El 24 de marzo de 1944, una patrulla nazi rodeó la casa de Józef y Wiktoria Ulma, en las afueras de su pueblo. Descubrieron a ocho judíos que se habían refugiado en la finca y los ejecutaron. La policía nazi luego mató a Wiktoria, que estaba embarazada de siete meses, y a Józef. Cuando los niños comenzaron a gritar al ver a sus padres asesinados, los nazis también les dispararon. El mayor de los hijos tenía ocho años. El más pequeño fue el niño dado a luz por Wiktoria Ulma en el momento del martirio. Todos ellos son hoy beatos de la Iglesia, conocidos como “los samaritanos de Markowa”. Se dedicaban a la agricultura y vivían en la pequeña ciudad polaca de Markowa en el condado de Lancut, distrito de Rzeszow.
Beatificación
En la mañana del domingo 10 de septiembre, tuvo lugar en Markowa (Polonia) la Santa Misa de beatificación de los Ulma, la familia “héroe” asesinada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez en la historia de la Iglesia, una familia entera ha sido proclamada beata junta, Józef y Wiktoria, Stanisława, Barbara, Władysław, Franciszek, Antoni, Maria y el más joven, que vino al mundo en el momento del martirio de su madre.
El acto de beatificación, donde participaron cerca de treinta mil personas de diferentes países, fue llevado a cabo por el enviado del Papa Francisco, el Cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, en un ambiente de alegría y expectación.
Al referirse al pequeño de los hijos, que se encontraba en el interior del vientre de la madre cuando fue asesinada, el Cardenal Semeraro enfatizó que
sin haber pronunciado nunca una palabra, hoy el pequeño bendito grita al mundo moderno que acoja, ame y proteja la vida, especialmente la de los indefensos y marginados, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Es su voz inocente la que quiere sacudir las conciencias de una sociedad en la que proliferan el aborto, la eutanasia y el desprecio por la vida vista como una carga y no como un don. La familia Ulma nos anima a reaccionar ante esa cultura del descarte, que denuncia el Papa Francisco.
Destacó que "hay un fuerte deseo de que en todos nosotros, el testimonio martirial de la familia Ulma suscite el deseo sincero de profesar y vivir la fe con valentía".
Jozef y Wiktoria, de carácter diferente pero con un horizonte común, formaron sus corazones y los de sus hijos meditando, rezando y acogiendo diariamente la Palabra de Dios. "Vivieron una santidad no sólo conyugal -continuó el Prefecto-, sino plenamente familiar", iluminada y sostenida por la gracia santificante del Bautismo, la Eucaristía y los demás sacramentos. Sólo así podía surgir "la belleza y la grandeza del sacramento del matrimonio".
Para la Iglesia Católica ha sido un delicado dilema cómo abordar el caso del bebé que Wiktoria llevaba en su seno al morir, por no estar bautizado, lo cual es un requisito para la beatificación. Finalmente, el dicasterio de las Causas de los Santos del Vaticano arguyó el 5 de septiembre que el niño nació durante el horror de los asesinatos y recibió el “bautismo de sangre” de su madre mártir. Así pues, según la Iglesia Católica, la familia beatificada está compuesta por el padre, la madre y siete hijos.
Amistad judeo-cristiana
El Purpurado también saludó a los representantes de la comunidad judía presentes en el rito de beatificación, luego leyó una lista con los nombres de los miembros de las dos familias acogidas por los Ulma y que perdieron la vida con ellos: “Esta reunión de familias judías y de una familia católica en el mismo martirio tiene un significado muy profundo” porque ofrece “la luz más bella sobre la amistad judeo-cristiana, tanto a nivel humano como religioso”.
Pacificadores
Otro elemento de luz surge de la actualidad del mensaje de los Ulma, que con su gesto hacia los más necesitados alude a la urgencia de la acogida. El contexto al que se refiere el cardenal -sin olvidar el increíble compromiso de Polonia para ayudar a los civiles que huyen de la guerra- es la invasión rusa en Ucrania: "La intercesión de los nuevos beatos y su testimonio de caridad evangélica animan a todos los hombres de buena voluntad a convertirse en artífices de paz".
La valentía de vivir la fe
En palabras del Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, hay también una sentida gratitud hacia tantos otros polacos que dieron refugio a judíos durante la Segunda Guerra Mundial, pagando con su vida esta elección consciente. También hay un fuerte deseo de que "en todos nosotros, el testimonio martirial de la familia Ulma suscite el deseo sincero de profesar y vivir la fe con valentía".
Desde el Vaticano
Durante la oración del ángelus, en el Vaticano, el Santo Padre pidió “que esta familia polaca, que representó un rayo de luz en las tinieblas de la Segunda Guerra Mundial, sea para todos nosotros un modelo a imitar en el celo por el bien y en el servicio a los necesitados”.
Tras pedir un aplauso por los nuevos beatos, el Papa Francisco invitó a los fieles a “seguir su ejemplo” y sentirnos llamados “a oponer a la fuerza de las armas la de la caridad y a la retórica de la violencia la tenacidad de la oración”.
Fuentes: Aciprensa, Vatican News