El autor ofrece una reflexión bíblica, teológica y filosófica sobre la lógica de la fraternidad como una fuente de la cultura de la aproximación, la hospitalidad y el encuentro entre las personas y los pueblos. Destaca la novedad de la Doctrina Social de la Iglesia en la encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco, quien promueve la cultura del encuentro y la artesanía de la paz.

Imagen de portada: San Francisco dona su abrigo a un pobre.

Humanitas 2022, CII, págs. 820 - 843

¿Por qué acudimos a las categorías de fraternidad y de amistad para hablar del vínculo que debe unir a un pueblo? Estas nos suenan a categorías muy poéticas y místicas, afectivas e interpersonales. Somos hermanos, hijos de unos mismos padres en una familia; somos amigos y amigas en una relación de amistad, cercanía, confianza y apoyo. Estas categorías, que son religiosas y teologales, y que a su vez son afectivas e interpersonales, ¿son realmente aptas para responder a aquella necesidad de construir la comunión social? El Papa Francisco está convencido de que sí.

La Buena Nueva de la filiación y la fraternidad

Podemos comprender la fraternidad como categoria evangélica, es decir, es en el Evangelio donde Jesús nos muestra a Dios como su Padre y, por el don del Espíritu, lo hace nuestro Padre, nos hace hijos y hermanos. Así, Dios es la fuente de toda paternidad, filiación y fraternidad (cf. Ef 3, 14). De esta manera, una primera exploración por los Evangelios nos conduce a la fuente de la fraternidad. Jesús es el Dios Unigénito (Jn 1, 18), el Hijo amado del Padre (Lc 3, 22), a quien llama Abba (Mc 14, 36). Él nos da la gracia de llamarlo con la misma intimidad y confianza (Ga 4, 6). El Hijo se hizo hombre y tendió su carpa entre nosotros (Jn 1, 14), se convirtió en nuestro hermano y no se avergüenza de llamarnos así (Hb 2, 11-12; 16-17), como hace después de su resurrección (Mt 28, 10; Jn 20, 17). Él, el Hijo Eterno, toma nuestra carne, comparte nuestro camino y nos invita a la hermandad. El Primogénito entre muchos hermanos (Rm 8, 29) nos revela a Dios como su Padre. Por Él, con Él y en Él, Dios se hace nuestro Padre (Jn 20, 17). Por el don de la filiación lo invocamos como “Padre nuestro” (Mt 6, 9) y reconocemos a los otros –cercanos o lejanos– como hermanos o hermanas en Cristo (Mc 3, 35). Las alteridades humanas, irreductibles entre sí, no son mónadas cerradas, porque están llamadas a la apertura mutua para la comunión fraterna. El cristianismo promueve la fraternidad universal para servir a las personas y los pueblos a forjar la unidad plural de la gran familia humana.

El concepto evangélico de hermano asume y supera el sentido veterotestamentario de correligionario (Mt 5, 21; 18, 15-17) y el sentido rabínico de discípulo (Mt 28, 10; Lc 22, 31). Surge de la vinculación a Cristo no por un parentesco natural, sino por la adhesión libre de la fe que asume la Voluntad del Padre. Los que escuchan y cumplen la Palabra de Dios son familiares de Jesús (Mt 12, 46-50). La comunidad de los discípulos es una nueva familia. Al hermanarse a Jesús ellos se vuelven hermanos: “Todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8), dice Jesús, no en virtud de un parentesco natural, sino en virtud de las estaciones en el corazón, la palabra y la voluntad de Dios que nos hace fraternos y que nos lleva, por lo tanto, a hacer propias las preocupaciones y necesidades de los demás. Seguir a Jesús supone superar la fraternidad fundada en el parentesco y abrirse a nuevos hermanos y hermanas según el Reino de Dios (Mc 10, 29-30).

El concepto evangélico de hermano asume y supera el sentido veterotestamentario de correligionario (Mt 5, 21; 18, 15-17) y el sentido rabínico de discípulo (Mt 28, 10; Lc 22, 31). Surge de la vinculación a Cristo no por un parentesco natural, sino por la adhesión libre de la fe que asume la Voluntad del Padre.

Una segunda exploración bíblica muestra que en los evangelios hay otra dimensión de la fraternidad vinculada al amor misericordioso. Jesús llama “hermanos míos más pequeños” (Mt 25, 40) a los seres humanos desposeídos y desventurados, que comulgan con Él en la indigencia. Cristo está presente en el pobre y el pobre está presente en Cristo por esta fraternidad basada en el dolor y en el amor. En ese magnífico capítulo 25 de san Mateo acerca del juicio escatológico, en el cual el Hijo del Hombre nos examinará por el amor brindado al necesitado, es la clave de una ética universal (Mt 25, 31-46). De esa enseñanza han surgido las obras de misericordia espirituales y corporales que, a lo largo de la historia, han gestado una cultura de la misericordia expresada, por ejemplo, en las posadas, los hospitales y las escuelas. El Papa Francisco llama a ese texto el gran protocolo del juicio del amor.

La misericordia fraterna de Jesús comunica la misericordia paterna de Dios. La esencia del éthos evangélico impulsa a ser un hijo piadoso y un hermano misericordioso. Jesucristo revela la ternura del corazón de Dios en su persona, su actuación y su predicación. Sus parábolas enseñan la misericordia del Padre hacia los seres humanos, sus hijos amados (Lc 15, 11-32); la compasión del hombre que se acerca a otro hombre, hermanándose (Lc 10, 30-37); el perdón que se pide y se recibe de Dios, y que, por eso y para eso, debe darse al ser humano que lo requiere (Mt 18, 23-35).

