Entre los días 24 y 30 de julio se llevó a cabo el Viaje Apostólico de Francisco a Canadá, una auténtica "peregrinación penitencial" en la que pudo visitar cuatro ciudades: Edmonton, Maskwacis, Quebec e Iqaluit. El objetivo del viaje fue reunirse con las comunidades indígenas y volver a pedir perdón por los abusos cometidos por miembros de la Iglesia en el pasado, como parte de un camino de sanación que se ha emprendido en conjunto.
El Viaje Apostólico a Canadá fue, para Francisco, una peregrinación "penitencial". Siete días antes de partir, en su Ángelus dominical, el Papa señaló que se disculparía nuevamente con los grupos indígenas por los abusos infligidos por la Iglesia Católica. “Espero que pueda contribuir en el camino de reconciliación y sanación ya emprendido", señaló el Papa, haciendo referencia al encuentro que tuvo lugar a fines de marzo en el palacio Apostólico con representantes de las naciones indígenas, a las que les pidió "contribuir juntos a superar la mentalidad colonialista", expresando su “indignación y vergüenza” por los relatos que llegaron a lo profundo de su corazón.
“Lamentablemente, en Canadá, muchos cristianos, incluidos algunos miembros de instituciones religiosas, contribuyeron a políticas de asimilación cultural que, en el pasado, dañaron gravemente, de diversas maneras, a las comunidades nativas”, dijo el Papa en el Ángelus previo al viaje.
Viaje Apostólico Canadá. El Papa Francisco durante su peregrinación y Liturgia de la Palabra en el Lago de Santa Ana
Las políticas de asimilación cultural que crearon las escuelas residenciales
En el centro de las controversias se encuentran las escuelas residenciales, una red de internados que tuvo Canadá para instruir a la fuerza a más de 150.000 niños indígenas para adaptarlos a la sociedad canadiense apartándolos de sus familias y comunidades. El Gobierno fue quien financió estas instituciones, pero su administración estuvo a cargo de otros grupos, entre ellos grupos cristianos, más de un 70% católicos. Las escuelas funcionaron entre la década de 1870 y 1996, cuando se cerró la última escuela residencial. Los indígenas señalan que se trató de un verdadero “genocidio cultural”.
En 2015 la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá había concluido que 1 de cada 50 niños que atendieron las residencias escolares falleció en esas instituciones. A raíz de aquello, grupos indígenas se encargaron de investigar.
En mayo de 2021 el hallazgo de tumbas sin marcar de más de 200 niños indígenas en una de estas escuelas administradas por la Iglesia sacudió al país y abrió una herida en las familias y los pueblos indígenas. A este hallazgo lo sucedieron otros más, lo que provocó una multiplicidad de ataques a templos católicos, muchos de los cuales fueron incendiados. Otros templos no católicos también sufrieron ataques, como anglicanos, coptos y de la Iglesia de la Alianza vietnamita.[1]
En septiembre de ese año, a través de una declaración[2], los obispos canadienses ofrecieron una disculpa por los abusos cometidos en los internados.[3] En su comunicado, los obispos reconocieron que la participación de instituciones de la Iglesia en el sistema de internados "llevó a la supresión de las lenguas, la cultura y la espiritualidad indígenas, sin respetar la rica historia, tradiciones y sabiduría de los pueblos indígenas", a la vez que pidieron perdón por los abusos físicos, psicológicos, espirituales, culturales y sexuales cometidos en estas escuelas. En la declaración se comprometieron a trabajar con la Santa Sede para la posibilidad de una visita pastoral del Papa a Canadá como parte de un camino de sanación.
A principios de este año 2022 el Papa Francisco se reunió con representantes de los tres grupos indígenas principales donde pudo abordar el problema de las escuelas residenciales, manifestando indignación, vergüenza y dolor por los tratos discriminatorios, sufrimientos, abusos y privaciones.
Es escalofriante pensar en la voluntad de inculcar un sentimiento de inferioridad, de hacer perder a alguien su identidad cultural, de cortar sus raíces, con todas las consecuencias personales y sociales que ello ha supuesto y sigue suponiendo: traumas no resueltos, que se han convertido en traumas intergeneracionales.[4]
No es primera vez que la Iglesia de Canadá debe hacerles frente a horrores cometidos por sus miembros en el pasado. En 1984 se vio golpeada por la publicación del Badgley Report, titulado Sexual Offense Against Children in Canada. Fue el primer informe de estas características en el mundo y la Iglesia canadiense respondió a esta realidad con la elaboración de las primeras líneas guía y protocolos de actuación de una Iglesia particular. Así, en 1987 hizo circular un borrador de líneas de actuación de aplicación en ámbito diocesano y en 1992 publica un completo informe elaborado por un comité ad hoc sobre abuso sexual infantil titulado From pain to hope[5].[6] A su vez, en 1989 se formó una comisión que por dos años recopiló testimonios de víctimas de abusos físicos y sexuales cometidos por miembros de la Congregación de los Hermanos Cristianos en el orfanato de Mount Cashel, en St. John (Newfoundland, Canadá). Once miembros de la congregación fueron condenados a penas de entre 4 meses y 11 años. En 1990, la Arquidiócesis de St. John publicó el informe que indagaba en la causa de los abusos y de la no detección/reporte de parte de la Iglesia, a la vez que ofrecía recomendaciones. El informe fue elaborado por una Comisión de investigación de la arquidiócesis.[7] El Tribunal de Apelaciones de Newfoundland dictaminó en 2019 que la archidiócesis de St. John era responsable indirectamente de las atrocidades cometidas en Mount Cashel ya que permitió y encubrió los abusos que se cometieron entre las décadas de los 40 y 60 en el internado. La corte otorgó una compensación de US$2 millones a cuatro víctimas lo que abrió la puerta a un centenar de reclamaciones más que hoy han obligado a la Iglesia a vender propiedades para hacerles frente.
De esta forma, la Iglesia de Canadá ha debido enfrentar un pasado doloroso, muchas veces sin tener a mano otras experiencias internacionales que la guíen en el modo de actuar. No obstante, ha sabido reaccionar a tiempo y tener una actitud de humildad completamente disponible para iniciar los caminos de reparación que hagan falta.
Viaje Apostólico
Día 1, lunes 25 de julio
En su primer evento público en Canadá después de aterrizar, el Papa Francisco se reunió con miembros de diferentes comunidades indígenas y volvió a ofrecer una disculpa por el papel de la Iglesia Católica en el llamado "genocidio cultural" de las políticas de asimilación de las escuelas residenciales del país. La decisión de ir a Canadá se tomó específicamente con el propósito de disculparse y transitar los caminos de sanación.
Hablando con miembros de las comunidades de las First Nations, Métis e Inuit en los terrenos de la antigua escuela residencial Ermineskin en Maskwacis, Alberta, el Papa Francisco dijo que la tierra en la que se encontraba “preserva las cicatrices de heridas aún abiertas”.
Me encuentro entre ustedes porque el primer paso de esta peregrinación penitencial es el de renovar mi pedido de perdón y decirles, de todo corazón, que estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido. Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales.[8]
[…]
Frente a este mal que indigna, la Iglesia se arrodilla ante Dios y le implora perdón por los pecados de sus hijos (cf. S. Juan Pablo II, Bula Incarnationis mysterium [29 noviembre 1998], 11: AAS 91 [1999], 140). Quisiera repetir con vergüenza y claridad: pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas.
Hablando desde una silla de ruedas debido a problemas con su rodilla, Francisco en su discurso en Alberta, que alguna vez fue el hogar de la mayor cantidad de escuelas residenciales en Canadá, dijo que en el último tiempo ha experimentado "tristeza, indignación y vergüenza".
Recordó cómo durante la visita de las delegaciones indígenas en Roma le entregaron un par de mocasines que representan una señal del sufrimiento de los niños indígenas que asisten a las escuelas residenciales. Se le pidió que trajera los mocasines con él durante su visita a Canadá y los entregó al final de su discurso.
Estos mocasines simbolizan un camino que la Iglesia católica y las comunidades indígenas deben emprender juntas, dijo. “Queremos caminar juntos, orar juntos y trabajar juntos, para que los sufrimientos del pasado puedan conducir a un futuro de justicia, sanación y reconciliación”.
Habló de la importancia de la memoria y de no olvidar el pasado, y señaló la presencia histórica de las comunidades indígenas en Alberta. Elogió sus esfuerzos a lo largo de los siglos en el cuidado de la tierra, y por fomentar fuertes lazos comunitarios e intergeneracionales, llamando a la cultura indígena “un tesoro de sanas costumbres y enseñanzas, centradas en la preocupación por los demás, la veracidad, el coraje y el respeto, la humildad, la honestidad y la sabiduría práctica”. “Nuestra reunión de hoy puede traer viejos recuerdos y heridas, y muchos de ustedes pueden sentirse incómodos incluso mientras hablo. Sin embargo, es correcto recordar, porque el olvido lleva a la indiferencia”, que dijo que es “lo opuesto al amor”.
Cuando los colonos europeos llegaron aquí por primera vez, hubo una gran oportunidad de desarrollar un encuentro fecundo entre las culturas, las tradiciones y la espiritualidad. Pero en gran parte esto no sucedió. Y me vuelve a la mente lo que ustedes me contaron, de cómo las políticas de asimilación terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas; de cómo, también por medio del sistema de escuelas residenciales, sus lenguas, sus culturas fueron denigradas y suprimidas; y de cómo los niños sufrieron abusos físicos y verbales, psicológicos y espirituales; de cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos y de cómo esto marcó de manera indeleble la relación entre padres e hijos, entre abuelos y nietos.[9]
El jefe Wilton Littlechild, un sobreviviente de las escuelas residenciales, le dio a Francisco un tocado indígena completo, con hileras de suaves plumas blancas sujetas en su lugar con una colorida diadema de cuentas. El Papa se lo puso en la cabeza en medio de los vítores de una audiencia que incluía a muchos sobrevivientes. Francisco besó las manos de Littlechild después de recibir el tocado, como señal de respeto.
Día 2, martes 26
El Papa Francisco inició su segundo día en Canadá con un sermón sobre el importante papel que tienen los ancianos y los abuelos en la preservación de la historia y la transmisión de la sabiduría y la fe a las nuevas generaciones.
El Papa Francisco pronunció su homilía durante una Misa a la que asistieron miles de personas en el Estadio Commonwealth en Edmonton, Alberta, con motivo de la Fiesta de Santa Ana, la abuela de Jesús y una figura muy venerada entre los católicos canadienses, particularmente dentro de las comunidades indígenas.
Más tarde el Papa se dirigió al Lago Santa Ana, uno de los lugares de peregrinación más populares de América del Norte, que es especialmente querido por los cristianos indígenas y es considerado un lugar de curación por los peregrinos que viajan allí cada año. Desde la primera misión en el sitio en 1842, el tamaño de las peregrinaciones ha crecido y es costumbre que los peregrinos visiten el sitio la semana de la fiesta de Santa Ana el 26 de julio. “En este lugar bendito, donde reinan la armonía y la paz, te presentamos las disonancias de nuestra historia, los terribles efectos de la colonización, el dolor imborrable de tantas familias, abuelos y niños. Señor, ayúdanos a sanar nuestras heridas”[10], señaló.
La decisión del Papa Francisco de visitar el santuario y su homilía que destaca el papel de los ancianos y los abuelos en la vida y la sociedad es especialmente significativa para las comunidades indígenas, que tienen a los ancianos en alta estima y ven el papel de la abuela como algo especialmente importante. Al respecto, señaló, “parte de la herencia dolorosa que estamos afrontando nace por haber impedido a las abuelas indígenas transmitir la fe en su lengua y en su cultura”[11].
Día 3, miércoles 27
El Papa Francisco llegó a Quebec el miércoles, donde reiteró sus disculpas a los pueblos indígenas del país por el papel histórico de la Iglesia Católica en la “oposición violenta” de su cultura y condenó las nuevas y viejas formas de colonización.
Se dirigió a la Ciudadela de Quebec, una instalación militar activa y la segunda residencia oficial tanto del monarca canadiense como del gobernador general de Canadá. Allí, el Papa sostuvo reuniones privadas individuales con la Gobernadora General de Canadá, Mary Simon, y el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, antes de hablar con las autoridades y los representantes indígenas. Las relaciones entre la Iglesia y el estado son tensas en Canadá, con divergencias en temas como el aborto y la eutanasia.
En su discurso a las autoridades del país, el Papa Francisco subrayó el compromiso de la Santa Sede y de las comunidades católicas locales de acompañar a los pueblos indígenas en su proceso de curación a través de la atención a su cultura, lenguas y costumbres.
Sin embargo, Francisco señaló que las heridas del pasado son profundas y advirtió, citando la exhortación Querida Amazonía que “la colonización no se detiene, sino que en muchos lugares se transforma, se disfraza y se disimula” (n.16), refiriéndose a las “colonizaciones ideológicas”:
Si en su momento la mentalidad colonialista se desentendió de la vida concreta de los pueblos, imponiendo modelos culturales preestablecidos, tampoco faltan hoy colonizaciones ideológicas que contrastan la realidad de la existencia y que sofocan el apego natural a los valores de los pueblos, intentando desarraigar sus tradiciones, su historia y sus vínculos religiosos. Se trata de una mentalidad que, presumiendo de haber superado “las oscuras páginas de la historia”, da cabida a la así llamada cultura de la cancelación, que juzga el pasado sólo en función de algunas, de ciertas, categorías actuales.[12]
A su vez elogió el compromiso de Canadá con el medioambiente y el multiculturalismo, señalando que se trata de “un reto permanente; se trata de acoger y abrazar a los distintos componentes presentes, respetando, al mismo tiempo, la diversidad de sus tradiciones y culturas, sin suponer que el proceso esté concluido de una vez para siempre”, haciendo hincapié a la necesidad de acoger a los inmigrantes e indigentes.
Mary Simon, la primera gobernadora indígena de Canadá encuentra al Papa
Día 4, jueves 28
Continuando con su esfuerzo por reconciliarse con las comunidades indígenas de Canadá, el Papa Francisco dijo el jueves a los católicos de Quebec que la Iglesia debe aceptar su propio pasado y avanzar con humildad para que se produzca una verdadera sanación.
El Santo Padre celebró una misa en la Basílica de Sainte-Anne-de-Beaupré, uno de los ocho santuarios nacionales de Canadá que en el pasado se ha asociado con curaciones milagrosas. La homilía se centró en el Evangelio del día: El camino de Emaús, el que lo relacionó con el camino de reparación de la Iglesia de Canadá. Al respecto señaló que se debe estar atentos a la “tentación de la huida”:
Huir, deshacer el camino, escapar del lugar donde ocurrieron los hechos, intentar que desaparezcan, buscar un “lugar tranquilo” como Emaús con tal de olvidarlos. No hay nada peor, ante los reveses de la vida, que huir para no afrontarlos. Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar.[13]
En un servicio vespertino de Vísperas en la Catedral de Notre Dame de Quebec con obispos, sacerdotes, consagrados y agentes pastorales, el Papa reflexionó sobre los desafíos que enfrentan para ser testigos creíbles del Evangelio.
La Iglesia en Canadá, después de haber sido herida y desolada por el mal que perpetraron algunos de sus hijos, ha comenzado un nuevo camino. Pienso en particular en los abusos sexuales cometidos contra menores y personas vulnerables, crímenes que requieren acciones fuertes y una lucha irreversible. Yo quisiera, junto con ustedes, pedir nuevamente perdón a todas las víctimas. El dolor y la vergüenza que experimentamos debe ser ocasión de conversión, ¡nunca más! Y, pensando en el camino de sanación y reconciliación con los hermanos y las hermanas indígenas, que la comunidad cristiana no se deje contaminar nunca más por la idea de que existe una cultura superior a otras y que es legítimo usar medios de coacción contra los demás.[14]
En su discurso el Papa habló de la necesidad de cumplir el ministerio con alegría y reflexionó largamente sobre la secularización del mundo moderno y el deber de discernir sobre el mismo sin dejarse llevar por las miradas pesimistas. También subrayó la importancia de la fraternidad, diciendo que la Iglesia será más creíble en la medida en que sus miembros encarnen la comunión.
Día 5, viernes 29
El viernes, el Papa mantuvo un encuentro privado con los miembros de la Compañía de Jesús y luego un encuentro con una delegación de Indígenas de Quebec. Con estos últimos elogió el papel que han desempeñado algunas mujeres en los procesos de sanación y reconciliación, puesto que “saben custodiar lo que es importante en la vida”. Se refirió a santa Ana, la Virgen María y santa Kateri Tekakwitha, la primera santa nativa americana de los territorios de lo que se convertiría en Estados Unidos y Canadá. Kateri es venerada como patrona de la ecología y debió enfrentar la oposición de su tribu al convertirse al cristianismo y rechazar su matrimonio arreglado. Fue beatificadapor Juan Pablo II y canonizada en 2012 por Benedicto XVI. Sobre santa Kateri el Papa se preguntó, “¿no podríamos pensar que su santidad de vida, caracterizada por una entrega ejemplar en la oración y el trabajo, así como por la capacidad de soportar con paciencia y dulzura tantas pruebas, también fue posible por ciertos rasgos nobles y virtuosos heredados de su comunidad y del ambiente indígena en el que creció?”[15].
Luego del encuentro el Santo Padre partió en avión a su última parada de su visita a Canadá, a la ciudad de Iqaluit, la capital del territorio de Nunavut, gobernado por los inuit. Iqaluit es hogar de unas 7.500 personas, no tiene semáforos, carreteras o conexiones con el mundo exterior. La única iglesia católica atiende a feligreses de al menos cinco continentes; más de 100 de ellos llenan rutinariamente las bancas cada domingo.[16] Allí mantuvo un encuentro privado con algunos alumnos de las ex escuelas residenciales, en la Escuela Primaria de Iqaluit. Luego se llevó a cabo un encuentro con los jóvenes y con los ancianos en la Plazoleta de la escuela. A ellos los animó: