Namuncurá, de padre mapuche y madre chilena, ha sido el santo popular que suscita la mayor devoción en la Patagonia argentina. Fue un joven salesiano cuya temprana muerte no le permitió llevar a cabo la vocación de evangelización de los suyos, el pueblo mapuche. El presente artículo pone en contexto su figura y su devoción. 

Imagen de portada: Retrato de Ceferino Namuncurá.

Humanitas 2022, CI, págs. 610 - 616

Ceferino Namuncurá ha sido el santo que suscita la mayor devoción en la Patagonia argentina, y probablemente también en la chilena. Su santuario, ubicado en la localidad de Chimpay en Río Negro, atrae a miles de personas y su estampa milagrosa circula ampliamente entre los devotos de ambos lados de la cordillera de los Andes. Ceferino está doblemente vinculado con tierras chilenas, por su madre Rosario Burgos y por la obra salesiana que se extiende a ambos lados de la frontera, aunque su vida transcurrió siempre en territorio argentino. Por su origen mapuche, Ceferino pertenecía al wallmapu[1] que no reconocía en aquel entonces ninguna fractura entre el lado argentino y chileno y que designaba indistintamente al pueblo mapuche que se extendía en ambas vertientes de la cordillera.

5.6. ceferinonamuncura1Ceferino es ante todo un joven salesiano muerto de tuberculosis en la flor de la juventud (1886-1905) cuya vida se ha comparado con la de Domingo Savio (18421857), el jovencísimo estudiante salesiano de Don Bosco que murió también prematuramente de pleuresía. Don Bosco mismo, el fundador de la orden salesiana cuyo propósito fundamental ha sido educar a jóvenes pobres en el trabajo y en la oración, recogió en Savio todas las virtudes y cualidades del joven que pretendía formar, piadoso y laborioso al mismo tiempo. El mismo Ceferino leía probablemente la biografía escrita por Don Bosco que ensalzaba la santidad de Domingo.

Educado en el colegio salesiano de Buenos Aires bajo la influencia bienhechora del padre Vespignani, Ceferino no pudo entrar, sin embargo, al seminario y fue llevado finalmente por el cardenal Cagliero a Roma, donde murió en casa salesiana al poco tiempo. Dos hipótesis se han levantado respecto de este derrotero tan singular:  la primera es la prohibición canónica que pesaba entonces sobre hijos llamados naturales para ser admitidos al sacerdocio, algo que pudo obstaculizar la entrada de Ceferino al seminario; la segunda es su condición de salud, detectada ya en Buenos Aires que lo inhabilitaba para las asperezas del entrenamiento sacerdotal. Nunca se ha sabido la verdadera razón. Ceferino era hijo de una de las cuatro esposas de Manuel Namuncurá, la chilena Rosario Burgos, repudiada una vez que se lo insta a dejar la poligamia, uno de los sellos del cacicazgo mapuche, aunque legalmente –se ha indicado– el padre de Ceferino inscribe a todos sus doce hijos bajo el nombre de su esposa reconocida. Esto podría haber levantado los obstáculos iniciales. También se lo pudo haber admitido como coadjutor, es decir, como hermano lego, sin calificación para el sacerdocio, en cuyo caso no se aplicaban los impedimentos canónicos. Ceferino quería ser sacerdote, algo que calzaba completamente con las aspiraciones salesianas, y específicamente de Don Bosco, de ordenar sacerdotes de origen indígena que pudieran evangelizar a su propio pueblo. De Ceferino se recuerda siempre su famoso dicho, “quiero ser útil a mi propio pueblo”, lo que muestra que su proyecto de hacerse sacerdote y volver a los suyos estaba inscrito en su corazón desde muy temprano.

Ceferino quería ser sacerdote, algo que calzaba completamente con las aspiraciones salesianas, y específicamente de Don Bosco, de ordenar sacerdotes de origen indígena que pudieran evangelizar a su propio pueblo. De Ceferino se recuerda siempre su famoso dicho, “quiero ser útil a mi propio pueblo”, lo que muestra que su proyecto de hacerse sacerdote y volver a los suyos estaba inscrito en su corazón desde muy temprano.