Frente al Primer Testamento, que veía al sacerdote cerca de Dios y lejos del pueblo, el sacerdocio de Jesús es innovador: la unión con el Padre funda su cercanía a los hombres, de quienes Jesús no se avergüenza de ser y llamarse hermano. Así, la obediencia filial y fiel se prolonga en la solidaridad fraterna y compasiva. Semejante a nosotros en todo, menos en el pecado (Hb 4, 15), porque es santo (Hb 7, 25-28), Jesús comparte nuestras debilidades y miserias y, por eso, puede compadecerse de nuestras fragilidades (Hb 4, 14). Su solidaridad con nosotros –tomado de entre los hombres y puesto en favor de los hombres (Hb 5, 1)– expresa la humildad del Dios “envuelto en la flaqueza” (Hb 5, 2).

Frente al Primer Testamento, que veía al sacerdote cerca de Dios y lejos del pueblo, el sacerdocio de Jesús es innovador: la unión con el Padre funda su cercanía a los hombres, de quienes Jesús no se avergüenza de ser y llamarse hermano.

La fraternidad de san Francisco de Asís

Frente al Primer Testamento, que veía al sacerdote cerca de Dios y lejos del pueblo, el sacerdocio de Jesús es innovador: la unión con el Padre funda su cercanía a los hombres, de quienes Jesús no se avergüenza de ser y llamarse hermano. La fraternidad es el vínculo que une a los que se reconocen hijos de un mismo padre en una familia y, por derivación, es una institución. Los miembros de las comunidades evangélicas, itinerantes y mendicantes surgidas en el paso del siglo XII al XIII, como los dominicos y los franciscanos, se llamaron a sí mismos hermanos (fratres), por lo que les ha quedado el nombre de “frailes”.

La encíclica Fratelli tutti toma su título de una frase con la que san Francisco se dirigía a los hermanos y las hermanas para proponerles una forma de vida impregnada del Evangelio. El primer número del documento remite a una antología de sus máximas de sabiduría. Cita la sexta admonición de veintiocho enseñanzas espirituales escritas por el santo de Asís y recopiladas al final de su vida.[2] Esas palabras dirigidas inicialmente a los fratres en el marco de la vida común se publicaron después para todos los cristianos, varones y mujeres. El Sucesor de Pedro recoge el sentido de la frase del Poverello: “«Fratelli tutti» escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio”[3]. Quien se sentía hermano del sol, el agua y el viento se sabía todavía más unido fraternalmente a los que eran de su propia carne, sobre todo a los descartados y los últimos, los hermanos más pequeños de Jesús.

2.2. Giotto Legend of St Francis 15 Sermon to the Birds

Sermón a los pájaros.

San Francisco tiene una gran fuerza profética y una enorme potencia renovadora. Nos impactan su fascinante personalidad, su comunión con Cristo pobre, la expresión de la humanidad de Dios; el compromiso para que la fraternidad sea fermento de una sociedad urbana justa. Como cuenta Leclerc, “en el corazón de ese joven se produce un extraordinario encuentro entre las exigencias del Evangelio y las demandas profundas de su tiempo”[4]. Francisco, el hombre del siglo que viene –como lo llamó el biógrafo Tomás de Celano–, es una figura señera para el Papa Francisco.

El encuentro fraterno según el Papa Francisco

El primer Papa jesuita eligió el nombre Francisco cuando el cardenal Claudio Hummes le recordó la frase no te olvides de los pobres (Ga 2, 10). Ninguno de sus predecesores tomó el nombre del Poverello.[5] En 2013, al visitar Asís, el Papa recordó la unión profunda de san Francisco con Cristo y su respuesta al llamado del Señor para reformar la Iglesia en el siglo XIII: repara mi casa. Entonces expuso tres rasgos del santo: el amor a los pobres desde su abrazo a la Señora Pobreza; el carisma pacificador cifrado en el lema Paz y Bien; la fraternidad con lo creado expresada en la alabanza del Canto de las creaturas. El nombre “Francisco” expresa la unión con Jesús, la renovación de la Iglesia y la misión ante tres desafíos actuales: justicia, paz, creación.

En su exhortación La alegría del Evangelio, el Papa argentino formuló la dimensión social de la fe y afrontó las cuestiones de los pobres y la paz.[6] Luego, en la encíclica Laudato si’, destacó el carisma del santo de Asís por su armonía con Dios, los otros y la naturaleza.[7] En ese texto socioambiental asocia la lucha por la justicia, que escucha el clamor del pobre, con el cuidado de la casa común, que oye el grito de la tierra, procurando una ecología integral.

En su exhortación La alegría del Evangelio, el Papa argentino formuló la dimensión social de la fe y afrontó las cuestiones de los pobres y la paz. Luego, en la encíclica Laudato si’, destacó el carisma del santo de Asís por su armonía con Dios, los otros y la naturaleza.

El Papa Francisco afirma que los pobres están en el corazón de Dios. Asume una línea constante del episcopado latinoamericano que integra en la acción evangelizadora la promoción, el desarrollo y la liberación integral de los seres humanos. La encíclica sobre la casa común es un desarrollo contemporáneo de la Doctrina Social de la Iglesia madurado en el corazón de Bergoglio. En la V Conferencia episcopal celebrada en Aparecida, Brasil, en 2007, él y otros tomamos más conciencia de la depredación de la región amazónica. Luego la Iglesia latinoamericana creó la Red Eclesial Panamazónica, REPAM, que condujo al Sínodo de Obispos en 2019 y la exhortación papal Querida Amazonia. Otro fruto de ese proceso ha sido la creación de una institución inédita en el catolicismo. El 29 de junio de 2020 constituimos la Conferencia Eclesial de la Amazonía, un organismo regional con estilo sinodal orientado a afianzar los rostros amazónicos de la Iglesia.[8]

El obispo de Roma proclama “el Evangelio de la fraternidad y la justicia”[9]. Promueve una cultura del encuentro a nivel local, regional y global. Lleva a la Santa Sede su experiencia porteña de diálogo ecuménico e interreligioso forjado en el cultivo de la amistad. Aquí, descendientes de familias cristianas, judías y árabes logramos una respetuosa convivencia plural. En el ámbito ecuménico se destacan sus encuentros con el Patriarca Bartolomé de Constantinopla y el Patriarca Cirilo de Moscú, el viaje a Suecia y las intervenciones en el V centenario de la Reforma iniciada por Lutero. Entre sus iniciativas interreligiosas por la paz mencionamos la jornada de ayuno por Siria; el viaje a Tierra Santa en el cincuentenario de la visita de san Pablo VI; la oración con las autoridades de Israel y Palestina; la mediación entre las dos partes de Sudán; la intercesión por el pueblo Rohingya desplazado de Myanmar; las gestiones en procesos de reconciliación, como los que se dan en la República Centroafricana y Colombia, o entre Armenia y Azerbaiyán, y las convocatorias a la paz en los discursos pronunciados ante la asamblea de la Organización de las Naciones Unidas.

Francisco mira el mundo desde las periferias existenciales del dolor y con la fe de los más humildes del Pueblo de Dios. Su estilo pastoral está marcado por la cercanía en el trato y la gramática de la simplicidad. Transmite la fe mediante una cultura afectiva y habla por las encíclicas de los gestos.

Francisco mira el mundo desde las periferias existenciales del dolor y con la fe de los más humildes del Pueblo de Dios. Su estilo pastoral está marcado por la cercanía en el trato y la gramática de la simplicidad. Transmite la fe mediante una cultura afectiva y habla por las encíclicas de los gestos. En la predicación halla el lugar de su palabra en los ojos del pueblo cristiano. Su pontificado transmite una espiritualidad, una pastoral y una teología centradas en la revolución de la ternura. Este acontecimiento expresa el primado teologal de la caridad a través de la lógica paradojal de la misericordia pastoral que acompaña, discierne e integra todas las pobrezas humanas.

Los papas recuerdan que Dios es Amor y Misericordia. Juan Pablo II dedicó su segunda encíclica a Dios Dives in misericordia. Benedicto XVI habló de Dios-Amor en Deus caritas est. Francisco dice que el nombre de Dios es misericordia.[10] De esta forma, asume la antigua cuestión de los nombres divinos. Dios es Amor misericordioso, Dios es Amor en exceso, excessus amoris. En la Carta Misericordia e misera Francisco afirma que “la misericordia se excede, siempre va más allá”[11]. El Amor misericordioso de Dios se dirige a todos los “míseros” que sufren las tremendas miserias del mal, el pecado, el dolor y la muerte. La reforma de la Iglesia busca comunicar con más transparencia ese amor reflejado en el rostro del Cristo pascual.[12]

Francisco repite que el cristianismo inició la revolución de la ternura, una expresión que gestó contemplando La Piedad. María es “vida, dulzura y esperanza nuestra”. “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”[13].[14] En sus mensajes navideños como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio miraba la imagen del Niño Jesús y afirmaba: Dios es ternura. La misericordia es el principio hermenéutico de su papado.

Servicio a la fraternidad y la paz

En Fratelli tutti, Francisco distingue entre los arquitectos estructurales y los artesanos cotidianos en la construcción de la paz.[15] En los últimos dos años él mismo ha sido ambas cosas al promover gestos significativos. El primero fue la visita a Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, en 2019, donde se reunió con el Gran Imán sunita Ahmad AlTayyeb. Juntos firmaron el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia, que comienza diciendo que Dios creó a todos los seres humanos iguales en la dignidad y los llamó a mirarse, tratarse y convivir como hermanos. Dos líderes monoteístas reconocidos afirman la fraternidad a partir de la fe en el único Dios Padre y Creador.

La actitud del Papa ante la pandemia del Covid-19 muestra su servicio a la humanidad. Su mensaje apunta a la fraternidad universal: “todos estamos en la misma barca” y “nadie se salva solo”. Sus propuestas para la pospandemia, desarrolladas en las catequesis Curar al mundo, están sintetizadas en el libro Soñemos juntos, fruto de sus diálogos con el periodista e historiador Austen Ivereigh. Allí reitera que de la crisis podemos salir mejores, promueve un desborde de creatividad por un mundo más justo, anima la esperanza porque hay vida después de la crisis. Afirma: “La fraternidad hoy es nuestra nueva frontera”.[16] Un signo de ello sería la distribución equitativa de las vacunas.

Un tercer acontecimiento fue la visita a Irak en 2021. El Papa peregrinó a la tierra de Abraham, patriarca de las tres religiones monoteístas. Con audacia profética hizo el viaje soñado por Juan Pablo II en el año 2000, impedido por Saddam Hussein. Durante cuarenta años Irak sufrió la destrucción por varias causas: el conflicto con Irán; la dictadura de Hussein; las guerras encabezadas por los dos Bush, a las que el Papa Wojtyla se opuso; la ocupación por parte de fuerzas extranjeras; la anarquía acrecentada desde 2004; la violencia extrema causada por el Estado Islámico, que en 2014 ocupó dos tercios del país y persiguió a fieles de varias confesiones, incluyendo muchos cristianos.

2.3. Giotto di bondone legend of st francis 10 exorcism of the demons at arezzo

Exorcismo de los demonios de Arezzo.

Francisco visitó una nación de mayoría musulmana; reconoció en la Mesopotamia la cuna de la civilización, de la antigua Nínive a la Bagdad actual; consoló a las comunidades cristianas martirizadas y a las familias desplazadas; celebró en rito caldeo o siro-oriental, lo que un Papa nunca había hecho; reunió a patriarcas y obispos de iglesias católicas orientales; animó a las minorías, sobre todo a los diezmados yazidíes –una minoría kurda–, a quienes los fundamentalistas de Al Qaeda torturaron, violaron y mataron; pidió respetar la libertad religiosa de todos los ciudadanos; visitó al Gran Ayatolá Al-Sistani y fortaleció el diálogo con el Islam chiita; tuvo el gesto revolucionario de ir a Mosul, ciudad de iglesias y mezquitas destruidas, que fue capital del Califato de ISIS durante tres años; alentó la unidad en un país dividido y con un Estado frágil; afirmó el carácter sagrado de la vida; hizo visible el dolor de un pueblo desgarrado, pero no abatido. Predicó que la violencia fundamentalista y terrorista, encarnada en la figura del suicida homicida –que no es un mártir ni un héroe–, es una traición a la religión y un abuso de la fe, no su defensa ortodoxa ni su profesión militante. El Papa argentino rechazó el ejercicio de la violencia en nombre de Dios, que es el Dios de la Vida.

Allí dijo que el creyente renuncia a tener enemigos y solo enfrenta la enemistad en su corazón. La fraternidad supera la dialéctica excluyente entre amistad y enemistad. Aproximarse al otro como a un hermano –varón o mujer– es la opción radical para reconstruir un mundo herido. La fraternidad es la forma más plena de la alteridad y la respuesta al odio fratricida.

Allí dijo que el creyente renuncia a tener enemigos y solo enfrenta la enemistad en su corazón. La fraternidad supera la dialéctica excluyente entre amistad y enemistad. Aproximarse al otro como a un hermano –varón o mujer– es la opción radical para reconstruir un mundo herido. La fraternidad es la forma más plena de la alteridad y la respuesta al odio fratricida. Las palabras de Jesús “ustedes son todos hermanos” (Mt 23, 9) fueron el lema de su visita a Irak. El Pontífice –constructor de puentes– invita a construir puentes fraternos que unan y a derribar muros que separan.

En este marco se inscribe la encíclica Fratelli tutti, firmada el 4 de octubre de 2020 –fiesta de san Francisco– en la basílica de Asís. Es una convocatoria a la fraternidad en el mundo entero y a la amistad social en cada pueblo. Expone la dimensión universal del amor por la cual se puede amar al lejano, así como se ama al cercano. Fratelli tutti plantea un humanismo fraterno universal, del cual todos somos responsables y corresponsables.

La aproximación fraterna del buen samaritano

La encíclica Todos hermanos tiene ocho capítulos. Se la puede leer con el método ver, juzgar y obrar al que Francisco, en el libro Soñemos juntos, denomina contemplar, discernir y proponer. La encíclica contiene la mirada al mundo actual en el capítulo primero, el discernimiento evangélico en el segundo, y luego hace proposiciones para orientar la acción de distintos sujetos en favor de la fraternidad y la amistad. A mi modo de ver también el documento puede ser comprendido sobre la base de la lógica de la aproximación. En Buenos Aires, comentando la parábola del buen samaritano, el cardenal Bergoglio se refirió a la projimidad que se carga la patria al hombro y cuida la fragilidad del pueblo.[17]

2.4. Giotto Legend of St Francis 17 St Francis Preaching before Honorius III

San Francisco predica frente al Papa Honorio III.

Mi lectura distingue dos momentos discursivos. El primero está formado por los cuatro primeros capítulos. El paso que va de mirar un mundo cerrado (capítulo I) a pensar y gestar un mundo abierto (III) viene dado por la figura del Buen Samaritano, quien se aproxima con misericordia al herido en el camino (II). El cambio de horizonte genera un corazón abierto al mundo entero, capaz de un amor fraterno universal (IV). Desde ese nuevo centro, en un segundo paso, se proponen mediaciones para proyectar una acción personal y colectiva en favor de la fraternidad y la amistad: el amor político que sirve al bien común (V), el cultivo del diálogo entre actores sociales (VI), el reencuentro desde situaciones extremas de conflicto (VII), el servicio de las religiones a la paz (VIII).

El núcleo teologal y humanista de la encíclica es la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37). El capítulo segundo, Un extraño en el camino[18], produce el cambio de mirada a la realidad de un mundo oscuro para soñar un mundo luminoso. El mismo título abre a la dialéctica entre el cercano y el lejano, el vecino y el extraño. El número 56 contiene el texto del Evangelio de san Lucas presentado a todos los seres humanos, no solo a cristianos. Los párrafos siguientes desarrollan el trasfondo bíblico del relato;[19] la figura del abandonado;[20] la historia repetida: un hombre en la calle;[21] los personajes que entran en juego;[22] la invitación a recomenzar;[23] la apertura a una proximidad sin fronteras;[24] la interpelación de Jesús, el forastero.[25]

La intervención de Jesús invierte la pregunta inicial (¿quién es mi prójimo? Lc 10, 29) hacia un descentramiento radical: “¿quién se hizo prójimo del caído?” (Lc 10, 36). El ser humano ultrajado y desnudo define a quien pasa a su lado. Llama a “aproximarse”.

El comentario papal nos lleva a una tercera exploración, centrada en el núcleo del texto, sin pretender un análisis exegético. La enseñanza evangélica se transmite a través de un diálogo y una parábola.[26] En el diálogo el maestro de la ley presenta a Jesús el debate contemporáneo acerca del mandamiento más importante, dado que en la Biblia hebrea había seiscientas trece normas. El interlocutor resume la Ley en amar (agapao: 10, 27) a Dios y al prójimo, sin repetir el verbo y reuniendo dos textos (Lc 10, 27; cf. Dt 6, 5; Lv 19, 18). Ante la confirmación de Jesús, el maestro pregunta: “¿Quién es mi prójimo (plesíon)?”. La cuestión disputada era el alcance de la noción del prójimo. Prójimo era el israelita o el compatriota, no el extranjero que vivía en otra nación, salvo el forastero afincado en Israel.

