Hace dos años fallece Eugenio Ionesco, universalmente considerado, con Samuel Beckett y otros, creador del "teatro del absurdo". En lo que a él respecta, prefería, sin embargo, hablar de "teatro de la Ausencia", pues dicha definición especifica el verdadero sentido de su obra: ser testigo de la ausencia de Dios y de su consecuencia en el significado de la realidad y de la palabra. Analizando el último volumen de su diario, "La búsqueda intermitente", el artículo describe el lento y sufrido camino a la fe en Jesucristo del escritor rumano-francés. En realidad, acercarse a Ionesco para reír de sus salidas hilarantes y de su fantasía surrealista significa traicionarlo. Pues él es, sobre todo, un buscador del absoluto y un testigo de aquella Ausencia que paraliza la mente y enfría el alma.
Humanitas 1996, págs. 247-257
Eugenio Ionesco [1] concluyó su "búsqueda intermitente" hace prácticamente dos años, el 28 de marzo de 1994, a la edad de 85. ¿Búsqueda de qué? Del sentido de las cosas y de la vida de la verdad y de la paz. Sobre todo, búsqueda de Dios. En sus últimos años esta búsqueda se hizo más intensa y dramática, como lo atestigua La búsqueda intermitente, último volumen de su diario. Es un libro que tiene algo de Qoelet, del Apocalipsis y del Evangelio; se lo lee con una emoción que va en aumento, porque describe el tormento de un hombre condenado a la duda, pero en el cual no se apaga la nostalgia de la verdad y que siente una tensión espasmódica hacia ella. ¿La alcanzó? ¿Se quedó con el Qoelet o se acercó al Evangelio a través del Apocalipsis? En la historia del la literatura contemporánea Ionesco está clasificado como el inventor del "teatro del absurdo", junto a Samuel Beckett, Adamov, Pinter, Arrabal y otros. Y esto es cierto. Pero verlo sólo bajo este ángulo sería reducir su importancia. Ionesco es autor teatral, pero también de diarios y de novelas, que lo muestran como un buscador de lo absoluto, testimonio de las tradiciones de nuestros tiempos, demoledor de mitos falsos, peregrino cansado bajo el peso de la miseria humana. Quien lo frecuente para reír con sus ocurrencias hilarantes, lo traicionará. La risa de sus pièces conduce al llanto, el absurdo de sus trasfondos es el reflejo de una ausencia que paraliza la mente y enfría el alma.
Teatro de la ausencia
La definición —"teatro del ausencia" en vez de "teatro del absurdo"— le agradaba mucho más a Ionesco, porque especificaba el verdadero sentido de su obra. Se trata de la ausencia de Dios y de la tácita imploración a que El se manifieste y dé significado a la vida y a la realidad. En una entrevista afirmó:
"Jamás se ha comprendido que el tema de nuestro teatro sea precisamente éste: la ausencia de Dios y su búsqueda. La obra de Beckett es un S.O.S. lanzado a Dios, un grito permanente.
La definición -"Teatro de ausencia" en vez de "Teatro del absurdo"le agradaba mucho especificaba el verdadero sentido de su obra. Se trata de la ausencia de dios y de la tácita imploración a que él se manifieste y de significado a la vida y a la realidad.
Cuando Esperando a Godot fue puesto en escena por primera vez, los actores no querían aceptar que el protagonista esperase a Dios y su Revelación. El director de Beckett, Roger Blin, hizo todo lo posible por enredar las cartas y engañar a los espectadores. En aquel momento histórico no se podía hablar de Dios ni de religión: era vergonzoso. Y, sin embargo, se trataba de esto y nada más. El teatro de Beckett —como espero que lo sea el mío— es un teatro metafísico por excelencia, no un teatro político o social, como se ha dicho. Expresa el desagrado de las condiciones existenciales del hombre separado de la Trascendencia. Por lo tanto, nace de la espera y la esperanza de que un día Él se manifieste.
"Ambos fuimos víctimas de un terrible equívoco. Cuando el texto de Las sillas fue representado en Polonia, se hizo de los dos protagonistas pobres obreros frustrados. De hecho no es así: se trata de dos personas que han equivocado el camino humano hacia Dios y que lo están buscando. Y de tanto en tanto se hace presente en su memoria un recuerdo, como de un paraíso perdido. Pero nadie le prestó atención a este aspecto. Cuando entra en escena el emperador, éste es Dios, un Dios a la bizantina. Hay idiotas que escribieron que se trataba de una nostalgia napoleónica, y se han escrito muchas otras estupideces. En realidad, Las sillas pone en escena la desesperada búsqueda de un sentido, es una obra sobre el vacío ontológico [ ...l El mío es un teatro de la ausencia y así quisiera que se recordara"[2].
La ausencia de Dios, primer principio, sea en el orden ontológico, sea en el orden lógico y ético, determina —recuerda Ionesco— el derrumbe de la realidad. Cuando falta Dios, nada más existe y se avanza en el vacío. En realidad las pièces de Ionesco —La cantante calva, La lección, Las sillas, Amadeo o cómo desembarazarse— son ventanas abiertas a un mundo despedazado en el que todo se desenvuelve en una atmósfera de delirio y de vacío, en un enjambre de antítesis, de sueños, de angustias, de pesadillas: un caos en el que nuestro yo vaga perdido y destrozado. Las acciones y los sonidos dan la idea de un enredo de retazos esparcidos en el viento, de un montón de piedras y de palabras sin sentido. La cantante calva "es la expresión de nuestro vacío, en el cual las palabras han reemplazado a la Palabra. La Palabra es divina, pero nuestro lenguaje, para nosotros que nos vemos inundados por palabras, por slogans, por política, por preocupaciones cotidianas, se ha convertido en algo sin sustancia". Era amante de San Agustín: por eso resonaban en su memoria las afirmaciones del obispo de Hipona, repetidas a menudo, que cuando falta el Verbo también faltan las palabras. Perdido entre las cosas y trastornado por palabras insensatas, Ionesco recurrió a la literatura para denunciar el drama de la Ausencia y para testimoniar su "hambre y sed" de Absoluto [3].
"Todos mis libros, todas mis obras teatrales son un llamado, la expresión de una nostalgia, busco un tesoro sumergido en el océano, perdido en la tragedia de la historia. O más bien, si así lo desean, busco la luz que me parece reencontrar de vez en cuando. Este es el motivo por el cual no sólo hago literatura, sino que también me nutro con ella. Siempre en búsqueda de aquella luz verdadera más allá de las tinieblas. Escribo en la noche y en la angustia con, ocasionalmente, la iluminación del humor. Pero no es ésta la luz, no es ésta la iluminación que busco"[4].
“La búsqueda intermitente”
La búsqueda intermitente es un journal intime, en el cual el escritor, en el umbral de los 77 años, se refiere a sus propias vivencias de anciano que advierte los pasos de la muerte, el cansancio de la vida y la vanidad de la gloria mundana. Con el declive de las fuerzas de la mente y del cuerpo se ha ido también la antigua pasión por la lectura y la escritura; le queda la pintura. "Los colores, nada más que los colores, es el lenguaje que aún puedo hablar; los colores me dicen algo. Aún los siento vivos, mientras que las palabras han perdido sentido, valor y capacidad expresiva para mí. Los colores, para mí, pertenecen, en cambio, a este mundo: ellos cantan y siendo de este mundo me parece que me ligan al Otro Mundo. Vuelvo a encontrar en ellos lo que la palabra ha perdido".
Pero no se puede vivir sólo de pintura: hay un cuerpo del que hay que ocuparse. ("Un cuerpo que es diferente al cuerpo que tenía hace un tiempo [...] Tengo otro cuerpo [...], más pesado, mucho más pesado que antes"), una familia que mantener, intereses que cuidar. No es posible cortar todos los puentes con la vida. Tampoco es posible cerrar puertas y ventanas para impedir el asalto de los recuerdos y de los sentimientos. El diario se transforma entonces en una especie de meditación sobre la aventura humana del escritor: conquistas y concesiones, reminiscencias y pesares, angustias y esperanzas. Son retazos de vida, astillas de pensamientos; emocionan por la sinceridad de la evocación y por el coraje de poner al desnudo la propia alma. Es superfluo buscar en ellas un desarrollo lógico, pero algunos temas vuelven de manera obsesiva. Recordemos los más insistentes.