El linaje Namuncurá

Ceferino no fue solamente un joven salesiano ejemplar en devoción y carácter. Sobre todo era mapuche, hijo de Manuel Namuncurá y nieto de Juan Calfucurá, quienes tienen un lugar destacado en la historia de la resistencia mapuche a la expansión de la frontera interior argentina. Calfucurá (piedra azul, c. 1790 en las cercanías del Llaima-1873) llegó a dominar toda la pampa argentina y en particular aseguró el control de las salineras al sudoeste de Buenos Aires y, por consiguiente, el comercio de la sal que era indispensable para la industria de la carne. Bajo la protección de Juan Manuel de Rosas y de Justo José de Urquiza, caudillos del interior argentino, Calfucurá ayuda a Urquízar en Caseros y propina derrotas decisivas al ejército bonaerense cuando este intenta controlar la provincia y resguardarse de los malones indígenas. Recién bajo la gobernación de Domingo Faustino Sarmiento (el famoso autor de “Civilización y Barbarie”), hacia 1870 –la misma época en que comienzan a desplegarse las misiones salesianas– el ejército avanza sobre la frontera indígena, derrota a Calfucurá en San Carlos e inicia la “campaña del desierto”, apenas unos años antes de las campañas de igual propósito en el lado chileno. Manuel Namuncurá (1811-1908), el padre de Ceferino, luchará al lado de su padre, pero actuará más protagónicamente en los procesos de pacificación, tendrá que someterse a la solución reduccional que lo obliga a plegarse sobre un pequeñísimo territorio al lado de la cordillera, acepta el grado de coronel de ejército argentino (existe una célebre fotografía de Manuel con uniforme militar rodeado de sus hijos Ceferino y Julián) y les abre a los salesianos las puertas de su casa al punto que abandona la poligamia (y entre otras a su esposa Rosario, madre de Ceferino) y entrega confiado a su hijo para que lo educaran en un colegio de la orden.

Los salesianos llegaron a la Patagonia bajo el impulso del propio Don Bosco, que pugnó por fundar una misión en territorios baldíos y consiguió que se estableciera un Vicariato patagónico en torno a las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut (que quedó en manos del futuro cardenal Giovanni Cagliero, mentor de Ceferino) y una Prefectura en el sur de la Patagonia, que incluía la Tierra del Fuego en sus partes chilena y argentina que estuvo a cargo de Giuseppe Fagnano[2]. Una diferencia respecto de la evangelización en territorio mapuche chileno es que esta estuvo a cargo de capuchinos –primero italianos, y luego alemanes–, mientras que los salesianos misionaron en toda la pampa argentina, en zona tehuelche al norte (mucho más receptiva con los misioneros) y mapuche más al sur, quienes ofrecieron siempre mayor resistencia.

5.2. Ceferino Namuncura

Junto al Siervo de Dios Juan Cagliero (1838-1926), discípulo de San Juan Bosco, primer obispo de la Congregación Salesiana (Vicario Apostólico de la Patagonia), y después también primer cardenal salesiano.

Como en otras partes, los salesianos ocuparon a la vez el método de las misiones volantes, en las que el misionero itineraba y seguía a los indígenas en sus desplazamientos o visitaba sus asentamientos, y el método reduccional, en que, a la inversa, el misionero se establecía en un lugar fijo y alentaba a que los indígenas lo visitaran o incluso se establecieran junto a la misión. El primer método forjó a los misioneros exploradores que se internaron en lo más recóndito de la geografía patagónica, como el padre Doménico Milanesio, algunos de los cuales dejaron fama de heroísmo y santidad. En el segundo método destacó justamente Cagliero, quien funda las principales misiones de la Patagonia central argentina. El esquema civilizatorio y educativo de los salesianos –común a todos los misioneros de la época– favorecía el método reduccional, pero poco se conseguía sobre todo con los indígenas trashumantes de Tierra del Fuego que vivían de la caza y la recolección.