Jesús no respondió con una definición teórica. Contó una parábola que presenta la situación de un ser humano cualquiera (anthropos tis: 10, 30), anónimo. Siete veces se alude a él solo con un pronombre (autos: este; 10, 30ss). Ese hombre fue atacado por ladrones que lo robaron, lo despojaron y lo dejaron tirado al borde del camino de Jerusalén a Jericó, donde seguramente moriría. De él no se cuenta nada. Frente a él se manifiestan las actitudes de otros. Pasan por allí dos personajes caracterizados por su condición religiosa. Uno, sacerdote, tal vez provinciano; otro, levita, un funcionario menor del templo. Ambos “ven” a la víctima, dan un rodeo y siguen, tal vez por temor a quedar impuros por el contacto con un cadáver (cf. Lv 21, 1; Nm 19, 11). Ambos son indiferentes y se alejan.

El actor principal es un samaritano, un extraño. Formaba parte de un pueblo surgido después del exilio causado por los asirios que conquistaron el reino del norte en 722 a. C. Los habitantes originarios recibieron a quienes pasaban por allí y se fue fraguando un sincretismo étnico y religioso. Los judíos no se trataban con los habitantes de Samaria (Jn 4, 9). Ellos eran extranjeros (Lc 17, 19) y se los consideraba apóstatas en lo religioso, traidores en lo cultural y enemigos en lo político (Lc 9, 51-55). Todos los actores son caracterizados por su condición social o religiosa: ladrones, sacerdote, levita, samaritano, posadero. Solo el herido es nombrado como “un hombre” sin más, un “don nadie”, en su humanidad desnuda. Ante él los dos religiosos quedan expuestos por lo que no hacen. Solo el samaritano le dio hospitalidad en su corazón, lo asistió concretamente. Ante el hombre “medio muerto”, el samaritano “lo vio y se conmovió profundamente” (10, 33). La conjunción entre ver y compadecer se encuentra en otros textos de Lucas (vg. 7, 13). El verbo compadecer, cuya raíz es splagjna, traduce el hebreo rahamin. Significa el amor afectuoso que surge de las entrañas maternas. En los evangelios, con la única excepción de este texto, solo se dice de Dios que tiene “entrañas de misericordia” (Lc 1, 78), y de Jesús, que “al ver a la multitud, sintió compasión” (Mt 9, 36). El amor compasivo del samaritano se expresa en las siete obras de misericordia (éleos: Lc 10, 37) que hace efectivamente, desde el primer acercamiento hasta el pago al posadero para asegurar el cuidado posterior.

La intervención de Jesús invierte la pregunta inicial (¿quién es mi prójimo? Lc 10, 29) hacia un descentramiento radical: “¿quién se hizo prójimo del caído?” (Lc 10, 36). El ser humano ultrajado y desnudo define a quien pasa a su lado. Llama a “aproximarse”. El doctor de la Ley lo entendió: “El que hizo misericordia con él” (10, 37). Jesús inicia el éthos de una fraternidad universal que lleva a obrar en función del bien del hermano abandonado. Con él los esquemas saltan. Es una verdadera sorpresa porque ningún judío hubiera pensado que alguien podría ser salvado por la ayuda de un samaritano.

2.5. Giotto di bondone life of saint francis 06 st francis before the sultan

San Francisco frente al Sultán.

El samaritano se hace prójimo entablando una relación personal por una praxis de acercamiento. Jesús resuelve una tensión conceptual. El doctor pregunta por el prójimo como destinatario de amor, un ser amado que se debe identificar: ¿a quién debo amar? En la repregunta de Jesús, el prójimo pasa a ser el sujeto que ama y que se arriesga por el otro.

El escriba había preguntado qué debía hacer para heredar la vida eterna (10, 25). Jesús lo convoca dos veces a un “hacer” (poien). Primero, cuando resume la ley, le dice: “haz esto y vivirás” (10, 28). Después, él mismo pregunta quién se comportó como prójimo del hombre asaltado. Cuando el maestro de la ley responde “el que tuvo misericordia (éleos) de él”, Jesús le dijo: “ve y haz lo mismo” (10, 37). El samaritano se hace prójimo entablando una relación personal por una praxis de acercamiento. Jesús resuelve una tensión conceptual. El doctor pregunta por el prójimo como destinatario de amor, un ser amado que se debe identificar: ¿a quién debo amar? En la repregunta de Jesús, el prójimo pasa a ser el sujeto que ama y que se arriesga por el otro. Él “no nos invita a preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos”[27]. La condición de prójimo no se mide poniéndose uno mismo como centro: mi prójimo (10, 29), sino poniendo en el centro a quien precisa ayuda y haciéndose uno con él: “¿cuál de los tres llegó a ser (gegonéai) prójimo?” (10, 36). No es el jurista quien necesita un prójimo a quien amar, sino el menesteroso que precisa que se le aproximen, lo amen y lo alivien. Aquí hay dos novedades del amor cristiano: su universalidad sin límites y el carácter práctico que lleva a compadecer y ayudar. Hacerse prójimo es conmoverse afectiva, tiernamente (splagjnizomai) y hacer misericordia efectiva (poien éleos).

El humanismo de la fraternidad universal

El modelo evangélico del buen samaritano invita a construir un nuevo vínculo social.[28] Las heridas de la humanidad actual brindan una oportunidad para manifestar la vocación fraterna que recibimos para “ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos”[29]. El samaritano es un extraño que se vuelve cercano. Refleja la misericordia que se conmueve ante la miseria: se encamina hacia la víctima, sostiene al frágil, levanta al caído, integra al excluido. “Esta parábola es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante anto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano”[30]. La clave de un humanismo hospitalario es el amor que mira, compadece, dona, acerca, une. El amor fraterno es la fuente, la clave y la meta de una cultura del encuentro y de la inclusión.

En el siglo XIX algunas corrientes de pensamiento y acción acentuaron la libertad, descartando la igualdad. Otras privilegiaron la igualdad, negando la libertad. Este proceso dio lugar a diversas corrientes del liberalismo y el socialismo, que compartían la herencia de la Ilustración. Pero no hubo un desarrollo similar de la conciencia de la fraternidad humana.

