La dipsiquía amenaza la vitalidad espiritual del bautizado y pone en grave riesgo su salvación; sin embargo, el paro cardíaco no es inevitable. El Pastor de Hermas ofrece tanto las instrucciones para erradicar la dipsiquía del corazón como la seguridad del auxilio divino. La dipsiquía puede subsistir, pero también la esperanza de la salvación.
La dipsiquía (gr. δψυχuía; lit “duplicidad de alma”), una palabra que aparece sólo en textos cristianos, es uno de los principales temas de El Pastor de Hermas [1]. Si bien los estudios de investigación se han preocupado de los orígenes y antecedentes de este término, se ha prestado menos atención a su uso específico en el mencionado escrito. El presente artículo considera el significado de dipsiquía en El Pastor de Hermas, examinando primero los diversos contextos en los que se usa el término, definiéndolo luego según Hermas, y, finalmente, considerando la solución que éste propone para ella. Algunos comentaristas han sostenido que Hermas no proporciona una solución adecuada a la dipsiquía porque su propuesta depende del esfuerzo humano, que falla inexorablemente, y deja de lado la asistencia divina [2]. Este trabajo pretende mostrar que la espiritualidad de Hermas no es tan pesimista; se mantiene una esperanza de salvación para el «doble de alma».
I. Dipsiquía: origen y antecedentes y uso contemporáneo
Si bien la Epístola de Santiago, en el Nuevo Testamento, es el texto conocido más antiguo que utiliza el término dipsiquía, a mediados del siglo pasado Oscar Seltz planteó que dicho término se habría originado en una fuente apócrifa usada por Santiago, por 1 y 2 Clemente, y por El Pastor de Hermas [3]. En el tercero de los artículos que dedicó al tema, identificó esta fuente como el libro de Eldad y Modad [4]. Sophie Marshall, por su parte, sostiene que el vocablo tiene su origen en la comunidad judía de Roma [5]. En análisis más recientes, Stanley Porter propone que fue Santiago quien acuñó el término [6]. La Epístola de Santiago es, como hemos dicho, el texto más antiguo conocido que usa el término, y todos los textos que le siguen lo emplean en el mismo sentido general que ella. Es cierto que con frecuencia los escritores cristianos posteriores asumen, amplían y precisan el uso de Santiago, pero los paralelos verbales y conceptuales no dejan de ser evidentes.
El más cercano antecesor conceptual de dipsiquía es la doctrina de los dos yetzerim [7]. Según Jean Daniélou, esta noción de una doble orientación del corazón humano es uno de los rasgos más importantes que el judeocristianismo recibió del judaísmo [8]. Esta doctrina identificaba dos yetzerim o impulsos en el corazón humano: uno bueno (yetzer hatob) y uno malo (yetzer hará) [9]. El que una persona tome el sendero de la vida o el de la muerte depende de cuál de los impulsos siga. Esta idea de los dos impulsos está estrechamente relacionada con la doctrina judía de los dos caminos, que puede encontrarse en la Epístola de Bernabé (ver 18-20) y en la Didajé (ver 1-5). Asimismo, los textos de Qumrán hablan de dos espíritus, el Príncipe de la Luz y el Ángel de las Tinieblas, que representan las fuerzas cósmicas del bien y el mal. La batalla entre estas dos fuerzas, se afirma, tendría lugar en el corazón humano [10]. Para Leslie Barnard y Oscar Seitz, esta doctrina de Qumrán hace de telón de fondo a la doctrina de la dipsiquía en Hermas [11]. Si bien hay ciertamente una correspondencia conceptual entre la dipsiquía y los dos yetzerim del dualismo qumránico, las fuentes judías no ofrecen ninguna verdadera evidencia sobre el origen o la formación de la palabra dipsiquía en la lengua griega [12].
Más aún, como veremos, estas tradiciones judías arrojan poca luz sobre el modo en que El Pastor de Hermas emplea el término.
Antes de examinar el uso que hace Hermas de dipsiquía, será útil perfilar brevemente su uso en la literatura contemporánea a la fecha de su composición. Los textos a considerar son nueve: Santiago 1,8; 4,8; 1 Clemente, 11,2; 23,3; 2 Clemente, 11,2; 11,5; Didajé, 4,4; Bernabé, 19,5; 19,7. En Santiago 1,8, dipsiquía está referida a los que dudan de la fidelidad de Dios para responder a la oración [13]. Santiago 4,8 se refiere a los que han sucumbido al demonio y son exhortados a purificar sus corazones [14]. Tanto en la Didajé como en Bernabé, dipsiquía aparece en el contexto de la doctrina de los dos caminos e indica la duda sobre la senda a seguir [15]. En 1 y 2 Clemente, dipsiquía se encuentra como parte de una cita de una fuente desconocida y conlleva la idea de dudar (δισταζοντες) de las promesas escatológicas de Dios. En otra referencia en 1 Clemente (ver 11,2), dipsiquía se refiere a los que, como la esposa de Lot, dudan (δισταζοτες) del poder de Dios.
II. El problema de la dipsiquía en El Pastor de Hermas
Vacilación y duda
En su empleo más general, El Pastor de Hermas caracteriza la dipsiquía como vacilación y duda. A Hermas le es dicho que las visiones que recibe le son dadas «por causa de los «dobles de alma», de los que oscilan en sus discursos consigo mismos sobre si estas cosas [el significado de las visiones] son o no son» (vis. 3,4,3). Este debate interior se traduce en empresas desganadas que inevitablemente fracasan: «El «doble de alma» se abalanza a una empresa y fracasa en ella a causa de su misma duda» (mand. 10,2,2). Los «dobles de alma» son indecisos y «cambian continuamente de opinión (ΠυΚνως μ∈τανοουσι)» (mand. 11,1,4).
El mandamiento noveno vincula la dipsiquía con la duda, especialmente en la oración [16]. El pastor advierte repetidas veces a Hermas de no dudar en la oración (ver mand. 9,2.4.5.6). «Si vacilares en tu corazón –le dice– ninguna de tus peticiones se verá cumplida. Porque los que vacilan de Dios son «dobles de alma» y nada absolutamente obtienen de cuanto piden» (mand. 9,5). Mientras que la vacilación implica indecisión y falta de compromiso, la duda torna inútil la oración personal. Tanto la vacilación como la duda atrofian el crecimiento espiritual del cristiano.
Insensatez y falsos profetas
Según El Pastor de Hermas, la dipsiquía produce insensatez. Hermas no logra entender las visiones que recibe porque es «doble de alma» (ver vis. 3,3,4). Cuando no percibe el significado de las tres formas de la anciana, el joven que se le aparece le reprocha: «¿Hasta cuándo seréis insensatos (ασυν∈τοι)? Por ello es que vuestras dipsiquías y el no tener vuestro corazón enderezado al Señor os vuelven insensatos» (vis. 3,10,9).
La persona «doble de alma» es también vulnerable a la falsa profecía, que agrava la insensatez. El consejo de los falsos profetas «destruye la mente (διανοιαν) de los «dobles de alma»» (mand. 11,1,1). El pastor advierte a Hermas sobre el espíritu de falsa profecía que «no se acerca para nada a reunión alguna de hombres justos, sino que huye de ellos. En cambio, anda pegado a los «dobles de alma» y vacuos, les echa sus profecías por los rincones y los embauca, hablándoles en todo conforme a lo que ellos desean (∈πιΘuμíaς) vacuamente» (mand. 11,1,13). Los vacilantes buscan el consejo de los falsos profetas para ver confirmados sus propios deseos egoístas. Los «dobles de alma» se encuentran con los falsos profetas en los rincones, lejos de la asamblea de los justos. La dipsiquía aísla a la persona [17].
Impotencia y tristeza
La dipsiquía es impotencia; el «doble de alma» es débil. Cuando Hermas pregunta por qué la anciana era progresivamente más joven en cada visión, le es dicho: «Es que vuestro espíritu está aviejado y marchito ya y sin vigor (δυναμιν), a causa de vuestras flaquezas y dipsiquías» (vis. 3,11,2). Esta impotencia deja a la persona sin preparación para la aflicción, especialmente para la tribulación escatológica. El pastor dice de los «dobles de alma» que «apenas oyen nombre de tribulación (Θλιψιν), se entregan por cobardía a la idolatría y se afrentan del nombre de su Señor» (comp. 9,21,3). En la visión tercera, la anciana contrasta a los «dobles de alma» con los que padecen diversas persecuciones por causa del Nombre (ver vis. 3,2,1-2). De modo semejante, en la cuarta visión, Hermas se hace del coraje para pasar ante una fiera sobrenatural despojándose primero de la dipsiquía (ver vis. 4,1,5-4,2,4). La anciana le dice que la fiera es tipo de la aflicción que está por venir (ver vis. 4,2,5). Los «dobles de alma» no serán capaces de soportarla.
Ellos son también particularmente susceptibles a la tristeza (λυπη), que, según Hermas, «es el peor de todos los espíritus y el más terrible para los siervos de Dios» (mand. 10,1,2). El pastor le advierte que «cuando el «doble de alma» se abalanza a una empresa y fracasa en ella a causa de su misma dipsiquía, la tristeza entra en aquel hombre y contrista al Espíritu Santo y lo expulsa» (mand. 10,2,2). Según Hermas, el Espíritu Santo es un espíritu delicado, que se torna claustrofóbico y se aleja cuando entran en la persona otros espíritus, como por ejemplo el de la tristeza (ver mand. 5,1,1-7; 5,2,3-8). La ausencia del Espíritu Santo puede explicar, en parte, la vaciedad y la impotencia experimentadas por la persona «doble de alma».
Riqueza y solicitud por los pobres
La novena comparación describe a los «dobles de alma» como «hierbas, con la parte superior de éstas verde y la parte de abajo seca» (comp. 9,21,1). Se les describe de este modo porque «tienen al Señor en sus labios, pero no lo tienen en su corazón» (comp. 9,21,1). Tener al Señor en los labios, pero no en el corazón, es estar vivo en las palabras, pero muerto en las obras (ver comp. 9,21,2). La persona «doble de alma» no está ni muerta ni viva. A la persona muerta en las obras se le reconoce con gran facilidad por su actitud hacia la riqueza. Como hace notar Carolyn Osiek, «acumular riqueza terrena es uno de los mejores modos de demostrar la dipsiquía» [18]. Los «dobles de alma» se apegan a las riquezas y a los deseos de este mundo. Relegan a los pobres, a las viudas y a los huérfanos por sus propios asuntos y preocupaciones (ver comp. 1,1,3.4.11; 6,3,1-6,4,7).
Una enfermedad del corazón
En la visión segunda, la anciana le dice a Hermas: «Después de que les hubieres notificado estas palabras, que el Dueño me mandó que te fueran reveladas, entonces se les perdonarán todos sus pecados que antes cometieron, y lo mismo a todos los santos que hubieren pecado hasta este día, con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4). En este pasaje se contrasta la dipsiquía con la penitencia de todo corazón (∈αν ∈ξ οlης της Κaρδíας μ∈τανοησουσιν). En el mandamiento noveno, que está dedicado exclusivamente a la dipsiquía, el pastor ordena a Hermas: «No discurras de esa manera, sino conviértete de todo corazón al Señor» (mand. 9,2). La dipsiquía es un estado de conflicto interior en el corazón que lleva a la duda, a la vacilación y a no creer y confiar del todo en Dios.
Este pasaje (vis. 2,2,4) también vincula a la dipsiquía con el pecado. La dipsiquía es una enfermedad del corazón de la que brotan diversos pecados, y el perdón de los pecados se realiza por la remoción de la dipsiquía [19]. Esto puede explicar por qué, en la comparación novena, la dipsiquía no se identifica con ninguna de las doce mujeres vestidas de negro que personifican a diversos vicios (ver comp. 9,15,3). Los cuatro vicios más poderosos son: la infidelidad (απιστía), la incontinencia (αKρασíα), la desobediencia (απ∈íΘ∈ιa) y el engaño (aπατη). Los otros ocho son: la tristeza (λuπη), la maldad (πονηρía), la disolución (ασ∈λγ∈ιa), la impaciencia (οξυχολía), la mentira (ψ∈υδος), la insensatez (αφρσυνη), la murmuración (Kατaλαλíα) y el odio (μiσoς). A lo largo de El Pastor, la persona «doble de alma» es caracterizada con cada uno de estos vicios.
La hija del diablo y un espíritu terreno
Finalmente, en el mandamiento noveno, la dipsiquía es personificada como la hija del diablo y como un espíritu terreno. El pastor advierte a Hermas: «¡Alerta contra esta dipsiquía!, porque es mala e insensata, y a muchos desarraiga de la fe, y por cierto de los muy fieles y firmes en ella. Y es que semejante duda es hija del diablo y mucho es el daño que hace a los siervos de Dios» (mand. 9,9). Dos versículos más abajo, el pastor continúa: «Ya ves, pues, cómo la fe viene de arriba (ανwΘ∈ν), de parte del Señor, y tiene grande fuerza; mas la dipsiquía es un espíritu terreno (∈πíγ∈ιον πν∈υμα), que procede del diablo, y no tiene fuerza alguna» (mand. 9,11). Si bien Hermas se refiere generalmente a la dipsiquía en términos antropológicos, como una enfermedad del corazón humano, en estos pasajes la dipsiquía es identificada con una fuerza trascendente que atac a al cristiano bautizado [20].
III Hacia una definición de Dipsiquía
Luego de haber examinado el amplio uso de dipsiquía en El Pastor de Hermas, podemos ahora ensayar una definición del término. El contexto de su uso inicial define ‘su significado: «Después de que les hubieres notificado estas palabras, que el Dueño me mandó que te fueran reveladas, entonces: se les perdonarán todos sus pecados que antes cometieron, y lo «mismo a todos los santos que hubieren pecado hasta este día, con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4).
El Bautismo marca la división entre los pecados cometidos «antes» (πrοτ∈ρoν) y los cometidos «hasta este día» (μ∈χρι ταυτης tηςημ∈ρας). La dipsiquía es un problema particular de los bautizados, y el perdón del pecado post-bautismal está ligado inevitablemente a su remoción [21]. Como hemos visto, numerosos pecados y enfermedades espirituales se asocian a la dipsiquía a lo largo de El Pastor de Hermas; sin embargo, ésta no se encuentra entre los doce vicios enumerados en la novena comparación. ¿Por qué no? Porque es una enfermedad del corazón de la que brotan tales pecados. Por eso, los santos pueden alcanzar el perdón de los pecados cometidos después del bautismo, «con tal que hicieren penitencia de todo corazón y arrojen de sus corazones las dipsiquías» (vis. 2,2,4; ver mand. 9,2). Hemos visto también que la dipsiquía es personificada como la hija del diablo y un espíritu terreno que procede del diablo (ver mand. 9,9.11). La dipsiquía es una fuerza trascendente que a muchos desarraiga de la fe y que: hace mucho daño a los siervos de Dios (ver mand. 9,9).
Así pues, según El Pastor de Hermas, la dipsiquía es un espíritu procedente del diablo que ataca al bautizado y crea en él un estado interno de debilitante discordia y duda, del cual surgen una variedad de vicios y enfermedades espirituales. La dipsiquía deja a la persona espiritualmente incapacitada: acostumbrada al fracaso, frustrada en la oración, preocupada por los asuntos de este mundo y ansiosa por el futuro. Ser “doble de alma” es carecer de fe.
IV. La solución a la Dipsiquía
Conversión y fe
A lo largo de El Pastor de Hermas, la exhortación a erradicar la dipsiquía aparece acompañada de un llamado a la conversión (μ∈tανoιa), a volverse a Dios con todo el corazón (ver vis. 2,2,4; 3,3,4; mand. 9,2; comp. 8,7,2; 8,8,3; 8,8,5; 8,11,3). ¿Qué implica la conversión? ¿Cómo se arrepiente uno de todo corazón? En la comparación sexta, el pastor exhorta: “Así, pues, los que hacéis penitencia (μ∈taνoouνteς), arrojad de vosotros las maldades de este siglo que os consumen; en cambio, revestidos de toda virtud de justicia, podéis guardar estos mandamientos y no añadir más pecados a pecados. Ahora bien, si no añadiereis nuevos pecados, os apartaréis definitivamente de vuestros anteriores pecados. Caminad, pues, en estos mandamientos y viviréis para Dios” (comp. 6,1,4).
Según el pastor, la conversión implica: 1) purificación y sencillez; 2) la adquisición de virtudes; y 3) progresar en los mandamientos.
En primer lugar, los que hacen penitencia son llamados a arrojar de sí las maldades de este siglo que los consumen. La purificación del mal está ligada a la virtud de la sencillez (aπλοtης), que tiene las características opuestas a las de la dipsiquía [22]. Mientras que la dipsiquía envejece a la persona, la sencillez la rejuvenece. La dipsiquía crea discordia y multiplicidad en el corazón; la sencillez trae concordia y unicidad de corazón. La preocupación por las riquezas terrenas es característica de la dipsiquía; la caridad solidaria es característica de la sencillez [23].
En segundo lugar, la conversión implica la adquisición de virtudes. Quienes hacen penitencia son descritos como “revestidos de toda virtud de justicia” (comp. 6,1,4). Así como Hermas ofrece una lista de vicios que caracterizan a las personas “dobles de alma”, ofrece también una lista de virtudes que describen a la persona que se ha convertido. Las cuatro más poderosas son: la fe (πíσtiς), la continencia (∈γkρατ∈ia), la fortaleza (δuνaμiς) y la paciencia (μakρoΘuμía). Las otras ocho son: la sencillez (απλοtης), la inocencia (αkαkíα), la castidad (αγν∈íα), la alegría (iλαροtης), la verdad (αληΘ∈ιa), la inteligencia (συν∈σiς), la concordia (ομονoia) y la caridad (αγαπη) [24]. Éstos son los rasgos característicos del corazón convertido.
En tercer lugar, la conversión implica un progreso en los mandamientos del Señor [25]. Hermas se encuentra aquí con un remedio difícil de tomar. Los mandamientos mueven a la acción y señalan el camino de la conversión (ver vis. 5,7), y en consecuencia curan la dipsiquía. Hermas, sin embargo, es advertido de no ser “doble de alma” con relación a los mandamientos (ver comp. 8,11,3). La conversión verdadera se mide por la obediencia a los mandamientos (ver comp. 6, 1,3) pero Hermas duda de si alguien será capaz de guardarlos (ver mand. 12,3,4). El pastor responde a esta duda: “Si ya te está subiendo al corazón la idea de que no hay hombre que pueda guardarlos, no los guardarás” (mand. 12,3,5), y luego exhorta a Hermas: “Vosotros, pues, los que sois ligeros y vacíos en la fe, poned al Señor en vuestros corazones y veréis cómo no hay nada más ligero ni más dulce y suave que estos mandamientos” (mand. 12,4,5) [26]. Así pues, el primer paso para la conversión y el antídoto para la dipsiquía es la fe (η πíotiς) [27]. Un corazón convertido es un corazón que le cree a Dios.
El mandamiento noveno identifica a la fe como el remedio para la dipsiquía [28]. Aquí el pastor instruye a Hermas y le dice: “Desprecia, pues, la dipsiquía en todo negocio, revestido que estés de la fe, que es fuerte y poderosa” (mand. 9,10). La túnica de la fe protege al cristiano de la dipsiquía. Mientras que la dipsiquía es un espíritu terreno procedente del diablo, la fe es celestial y procede del Señor (ver mand. 9,11). La dipsiquía despoja de poder al cristiano; la fe lo reviste de poder [29] ,[30]. La fe ilumina al cristiano con la verdad y así pone al descubierto el espíritu de los falsos profetas y los deseos egoístas que hacen que la persona “doble de alma” vaya tras su consejo. La fe prepara a los cristianos para los tiempos de aflicción, los protege de las tentaciones del diablo y los hace capaces de seguir los mandamientos del Señor [31].
La fe tiene un fundamento teológico. No hay justificación teológica para ser vacilante o para dudar de Dios, pues Dios es soberano y compasivo. El primer mandamiento deja esto en claro: “Ante todas las cosas, cree que hay un solo Dios, que creó y ordenó el universo e hizo pasar todas las cosas del no ser al ser, el que todo lo abarca y sólo Él es inabarcable. Cree, pues, en Él y témele y, temiéndole, sé continente. Esto guarda y arrojarás de ti toda maldad y te revestirás de toda virtud de justicia. Y si este mandamiento guardares, vivirás para Dios” (mand. 1).
Los mandamientos concluyen con la misma exhortación de parte del pastor: “Necio, insensato y vacilante, ¿no entiendes cuán grande y poderosa y admirable es la gloria de Dios, que creó el mundo por amor del hombre y al hombre sometió toda su creación y le dio todo poder para dominar sobre cuanto hay bajo el cielo?” (mand. 12,4,2). Además de esta confesión de la soberanía de Dios como Creador, El Pastor de Hermas recuerda repetidas veces a sus lectores la gran compasión (πoλυσπλaγχνía) de Dios por ellos (ver vis. 1,3,2; 2,2,8; 4,2,3; mand. 9,2; comp. 8,6,1).
IV . Conclusión: ¿Es posible superar la Dipsiquía?
La solución al problema de la dipsiquía está en una conversión es el tema más prominente a lo largo de las visiones, mandamientos y comparaciones de El Pastor de Hermas. No obstante, para Hermas subsiste el problema de la dipsiquía. A pesar de que los mandamientos han sido dados para mostrar el camino de la conversión y de la cura de la dipsiquía, Hermas los encuentra difíciles y se pregunta si alguien será capaz de guardarlos. Quienes son capaces de avanzar en los mandamientos lo consiguen por estar firmemente arraigados en la fe; sin embargo, en la visión cuarta, cuando Hermas cree estar firmemente arraigado en la fe, se le reprocha que es “doble de alma” (ver vis. 4,1,4). El mandamiento noveno advierte: “la dipsiquía) a muchos desarraiga de la fe, y por cierto de los muy fieles y firmes en ella” (mand. 9,9). ¿Es posible superar la dipsiquía?
Aunque la espiritualidad de Hermas parezca pesimista, hay en ella motivos para un optimismo espiritual. Cuando Hermas duda de su capacidad de guardar los mandamientos, el pastor le asegura: “Yo te fortaleceré en ellos” (comp. 6,1,2; ver 7,6). Una vez más, el pastor vuelve a asegurarle: “Yo he sido enviado para estar con vosotros, los que de todo vuestro corazón hacéis penitencia, y a fortaleceros en la fe” (mand. 12,6,1). La conversión, la fe y el progreso en los mandamientos no dependen tan sólo del esfuerzo humano.
Asimismo, el pastor recuerda a Hermas repetidas veces la gran compasión ( ) de Dios (ver vis. 1,3,2; 2,2,8; 4,2,3; mand. 9,2; comp. 7,6,1). Se pone el énfasis en la urgencia de la conversión, definitivamente, pero Hermas es optimista en creer que la mayoría de la gente podrá convertirse y ser salva (ver comp. 8,11,1; mand. 9,6). Si bien es cierto que el noveno mandamiento dice que “todo hombre “doble de alma”, si no hiciere penitencia, difícilmente se salvará” (mand. 9,6), Robert Joly comenta que “es necesario subrayar aquí una indulgencia mayor que en los demás lugares: Hermas parece admitir que tal vez se podría escapar al castigo, incluso sin penitencia” [32]. Como hace notar Osiek, la soteriología de Hermas debe distinguirse de su parénesis [33]. Pese a las frustraciones respecto a su propia capacidad de superar el pecado y la dipsiquía, el elemento de la gracia no queda totalmente “absorbido por una doctrina de la conversión y la autojustificación” [34]. Contrariamente a lo afirmado por Torrance, la salvación no “depende de la observancia de los mandamientos o de la satisfacción cuando éstos son quebrantados”. La dipsiquía amenaza la vitalidad espiritual del bautizado y pone en grave riesgo su salvación; sin embargo, el paro cardíaco no es inevitable. El Pastor de Hermas ofrece tanto las instrucciones para erradicar la dipsiquía del corazón como la seguridad del auxilio divino. La dipsiquía puede subsistir, pero también la esperanza de la salvación.