“Me complace recibirlos en esta casa de Pedro y de toda la Iglesia, en la feliz celebración de sus 25 años de servicio a unas personas cuyo sufrimiento es indescriptible”, dijo el Papa Francisco al saludar este 30 de octubre a los representantes del Proyecto Esperanza. Iniciativa que nació en 1999 en Chile –y que ya se extiende por 17 países– con el ánimo de acompañar a las mujeres y hombres que, por una u otra circunstancia, interrumpieron voluntariamente un embarazo y tiempo después, no hallaron el camino para sobrellevar el dolor, la culpa, el vacío.
Imagen de portada: El Papa recibió al equipo del Proyecto Esperanza, nacido en Chile y hoy al alero del CELAM, que ayuda a las personas a superar la pérdida de un hijo.
Es como dice el Papa Francisco un dolor secreto que nadie imagina, atraviesa y determina la existencia. Un hecho que no tiene marcha atrás, las imágenes que no se borran, el peso de las decisiones, es ir y volver de la muerte por voluntad, un límite que cruzamos y las relaciones que nos quebrantaron. Un dolor que se entierra, un duelo que se bloquea.
Situación más común de lo que pensamos y ante la cual el Proyecto Esperanza busca ser una luz, para ayudar a enfrentar el dolor y dar un nuevo sentido a la vida; porque la experiencia del aborto provocado o espontáneo siempre está rodeada de silencio y aislamiento, es el sufrimiento que se vive en absoluta soledad.
Un dolor sin tiempo
Al respecto, el Papa Francisco recordó en su intervención que la llegada de un recién nacido para cualquier persona, suele ser sinónimo de una alegría que embarga de forma misteriosa, renovando nuestra esperanza. Es difícil de explicar, pero es como si percibiéramos que “cada niño es el anuncio del nacimiento de Jesús en Belén, es el deseo que tiene Dios de hacer morada en nuestros corazones”.
Quizás por eso, aseguró, es que “el Señor, en la pedagogía de su Evangelio, quiso hacernos partícipes de un dolor que, por ser la antítesis de esa alegría, es algo que nos conmociona de forma brutal: ‘Se escucha un grito en Ramá, gemidos y un llanto amargo: Raquel, que llora a sus hijos, no quiere ser consolada, pues se ha quedado sin ellos’”. Texto de la Sagrada Escritura que, según explica el Pontífice a la luz de autores como Santo Tomás de Aquino, nos lleva a entender ese primer gemido como la referencia a los niños, los santos inocentes cuyo dolor cesa con la muerte. Mientras que “el llanto amargo es el lamento de las madres que se renueva siempre con la memoria”. Un dolor sin tiempo del que nunca se habla y que en muchas oportunidades además de las mujeres, también se extiende a los hombres que abandonaron, los que negaron, los que ayudaron a decidir, los que pagaron, los que no fueron consultados o presionaron para lograr el procedimiento “médico”.
A esta reflexión el Papa agrega un fragmento del Evangelio de Mateo que describe la huida a Egipto, casi como diciendo que un mal tan grande como este, logra alejarnos de Jesús, lo que le impide entrar en nuestro hogar, tener sitio en nuestra posada. Sin embargo, el obispo de Roma agrega que “no debemos perder la esperanza, porque el mal no tiene la última palabra, nunca es definitivo” y como el ángel del sueño de san José, Dios nos anuncia que, después de este desierto, el Señor volverá a tomar posesión de su casa, la de nuestro corazón, el vientre desgarrado, la vida que se detuvo.
De ahí que el Vicario de Cristo resalte la misión del Proyecto Esperanza:
Para muchas personas ustedes son como ese ángel y se los agradezco de veras. Confíense en la mano firme de san José para que estos hermanos nuestros, puedan encontrar a Jesús en la desolación (…) solo con él llegarán al hogar cálido y seguro de Nazaret, en el que podrán vivir el silencio interior y la pacífica dicha de verse acogidos y perdonados en el seno de la Sagrada Familia.
“(…) “¿Dónde está mi hijo?”, son algunas frases de mujeres y hombres que buscaron ayuda en el Proyecto Esperanza, para iniciar un camino de reconciliación y perdón con aquel que no se permitieron conocer, asumiendo con valentía la más difícil de las travesías, la que nos conduce a perdonarnos a nosotros mismos”.
La travesía más difícil
Mons. Jorge Lozano arzobispo de San Juan de Cuyo en Argentina y uno de los acompañantes constantes del Proyecto Esperanza, aseguró al finalizar la audiencia que el encuentro con Francisco fue maravilloso, porque después de haber leído el discurso que tenía preparado con orientaciones concretas, invitó a los asistentes a formular sus inquietudes. “Pregúntenme lo que quieran, tengo un rato para dialogar” lo que el prelado describió como “un momento muy lindo que entre todos los participantes –más o menos treinta–, nos sentimos como charlando con un padre que nos da consejos, nos contiene, enseña y escucha. Así que esta ha sido una experiencia muy buena para todos nosotros, celebrando los 25 años del inicio de este Proyecto Esperanza”.
Comentario al que se unió Elizabeth Bunster, una de las principales impulsoras de Proyecto Esperanza en el continente, quien confirmó que, tras la audiencia con el Santo padre, se reunieron en la tumba de San Pedro para dar gracias desde el amor y la misericordia de Dios, por los 25 años de la iniciativa. A su turno, Jesús Briceño asesor del CELAM confirmó que el evento está enmarcado en el trabajo de la red de cuidado en el continente, que busca proteger la vida desde la concepción hasta la muerte natural y que también contempla un encuentro con el Dicasterio de familia vida y laicos con el objetivo de darle continuidad a esta misión de acompañamiento y articulación con las organizaciones eclesiales desde el CELAM.
“No podía soportar más ese dolor que sentía”, “algo tiene que cambiar”, “de a poco se encuentra la paz que uno necesita”, “Yo, la peor de todas”, ”Decido romper el silencio para que salga a la luz algo que fue muy doloroso”, “¿Dónde está mi hijo?”, son algunas frases de mujeres y hombres que buscaron ayuda en el Proyecto Esperanza, para iniciar un camino de reconciliación y perdón con aquel que no se permitieron conocer y asumiendo con valentía la más difícil de las travesías, la que nos conduce a perdonarnos a nosotros mismos, razones para seguir adelante con este proyecto ante la magnitud y el impacto de la problemática.
En la audiencia celebrada con el Papa también estuvieron presentes el P. Francisco Hernández, director de Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral del CELAM; Mons. Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, diócesis sede del proyecto Esperanza en Chile; el padre Leonardo Di Carlo, asesor del Proyecto Esperanza desde el CELAM; el padre Alfredo Ozuna de Paraguay, y el padre Juan Francisco vicario de familia y vida en San Bernardo y asesor pastoral del proyecto en Chile, además del diácono Luis López y algunos miembros de la organización.
Los impulsos del Proyecto Esperanza en Chile
Testimonio de Elizabeth Bunster
“El año 2015 me tocó estar con el Papa Francisco, en el saludo general nada más, pero no podía perder la oportunidad de mencionarle en lo que estábamos trabajando y dejarle el libro del Proyecto Esperanza “Señor, dónde está mi Hijo”. Y él se detuvo, me escuchó, puso su mano en el corazón e inclinado me dice “sabe, esta inquietud, esta preocupación la llevo en el corazón. Este trabajo es muy importante, tienen que seguir trabajando”. Después se despide, sigue caminando para saludar a las personas que están más adelante, y se devuelve y me dice “acuérdese: tienen que seguir trabajando”. Entonces, en el fondo, esta reunión con él es para decirle que hemos seguido trabajando y que ha sido un hermoso trabajo, especialmente después que él declaró el “Año de la Misericordia”, para trabajar con sacerdotes, con laicos, formando equipos que vayan trasmitiendo esta misericordia de Dios y vayan sanando “las graves heridas que deja el aborto”, como lo decía San Juan Pablo II, y que una vez sanadas estas heridas por personas amigas, puedan estar en las primeras filas de la defensa de la vida. Porque no perdemos la óptica de que el aborto nunca se justifica, podemos comprender las situaciones y, con mayor razón, hay que mostrar que además de que deja a un niño sin nacer deja herida a una madre, a un padre, a una familia. Desde esa perspectiva debemos mostrar que el aborto es algo muy maligno, que es necesario trabajar por la vida y, sobre todo, ofreciendo todas las alternativas de apoyo a las embarazadas en dificultades.
