Con poco más de 22 millones de habitantes, Burkina Faso es un país de África occidental que se encuentra entre las naciones con peor calidad de vida del mundo. La tragedia del sábado recién pasado se suma a la seguidilla de atentados –frecuentes e invisibilizados– de las últimas décadas.

Desde hace años, Burkina Faso se ha visto sacudido por ataques de terroristas que irrumpen en las aldeas y siembran el terror. A pesar de que los burkineses conocen y conviven con esta incertidumbre, el horror del 24 de agosto los tiene abrumados.

Según informes de diferentes medios de comunicación, los residentes de la comunidad de Barsalogho, a unos 30 kilómetros al norte de Kaya, capital de la región Centro-Norte, estaban cavando trincheras defensivas para protegerse de los ataques terroristas, cuando de repente más de 100 yihadistas aparecieron en motocicletas y ametrallaron a la gente, civiles y soldados por igual. Entre las víctimas habría mujeres, niños y ancianos.

Según informaron fuentes locales a la fundación Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), murieron más de 150 personas, entre ellas 22 cristianos, un número tan alto que ha sido difícil enterrar a todas las víctimas.

Este ataque a la aldea de Barsalogho estuvo precedido por otros incidentes que convierten a agosto en uno de los meses más sangrientos de su historia, algo difícil de superar por el reguero de violencia e inestabilidad que vive el país desde su independencia de Francia en 1960, luego agravado por el terrorismo islamista desde 2015.

El obispo de la diócesis de Kaya, Mons. Théophile Nare, describió el ataque como una “tragedia de dimensiones sin precedentes desde el comienzo de los ataques terroristas”. En un mensaje enviado a los fieles, expresa sus condolencias a los familiares y pide un día de luto por los fallecidos que se concretó el miércoles 28 de agosto.

El obispo de la diócesis de Kaya, Mons. Théophile Nare, describió el ataque como una “tragedia de dimensiones sin precedentes desde el comienzo de los ataques terroristas”. En un mensaje enviado a los fieles, expresa sus condolencias a los familiares y pide un día de luto por los fallecidos que se concretó el miércoles 28 de agosto.

El obispo de la diócesis de Kaya, Mons. Théophile Nare, describió el ataque como una “tragedia de dimensiones sin precedentes desde el comienzo de los ataques terroristas”. En un mensaje enviado a los fieles, expresa sus condolencias a los familiares y pide un día de luto por los fallecidos que se concretó el miércoles 28 de agosto.

El obispo concluyó: “Que la oración materna y el acompañamiento de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de Kaya, Nuestra Señora de los Dolores, nos ayuden a superar el escándalo de la masacre de Barsalogho y a seguir adelante con esperanza”.

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Indiferencia Mundial

Pocos han reaccionado o se han enterado de esta triste noticia que sacude una vez más a un pueblo herido.

El secretario general de la ONU, António Guterres, también condenó los ataques. “Expresa su solidaridad con las autoridades de transición en su lucha contra el terrorismo y las exhorta a garantizar que los responsables de estos actos despreciables rindan cuentas”, ha indicado su portavoz, Stéphane Dujarric, en una rueda de prensa en la que también ha comunicado que Guterres ha dado sus condolencias a los seres queridos de las víctimas y al pueblo burkinés.

La crisis humanitaria que prevalecía en Barsalogho, “incluso antes del terrible ataque de este fin de semana, es bastante horrible”, ha manifestado. Al menos 90.000 personas desplazadas vivían en esta localidad el año pasado, buscando refugio debido a la inseguridad en las zonas circundantes. “Su llegada supuso una presión adicional sobre los servicios y suministros locales. Toda la provincia se enfrenta a una hambruna aguda durante la actual temporada de escasez”, ha sostenido. Además, la inseguridad en las proximidades ha dificultado la prestación de ayuda.

