su sustento, entonces no van a matar gente.
El obispo Doeme atribuye los cambios en su diócesis a la oración, especialmente el rezo del Rosario: “Sabemos que Dios es fuerte y mientras sigamos dirigiéndonos a María, seguramente se ganará la victoria, porque somos un pueblo victorioso, somos un pueblo de aleluya, somos un pueblo de resurrección”.
Esa fe inquebrantable y ese optimismo a todo evento se han puesto a prueba este año y la gente tiene temor de ir a la Iglesia. Emmauel Joseph, el catequista de la iglesia St. Moses, reconoce que los ataques han debilitado la fe de su comunidad. “Tienen miedo de venir a la iglesia. Cuando los visito y los animo a venir, muchos me dicen: ‘Catequista, no quiero morir’ o ‘volveré a la iglesia, pero no ahora’. Antes del incidente, los feligreses eran más de 300, pero el domingo siguiente al ataque, solo 28 personas asistieron a la misa. Le pido a Dios que continúe animándonos, dándonos la gracia de adorarle en alma y espíritu. Realmente necesitamos las oraciones de todos ustedes para que no abandonemos nuestra carrera al cielo a mitad de camino”.
Pedidos como este son habituales para Ayuda a la Iglesia que Sufre. Los fieles quieren vivir su fe con libertad, sin temor a que en ello se les vaya la vida. Todos podemos hacer posible este cambio. Primero hablando de la libertad religiosa, conociendo y respetando todas las creencias. Para conocer más del Día Internacional en Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Basados en la Religión o la Creencia, visita nuestra página web www.acn-chile.org
Emmanuel Joseph, catequista de la Iglesia Católica St. Moses que sobrevivió después del ataque terrorista
Nigeria está sufriendo una magnitud descomunal de violencia de origen religioso: atentados, secuestros de sacerdotes y asesinatos de cristianos.
La mañana de Pentecostés no se olvidará nunca en Owo, estado de Ondo, ni en toda Nigeria.
“Hemos visto tragedias en Nigeria y hemos visto asesinatos brutales, pero pocos pueden compararse realmente con la brutalidad y la truculencia del suceso de ese domingo de Pentecostés”, dijo el obispo Emmanuel Badejo durante la misa fúnebre, frente a decenas de sencillos ataúdes de madera decorados con flores.
Fueron 40 los fieles que perdieron la vida esa mañana cuando recién terminaba la Misa y a momentos de comenzar la procesión. En ese instante un grupo de hombres armados –unos dicen 3-4 otros hablan de 6– ingresó a la Iglesia y todo se volvió irreal.
Los sobrevivientes cuentan cómo vivieron esos momentos. El sacerdote Andrew Adeniyi Abayomi, vicario parroquial de la iglesia de San Francisco Javier estaba en la sacristía reponiendo el incienso para iniciar la procesión, cuando escuchó el estruendo. El señala que hizo pasar a los fieles a la sacristía y que desde allí algunos pudieron escapar, pero fueron pocos y el resto se quedó con él:
Mis feligreses exclamaban: ‘¡Padre, por favor, sálvenos; Padre, ¡rece!’ Yo intenté calmarlos, diciéndoles que no se preocuparan, que estaba rezando y que Dios haría algo. Entonces oí tres o cuatro explosiones, una tras otra. El atentado estaba bien planeado y duró entre 20 y 25 minutos.
Sigue su relato:
Nos hicieron saber que los atacantes se habían ido. Salimos de la sacristía y vi a los feligreses que yacían muertos y a muchos otros heridos. Yo estaba conmocionado. Supliqué a la gente que llevara a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital, con la ayuda de los feligreses que saben conducir empecé a trasladar a algunos de los heridos al hospital de San Luis y al centro de salud federal. Dejamos atrás los cadáveres mientras intentábamos salvar a los heridos.
El miedo se ha instalado en la mente de algunos feligreses, pero, no obstante, nosotros estamos decididos a reanimarlos, a mantenerlos firmes en la fe y a reconfortarlos buscando el contacto con todos y no solo con los directamente afectados. El objetivo es establecer un contacto directo con ellos para fortalecerlos y recordarles que profesar nuestra fe en Dios significa que le entregamos toda nuestra vida. Esta vida es solo un tránsito a la eternidad. La eternidad debe ser nuestra meta final.
En mis encuentros con los feligreses no he visto una pérdida de fe, sino un fortalecimiento. Están preparados y dispuestos a permanecer firmes. Yo sigo rezando por ellos todos los días.
Thadeus Bade Salau, 52 años, sobrevivió, pero vio morir a su hija.
Estaba en la iglesia cuando sucedió el ataque. Estaba tumbado en el suelo cuando uno de los pistoleros me hizo ponerme de pie junto con otros nueve feligreses, incluyendo a mi querida hija. Nos dispararon a todos, uno después de otro. Yo fui el último al que dispararon, me hirieron en la mejilla. Soy el único que sobrevivió de los diez.
Sin duda, es algo que jamás podré olvidar. Ha sido realmente doloroso perder a mi amada hija durante el ataque, pero mi fe no se ha visto afectada por ello. Este ataque ciertamente fortaleció mi fe en Dios. Estoy feliz de estar vivo y pido a la comunidad internacional que nos tenga en sus oraciones para una pronta recuperación, y para que nos brinden ayuda material y económica.