Desde este humanismo integral e integrador la enseñanza pontificia dialoga con el núcleo antropológicosocial de la modernidad. La libertad, la igualdad y la fraternidad son valores de la tradición judeocristiana que se convirtieron en pilares de la cultura moderna a partir de la Revolución Francesa. Aquel acontecimiento enalteció esas tres palabras como emblemas de una nueva etapa en la que la Historia, como un sustantivo colectivo singular, se identificó con la historia universal capaz de abarcar las historias particulares.[31] “La” Historia mundial se convirtió en el sujeto único del progreso de la humanidad. Esta concepción hizo posible que surgieran expresiones como la de Immanuel Kant: Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita.[32]

En el siglo XIX algunas corrientes de pensamiento y acción acentuaron la libertad, descartando la igualdad. Otras privilegiaron la igualdad, negando la libertad. Este proceso dio lugar a diversas corrientes del liberalismo y el socialismo, que compartían la herencia de la Ilustración. Pero no hubo un desarrollo similar de la conciencia de la fraternidad humana. No es posible explayarse aquí sobre todos los aportes de la encíclica para pensar el amor fraterno y la caridad política,[33] convergentes con ensayos sobre la fraternidad como categoría política nacional e internacional.[34]

Para el cristianismo, la fraternidad es el núcleo de una convivencia social justa y de una cultura política democrática. En ella se reconocen tanto la dignidad infinita –y la libertad– de cada hijo e hija, como la igualdad fundamental de todos los hermanos y hermanas. Pero resulta difícil sostener la fraternidad universal sin el reconocimiento de un Padre común. Con visión profética lo dijeron los obispos latinoamericanos en 1979 reunidos en la asamblea de Puebla de los Ángeles en México: “De la filiación en Cristo nace la fraternidad cristiana. El hombre moderno no ha logrado construir una fraternidad universal sobre la tierra, porque busca una fraternidad sin centro ni origen común. Ha olvidado que la única forma de ser hermanos es reconocer la procedencia de un mismo Padre”[35].

Francisco afirma que “sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para el llamado a la fraternidad”[36]. La fraternidad sostiene, amplía y enriquece los valores de la libertad y la igualdad. La educación para la fraternidad libera a la libertad de la tentación individualista y la ayuda a orientarse hacia el amor recíproco. También ayuda a que la igualdad no se encapsule en esquemas limitados a los socios y se abra a vínculos más profundos y amplios.[37]

Para el cristianismo, la fraternidad es el núcleo de una convivencia social justa y de una cultura política democrática. En ella se reconocen tanto la dignidad infinita –y la libertad– de cada hijo e hija, como la igualdad fundamental de todos los hermanos y hermanas. Pero resulta difícil sostener la fraternidad universal sin el reconocimiento de un Padre común.

La fraternidad hospitalaria al extranjero

Desde el primer viaje a Lampedusa el Papa manifiesta su amor a los migrantes en un mundo en el que una de cada siete personas tuvo que dejar su hogar. Desde Ciudad Juárez en México a la isla de Lesbos en Chipre denuncia la indiferencia y convoca a la hospitalidad. Dice que el populismo nacionalista se cierra en sí mismo al margen de la ruina de los demás y mira al inmigrante “como un usurpador que no ofrece nada. Así, se llega a pensar ingenuamente que los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores. Solo una cultura social y política que incorpore la acogida gratuita podrá tener futuro”[38].

2.6. Giotto di Bondone Legend of St Francis 19. Stigmatization of St Francis WGA09145

San Francisco recibe los estigmas.

El Papa tiene un corazón popular, no una ideología populista. Una demostración evidente es su apertura a todos los seres humanos que deben migrar forzadamente. Su pontificado quedará en la historia por su compromiso en favor de los desplazados, refugiados y hundidos. Con todos los cristianos, él reconoce en los refugiados el rostro de Jesús forastero. El Señor nos sigue diciendo: estuve de paso y me recibieron (Mt 25, 35). Inspirada en esa frase la Regla de San Benito consagró la fórmula de la hospitalidad: “todos los huéspedes deben ser acogidos como Cristo” (cap. 53). Las migraciones son un nuevo desafío para reconocer distintas alteridades y abrazar las diferencias que enriquecen la humanidad común. La fe lleva a mirar al otro como un Cristo peregrino al que se brinda hospedaje.

Las migraciones son un nuevo desafío para reconocer distintas alteridades y abrazar las diferencias que enriquecen la humanidad común. La fe lleva a mirar al otro como un Cristo peregrino al que se brinda hospedaje.

En 2007 el Documento de Aparecida incluyó a los migrantes desvalidos en la opción preferencial por los pobres y excluidos.[39] Francisco encarna la solicitud de una Iglesia samaritana por los emigrantes respondiendo a un nuevo signo de este tiempo y a una de las derivas de la globalización multidimen sional. Al crear el Dicasterio Para el servicio al desarrollo humano integral se reservó la Secretaría dedicada a quienes sufren la migración forzada. Sus gestos y sus decisiones no solucionan los dramas estructurales, pero señalan la dirección del Reino de Dios que inspira los cambios.

Los inmigrantes recrean sus identidades en nuevos lugares, frecuentemente hostiles. Muchos ayudan a dinamizar la fe convirtiéndose en misioneros espontáneos en Europa y Asia. Llevan consigo no solo sus pobrezas, necesidades y pecados, sino también sus creencias, valores y virtudes. Donde se juntan dos mexicanos nace la devoción a la Virgen de Guadalupe. Una Iglesia en salida misionera debe integrarlos con su fe católica y su piedad popular. En Filadelfia, Estados Unidos, Francisco evocó la historia norteamericana desde la llegada de los primeros colonos para fundamentar el respeto a la identidad cultural y la libertad religiosa de todos los ciudadanos, antiguos y nuevos. En este marco situó la misericordia pastoral por los migrantes que pidió a los obispos norteamericanos: “Compartan con ellos el calor del amor de Cristo y entrarán en el misterio de su corazón”[40].