Esta última masacre plantea nuevamente serios interrogantes sobre la seguridad en el país. Según testigos, el ataque se prolongó por horas. Este es el tercer atentado ocurrido este mes, del que ha sido informada la fundación ACN, ya que con anterioridad se habían llevado a cabo otros dos ataques terroristas en la provincia de Nayala. El 4 de agosto, hombres armados entraron en la aldea de Nimina y secuestraron a más de 100 hombres de entre 16 y 60 años, cuyo paradero es desconocido hasta el momento. Por otra parte, el 20 de agosto, fuentes locales informaron a ACN de ataques en las aldeas de Mogwentenga y Gnipiru, tras los cuales parte de la población huyó.

La situación de seguridad en Burkina Faso se ha vuelto dramática en los últimos años, con los cristianos siendo particularmente blanco de grupos terroristas inspirados por el extremismo islámico. Miles de personas han debido huir de sus aldeas y buscar refugio en las ciudades, donde llegan asustados y sin sus pertenencias, sólo con la esperanza de salvar sus vidas. Atrás dejan amigos, parientes y vecinos que no tuvieron la suerte de huir y fueron alcanzados por sus asesinos. La población huye de las aldeas debido a los ataques o siguiendo las órdenes de abandonar la zona so pena de ser masacrados. Todo ello hace imposible circular por ciertas zonas, que siguen siendo peligrosas por la presencia o las operaciones de grupos terroristas.

Las áreas parroquiales de Aribinda y Gorgadji permanecen totalmente cerradas y allí no hay ninguna actividad pastoral. En estas dos parroquias, el centro parroquial se ha vaciado de cristianos y las aldeas que están bajo su atención y donde todavía quedan algunos cristianos son inaccesibles por el mencionado peligro de las carreteras.

La diócesis de Dori sigue funcionando y asegura la presencia católica en la zona del Sahel, aunque sea en un espacio reducido y con dificultad. Los sacerdotes organizan las misas, la catequesis, los sacramentos y los encuentros pastorales a diario. Las religiosas, a excepción de dos comunidades que han cerrado, dirigen las obras diocesanas: una escuela primaria, un colegio femenino, el Centro de Acogida Misionera del Buen Pastor de Dori y el Centro “Las Dunas” de Gorom-Gorom, que incluye: un orfanato, una maternidad, un consultorio, un almacén farmacéutico y alojamientos.

“El espíritu de los fieles es de perseverancia y resistencia: vivir la fe cueste lo que cueste. Desde 2015, nunca han tenido noticias de deserción, abandono o apostasía. Los fieles huyen del terrorismo, contra el que no tienen medios para resistir, pero mantienen su fe”.

Fieles a pesar del peligro

Los catequistas han sido especialmente perseguidos y ya son muchos los mártires, asesinados por difundir el Evangelio. Ellos están en primera línea, arriesgando sus vidas por el bien de su pueblo. Orientan y guían a sus comunidades ahí donde no hay sacerdotes. Es el caso de Edouard Yougbare, de la parroquia de Saatenga, en Fada Gourma, secuestrado y posteriormente asesinado; dos meses antes, otro catequista fue asesinado en la diócesis de Dori mientras dirigía la celebración dominical en una capilla. Y como ellos, son muchos más los que han encontrado la muerte o están secuestrados.

El espíritu de los fieles es de perseverancia y resistencia: vivir la fe cueste lo que cueste. Desde 2015, nunca han tenido noticias de deserción, abandono o apostasía. Los fieles huyen del terrorismo, contra el que no tienen medios para resistir, pero mantienen su fe. Incluso cuando los terroristas han amenazado a la gente para que se convierta, no han tenido éxito. Las personas se han refugiado, llevándose su fe con ella.

Esta última ola de violencia forma parte de una trágica serie de ataques que han sumido a Burkina Faso en una profunda crisis desde 2015.

