A la hora de su repentina muerte, Ricardo Capponi elaboraba un libro acerca de la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia Católica. Una primera edición de este libro, que esperaba aumentar y mejorar con comentarios de sus primeros lectores, fue publicada en una edición limitada bajo el título “La Misión Actual de la Iglesia Católica. Una propuesta para enfrentar la crisis”. Considerando su inestimable valor para comprender la crisis tomando en cuenta los hallazgos modernos de las ciencias de la afectividad; su familia, en conjunto con la Pontificia Universidad Católica de Chile, han concluído la obra incorporando las notas y agregaciones que dejó escritas el autor. A continuación compartimos el prólogo del libro escrito por el profesor, psicólogo y psicoanalista Alejandro Reinoso.

Ricardo Capponi, médico psiquiatra y psicoanalista, profesor universitario, con estudios en filosofía y teología, ha asesorado a instituciones en temas educacionales y sobre la dimensión afectivo-sexual, incluyendo instancias vinculadas a la Iglesia Católica. Ha contribuido en el terreno de su especialidad, la psicopatología (Psicopatología y semiología psiquiátrica), y en los debates registrados en el país en el retorno a la democracia en los años noventa (Chile: un duelo pendiente), así como en el campo del amor (El amor después del amor). Tales libros reflejan las áreas más importantes de su quehacer profesional y reflexión intelectual.

Animado desde su experiencia profesional y desde la fe católica, en este libro póstumo el Dr. Capponi pone el foco en la crisis de la Iglesia Católica y, en particular, de la Iglesia chilena debido a los casos de abuso sexual. Para ello se sirve analíticamente de la psicopatología, el estudio de la mentalidad institucional y, desde su perspectiva, de los procesos de duelo y reparación social. Asimismo, propone una lectura y abordaje de la crisis con un itinerario que se orienta con entusiasmo hacia la posibilidad de reparación. Este libro habla del desafío imperativo de la Iglesia -cuando habla de la Iglesia, se refiere a las autoridades del Magisterio y a su función de conducción- de abordar estos conflictos con determinación, entregando una propuesta precisa.

La crisis de la Iglesia chilena actual está directamente relacionada con los casos de abuso sexual, y de conciencia, a menores de edad –y no solo a estos– realizados por sacerdotes y religiosos. La develación de las víctimas de estos abusos muestra el horror vivido, el vínculo alterado en un contexto de una relación afectiva, de confianza e intimidad psicoespiritual, en instancias de formación humana y espiritual. El poder, la relación de uso y la satisfacción sexual emergen ahí en forma cruda y nuda con el horror del reverso de la función formativa de los sujetos y su caída a la posición de objetos. Ello, sabemos, ha implicado en las víctimas, la experiencia de lo traumático y sus efectos, incluyendo el silencio por años y décadas. Las voces de las víctimas, tímidas inicialmente y vociferantes en la actualidad, se han encontrado con una puerta cerrada y con la justificación en vez de la comprensión, como indica el autor, incluyendo la de los encubridores. Esto ha mostrado el peor rostro de la Iglesia.

La lectura del Dr. Capponi es precisa: en el seno de la Iglesia se han cometido crímenes y se ha encubierto. Ha retrocedido ante el horror y con vergüenza, se ha silenciado y llegado tarde. Ha perdido prestigio social y está sumergida en un duelo patológico que requiere un proceso que implica comprensión de lo sucedido, aceptación, pérdida y reparación de otros y de sí misma. Ante la crisis tiene dos opciones: o quedar destituida y sumergida socialmente en una subjetividad minoritaria, en un clima de nostalgia con sus heridas abiertas en una posición paranoide y más separada de la modernidad, o bien reformularse abordando la crisis e iniciando procesos efectivos de reparación y de transformación que implican cambios de su estructura, en las relaciones internas con los laicos, con el lugar de la mujer y en sus nexos con diversos tópicos de la sociedad. Esta segunda vía plantea desafíos, algunos de los cuales son abordados en el libro. Asumir este reto podría restituir cierta autoridad y un reencuentro de la Iglesia con su misión universal originaria.

La tesis de Capponi es que la Iglesia está deprimida, se ha encerrado, herida, y no ha entendido la crisis ni sus alcances. Para él, el primer paso debe ser comprender. ¿Qué quiere decir que la Iglesia no ha entendido? ¿Que no sabe? Ciertamente, no es algo del orden del conocimiento o de la información. Tampoco es justificar, precisa el autor. Sostiene que, así como la Iglesia no ha comprendido la modernidad ni la subjetividad cartesiana ni tampoco el discurso de las ciencias, tampoco ha incorporado ni asimilado suficientemente las grandes controversias y debates del mundo contemporáneo. En esa misma serie, la crisis actual relacionada con los casos de abuso sexual en su interior tiene este efecto de incomprensión, aunque los hechos están a la vista, investigados o en proceso. La ignorancia, entendida como una función de desconocimiento activo, es producto del rechazo a saber sobre el registro afectivo-sexual y sus implicancias psicológicas y sociológicas. Se trata de una ignorancia activa que ha dejado hacer en sus filas, delante de los propios ojos, introduciendo esa función de velo y ceguera respecto de la pulsión sexual y de las perversiones. Ahí mismo se anuda el encubrimiento activo y pasivo. Capponi también explicita algunos alcances en el vínculo social de este no querer saber.

Este es un nudo inicial y fundamental para iniciar cualquier proceso de abordaje de la crisis. Algunas comunidades locales y personas singulares han emprendido ese camino, a veces en solitario, a veces enlazados a otros. Algunos de ellos se sienten extranjeros en patria y otros, en cambio, misioneros y agentes de cambio al interior de la misma Iglesia. 

Las víctimas, en su anhelo de justicia, de reconocimiento social y legal por el daño infligido, y sus necesidades de reparación, encarnan esa voluntad de saber, de ser alojados por la sociedad y la Iglesia en su palabra. Apuntan a hacer valer sus derechos vulnerados en dichos actos, intentando una operación necesaria de atravesamiento de la desmentida o la renegación defensiva, saliendo del silencio e impidiendo dar vuelta la página antes de tiempo. Esta insistencia de las víctimas tampoco es entendida efectivamente por la Iglesia y sigue siendo leída como un ataque.

El Dr. Capponi propone un itinerario partiendo por la comprensión social de la sexualidad, de los abusos y sus encubrimientos en la Iglesia y en la sociedad, de las perversiones y la criminalidad asociada, para ir abriendo las puertas y atravesando esta ignorancia defensiva enquistada. Sucesivamente, el curso llevaría a abordar los procesos de aceptación y pérdida, y finalmente la reparación, aportando pistas y pasos precisos a recorrer.

Quisiera subrayar el compromiso que el Dr. Capponi tuvo con su lectura y propuesta, haciendo circular sus ideas plasmadas en este libro y escuchando los ecos. Él se reunió generosamente con la Comisión UC para abordar la crisis de la Iglesia[1], que integramos dieciséis académicos de esta universidad[2]. En esa conversación puntualizó, entre otras cosas, que la Iglesia cojea en algo de lo cual debería ser experta: el cuidado de sí y de otros, asimilando una cultura de la protección a la altura del siglo XXI. Por lo tanto, en su origen este libro tuvo una función de documento de trabajo y de suscitador de debate, con convergencias y divergencias, y un efecto no menor en estos tiempos de necesidad de conversación en la universidad y fuera de ella.

Finalmente, el libro no solo invita a la compresión, sino también a dar pasos, otorgando un lugar al afecto de la vergüenza, y de la vergüenza ajena, y a la responsabilidad social, esencialmente hecha de respuestas, para salir del síndrome del avestruz y del no querer saber paralizante que la Iglesia atraviesa. Francisco lo dice muy bien: “Hoy somos retados a mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto, y así poder resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo caminar”[3]. Sin estos nuevos pasos de la mano del Estado, la modernidad y la profesionalización, seguirán funcionando los viejos caminos, que hoy más que nunca resultan inoperantes, anacrónicos, estériles e incluso nocivos.


Alejandro Reinoso Medinelli


Notas

* Ricardo Capponi; Caminos de reparación. Ediciones UC, Santiago, 2022, 180 págs.
[1] Comisión UC para el análisis de la crisis de la Iglesia Católica en Chile. Comprendiendo la crisis de la Iglesia en Chile. Documento de análisis. 2020.
[2] La reunión, encabezada por el profesor Eduardo Valenzuela, entonces Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, fue realizada el 5 de septiembre de 2019.
[3] Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”, Vaticano, 31 de mayo de 2018.

Últimas Publicaciones

El lunes de madrugada, tras haber dado el Domingo de Resurrección la bendición Urbi et Orbe y saludado desde el balcón y el papamóvil a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Su Santidad Francisco partió a la casa del Padre. La noticia se extendió rápidamente y, a pesar de que sabíamos que su salud estaba muy frágil, causó mucha consternación. Se hace difícil asimilar que alguien con un mensaje tan vivo y una presencia tan poderosa en su sencillez, ya no está, y es inevitable recurrir a aquellas imágenes, frases y recuerdos que cada uno tiene especialmente grabados en su interior.
Poder reflexionar sobre las inquietudes que ocupan a la Iglesia y a sus pontífices es una vocación fundacional de la revista Humanitas , la que ha acompañado a lo largo de su historia a tres Papas. Acompañar a Francisco fue una tarea especial debido a la relevancia que fue adquiriendo la fuerza e identidad católica del continente latinoamericano. Compartimos a continuación algunos escritos que profundizaron, a lo largo de estos doce años, en diferentes aspectos de su pontificado.
Durante doce años Francisco fue el pastor de la Iglesia, un Papa argentino que llevó hasta el Vaticano lo mejor de la Iglesia de Latinoamérica: su sencillez, su espiritualidad, su actitud en permanente salida y su opción por estar junto a los últimos. Un Papa con voz firme y fuerte, pero que supo comunicar con ternura y sin enfrentamientos, humilde y franco, lleno de gestos y de sorpresas, que se fue haciendo anciano, pero que condujo la barca de Pedro con la fuerza de quien se deja mover por el Espíritu Santo.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero