En marzo de este año, se desarrolló un conversatorio sobre la Sinodalidad, organizado conjuntamente por la Conferencia Episcopal de Chile, la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Chile y la Universidad Católica, el que contó con la participación de Monseñor Luis Marín de San Martín, de la Secretaría General del Sínodo. En este contexto, Ignacio Sánchez, rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, reflexiona sobre el Informe de síntesis “Una Iglesia Sinodal en misión”, recalcando la manera en que la Universidad se inserta en el camino sinodal, en los ámbitos del conocimiento y de la fraternidad de una comunidad.

En marzo de este año, se desarrolló un conversatorio sobre la Sinodalidad, organizado conjuntamente por la Conferencia Episcopal de Chile, la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Chile, -CONFERRE- y nuestra Universidad, el que contó con la participación de Monseñor Luis Marín de San Martín, de la Secretaría General del Sínodo; el arzobispo de Santiago y Gran Canciller de la Universidad, Monseñor Fernando Chomali; el RP Mario Salas, y las profesoras Ana María Celis, María Elena Pimstein y Valeria López.

Este camino iniciado por la Iglesia es una respuesta al llamado que el Papa Francisco hizo en octubre de 2021 para llevar adelante, como él mismo señala un “dinamismo de escucha mutua, llevado a cabo en todos los niveles de la Iglesia, implicando a todo el pueblo de Dios.” Se nos invita así a caminar junto a la Palabra de Dios, a caminar juntos como bautizados, desde la diversidad de carismas, de vocaciones, y de ministerios. Y es de esta manera como el diálogo y la escucha se ha dado en todas las conferencias episcopales del mundo, a través de recoger las voces e inquietudes de la diversidad eclesial. La actividad que hemos realizado nos pone en el marco de la reflexión solicitada para este año y en ese sentido, ha sido un honor para nuestra universidad recibir la sede de este encuentro.

Quisiera referirme brevemente al Informe de síntesis “Una Iglesia Sinodal en misión” donde se propone para este año el trabajo teológico de profundización de la noción y de la práctica de la sinodalidad, en el sentido de compartir en un encuentro a partir de las diversas realidades que vivimos en la Iglesia, es decir, desde la realidad diocesana, de vida consagrada, laical, clerical y familiar. También se señala la necesidad de una presencia más amplia e incisiva de la mujer en la Iglesia, no solo referido a generar espacios sino también a acciones que lleven a su plena participación, fruto de la comprensión de su dignidad, vocación y corresponsabilidad en la misión.

Nuestro quehacer universitario no queda fuera de este camino sinodal. Desde la Universidad Católica no solo estamos atentos a la vida de la Iglesia, sino que vivimos la Iglesia en los ámbitos del conocimiento y de la fraternidad de una comunidad. Y aunque no todos los miembros de esta comunidad necesariamente comparten la fe, estamos confiados en que desde ahí se pueda iluminar nuestra convivencia y nuestro quehacer. Por lo mismo, es posible recoger con interés diversos aportes del Sínodo a partir del Informe de síntesis.

El método del Sínodo que busca convergencias, cuestiones que afrontar y propuestas que nacen del diálogo, es común a cómo vivimos en la Universidad la pluralidad religiosa y cultural, buscando puntos de encuentro sin minimizar las diferencias, sino intentando confrontarlas y, por cierto, esperando que surjan de allí propuestas en nuestro servicio a Chile. Igualmente, el hecho de convocar a todos los miembros es parte del ejercicio que como Universidad debemos buscar, con instancias de reflexión y discusión de todos los miembros, donde se compartan ideas y experiencias sobre temas de especial interés y relevancia para la Universidad.

La reflexión acerca de “los pobres, protagonistas del camino de la Iglesia” contribuye a renovar la mirada acerca del servicio que hace la Universidad y que siempre debe tener en el horizonte el servicio a los más necesitados. El Informe distingue dos planos de la pobreza, aquellos que no tienen lo necesario para vivir una vida digna y “las formas de pobreza espiritual, entendida como falta del sentido de la vida”. Por la relevancia de ambas carencias, estamos llamados a servir a ambos grupos.