Frente a anteriores ataques, el obispo de Dori Mons. Laurent Dabiré, señalaba que organizar la acogida “es un desafío para los cortos recursos de la diócesis, que desde 2015 se ha visto muy afectada por los atentados terroristas”. Monseñor es el responsable de las medidas de acogida y apoyo que la comunidad cristiana de Dori (solo un 1,8% de la población) ha puesto en marcha para responder a las necesidades básicas de las familias que huyen de los ataques terroristas. Las familias se han refugiado en la ciudad, ya que los centros urbanos se consideran más seguros. Y es el obispo quien procura “asegurarles un mínimo necesario mientras permanezcan aquí en Dori”.

Mujeres lavando

“Esta última masacre plantea nuevamente serios interrogantes sobre la seguridad en el país. Según testigos, el ataque se prolongó por horas. Este es el tercer atentado ocurrido este mes, del que ha sido informada la fundación ACN, ya que con anterioridad se habían llevado a cabo otros dos ataques terroristas en la provincia de Nayala”. ©Archivo ACN

Nadie está seguro

 

La violencia en el país puede verse como parte de un conflicto más amplio que involucra a varios países de la región del Sahel, incluyendo Malí, Chad, Níger y Nigeria.

Y, sobre todo, pone en evidencia que nadie está seguro en esa nación. En 2021, monseñor Dabiré, a raíz de un atentado que dejó 100 muertos oficiales (otros hablan de 170), señalaba: “Tras la masacre más sangrienta que se ha producido desde el inicio de la violencia islamista en Burkina Faso, se ha desatado —entre las diferentes religiones— el temor a que se produzcan nuevos atentados en este país de África Occidental”.

El mismo obispo dijo literalmente: “La gente se ha quedado sin palabras. Sobre todo, los habitantes de la zona afectada del Sahel se preguntan: ¿quién será el próximo objetivo? Los católicos no tienen una reacción diferente a la del resto del país. Tampoco han sido el objetivo directo; la masacre no diferenció por etnia, género o religión”, dijo el obispo.

“El miedo se apodera de los cristianos como de todas las demás personas afectadas por el terror en Burkina. Sin embargo, como cristianos, tienen una razón adicional para temer si se impusiera el islam. Podrían perder su libertad religiosa, incluso su vida”, explica el obispo.

Pero todos los habitantes de Burkina Faso han perdido tranquilidad y se ha roto la convivencia, algo de lo que se sentían orgullosos. No obstante, según Mons. Dabiré, en Burkina no hay un problema entre cristianos y musulmanes u otras religiones. “El país está siendo atacado por diferentes grupos que utilizan el islam como medio de propaganda o movilización. El islam de los grupos armados no es el islam de nuestros hermanos. Los propios musulmanes de Burkina Faso están en el objetivo de los ataques”, dijo.

Ninos lavando

Por lo tanto, el diálogo interreligioso entre cristianos y musulmanes debe continuar e incluso intensificarse. “Tenemos que confiar en que el diálogo de las religiones pueda contribuir a resolver los problemas del país. Pienso especialmente en la cuestión de los refugiados”.

Según el informe sobre libertad religiosa de ACN, Burkina Faso se ha convertido en una de las principales áreas de operación del yihadismo militante en África. Como consecuencia de ello, el número de desplazados internos asciende ya a cerca de un millón. En torno al 55%, la mayoría de los habitantes del país, pertenecen al islam; alrededor del 24% profesa el cristianismo. El resto pertenece a religiones tradicionales.

ACN apoya a la Iglesia católica en Burkina Faso para ayudar a las personas afectadas por la violencia islamista a encontrar un camino de vuelta a la vida. En particular, apoya especialmente proyectos para la curación de traumas.

En estos momentos hacemos un llamado a la oración por las víctimas de la violencia en Burkina Faso. La fundación (www.acn-chile.org) ha llevado a cabo numerosos proyectos en el país para brindar asistencia a los afectados y ayudar a la Iglesia local en estos tiempos difíciles.

 

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