Por lo mismo fue que el año 2017 nace desde el Proyecto Esperanza como programa de prevención en conjunto con una política pública, “Chile Crece Contigo”, una red: la implementamos en Puente Alto, donde se dieron ciertas coincidencias para trabajar a cargo de, justamente, Chile Crece Comunal, y crear una red que se llama “Red colaborativa para el cuidado de la niñez temprana”. La niñez temprana comienza desde la gestación –así lo toma la política pública–, partimos con ocho organizaciones y hoy día son más de setenta organizaciones que se han extendido a más de 250 municipios. Es una red nacional que nos permite gestionar el Proyecto Esperanza como una instancia específica de colaboración y apoyo a la política pública en los Centros de Salud para poder entregar alternativas de apoyo en los casos críticos como pueden ser las tres causales, como también material educativo de toda la gestación a través de un folleto que se llama “Mírame Crecer”, y a través de la información de todo lo que son estas organizaciones. También sirve de apoyo tanto de las organizaciones civiles como del mismo subsistema de Protección a la Niñez “Chile Crece Más”, que así se llama ahora en cada municipio de Chile, y que comienza desde el primer control prenatal.
Es impresionante constatar, además, que ya estamos en 17 países. Desde el año 2009 estamos trabajando específicamente en los lineamientos con el CELAM. Y –se pueden encontrar los testimonios que están en la página web (https://proesperanza.org/)– la particularidad y la experiencia de conocer personas de los diferentes países donde se ha desarrollado el Proyecto Esperanza, es ver cómo hay una persona que dice que “es como si una luz comenzara de nuevo a iluminarme por dentro, y esa luz en este caso se llama Felipe, de haberme sentido por primera vez madre y descubrir que ahora mi hijo vivía en mi corazón”. Esto hizo que esa mujer volviera nuevamente a vivir su vida, ahora con paz, esperanza y con alegría, es como empezar de nuevo a vivir. Y ha sido una experiencia especial, porque nos damos cuenta concretamente que la maternidad es una premisa, es un proceso irreversible y comienza en el momento mismo de la concepción con todos los cambios biológicos, neuroquímicos, hormonales, y que ya el cuerpo, aun cuando la información no esté, sabe que ahí está la existencia de un hijo y que este hijo viene también a ser acogido integralmente, no solo físicamente, sino que emocionalmente, psicológicamente, espiritualmente y que toma un espacio importante en la vida de esa persona porque es un hijo, y la convierte a ella en madre. Por lo tanto, aun cuando no haya podido vivir este bebé, sí hay un desarrollo que continúa. Se es madre espiritual y emocionalmente y, en definitiva, es Jesús quien sana el corazón, porque permite descubrir el rostro de ese hijo, el nombre de ese hijo y que está en su presencia. La verdad es que ha sido un proceso maravilloso poder acompañar ya a tantas personas que no imaginaban que podían cambiar radicalmente su vida, salir de esa oscuridad, o como dice una persona ahí en el relato en la página web “pasar de un sepulcro a un hermoso pesebre”, donde nace el niño y le da nueva vida porque Él todo lo hace nuevo. Ha sido una experiencia hermosa y de regalo, y la Virgen María lo ha hecho todo, ella es Madre Reina de la Vida”.
Fuente: ADN CELAM y Proyecto Esperanza