A través de su conversación con Humanitas, la creadora y directora de EWTN cuenta cómo guiada de la mano de Dios desde el inicio de sus actividades comunicativas y casi sin proyecto previo, hoy alcanza con su cadena a 80 millones de televidentes en todo el mundo. Su objetivo de hacer llegar la “buena nueva” a todos los rincones del planeta no altera la vida de religiosa contemplativa de quien ha sido llamada por Juan Pablo II “apóstol de las comunicaciones”.
Humanitas IV, 1996, págs. 597 - 600
Madre Angélica: Amor Eterno en TV
Aún permanecen vivos los ecos de la visita que hiciera a Chile la célebre Madre Angélica, creadora y directora de la mundialmente conocida, Eternal World Television Network (EWTN), primera red de televisión católica. En detenida conversación con HUMANITAS, confidenció sus motivaciones más íntimas.
-En la profundidad de su corazón, ¿cuál fue el punto de partida de su proyecto?
-Cuando perdí la paciencia.
-¿Cómo así?
-Un día fui invitada a una estación de TV en Chicago. Me conocían, porque yo daba clases de Biblia a protestantes, cosa que no es usual.
Comencé a darme cuenta que católicos y no católicos no sabían vivir con Jesús, en el interior de sus corazones. Y eso me dio qué pensar... Cuando estuve en la puerta, lista para comenzar —era mi primera vez en TV— me di cuenta lo fácil que es llegar a las masas. Hablé sin dificultad y luego le dije al Señor: “Señor yo debo tener esto”.
Me fui a casa, hice una cinta y se la presenté al productor de la CBN. Para mi sorpresa y shock le gustó, incluso me pidió que hiciera 60 más. No sabíamos cómo darle curso a este proyecto; las hermanas se pusieron a rezar día y noche en lo que parecía ser tan opuesto a lo nuestro: la TV, y una vida de claustro, que no parecen ir juntas, pero que sin embargo van.
Mientras estaba haciendo las cintas, escuché acerca de una película que transmitirían y que era en contra de la religión. Una blasfemia. Le pregunté al manager si la iba a transmitir. Dijo que sí, y que no importaba. “A Ud. no —le dije— pero a mí sí”. Y me contestó: “¿Me va a venir a decir Ud. lo que yo transmita en mi canal?”. Le respondí que no estaba entonces dispuesta a que se pasara mi programa en su estación de TV. En ese momento el hombre estaba muy enojado: “Ud. se va de mi estación”, me gritó. Y así fue. Me fui prometiéndole a Dios que tendría un canal propio.
-¿Cuándo comenzó con este proyecto?
-Esto comenzó hace 14 años. Tengo 73. Empezamos con tres mil espectadores y ahora llegamos a 80 millones. Tenemos una radio alrededor del mundo y estamos habilitados para transmitir en cualquier frecuencia AM o FM por satélite. Tenemos dos satélites y en los próximos meses tendremos tres. Yo quiero que la buena nueva alcance a todos los rincones del mundo y a todas las lenguas.
-¿Cómo se desarrolló de ahí en adelante su plan? Ud. pertenece a una orden contemplativa, de claustro. ¿Cómo tomaron sus hermanas este proyecto?
-Ellas estaban muy entusiasmadas. Todo monasterio, toda abadía vive económicamente. Las hermanas estaban muy nerviosas. Nosotros vivimos en un lugar pobre y cuando el cardenal Oddi vino a bendecir nuestra estación de TV, estaba muy sorprendido. Esperaba esto en Chicago, Los Ángeles o New York, pero no en Birmingham. Pienso que es el sentido del humor de Dios. Porque Él puso la primera cadena de TV católica del mundo en una zona predominantemente bautista y en un monasterio de claustro.
Le pregunté, entonces al Señor: ¿Por qué aquí? Y después de uno o dos años me di cuenta que no podría haber sido en otro lugar, porque hoy día se ha perdido en la Iglesia la 'teología del riesgo' y este lugar le da honor y gloria al Señor, pues nadie que viene a Birmingham puede pensar que este gran complejo no sea una obra de Dios. Y le enseñamos a las personas que existe un Dios y que ese Dios los ama y que hace milagros en esta época. Otra cosa es que Dios pudo construir esta cadena detrás de una comunidad de claustro, que funciona las 24 horas del día, pero el secreto de nuestro éxito, no es nuestro duro trabajo, sino que el Santísimo Sacramento.
-Aquí se puede ver la relación entre el carisma de su congregación y lo que Uds. hacen.
-Oh, sí!! Empezamos cada mes con no más de 10 mil dólares. ¿Sabe Ud. cuánto es el costo de mantener esto? Un millón de dólares al mes... Yo no tengo la más mínima idea de cómo sucede esto mes a mes. No tenemos auspiciadores, bonos, ni reservas, ni ahorros, la televisión es muy cara. Es como un cocodrilo gigante que come y come programas. Nosotros hacemos el 65 por ciento de nuestra programación. Este estudio continúa día a día haciendo más y más programas y este es el milagro.
-¿Cree Ud. que otros canales estarían dispuestos a hacer programas religiosos y tendrían éxito?
-Pienso que sería muy exitoso, pero no lo hacen.
-¿Por qué no quieren correr riesgos?
- Sí, no quieren correr riesgos y están muy orientados hacia lo violento, hacia lo erótico, orientados a lo peor de la humanidad. No construyen lo mejor, no quieren construir lo mejor, destruyen al ser humano.