La muerte. "Ella está siempre al fondo de la calle" y se presenta a veces como la única realidad y otras como la única falta de realidad; siempre es una laceración, pero para algunos es un complemento, una realización; ¿una trampa o más bien "una adhesión estrecha desde la cual no se puede volver a partir más que hacia lo alto?" Gaby Morlay, agonizante, decía: "No parto, llego"; ciertamente, es el acontecimiento más imprevisible de la existencia. Refiriéndose a los Exercices de style de Raymond Queneau, Ionesco enumera 68 maneras de morir, casi una letanía tragicómica. Al componerla, deber haber advertido la presencia del demonio que le inspiró el humor negro de El rey muere y El juego de la epidemia, en las que la muerte es protagonista. Como sucede a menudo, el humor negro cede el paso frente a la piedad y a la consternación del "misterio" que esconde la muerte. La muerte: se pregunta, ¿partida o llegada?
"Pero cuántas calles para llegar a El; cuántas barreras que derribar, para llegar a aquel sol que intuyo en la otra Vida, la verdadera Vida. La verdadera Luz[5] a la salida del túnel: como lo soñé en una noche lejana. (Antes de saber lo que era un sueño clásico, típico.) La inmortalidad: eso es Io que deseamos. Sobrevivir. Ilusión. Lo que sucede es que amamos a Dios hasta el punto de querer deshacernos en El. Ya no se trataría de inmortalidad, sino de Eternidad [...] Eternidad. No inmortalidad. La Inmortalidad no es suficiente". La inmortalidad no incluye plenitud de vida (a la que aspiramos), la eternidad sí, porque es vida con Dios (que es la Vida). Sólo en Dios es posible huir de la obsesión de la muerte. Se 'parte' del tiempo para 'llegar' a la eternidad."
La angustia. Fue la compañera de su vida. "He vivido en la angustia, o en el olvido de la angustia, pero bajo el olvido estaba siempre la angustia". ¿Angustia por qué? "Debía haber vivido exclusivamente buscando lo Sagrado [...] La angustia me destroza, pero ¿por qué, presa de la angustia, no he luchado para ir más allá de la angustia? ¿Por qué cedí a la vileza de aturdirme?" A la angustia por haber cedido al aturdimiento, le sigue la angustia por perseguir las dudas. ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Dónde estamos? "Aquí aflora la eterna inquietud [...] ¿El mundo no es, él mismo, la nada, una flor de la nada, no es el vacío? ¿No es lo que tantos poetas, filósofos y místicos proclamaron como 'la suprema ilusión?
La angustia inunda, invade zonas más vulnerables, se cubre de temor y de consternación, asume dimensiones cósmicas ("mi horror cósmico"). ¿Quién se salvará? ¿Qué esconden las sombras entre las que erramos? "De entre toda esta niebla que he dejado detrás mío, emergen recuerdos que me obsesionan, que me asedian. ¿Era yo? ¿He vivido?" ¿Qué significa el hecho de que 'seamos uno en el múltiplo, que seamos uno multiplicado?" ¿Por qué el hombre está siempre empeñado en construir el infierno? “Ah, todos los muertos, todos los agonizantes, todos los que sufren, los que han sido asesinados, violentados, torturados... que han sido torturados durante siglos y siglos... Esto es el infierno”
La visión infernal sitúa al escritor frente a otro dilema: el mal. No logra comprender "por qué somos poseídos con todas las fuerzas demoníacas, o irracionales" que desencadenan el odio y la guerra. La Tierra es un campo de batalla entre elementos antitéticos: bien y mal, Eros y Thanatos; se anidan en nosotros, luego explotan, diseminando el desorden y el sufrimiento. Llega a creer que "el mundo esté habitado por el Maligno", porque "nos dirigimos hacia la catástrofe" y "nos deslizamos hacia el abismo". "Somos ciegos, ciegos a la Luz, sordos a la Palabra", impulsados por el egoísmo y la irracionalidad que llamamos Progreso. “Qué extraño es todo, extraño y doloroso. Doloroso, horroroso, horroroso y doloroso”.
La ausencia de Dios, primer principio. sea en el orden ontológico, sea en el orden lógico y ético. Determina recuerda ionesco- el derrumbe de la realidad. cuando falta Dios. nada más existe y se avanza en el vacío.
El espectáculo de nuestra condición "tan baja y fea" lo lleva a una conclusión muy importante: que ella "no puede no ser el fruto de una caída", es decir, del pecado original. También Baudelaire, uno de sus poetas preferidos, llegó a una conclusión análoga.
“Estamos reaprendiendo a Dios”
El problema que lo atormentó con mayor frecuencia, que prácticamente lo obsesionó, fue Dios: su existencia, su naturaleza, su incomprensibilidad. Ahora, pasado el umbral de la vejez, lo asalta la duda de no haberlo buscado como debía y de haber arruinado el tiempo transcurrido en el olvido de la religión. La "búsqueda" de la Absoluto fue "intermitente", en vez de constante y comprometida. "¿Qué he hecho durante los tres cuartos de siglo en los que he vivido? He dormido; me despierto, pero es tarde, muy tarde, es el atardecer. He dormido, he perdido el tiempo y el tiempo me ha perdido. Ahora, ¿no es demasiado tarde? El puede aún llegar. Yo lo espero. Puede aparecer en el último momento, en el último minuto, en el último segundo' Gracias a esta conciencia, en la línea de llegada de su vida, la búsqueda de Dios se convirtió en su principal ocupación, acompañada de una creciente necesidad de orar, de hacer silencio, ("Está silencioso y ora"), de escuchar al corazón, de purificarse. "El camino hacia Dios es ciertamente simple y directo, con la condición de no desorientarse, de no llegar a desorientarse. Por todos lados la "desorientación". Hay que saber olvidar las palabras. Pero yo le vuelvo la espalda a Dios. Lo busco en mis pérdidas, a través de las palabras, a través de una inverosímil mezcolanza de objetos, nombres, objetos... Está en mi corazón. Para llegar a Dios hay que olvidar todo, excepto la vía del corazón”.
¿Qué mensaje transmite este "verdadero" Ionesco? En primer lugar, recuerda que el hombre, alejado de la Trascendencia, es un alienado que avanza sobre las arenas movedizas de la insignificancia y de lo irrisorio.
Cuando escucha al corazón, percibe a Dios de muchas maneras. Por ejemplo, en la pureza del cielo ("¿es la vestidura de la Teofanía?" ) o en la tempestad ("Cuando hay tempestad, El vuelve a hacer sentir su presencia, su fuerza"), en el amor por la esposa y la hija, en la necesidad de perdón, en el deseo de encontrar a nuestros muertos ("El recuerdo de los muertos. Comunión con los muertos. Estar con ellos. Que permanezcan con nosotros, conmigo"), en el temor del vacío, de lo irreal, de lo irracional. Ciertamente, sin Dios, es imposible vivir. En estas últimas décadas hemos tenido esa experiencia. Ahora reemergemos, cansados, de las tinieblas. La experiencia de la Ausencia no fue en vano. "Estamos reaprendiendo a Dios. La creencia, la fe ya no son ridículas. Dios vuelve a mostrarse. Confirmo lo que decía Malraux: el siglo veintiuno será religioso, o no lo será. A cualquier resultado que se llegue ahora en adelante: es siempre menos ridículo creer en Dios. Tomarlo a Él en consideración". La conciencia de la necesidad de Dios le revela una tarea:
La conciencia de la necesidad de Dios le revela una tarea:
"Hablarle a Dios por encima de la cabeza de los hombres. Junto con los hombres. Dios oirá el rumor". En este punto una esperanza le acaricia el alma: “Las voces caóticas, ruidosas de todos los hombres que disputan sin preocuparse de buscar a Dios, aún manteniéndose al margen de Dios; este alboroto es, sin embargo, para Dios. En mis obras se encuentran momentos de oración inconscientes, momentos de espiritualidad... espiritualidad más allá y por encima de la corrupción”. La búsqueda intermitente tiene la intención de ser un “diálogo con Dios o, mejor aún, una especie de monólogo en torno a Dios' una búsqueda de la (hacia la) divinidad".
La búsqueda de Dios se transformó en fe en Dios. "Tolstoi recitaba el Padre Nuestro varias veces al día", le recuerda la esposa. El quiere hacer más: reproduce por entero la oración de Jesús para hacer que la reciten sus lectores; luego anota: "¡Dios mío, qué tranquilos están los cielos!"
Jesús: “Es mi hermano”
¿Cómo explicar esta tranquilidad de los cielos? La respuesta es sencilla: por los senderos de la búsqueda apareció Jesús ("Jesús Dios"). Con El todo cambia. "Dios inaccesible. Pero accesible a través de Jesús. Por esto El, el innombrable, se hizo Jesús, se dio un nombre: JESÚS". La recitación del Padre Nuestro, junto al Verbo Encarnado, es seguridad de fe, que surge de la confianza, estímulo de posteriores búsquedas. “¿Dios está? ¿Existe? Pienso que no existe, pero que está. iOh! Existe a través de Jesús. Sí, a través de Jesús... A través de Jesús entró a la existencia [... ] Jesús existió. Eso lo creo. Jesús existió. Si existió, también existe o está nuestro Padre. Me escucha. Hay que dejarse llevar. Es necesario que yo confíe [...] Señor, haz... haz... que me libere de tantos errores, engaños, vilezas... estupideces... He perdido mucho, mucho tiempo... Si Jesús existe, Dios está. Así como Jesús existe, Su Padre debe estar”.
La teología de Ionesco es aproximativa, pero su fervor y el gozo al acercarse a Jesús, y con Él al Padre, son sinceros. Hacen pensar en un viajero que, después de tanto andar entre nieblas y círculos, llega finalmente a un claro sereno iluminado por el sol que lo abre al gozo. Se puede creer que las nieblas volverán, pero ahora el camino, aunque dificultoso, aparece con la seguridad del acercamiento, pues Jesús, nuestro hermano, está a nuestro lado. “Es mi hermano: ¿no somos todos hijos de Dios, la Virgen no es nuestra Madre? Somos hijos de Dios”.
Decíamos que las nieblas volverán, porque somos peregrinos, en el exilio, y “transcurren años y años para llegar a alcanzar la iluminación, para vivir a Jesús, para poseerlo, para vivirlo en uno mismo, para llevarlo dentro de uno. Posiblemente toda la vida. Posiblemente más que una vida”. Luego él, Ionesco, poeta de la Cantante calva, no es el hombre de las certezas dogmáticas: la duda y la interrogación son parte de su naturaleza y de su “condena” a vivir en una época de mesianismos falsos y de pensamientos débiles. Sin embargo, está decidido a no "establecerse" más en la duda ni a dejarse "aturdir" por la presencia del mal en la historia. Lector asiduo de las Confesiones de San Agustín, sabe bien que su —y nuestro— tormento es causado por querer vivir alejados de Dios. También sabe que la fe cristiana es avanzar en la oscuridad, a la sombra de la esperanza. La última página del libro se debe leer bajo esta luz.
"Caminó hacia el jardín, siempre murmurando; recuperar lo irrecuperable. Definir lo indefinible, Decir lo indecible. Oír lo inaudible.
“Porque era incorregible”.
¿Por qué ponerse problemas insolubles? ¡Insolubles! Sí, estaba tranquilo, pero sabía que esta inquietud volvería a recomenzar, volvería a retomarla.
"Orar el No Sé Qué.
"Espero: Jesucristo".
Esta esperanza de un exiliado, obligado a avanzar entre las sombras, es también oración y testimonio de alto valor religioso.
Rostros y voces de una pequeña galería
Entre los personajes de la pequeña galería de La búsqueda intermitente, uno, sobre todo, merece ser recordado de una manera particular: Rodica, esposa de Ionesco: mi pequeña Rodica se vuelve cada día más pequeña. Un ser humano diminuto dotado de una fuerza enorme, de una voluntad indestructible, de una capacidad de trabajo tenaz, infatigable". Eugenio habla de ella con creciente emoción, gratitud y amor; con ella se ha constituido en una de aquellas parejas que se ofrecen a nuestros ojos como un espléndido ejemplo de amor conyugal. Rodica le ha dedicado su propia existencia, ha envejecido a su lado, lo ha ayudado, apoyado, calmado, tanto como para hacerlo confesar que sin ella no habría podido existir. ¿El amor envejece y se apaga? "Ahora la amo más que hace décadas atrás, cuando recién nos casamos". Sus existencias se han fundido de tal modo, que no les parece ya posible vivir uno sin el otro. De allí surge un deseo que confiadamente le presenta a Dios: "Desearía morir al mismo tiempo que ella. Permanecer juntos, entre los brazos de Dios, por toda la eternidad". Entre los impulsos que lo llevaron a intensificar su búsqueda religiosa está su amor por ella.
Junto a Rodica está Marie-France, la hija, dedicada sin reservas a los ancianos padres. A la emoción con la que Ionesco se refiere a ellas se contrapone el tono irónico con el que recuerda a sus adversarios, afectados de "rinocerontitis". Quien lo conoce, conoce su dureza contra los que siguen las modas. El comunismo estuvo, a su parecer, entre estas. Las (pocas) páginas que le dedica a este argumento son sintomáticas. Por qué algunos críticos, entre los cuales M. Esslin [6], trataron de aislarlo? "La verdad es que no les agrado' Porque no era comunista en una poca en la que era de mal gusto no serlo", El comentario que desliza sobre J. P. Sartre, el maître à penser, es muy duro:
"Sartre dijo, hace algunos años, que el marxismo era la filosofía final, perfecta y definitiva. Cuando aparecieron en las librerías los libros de los nuevos filósofos, declar en una asamblea que desde hac a dos a os "Simone y yo ya no somos marxistas". De esta manera ladina, Sartre ya no se quedaba atrás, sino que, por el contrario, se convertía en un "precursor"[7].
Otros personajes de la galería: Beckett ("demasiado Otros personajes de la galería: Beckett (" demasiado lúcido, demasiado frío, demasiado controlado"), Adamov ("demasiado infantil, más indefenso, más atormentado que Beckett"), San Agustín, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Avila ("Las experiencias místicas son testimonios irrefutables [ ... ], son “una forma de conocimiento” absolutamente auténtica"), Bergson [8]. Un recuerdo particular está reservado a Mircea Eliade, historiador de las religiones, atormentado como él por lo Absoluto, también como él, rumano.
El mensaje de Ionesco
Ionesco interrumpe La búsqueda intermitente en enero de 1987, con la esperanza de que su oración se vuelva de ahí en adelante a Jesús y con el deseo de poder vivir algunos años más junto a su Rodica. Fue escuchado. La muerte llegó siete años después, el 28 de marzo de 1994. Se marchó en silencio. La publicación de su Teatro completo en la Biblioteca de la Pléiade lo consagró corno un clásico de la literatura; fue definido corno un autor qui a bouleversé L'art dramatique du XXe siecle; sus pièces; aún están en cartelera, corno las de Pirandello y las de Beckett. Sin embargo, sería traicionarlo limitarse únicamente al aspecto innovador de sus obras y a la genialidad de sus ocurrencias, de su humour, de su fantasía. Al verdadero Ionesco hay que buscarlo en otra parte: en el significado recóndito de su teatro; en el sollozo que se esconde detrás de la risa de sus personajes, en el dramatismo de sus máscaras que hablan para no decir nada, que se agitan para no llegar a nada, atrapados entre temores y espectros.