El Sucesor de Pedro llama a trazar políticas solidarias en los países de procedencia de los emigrantes y prácticas integradoras en los países de acogida.[41] Invita a desarrollar cuatro actitudes hospitalarias que inspiren políticas inclusivas: acoger, proteger, promover e integrar.[42]

Mediaciones sociales y políticas de la fraternidad y la amistad

La encíclica se concentra en las dimensiones sociales y políticas de la fraternidad y la amistad. El capítulo tercero, titulado Pensar y gestar un mundo abierto, retoma un párrafo magnífico de la constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II. El texto se refiere al amor de donación. La lectura pontificia lo sitúa en el horizonte de la fraternidad en la comunión y la comunicación.

Un ser humano está hecho de tal manera que no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud “si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”[43]. Ni siquiera llega a reconocer su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: “Solo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro”[44]. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque “la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer solo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte”.[45]

2.7. Assisis Basilica superiore

Basílica Superior de Asís.

La entrega amorosa es la fuente de la felicidad posible; el conocimiento del otro ayuda a descubrirse a sí mismo; la comunicación con los demás es el signo y el instrumento de la vida en común. La comunicación es como un sacramento que expresa y realiza la comunión en un intercambio vivo. “Por su propia dinámica el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos decía: ‘Todos ustedes son hermanos’ (Mt 23, 8)”[46].

El reconocimiento de los otros y la entrega a los otros como hermanos y hermanas brinda un fundamento firme para construir la cultura del encuentro, que es la clave de un bien común.

El reconocimiento de los otros y la entrega a los otros como hermanos y hermanas brinda un fundamento firme para construir la cultura del encuentro, que es la clave de un bien común.

La encíclica Fratelli tutti, en línea con la anterior Laudato si’, enriquece la Doctrina Social de la Iglesia contemporánea. Esta es una doctrina histórica, sistemática y prudencial sobre la vida social a la luz de la fe y de la tradición eclesial, mediante el ejercicio de una racionalidad ética. En 1987, antes de la caída del Muro, en la encíclica Sollicitudo rei socialis, san Juan Pablo II enseñó que esta doctrina no es una tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, ni debía ser vista como una ideología, sino que “pertenece al ámbito de la teología y especialmente de la teología moral” y su enseñanza “forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia[47]. Ella es un discurso teológico-social desarrollado de forma abierta por la razón iluminada por la fe y en diálogo interdisciplinario con la filosofía, la historia y las ciencias sociales para brindar criterios de discernimiento, principios de reflexión y orientaciones para la acción para mejorar la sociedad. Fratelli tutti da un nuevo paso en la Doctrina social por parte del magisterio pontificio. Francisco se sitúa en la tradición de sus predecesores, en especial de la encíclica Populorum progressio de 1967.

San Pablo VI llamó a formular “un humanismo nuevo, abierto, pleno”[48] y “un desarrollo integral y solidario”[49] porque “el desarrollo integral del hombre no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad”[50]. Ese documento buscó “promover a todo el hombre y a todos los hombres”[51] y, en ese marco, “promover el progreso de los pueblos más pobres”[52] para que ellos sean “por sí mismos artífices de su propio destino”[53] y se pueda “construir una civilización de solidaridad universal”[54].

Los papas posteriores reflexionaron sobre diversos aspectos de un desarrollo humanista, ético e integral, de modo especial en las encíclicas Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II (1987) y Caritas in veritate de Benedicto XVI (2009). La misma doctrina guió al Papa Francisco a crear el nuevo Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral.

Fratelli tutti actualiza lo que expresó Pablo VI –pontífice venerado por Francisco, a quien canonizó en 2018– en la Carta Octogesima adveniens de 1971 sobre el compromiso político de los cristianos.

Es deber de todos, y especialmente de los cristianos, trabajar con energía para instaurar la fraternidad universal, base indispensable de una justicia auténtica y condición de una paz duradera. No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y la relación del hombre para con los hermanos están de tal forma unidas que como dice la escritura, el que no ama no conoce a Dios (1 Jn 4, 8).[55]

En Jesús Dios, el más grande, se hizo el hermano más pequeño, del pesebre a la cruz. Él es el Dios crucificado y el hombre resucitado que comunica el amor fraterno. Su pascua manifiesta que la vida es más fuerte que la muerte, el amor es más fuerte que el odio y la fraternidad es más fuerte que el fratricidio.

La fe es como la luz de una lámpara que guía nuestros pasos en la noche señalando solo lo que basta para dar un paso. A veces la fe se parece a la luz de un faro grande que cubre desde lo alto el cielo, la tierra y el mar. Habitualmente es como una pequeña antorcha que acompaña el paso vacilante en la oscuridad. Cuanto más oscura es la noche, más se percibe el brillo de la pequeña llama. En Jesús Dios, el más grande, se hizo el hermano más pequeño, del pesebre a la cruz. Él es el Dios crucificado y el hombre resucitado que comunica el amor fraterno. Su pascua manifiesta que la vida es más fuerte que la muerte, el amor es más fuerte que el odio y la fraternidad es más fuerte que el fratricidio. 