Pienso que hay algo de negligencia, cuando Ud. destruye la mente humana por la influencia de la violencia, del sexo y de las drogas. En Norteamérica, en la TV se denigra a la mujer, se la pone como una cierta prostituta en espera de alguien que la lleve. La hacen aparecer sofisticadas, sexy. Han destruido la total realidad de la mujer y lo que ella significa y lo que realmente es. La utilizan sólo para vender productos. No les importa si afectan a nuestros niños o nuestros jóvenes. No les interesa si destruyen sus vidas. Sólo les preocupa el dinero. Están orientados sólo a obtener mayores ganancias. El alma de ese mundo es el dinero.
-¿No será este un problema de los periodistas, más que del público?
-Oh!! Sí, sí. En el medio periodístico es bien visto el ser duros de corazón, poco compasivos, cuestionadores de la Iglesia. Ella puede ser cuestionada, debe ser cuestionada. Pero ella posee la verdad y puede defenderse. Este es un mundo ateo y la gente no quiere tener fe. Quiere tener seguridad.
Ve Ud., esto es lo que yo le decía anteriormente: hemos perdido la “teología del riesgo”, vivimos la “teología de la seguridad”. Queremos estar seguros de todo. Comencé a darme cuenta que católicos y no católicos no sabían vivir con Jesús, en el interior de sus corazones. Y eso me dio qué pensar... Cuando estuve en la puerta, lista para comenzar —era mi primera vez en TV— me di cuenta lo fácil que es llegar a las masas. Hablé sin dificultad y luego le dije al Señor: “Señor yo debo tener esto”.
-¿Tiene esto algo que ver con la proliferación de las sectas, la expansión del New Age y de ese tipo de fenómenos?
- Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, esto es verdad. Estamos obligados por nuestro nacimiento, por nuestra creación a ser como Dios y estamos obligados por la resurrección de Jesús a querer ser como Él. Pero los New Age vienen y dicen, riéndose, "somos dioses". Esto es una mentira. En realidad, estamos tan hambrientos de Dios que sabemos que tenemos que ser mejores de lo que somos.
-¿Cuáles son sus planes futuros, en especial para Latinoamérica?
-No tengo un plan, nunca he tenido un plan. Yo deseo que la cadena de TV llegue a todas las personas. Vi esto en Caracas. Los que pueden afrontar el cable están bien, pero la mayoría no puede. Me gustaría que donde las personas no nos ven, se pudiera construir lo que se llama “TV de bajo poder”. Un pequeño edificio, con un transmisor y una torre ojalá en un cerro, de manera que todos puedan acceder al canal gratis. En Argentina ya tenemos mil hogares pero no es suficiente. Sin embargo, toda la cadena de TV se justifica, aunque sea por una sola alma.
-El Papa la ha llamado “El apóstol de las comunicaciones” ¿Qué le dice de su trabajo? ¿Tiene contacto con él?
-Me dice que soy “una mujer fuerte”. Iré pronto a darle un nuevo informe.
-¿Va de tiempo en tiempo?
-Sí. Y voy a su capilla donde asisto a su misa privada. Luego me recibe y le entrego mis informes. Una vez me llamó a Castelgandolfo.
No a todo el mundo le gusta lo que hacemos, pero eso está bien. El Papa descubrió que estábamos teniendo, lo que aquí en Estados Unidos llaman cortapisas, barreras. Entonces me dijo, tomándome la mano: “La necesito, siga adelante”.
-¿Cuánto tiempo toma su trabajo en TV?
-Dos tardes a la semana. Me ha parecido uno de los mayores milagros de Nuestro Señor, el hecho que permitiera que la EWTN prosperara sin sacrificar mi vida como religiosa. Sólo le dedico martes y jueves por la tarde. Tal vez sea difícil creerlo, pero jamás he tenido ninguna gran aspiración en el ministerio al cual he consagrado mi vida. Nunca he comenzado algo sabiendo cómo se desarrollará el plan en su conjunto. Por el contrario, me he contentado con ver cómo Dios crea grandes cosas a partir de nada. Confío plenamente en que Dios abre las puertas y en poder cruzarlas cuando lo haga. Me emociona ver cómo a partir de incidentes insignificantes y pequeños de la vida, Dios construye los cimientos de las grandes cosas.
Estamos hace catorce años en TV, pero pienso que en los próximos cuatro años se van a ver frutos. Creo en lo más profundo de mi corazón que Dios tiene que intervenir en el mundo para cambiarlo. Confío en que Él tiene que hacer algo para atraer al hombre a su verdadero sentido. Pienso que todas las personas tienen un buen corazón, todas desean algún tipo de felicidad, pero exaltando los malos valores, no es la forma.
Se dice que las malas costumbres se adquieren en un par de semanas, pero que para los buenos hábitos se necesita más tiempo. Sin embargo, el amor puede acelerar el proceso. Cuando nos vemos alentados con el amor de Dios, el poder que recibimos es tan fuerte, que incluso el más egoísta puede actuar con altruismo y el mayor de los pecadores puede arrepentirse. Pero ese amor tan fuerte no es el que se encuentra en las novelas rosas, en el sexo desordenado, en las pasiones. De lo que estamos hablando es del amor de Dios y si existe un secreto para la felicidad, es precisamente dicho amor, esa fuente inagotable de bondad. El amor de Dios es importante por el hecho de ser eterno. Cuando se agota el amor humano, Dios está ahí, con sus reservas de ese amor que le permite a uno reaccionar con paciencia y compasión ante la gente más enervante y las situaciones más difíciles de la vida.
Los hombres de este tiempo hemos entendido toda la técnica, pusimos al hombre en la luna, yo puedo comunicarme a Birmingham con mis hermanas desde donde esté, a través del teléfono inalámbrico, pero no logramos entender esta verdad tan fundamental: la verdadera felicidad sólo se encuentra en el olvido de nosotros mismos y en el abandono al amor de Dios.
M. Loreto Tagle Pereira