A más de un año del estallido de la guerra en Ucrania, Francisco no ha tomado partido por ninguna de las partes en conflicto, su postura ha sido más bien por el alto al fuego y la paz negociada. Si algo ha demostrado esta guerra, ha sido la opción del Papa por un sistema multilateral de relaciones internacionales.
Según estimaciones de las Naciones Unidas, en el primer año de la guerra alrededor de 8.000 civiles han muerto en medio de la violencia, muchos de los cuales son niños, mientras que otros 13.300 han resultado heridos. En términos de soldados, se estima que ha habido 300.000 bajas en ambos lados. Además, ocho millones de ucranianos han huido del país y viven en el extranjero como refugiados, mientras que ocho millones más son desplazados internos.
Los intentos de negociaciones de alto el fuego hasta ahora han fracasado, y Rusia ha exigido la anexión del territorio ucraniano, lo que Ucrania se niega a aceptar.
La mediación papal que no se ha logrado
Desde el inicio del conflicto Francisco ha calificado la guerra como absurda y cruel y ha hecho diversos llamamientos para un alto al fuego y un acuerdo negociado, donde ninguna de las partes pueda reclamar la victoria total. Así lo volvió a hacer días antes del primer aniversario de la guerra, el 22 de febrero, en que hizo un llamamiento “a todos aquellos que tienen autoridad sobre las naciones para que se comprometan concretamente a poner fin al conflicto, a alcanzar un alto el fuego y a iniciar negociaciones de paz”. “Lo que está construido sobre ruinas nunca será una verdadera victoria”. No obstante, sus llamados han sido como gritos en el desierto.
Así resumió el periodista italiano Marco Politi la reacción internacional a la propuesta del Papa:
Gran Bretaña lo ignoró. El presidente estadounidense, Biden, no quiere interferencias. Putin no considera al Vaticano un intermediario efectivo para llegar a las negociaciones. Xi Jinping, por razones de política interna, no tiene la intención de dar mucho peso a la posición de la Santa Sede. Zelensky, quien inmediatamente después de la invasión rusa había planteado la posibilidad de una mediación del Vaticano, ahora solo quiere una cosa: un viaje papal a Kiev, para aislar aún más a Putin.[1]
Y es que Francisco se ha negado a tomar partido en el conflicto, actitud que resulta incomprensible desde occidente, pero bastante razonable si es que se mira desde la óptica global.
El multilateralismo de Francisco
Una cosa que ha dejado clara esta guerra es la opción de Francisco por un sistema multilateral de relaciones internacionales, el que busca acabar con los conflictos bipolares que caracterizan el momento actual. Para Francisco, los acuerdos multilaterales “garantizan mejor que los acuerdos bilaterales el cuidado de un bien común realmente universal y la protección de los Estados más débiles”[2]. Y es que Francisco ve, y así lo ha señalado públicamente, una creciente polarización en los diferentes foros e instancias internacionales, donde se impone un pensamiento único y donde surgen nuevos colonialismos.
Por eso no debe llamar la atención que Francisco haya visto con buenos ojos la reciente reunión entre el líder chino Xi Jinping y el presidente de Rusia Vladimir Putin. Mientras para la mayoría de los estados occidentales la reunión significaba un apoyo de China a la invasión ucraniana, la cobertura de la cumbre en los medios estatales del Vaticano fue neutral e incluso positiva, viendo en el plan de paz de 12 puntos de China para Ucrania, una razón para tener esperanza.
En un discurso del Santo Padre en enero de este año 2023 ante los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, afirmó que el actual conflicto en Ucrania “hizo más evidente la crisis que desde hace tiempo afecta al sistema multilateral, que necesita un replanteamiento profundo para poder responder adecuadamente a los desafíos de nuestro tiempo”, afirmando que hace falta que este sistema sea “realmente representativos de las necesidades y de las sensibilidades de todos los pueblos, evitando mecanismos que den mayor peso a algunos, en detrimento de otros. Por consiguiente, no se trata de construir bloques de alianzas, sino de crear oportunidades para que todos puedan dialogar”[3]. Y agregó,
Sin embargo, en tiempos recientes, los diversos foros internacionales se caracterizaron por crecientes polarizaciones e intentos para que se imponga un pensamiento único, lo que impide el diálogo y margina a aquellos que piensan distinto. Existe el riesgo de una deriva, que asume cada vez más el rostro de un totalitarismo ideológico, que promueve la intolerancia respecto al que no adhiere a supuestas posiciones de “progreso”, que en realidad parecen conducir más bien a un retroceso general de la humanidad, al violar la libertad de pensamiento y de conciencia.
Francisco tiene esperanza en el multilateralismo como herramienta para construir bienes realmente universales, como son “reducir la pobreza, ayudar a los migrantes, contrarrestar el cambio climático, favorecer el desarme nuclear y ofrecer ayuda humanitaria”. Sin embargo, como lo afirma en Fratelli tutti, el multilateralismo necesita de valentía y generosidad a la hora de establecer objetivos comunes.
En esta línea también puede enmarcarse la deferencia que el Vaticano ha mostrado hacia China, por ejemplo, en una reunión reciente con Xiao Wunan, un empresario chino con estrechos vínculos con Xi, este le presentó un regalo de arte digital al Papa y le dijo que "bajo su guía, las relaciones entre China y el Vaticano han mejorado".
Y es que Francisco es el Pontífice de la Iglesia universal y, como tal, no puede confiar solamente en sus socios occidentales, sino que requerirá el apoyo de otros centros de poder. Esto con mayor razón aún si se considera como el centro de gravedad demográfico del catolicismo ha cambiado, teniéndose que dos tercios de los católicos del mundo viven hoy fuera de occidente.