Durante el primer mes del año 5.000 jóvenes, en su mayoría chilenos, vivieron una de las semanas más intensas del 2025. Entre el martes 21 y el domingo 26 de enero se celebró en la región de Coquimbo la primera Jornada Nacional de la Juventud, JNJ, en respuesta a la petición del Santo Padre de generar espacios intermedios, a nivel nacional o diocesano, que ayuden a preparar el corazón para las Jornadas Mundiales de la Juventud.

La primera Jornada Nacional de la Juventud fue un encuentro realizado entre el martes 21 y el domingo 26 de enero. Constituyó un llamado a los jóvenes a ser esperanza viva, instaurando nuevas miradas y desafíos que permitan transformar la realidad a través del compromiso social y su dinamismo evangelizador, enriqueciendo de esta manera la vida de la Iglesia.

Hombres y mujeres, desde los 14 a los 60 años de todo Chile, se agruparon en delegaciones, representando a sus universidades, colegios, parroquias, congregaciones o carismas; para peregrinar a La Serena a encontrarse, salir de ellos mismos, crear vínculos y hacer Iglesia. Desde la UC, 82 estudiantes estuvieron formándose y preparando su corazón durante todo el 2024 para llegar a esta gran fiesta sin precedentes.

Primera vez en Chile

Esta primera JNJ contó con una delegación de la comunidad UC liderada por Catalina González, estudiante de Kinesiología; Guillermo Márquez, estudiante de Psicología; y fray Daniel Gordillo, consagrado y asesor de la Pastoral UC. Desde el 11 de marzo de 2024 estuvieron trabajando para desarrollar una línea formativa que pudiera acompañarlos para que, llegado el tiempo del evento, pudieran ser un aporte. Fray Daniel recuerda: “Cuando arrancamos la preparación, si bien, no teníamos mucha información, sí teníamos cierto contexto. Por mi parte, acompañé a la delegación que había ido a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) el año pasado en Lisboa (Portugal), entonces tomamos algunas consideraciones de esa experiencia, sobre todo del esquema de los encuentros”.

Guillermo complementó: “Nuestra única referencia era la JMJ anterior, pero tampoco sabíamos si se iban a parecer; entonces tuvimos que improvisar y crear una línea formativa. Usamos la imagen más icónica de La Serena que es el faro, y quedamos muy felices con las cuatro jornadas y el retiro que hicimos para consolidar una delegación unida y con un corazón bien preparado”. Los estudiantes y el religioso concertaron cinco encuentros, uno de introducción y presentación del proyecto, el final que fue un retiro preparatorio cercano a la fecha para resumir la línea formativa, y los tres intermedios tuvieron que ver con tres puntos que eligieron teniendo en cuenta el año de la esperanza.

Y llegó el día: todos a La Serena a vivir la alegría de ser cristiano

El martes 21 de enero los distintos grupos llegaron a Coquimbo para compartir tres encuentros masivos: la misa de apertura, en la que participaron casi todos los obispos de Chile, una adoración eucarística en el Faro, y la misa de cierre; además de muchas instancias que congregaron a grupos pequeños, para poder conversar y compartir un testimonio de uno a uno. 

Los jóvenes pasaron los días en comunidad entre las oraciones de la mañana, encuentros de esperanza, misas, conciertos al aire libre, lectio divina, tours por Iglesias, oraciones cantadas, exposición de la reliquia del beato Carlo Acutis, el Vía Crucis con las comunidades parroquiales, entre otras.

Albergar a 5.000 peregrinos no fue tarea fácil. La delegación UC quedó al cuidado de la Parroquia San Marcelino Champagnat y alojaron en el colegio Marista de La Serena.

Un llamado para el corazón de Chile

El miércoles 22, luego de la oración de la mañana y los encuentros de esperanza, todos los peregrinos se reunieron en un soleado y muy caluroso Parque Pedro de Valdivia para la inauguración de la JNJ. Se presentaron distintas bandas de música católica y luego hubo una interpretación teatral de jóvenes, religiosas, un sacerdote sobre Gabriela Mistral —quien nació en Vicuña—. Ese fue el paso para mostrar la riqueza cultural del norte y luego entró en procesión Nuestra Señora de Andacollo. 

Juan Vicente Jara, subdirector de estudiantes de la Pastoral UC, quien acompañó a la delegación, relató con gran emoción esta intervención cultural: 

Todos los ojos se volcaron a la Chinita. La gente se sacaba los gorros y los agitaba en el aire saludando a la Virgen, empezaron los bailes religiosos y ese momento fue muy potente, era una emoción inmensa verla entrar con el sol que ya caía, las luces del escenario, el polvo que levantaban los bailes. Fue muy conmovedor.

Luego de que la Virgen de Andacollo quedara instalada, entró la Cruz oficial de la JNJ. Fue en este momento cuando Fray Daniel se encontró con una religiosa carmelita que estaba en la organización del evento: 

ella emocionada me dijo: ‘esto hace tres años no lo hubiéramos podido hacer. Es un tiempo de reconciliación y de segundas oportunidades para nuestra Iglesia’. Es verdad, tiempo atrás no sé si la Iglesia de Chile habría podido hacer esto, y la JNJ ha sido una respuesta joven muy linda y que marca a la Iglesia en el Espíritu. La delegación UC vivió los momentos de oración, de adoración en la playa, de confesiones. Este tiempo de esperanza propuesto por el Santo Padre, es de una esperanza madre de la conversión y de la vocación. En estos tiempos de gracia, de encuentros de jóvenes donde el Espíritu Santo está aleteando entre ellos, Dios escucha lo que uno pide. 

Junto a Juan Vicente, asistió otra representante de los profesionales del equipo Pastoral UC, la gestora de proyectos de la subdirección de estudiantes, Ignacia Arze, quien vio en el entusiasmo y compromiso de los peregrinos una invitación a reflexionar sobre el poder transformador de la juventud: 

lo vivido en La Serena nos recuerda que la esperanza no es un ideal abstracto, sino una fuerza que cobra vida en el servicio y el encuentro. Con frecuencia cuestionamos las capacidades y compromisos de los jóvenes, sin embargo, este encuentro es una poderosa invitación a confiar en ellos. Cada uno representa no solo una razón para creer, sino también una muestra concreta de que la juventud chilena está deseosa de llevar esperanza, liderar transformaciones y construir un país mejor desde la solidaridad y el encuentro.

La misa de inauguración fue presidida por el Obispo auxiliar, monseñor Enrique Balzán, quien exhortó a los jóvenes a ser una iglesia que se pregunta “¿Quiénes son los marginados de nuestro tiempo? ¿A quiénes marginamos nosotros y por qué? ¿Acaso no tenemos que incluirlos como Jesús?”.

Por su parte, Catalina, coordinadora de la delegación, explicó que para ella la inclusión del grupo era de vital importancia, por eso indicó: “lo que más me marcó, fue la comunidad que se formó dentro de la delegación. He ido a misiones y trabajos y cuesta que un grupo de 20 personas se afiate, por eso tenía miedo, ahora éramos más de 80, pero logramos llevarnos muy bien y eso me llenó mucho”. Como constató la estudiante, pudieron hacer palpable uno de los énfasis que trabajaron durante el año que era vivir la fe en familia.

El Vía Crucis, oración que se reza de manera grupal recorriendo el interior de un templo o por las calles, deteniéndose en cada hito que marcó el camino de calvario de Jesús, desde que es condenado, pasando por su crucifixión y muerte hasta que es sepultado; se realizó por las calles de La Serena, “el punto inicial era nuestra parroquia y el final, para todas las delegaciones, era en el polideportivo de las compañías. Ahí también nuestra delegación participó mucho, bailaron, animaron, hicieron la dinámica del himno de la JNJ. Siendo protagonistas de esta fiesta. Se sintieron parte y pudieron aportar a la experiencia de todos”, destacó con alegría Juan Vicente.

Están llamados a tomarse la vida en serio

Ángela Parra, directora de la Pastoral UC, quien participó del evento como parte de la delegación UC aseguró que “todas las instancias que se vivieron, tanto dentro de las parroquias como en la playa, fueron muestra de que los jóvenes quieren ser el ahora de Dios, y responder al llamado del Papa en este año de la esperanza. Fue muy motivador para todos nosotros ver que aún en Chile podemos contar con una Iglesia Católica que quiere salir al encuentro de los otros”. Algo que llamó la atención de Ángela fue la riqueza arquitectónica de la región: 

Poder reunirse en La Serena, una gran diócesis, con gran cantidad de iglesias patrimoniales muy bonitas, hicieron que todos pudiéramos vivir la fe de una manera distinta. Caminando con alegría por las calles, pudiendo encontrarse y saludarse entre peregrinos que veníamos de distintos lugares de Chile. Siempre se pensó la JNJ como una JMJ en Chile y se acercó bastante, dentro de las posibilidades.

El papa Francisco en la bula de convocación al jubileo ordinario 2025, Spes non confundit (la esperanza no defrauda), dice que los jóvenes en sí mismos son signo de esperanza, “no podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir”. 

En la misma línea, minutos antes de que empezara la vigilia de adoración el sábado, el cardenal monseñor Fernando Chomali se subió al escenario para interpelar a los jóvenes: 

serán ustedes los llamados a renovar la sociedad chilena desde Cristo, porque tener fe no nos saca del mundo, sino que nos instala en él con una nueva mirada, con la mirada del evangelio, de la misericordia, de la justicia y de la solidaridad, de la integridad. Serán ustedes quienes tendrán que hacerse cargo de la Iglesia del futuro, de la política del futuro de Chile y, para eso, les pido que se preparen bien. Que estudien, que hagan discernimiento espiritual, que tengan una vida de oración (…). Las futuras generaciones nos lo van a agradecer. Tenemos un mandato de ser cocreadores de la tierra que Dios nos dejó, la tenemos que cuidar y embellecer. Esa es nuestra tarea, nuestra misión, y la hacemos de rodillas delante del santísimo, poniendo las manos, el corazón, la voluntad y la inteligencia, todo lo que tenemos, al servicio del reino que ya empezamos a vivir.

Más allá de las incertidumbres que nacieron al convocar la JNJ y cómo fue todo el proceso de preparación, Dios mostró que debemos abandonarnos, abrir el corazón a disfrutar. En palabras de Fray Daniel: 

No tener una expectativa tan clara nos abrió el corazón para estar receptivos a todo lo que viniera. En La Serena nos encontramos con una iglesia que nos recibió con mucho cariño, los obispos y las familias, las comunidades parroquiales, las señoras que sirven en las parroquias; fue todo hecho con caridad. Necesitábamos que volviera a palpitar una experiencia de fe grande. Ha sido una cosa muy bonita la calidez de la gente, la energía de los jóvenes, la alegría. 

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