La Comisión Pontificia para la Protección de los Menores junto con las Conferencias de los Obispos de Europa central y oriental han organizado un encuentro regional sobre la protección de los menores.

La Comisión Pontificia para la Protección de los Menores junto con las Conferencias de los Obispos de Europa central y oriental han organizado un encuentro regional sobre la protección de los menores.

Videomensaje del Papa con ocasión del encuentro

En su discurso de apertura, el Cardenal Sean Patrick O'Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, se dirigió a los participantes reiterando el concepto de la necesaria conversión pastoral. A continuación, un resumen del discurso, realizado por Vatican News:

Desde el inicio de su ministerio, el Papa Francisco ha subrayado la importancia de la conversión pastoral como un camino misionero de toda la Iglesia. Esta conversión trae consigo el tipo de transformación necesaria para asegurar que el Evangelio llegue a cada persona y a cada parte de nuestras vidas. El Santo Padre nos recuerda la enseñanza del Papa Pablo VI, que pedía una profunda renovación a nivel personal y de toda la Iglesia. La conversión, a nivel personal e institucional, está en el corazón del proceso de renovación y es esencial para lo que el Papa Francisco llama la "transformación misionera" de la Iglesia.

La conversión pastoral es importante para nosotros al centrar nuestros esfuerzos en la renovación de la Iglesia frente a los abusos sexuales. Debemos trabajar para que ese cambio se entienda en todos los aspectos de la vida de la Iglesia, luchando contra los abusos sexuales allí donde se hayan producido, independientemente del estatus o del cargo de la persona que haya cometido el delito. Tengo la esperanza de que los próximos pasos proporcionen liderazgo para el ministerio de protección y cuidado de los niños y las personas vulnerables en nuestra Iglesia.

La escucha

El Papa Francisco nos ha pedido que comencemos el camino de la conversión reconociendo la verdad de lo ocurrido. Para ello, tenemos que hacer nuestro el enfoque de un corazón que escucha. Las personas que han escuchado los testimonios de los supervivientes saben lo difíciles y desafiantes que son estas experiencias. He conocido personalmente a cientos de supervivientes: sus testimonios son desgarradores, especialmente cuando dicen que nadie quiso creerles cuando denunciaron los abusos por primera vez. Solo podemos imaginar, pero en realidad nunca comprender del todo, lo difícil que debió ser para quienes sufrieron los abusos y se vieron obligados a vivir con las consecuencias durante toda la vida.

Cuando las personas que han sufrido abusos por parte de un sacerdote, un religioso u otra persona de la Iglesia cuentan su historia, debemos recibirlos a ellos y su testimonio con el más profundo respeto. Debemos establecer canales transparentes de comunicación y encuentro a través de los cuales los supervivientes puedan ponerse en contacto con la Iglesia si así lo desean. Es alentador que muchas diócesis tengan ahora una persona de contacto o una línea de ayuda telefónica o una dirección de correo electrónico a la que los supervivientes o sus familiares puedan dirigirse: es una iniciativa buena e importante.

Si una diócesis no recibe mucha respuesta después de establecer estos canales de contacto, esto no significa que la realidad de los abusos sexuales por parte de sacerdotes o religiosos no exista. En cambio, la falta de respuesta puede significar que los canales de comunicación establecidos no son adecuados o apropiados para las circunstancias particulares de esa diócesis o país. Es importante que todos mantengamos el compromiso de ofrecer oportunidades accesibles, acogedoras y sin prejuicios para que los supervivientes y sus seres queridos se pongan en contacto y dialoguen con la Iglesia local.

También debemos ser conscientes de que hay muchas personas en nuestras comunidades que han sufrido la tragedia de los abusos sexuales en la Iglesia y que nunca han hablado con nadie sobre su experiencia.

Nuestra colega, la Dra. Ewa Kutz, escribió recientemente un profundo artículo, publicado en L'Osservatore Romano, sobre la dificultad que tienen las víctimas para contar sus experiencias. Ella escribe así: “La gente que ha sido herida ahora habla. Algunos ponen el grito en el cielo, reclamando el derecho a hablar y a ser escuchados. Otros hablan tímidamente en la serenidad de la atención psicoterapéutica, o solo confían en sus seres queridos. Algunos gritan. Otros hablan en silencio en su silencio...".

Reconocer a los supervivientes

Para lograr la conversión pastoral a la que nos llama el Santo Padre, debemos reconocer con honestidad y transparencia a los que han sufrido abusos. Escuchar el dolor de los demás, el sufrimiento del pueblo de Dios, lleva a admitir el mal hecho y el sufrimiento infligido. La conversión pastoral requiere que nos alejemos de una actitud defensiva inadecuada que puede ser dañina e hiriente, adoptando en cambio una actitud de escucha profunda de la víctima con la voluntad de comprender mejor lo que ha sufrido.

Un obstáculo para este reconocimiento – en particular para los pastores – es lo que el Santo Padre, en el video mensaje enviado para esta Conferencia, llama "una preocupación mal entendida por la reputación de la Iglesia institucional". Especialmente en aquellos lugares donde la Iglesia ha sido objeto de persecución sistemática durante mucho tiempo, una respuesta defensiva a las acusaciones puede aparecer a menudo como una respuesta instintiva. Si bien es cierto que los pastores tienen la responsabilidad de proteger a la Iglesia, y en muchos casos han sufrido, o incluso han dado su vida en defensa de la fe, también es cierto que una respuesta escéptica y a veces incluso mortificante a las acusaciones de abuso puede causar un grave daño a quienes se les ha confiado el cuidado y la preocupación pastoral de la Iglesia, es decir, las personas heridas y destruidas por el abuso del ministerio dentro de la propia Iglesia.