Las dificultades que hubo para construir asentamientos agrícolas hizo poner la atención en la obra educacional y en el establecimiento de colegios que tenían el doble mérito de poner al indígena a la altura de cualquier ciudadano y evangelizar eficazmente a través del catecismo. “Buenos ciudadanos, buenos cristianos”. La evangelización a través de los hijos de jefes indígenas que eran atraídos hacia los colegios misionales fue un método usual, algo que muchas veces calzaba con el interés de los propios caciques que querían dotar a sus hijos de lo necesario para adaptarse mejor al mundo que les tocaría vivir. Ceferino llegó de esta manera al colegio salesiano de Buenos Aires enviado con autorización de su padre a los doce años. Rosario Burgos, su madre, entrevistada muchos años después para que entregara recuerdos del niño, declaró que poco o nada podía decir porque le fue arrebatado muy temprano. Habrá que decir también que el padre tuvo en mente una carrera militar para su hijo y que lo envió primeramente a una escuela de la Armada, pero Ceferino no se adaptó y solo entonces se trasladó al colegio salesiano.

En el linaje Namuncurá se encuentra el derrotero de la etnia mapuche del siglo XIX: Calfucurá fue el jefe indómito que organizó las principales revueltas contra la expansión de la frontera (ayudado y sostenido eso sí por los caudillos criollos que peleaban contra Buenos Aires); Manuel ya fue un jefe de tolderías, derrotado militarmente, que abandona las enseñas del cacicazgo (mocetones y esposas), se convierte al cristianismo y envía a sus hijos a la escuela, mientras que Ceferino será el santo mapuche, católico devoto y fiel, enteramente dispuesto a cruzar el umbral de la religión cristiana y de la civilización.

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Retrato de Ceferino Namuncurá.

Un santo popular 

Beatificado en Chimpay (su lugar de nacimiento) en 2007, la fama de Ceferino como santo popular se ha adelantado con mucho al proceso canónico y ha irradiado en la Patagonia argentina y chilena con una fuerza singular. ¿De dónde proviene esta devoción popular? En las memorias del cardenal Cagliero se menciona a Ceferino con admiración y benevolencia, pero será el padre Pedemonte el primero que recogerá sus cartas y recopilará los primeros antecedentes para iniciar un proceso de beatificación.[3] Pedemonte estuvo interesado en Ceferino como modelo del estudiante salesiano ejemplar. Una parte considerable de la hagiografía de Ceferino está formada por historietas y cuentos infantiles que lo muestran como un niño admirable por su devoción y bondad.

En el linaje Namuncurá se encuentra el derrotero de la etnia mapuche del siglo XIX: Calfucurá fue el jefe indómito que organizó las principales revueltas contra la expansión de la frontera […]; Manuel ya fue un jefe de tolderías, derrotado militarmente, que abandona las enseñas del cacicazgo […], se convierte al cristianismo y envía a sus hijos a la escuela, mientras que Ceferino será el santo mapuche, católico devoto y fiel enteramente dispuesto a cruzar el umbral de la religión cristiana y de la civilización.

5.5. Festejo del aniversario de la beatificacion de Namuncura en el monumento kultrun en San Ignacio

Festejo del aniversario de la beatificación de Namuncurá en el monumento kultrún, en San Ignacio.

María Andrea Nicoletti señala que su condición aborigen fue originalmente un problema, puesto que en la hagiografía de niños santos la procedencia de una familia virtuosa era generalmente exigida e indispensable.[4] Pedemonte habría utilizado la expresión Lirio de la Patagonia para afirmar la pureza de Ceferino, cuya iconografía también tendía a atenuar los rasgos marcadamente indígenas de su rostro. En las últimas décadas, sin embargo, la memoria de Ceferino gira aceleradamente hacia el reconocimiento de su procedencia indígena. Nicoletti habla de una tensión creciente entre la figura del joven con facciones suaves, vestido de chaqueta y corbata (tal como aparece con monseñor Cagliero) y la figura de un santo criollo con poncho pampa y pañuelo al cuello (al modo gaucho, más que indígena), que la iconografía de Armas contenida en la historieta El pequeño Gran cacique patagónico hizo más popular en el último tiempo. La fotografía de Ceferino en Villa Sora, Italia, poco antes de morir es la más elocuente de todas, de piel oscura y rasgos indígenas acusados, pobre pero elegantemente vestido con chaqueta, chaleco y camisa blanca de humita, Ceferino representa humildad y desvalimiento, pero a la vez algo de la serena determinación y orgullo de su raza.[5]

La santidad de Ceferino es una conjunción entre los ideales sacerdotales de una vida entregada a Cristo y las idealizaciones propias de la cultura popular que venera la muerte precoz de un niño inocente, sobre todo del que pertenece a la propia comunidad.

Ceferino falleció en Roma en 1905 y fue enterrado sencillamente en una tumba del cementerio de Campo Verano; sus restos fueron exhumados y reducidos diez años después y repatriados recién en 1924 y mucho más tarde alojados en Fortín Mercedes, un centro de formación de vocaciones salesianas. Su tumba y algunas de sus reliquias fueron objeto de veneración desde que llega a Argentina. Tras la beatificación en 2007 la familia Namuncurá consiguió el traslado de sus restos a San Ignacio, donde se levanta su ermita, que constituye su lugar actual de peregrinación.  La santidad de Ceferino es una conjunción entre los ideales sacerdotales de una vida entregada a Cristo y las idealizaciones propias de la cultura popular que venera la muerte precoz de un niño inocente, sobre todo del que pertenece a la propia comunidad y hunde sus raíces en el santo pueblo fiel de Dios, como dice el Papa Francisco. Ceferino representa cabalmente como Domingo Savio la espiritualidad juvenil salesiana, el joven bueno y santo que madura tempranamente una vocación sacerdotal. Es el aspecto bonaerense y citadino de Ceferino. Pero también Ceferino ha calado hondo en la imaginación de la pampa argentina, a la vez criolla e indígena, en los pueblos desvalidos del interior, donde su figura como la de muchos otros santos populares se revela próxima, tutelar y bienhechora.


Notas

* Licenciado en Sociología. Profesor titular del Instituto de Sociología y profesor de la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales del 2013 al 2021. Director de la revista Humanitas y de la Encuesta Nacional Bicentenario, coordinador de la Comisión UC para el análisis de la crisis de la Iglesia, autor de numerosas publicaciones en sociología de la cultura y de la religión.
[1] Término mapundungun que quiere decir ‘territorio circundante’. Se refiere al territorio que los mapuches y otros pueblos habitaron históricamente en los actuales territorios nacionales chileno y argentino.
[2] María Andrea Nicoletti ha sido la principal historiógrafa de Ceferino y muchas de las referencias han sido tomadas de su libro principal, Indígenas y Misioneros en la Patagonia. Huellas de los salesianos en la cultura y religiosidad de los pueblos originarios. Ediciones Continente, 2008.
[3] Pedemonte, Luis; Vida y virtudes de Ceferino Namuncurá. Escuela de Artes y Oficios del Asilo de Huérfanos, Buenos Aires, 1943. Del padre Pedemonte también, Ceferino Namuncurá. Lirio de la Patagonia. Editorial Ceferino, Buenos Aires, 1948 (ambos libros reeditados muchas veces).
[4] Para un análisis de la iconografía ceferiniana, ver Nicoletti, María Andrea; “Ceferino Namuncurá: un Indígena Virtuoso”. Runa XXVII, 2007 (121-145). 
[5] El análisis de esta fotografía se puede encontrar en Nicoletti, María Andrea y Penhos, Marta; “Algo más que una estampita: tensiones entre aboriginalidad y santidad en las imágenes de Ceferino Namuncurá”. Quinto Sol N°14, 2010 (11-46).

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