¿Qué mensaje transmite este "verdadero" Ionesco? En primer lugar, recuerda que el hombre, alejado de la Trascendencia, es un alienado que avanza sobre las arenas movedizas de la insignificancia y de lo irrisorio. Cuando "el vacío le habla al vacío", uno se encuentra en el reino de la muerte. Este reino reina sobre el vacío metafísico y religioso. Con su teatro quiso mostrar "la tragedia de la condición humana sin trascendencia"[9]. No sólo esto: también ha sugerido que el ateísmo es esclavitud. "Los ateos no son libres. Los ateos (¿verdaderamente habrá muchos? La mayoría son semiateos), los ateos o semiateos tienen obligaciones. El demonio les da órdenes a los endemoniados; los reprende". En segundo lugar, recuerda que urge esforzarse por una búsqueda de sentido; para ser más claros: una búsqueda de Dios. Hoy, corno siempre, "el gran problema es encontrar el camino que conduce a Dios". Camino difícil de recorrer, porque es oscuro, insidioso, incierto. Pero es el único que tenernos. "Hay que permanecer frente a la pregunta sobre el sentido sin dejarse desviar. La pregunta es ya, en cierto modo, una respuesta" [10].
En tercer lugar, se recuerda la necesidad de dar y de recibir amor. De esta manera, "habría que hablar de caridad, pero esta palabra ya no está de moda. Es hasta ridículo hablar de caridad y de humanismo, hoy en día". Sin embargo, no hay que hablar de justicia, porque justicia significa en realidad castigo, deseo de castigo" [11]. El amor que considera necesario es la compasión, la comunión, el perdón. Una de las escenas más sugestivas de su teatro está en Jeux de massacre, y es una escena de amor. Dos ancianos cónyuges se preparan para la muerte, apoyándose uno a otro, repitiéndose palabras de amor que parecen un milagro de vida. En realidad, "cuando se ama no se envejece", dice Choubert a Magdalena, su esposa, en Víctimas del deber. Finalmente, Ionesco recuerda la necesidad de vivir la fe, aunque ésta permanezca oscura. No una fe abstracta, hecha de pensamiento y de voluntad, sino acto de abandono confiado en Jesucristo. Así se concibe en La búsqueda intermitente, pero como flash, como intuición fugaz. En el libreto Maximilian Kolbe[12] nos invade este concepto, como un haz de luz.
En el Bunker de Auschwitz, los condenados a muerte vierten sobre el Padre Kolbe un caos de interrogantes angustiosos: sobre Dios, sobre el mal, sobre la historia. "¿ Qué significa esta enorme pesadilla, este mundo infernal en el cual estamos sumergidos?; [ ... ] Explíquenos, consuélenos: el fin está tan próximo".
El Padre Kolbe no responde, "porque ningún hombre puede responder a las preguntas divinas, ninguno está a la altura de la inconmensurable inteligencia divina. Al dolor no se puede responder más que con la fe"[13]. Y ésta es formulada de esta manera por Kolbe-Ionesco:
"No estamos hechos para comprender[ ... ] No puedo daros ninguna explicación, porque yo mismo soy un pobre hombre. Pero orad a Jesucristo [ ... ] Sí aún no tenéis la respuesta, tendréis la esperanza, más que la esperanza, la certeza de la reconciliación [ ... ] Os bendigo una vez más, os bendigo hasta vuestro último suspiro, instante tras instante hasta el Instante sin fin. Os lo aseguro, creedme, estáis junto a las puertas del Paraíso y aún no lo sabéis. Estáis en el umbral de la felicidad que no tendrá iin. "Ya no quedan palabras. Su inmensidad ha descendido sobre vosotros, para protegeros. Orad a Jesucristo. El señor y la Virgen están frente a aquella puerta y os esperan. Abrid la puerta. Que irrumpa la luz".
El texto es paradigmático. El viejo cantante de La cantante calva, poeta de la Ausencia y testimonio de la consiguiente desintegración de la persona, le ha cedido el lugar a un peregrino cansado, que, finalmente "frente a la puerta", ha entrevisto la Luz.
(...) Cuando "el vacío le habla al vacío", uno se encuentra en el reino de la muerte. Este reino reina sobre el vacío metafísico y religioso. Con su teatro quiso mostrar la tragedia de la condición humana son transcendencia".