Notas

* Las imágenes escogidas para ilustrar este artículo corresponden a escenas del ciclo de frescos de las historias de san Francisco en la Basílica Superior de Asís, atribuidas a Giotto. Están ubicadas en la parte inferior de la nave única de la basílica. Según algunos historiadores del arte, se realizó inmediatamente después de 1296 (es decir, tras la creación de las historias del Antiguo y Nuevo Testamento, presentes en la banda superior de la nave); para otros, entre 1292 y 1296.
* El sacerdote Carlos María Galli es académico de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina. Es miembro de la Comisión Teológica Internacional y del Equipo de Reflexión teológico-pastoral del CELAM.
[1] Este artículo corresponde a una adaptación de un documento de trabajo elaborado por el autor en el marco de la Semana Teológico Pastoral realizada en julio de 2022 y organizada por el Arzobispado de Santiago; una instancia para dialogar y reflexionar en torno al tema “Cultura del encuentro y amistad social”.
[2] San Francisco de Asís; Admoniciones, 6, 1: Fonti Francescane (FF) 155; cf. Escritos. Biografías. Documentos de la época. Madrid, BAC, 2011, p. 94.
[3] Francisco; Carta Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social, 2020, n. 1.
[4] Leclerc, Eloi; Francisco de Asís. Un hombre nuevo para una sociedad nueva. Salamanca, Sígueme, 2006, p. 181.
[5] Cf. Grieco, Gianfranco; La Chiesa ‘francescana’ di Papa Francesco. Assisi, Cittadella, 2016, pp. 9-34.
[6] Francisco; Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 2013, nn. 176-185.
[7] Francisco; Carta Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común, 2015, nn. 10-12.
[8] Cf. Galli, Carlos María; “Constitución de la Conferencia Eclesial de la Amazonía. Fundamentos históricos, teológicos, culturales y pastorales”, Medellín nº17
[9] (2020), pp. 517-542. H826 9 Evangelii gaudium, n. 179.
[10] Cf. Francisco; El nombre de Dios es misericordia (edición de A. Tornielli). Barcelona, Planeta, 2016, pp. 25-39.
[11] Francisco; Carta Misericordia e misera, n. 19.
[12] Cf. Galli, Carlos María; “Revolución de la ternura y reforma de la Iglesia”, en: Luciani, Rafael; Schickendantz, Carlos (coords.); Reformas de estructuras y conversión de las mentalidades. Madrid, Khaf, 2020, pp. 55-92.
[13] Evangelii gaudium, n. 288.
[14] Cf. Galli, Carlos María; La mariología del Papa Francisco. Buenos Aires, Agape, 2018, pp. 97-111.
[15] Fratelli tutti, nn. 228-235.
[16] Cf. Francisco; Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. Buenos Aires, Penguin Random House, 2020, p. 112.
[17] Cf. Bergoglio, Jorge Mario; “Te Deum – 25 de mayo de 2003. La narración del Buen Samaritano”, en: La Patria es un don, la Nación una tarea. Buenos Aires, Claretiana, 2013, pp. 69-80.
[18] Fratelli tutti, nn. 56-86.
[19] Fratelli tutti, nn. 57-62.
[20] Fratelli tutti, nn. 63-68.
[21] Fratelli tutti, nn. 69-71.
[22] Fratelli tutti, nn. 72-76.
[23] Fratelli tutti, nn. 77-79.
[24] Fratelli tutti, nn. 80-83.
[25] Fratelli tutti, nn. 84-86.
[26] Hay muchos comentarios a esta famosa perícopa lucana. Aquí solo remito a estudios de tres biblistas argentinos: cf. Briglia, Mario Sergio; “Misterio de Misericordia: el Buen Samaritano”, Teología nº 46 (1985), pp. 137-187; Rivas, Luis; La obra de Lucas: 1. El Evangelio. Buenos Aires, Agape, 2012, pp. 117-119; ÍD., La misericordia de Dios en las Sagradas Escrituras. Buenos Aires, San Pablo, 2015, pp. 46-48; Dus, R.; “¿Quién es mi prójimo? Una parábola para la fraternidad universal”, en: CEBITEPAL, Fratelli tutti. Reflexiones desde y para América Latina y El Caribe. Bogotá, CELAM, 2021, pp. 35-53.
[27] Fratelli tutti, n. 80.
[28] Fratelli tutti, n. 66. [29] Fratelli tutti, n. 77.
[30] Fratelli tutti, n. 67.
[31] Cf. Koselleck, Reinhart; Historia/Historia. Madrid, Trotta, 2017 (3ª.), pp. 27-46 y 82-106.
[32] Cf. Kant, Immanuel; “Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita”, en: Filosofía de la historia. Madrid, FCE, 1992. Ese opúsculo de fines del siglo  XVIII ya tiene el doble sentido de la palabra historia (cf. Fratelli tutti, nn. 39, 61).
[33] Cf. Fratelli tutti, nn. 95-111 y 176-197.
[34] Cf. Baggio, Antonio María (comp.); La fraternidad en perspectiva política. Buenos Aires, Ciudad Nueva, 2019, pp. 5-19.
[35] Documento de Puebla, n. 241.
[36] Fratelli tutti, n. 272.
[37] Cf. Fratelli tutti, nn. 103-104.
[38] Fratelli tutti, n. 141.
[39] Documento de Aparecida, nn. 411-416.
[40] Francisco; From Cuba to Philadelphia. A mission of love. Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2015, p. 317.
[41] Cf. Fratelli tutti, n. 132.
[42] Cf. Fratelli tutti, n. 129.
[43] Concilio Vaticano II; Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 24.
[44] En este número el Papa cita a Marcel, Gabriel; Du refus à l’invocation. París, NRF, 1940, p. 50.
[45] Fratelli tutti, n.87.
[46] Fratelli tutti, n. 95.
[47] Juan Pablo II; Carta encíclica Sollicitudo rei socialis, 1987, n. 44.
[48] Pablo VI; Carta encíclica Populorum progressio, 1967, nn. 20, 16, 42.
[49] Populorum progressio, n. 5.
[50] Populorum progressio, n. 43.
[51] Populorum progressio, n. 14.
[52] Populorum progressio, n. 5.
[53] Populorum progressio, n. 65.
[54] Populorum progressio, n. 73.
[55] Pablo VI; Carta apostólica Octogesima adveniens, 1971, n. 17.

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