El Santo Padre sabe que reconocer los errores cometidos por los ministros de la Iglesia puede hacernos sentir vulnerables. Pero la vulnerabilidad también puede experimentarse como un momento de gracia, un momento de kenosis, la experiencia de la acción de Dios en nuestro mundo, trayendo sanación y luz a un lugar oscuro, para que todos puedan vivir más libremente como discípulos y creyentes. Significa que podemos seguir siendo trabajadores esforzados en la viña del Señor y, al mismo tiempo, ser honestos con los abusos que se han producido entre los fieles de Cristo.

En busca del perdón

Admitir la verdad de lo ocurrido nos ayuda a avanzar en el camino de la conversión y la renovación. No podemos predicar lo que nosotros mismos no aceptamos como "verdadero". Para los pastores y otros líderes de la Iglesia, escuchar y confirmar la realidad de los abusos sexuales por parte de los ministros de la Iglesia significa entrar en un proceso de conversión. Si seguimos las huellas de Jesús, que se conmovió al ver las necesidades de la gente, no podemos dejar de conmovernos por lo que oímos y aprendemos...

Si situamos esta dinámica en el contexto de un encuentro con Cristo, podremos ver en el superviviente a una persona que ha sido tratada injustamente, obligada a sufrir y que, en muchos casos, ha sido rechazada en su sufrimiento por la propia Iglesia. Al asumir el papel de protagonistas en nuestras comunidades, los supervivientes pueden dar una importante visión de la verdad del Evangelio que abre el camino a una nueva evangelización, incluso de la propia Iglesia. Escuchar y admitir la realidad de los abusos sexuales debe conducir a la reconciliación con los supervivientes, como nos pide urgentemente el Papa Francisco en su video mensaje:

“Solo afrontando la verdad de estos comportamientos crueles y buscando humildemente el perdón de las víctimas y supervivientes, la Iglesia podrá volver a ser considerada con confianza un lugar de acogida y seguridad para los necesitados”

Es importante ofrecer a los supervivientes una disculpa sincera; pero "pedir perdón" requiere algo más que hacer una declaración o celebrar una reunión. Es más, es un proceso que rara vez se logra en un momento y que a veces nunca se logrará. La experiencia y el viaje de cada superviviente son profundamente personales y diferentes de los de cualquier otra persona. Al igual que el Señor va en busca de los perdidos y abandonados, también los sacerdotes, religiosos y laicos deben buscar el perdón de las personas que han sido heridas. Para los sacerdotes y religiosos, el proceso de conversión pastoral se sustenta en nuestra petición de perdón a todos los que han sido afectados por los abusos sexuales. Está claro que no es un camino fácil, pero tenemos que recorrerlo, este camino, junto con las víctimas y todos los implicados...

Vías concretas para la reforma

Escuchar a los supervivientes, reconocerlos y pedirles perdón sinceramente son pasos indispensables en este viaje de renovación. Forman parte de la reconstrucción que debe llevarse a cabo para que la Iglesia recupere su credibilidad y promueva la sanación. La comunidad exige que se mantenga el orden correcto, pero el orden correcto de la Iglesia se ha roto por los crímenes de algunos de sus ministros.

Una vez más, el Santo Padre subraya la importancia de este paso cuando nos dice que:

“Nuestras expresiones de contrición deben convertirse en una vía concreta de reforma, tanto para evitar nuevos abusos como para garantizar a los demás la confianza en que nuestros esfuerzos conducirán a un cambio real y fiable”

Esto requiere la creación de políticas, procedimientos y directrices que deben revisarse y actualizarse periódicamente. En este sentido, son cruciales los requisitos de detección, formación y notificación obligatoria a las autoridades civiles. Sin políticas y procedimientos claros y definidos, la gente intenta improvisar –a menudo con buenas intenciones– pero los resultados suelen ser desastrosos. También sabemos que las políticas por sí solas no son suficientes: necesitamos métodos eficaces para verificar el cumplimiento y controlar la aplicación de estas políticas. La formación y la comprobación de los antecedentes del personal de la Iglesia son esenciales, así como la realización de controles de seguridad y la garantía de que nuestros procedimientos canónicos y civiles están al día y en armonía con los demás...

Conclusiones

El recorrido de aprendizaje sobre el crimen y el pecado de los abusos sexuales en la vida de la Iglesia será continuo y nos acompañará a lo largo de la vida: tenemos un largo camino que recorrer... Con la ayuda de personas comprometidas y competentes, como las que están reunidas aquí y muchas otras en esta región, dedicadas al proceso de curación y reconciliación, confío en que estamos en el camino correcto y podemos hacer importantes progresos, con la preocupación por las víctimas y sus necesidades siempre como prioridad en el camino.

Quiero reconocer y agradecer a todos los supervivientes que siguen estando dispuestos a compartir sus historias: es gracias a su valentía que los servicios para la protección y el cuidado de niños y adultos vulnerables se están convirtiendo, cada vez más, en elementos centrales de la vida de la Iglesia. Gracias a ellos, podemos prestar ayuda a quienes han sido gravemente perjudicados por la Iglesia, y evitar que otros experimenten este horror...


Fuente: Vatican News

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