La dignidad de la persona como necesaria aspiración en la formación de nuestros estudiantes debe impulsarnos a que los profesionales que egresan de nuestra Universidad lo hagan con el afán de servicio de manera concreta por quienes viven hoy la pobreza material. Ante la pobreza espiritual, somos particularmente sensibles, pues vemos que crece la pérdida de sentido de la vida entre los jóvenes. Esta comunidad universitaria está llamada a encontrar, en el servicio, la significación nueva de su quehacer, y, por cierto, nos compromete a ser más conscientes de las dificultades de servir de la mejor manera no solo al cuidado de la salud mental sino también de la salud espiritual.

Al interior de la UC experimentamos la realidad de los “contextos cada vez más multiculturales y religiosos, en los que es esencial el empeño por el diálogo entre religión y cultura, así como con los grupos que constituyen la sociedad”. Vivir la misión de la Iglesia en estos contextos requiere un estilo de presencia, servicio y anuncio que construya puentes, cultive la comprensión recíproca y se empeñe en una evangelización que acompañe, escuche y aprenda. Especialmente, intentamos ser un espacio en el que crece el intercambio y el diálogo interreligioso.

Desde el ámbito universitario, se puede también aportar al Sínodo, revitalizando algunas de las cuestiones que se espera sean abordadas o acogiendo propuestas. El tema del desconocimiento y la falta de apropiación de la Doctrina de la Iglesia, lo podemos acoger no solamente en cursos especiales dedicados a ello sino integrando estos aspectos en las diversas disciplinas aplicables.

La tarea inclusiva de la UC busca estar en sintonía con las propuestas sinodales; el documento de síntesis nos dice que “la acción en los campos de la educación, de la salud y de la asistencia social, sin ninguna discriminación ni exclusión de nadie, es un signo claro de una Iglesia que promueve la integración y la participación de los últimos al interior de ella misma y en la sociedad”, y agrega que “las organizaciones dedicadas a este campo son invitadas a considerarse expresión de la comunidad cristiana y a evitar un estilo impersonal de vivir la caridad”. Sin duda, podemos hacer más esfuerzos por estar en red junto a otras organizaciones católicas para un mejor discernimiento y coordinación.

Es particularmente atractivo para quienes servimos en el campo educativo universitario, lo planteado en torno a “los misioneros en el ambiente digital”. Durante la pandemia utilizamos las plataformas digitales para impartir conocimiento, pero también para los servicios pastorales que se entregan a través de la Pastoral de la Universidad. El llamado a la formación de jóvenes “que aún buscan la belleza” y que permanecen en el mundo digital representa un desafío en el que podemos aportar y contribuir a la reflexión a la que se invita. Podemos asimismo aportar en la propuesta de que la Iglesia “se empeñe con decisión en la educación a la cultura del diálogo y del encuentro, combatiendo el racismo y la xenofobia”, a través de nuestro programa de Interculturalidad, que tiene presencia creciente al interior de la Universidad.

En una Iglesia que escucha y acompaña, la UC puede ser ese lugar en el que los “jóvenes, las mujeres y minorías” dialogan, e incluso se produce en la misma comunidad universitaria un diálogo intergeneracional. Como UC debemos también afrontar nuestro propio discipulado y crecer en discernimiento para evaluar cómo el “pensamiento dominante, fruto de condicionamientos culturales o, sin coherencia con el Evangelio” se introduce en las aulas universitarias y hace necesario “profundizar desde una adecuada reflexión teológica”.

Este conversatorio ha sido un gran aporte, ya que es una especial contribución en esta etapa del Sínodo en la búsqueda de respuestas a cómo ser una Iglesia sinodal en misión, identificando los caminos a seguir y los instrumentos a adoptar, en esta renovación profunda de la Iglesia a la que nos ha invitado el Papa Francisco. La Universidad Católica acoge y se compromete con este llamado.

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