6 de agosto de 2014: una fecha que nadie en Irak olvidará. El horror de lo vivido marcó la historia de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo.
Nada, ni la toma de la ciudad de Mosul el 10 de junio de 2014, ni la posterior proclamación del califato pocos días después, el 29 del mismo mes, hicieron prever lo que todavía restaba por ocurrir. Fueron días de terror que cambiaron profundamente el perfil de Qaraqosh, una ciudad que alguna vez fue descrita como un lugar de convivencia entre comunidades religiosas, incluida la comunidad cristiana, una de las más antiguas del mundo.
Los terroristas del autodenominado Estado Islámico (ISIS), liderados por Abu Bakr Al-Baghdadi, dieron una orden perentoria que nadie se atrevió a discutir. Un ultimátum ordenó a los cristianos de la ciudad a convertirse al Islam o a marcharse para salvar sus vidas.
La invasión de los yihadistas en la llanura de Nínive obligó que ese 6 de agosto toda la población cristiana huyera hacia el Kurdistán iraquí. Esa noche triste, filas de cristianos, familias completas que no dejaban a nadie atrás, abandonaron la ciudad, llevaban consigo poco y nada, e incluso eso lo tuvieron que abandonar en el camino. Pero sí llevaban en el corazón el convencimiento de que su fe, el cristianismo, era todo lo que necesitaban. Podrían haber renegado de su fe, convertirse al islam o pagar la jizya (impuesto que les permitía permanecer en el lugar, pero como ciudadanos de segunda categoría). Sin embargo, nadie dudó y eligieron la tercera opción, la más dura: abandonar inmediatamente la ciudad, dejar todo lo material sin mirar atrás y perseverar como cristianos. En las semanas siguientes continuó el éxodo de miles de cristianos. Sus casas fueron “marcadas” como viviendas susceptibles de ser expropiadas por los milicianos del Estado Islámico.
Cuesta imaginar esa caravana que en sólo horas vio derrumbarse todo su mundo y que llegó cansada y asustada a la ciudad de Erbil, buscando cobijo. Los habitantes debieron habilitar edificios, escuelas y lugares baldíos para albergarlos.
“La gente de aquí es como los olivos. Puedes talarlos, quemarlos, pero después de diez o veinte años seguirán dando frutos. Lo intentaron todo, pero nosotros permanecemos, y como Iglesia hacemos todo lo posible para dar una señal de esperanza”, obispo Nizar Semaan, arzobispo de Adiabene.
Lentamente, casi sin darse cuenta, Irak se fue vaciando de cristianos
Para los iraquíes, ya antes de la invasión yihadista, las cosas comenzaron a cambiar. Unos 20 años atrás, Mosul contaba con 100.000 cristianos, y se vivía en armonía, integrados en un tejido social donde la mayoría sunita convivía con chiítas, yazidíes y otras minorías. Sin embargo, el número de cristianos comenzó a disminuir después de la intervención militar encabezada por Estados Unidos que provocó la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003. Desde entonces, la violencia interreligiosa fue una constante y las familias se vieron enfrentadas a la disyuntiva de buscar refugio en otros lugares. Cuando llegó el Estado Islámico en 2014, muchos ya habían abandonado la ciudad y eran sólo unos 50.000 los cristianos que vivían en Mosul y unos 300.000 en toda la llanura de Nínive, en el noroeste del país.
Después del éxodo y a diez años de 2014, existía el temor de que si no se hacía nada, toda la comunidad abandonaría la llanura de Nínive y tal vez incluso el país. Gracias a los proyectos de reconstrucción patrocinados por la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN), las noticias han sido en gran medida positivas, según el arzobispo de Erbil, monseñor Bashar Warda, con quien tuvimos oportunidad de conversar en una conferencia en línea a principios de junio. “En 2014, teníamos 13.200 familias registradas. 9 mil de ellas regresaron luego de la caída de ISIS. Eso es algo por lo que debemos estar agradecidos. Los que se fueron debieron haber ido a Jordania, Líbano y Turquía, y luego al oeste”.
Aproximadamente la mitad de los cristianos de Qaraqosh, la ciudad exclusivamente cristiana más grande de Irak, cuya población huyó en masa cuando ISIS ocupó, también han regresado. “Antes de ISIS, teníamos 50.000 personas en Qaraqosh, y ahora tenemos quizás 25.000”, dijo el arzobispo católico sirio Nizar Semaan de Adiabene, también presente en la conferencia de prensa.
Son una presencia alentadora y que los llena de esperanza, pero aún es difícil que muchos otros tomen la decisión de regresar. En cuanto a los que lograron salir del país, los dos arzobispos católicos son conscientes de que hay pocas esperanzas de que regresen definitivamente, y afirman que sólo lo harán si se regulariza su situación en sus nuevos países, para que puedan escapar fácilmente si surge una nueva crisis. Aquellos que tienen hijos tienen incluso menos probabilidades de regresar, excepto en días festivos.
¿Qué los mueve a volver, a pesar de las dificultades económicas y la falta de seguridad?
Sin duda el amor a la patria y a sus raíces, pero también encuentran un naciente reconocimiento de los musulmanes a los cristianos, a quienes ven tan iraquíes como ellos. Esto se pudo ver en el viaje apostólico del Santo Padre en marzo del 2021, algo que marcó un punto de inflexión en las relaciones entre cristianos y musulmanes.
Muchos temían que la invasión de los militantes del Estado Islámico expulsaría a los cristianos de Irak para siempre. Pero diez años después, miles de cristianos regresaron a sus casas en la llanura de Nínive, reconstruidas con la ayuda de ACN, llevando consigo el amor a la Iglesia y la esperanza del Evangelio.
“No hay palabras para describir lo que experimentamos hace diez años. ISIS intentó erradicarnos, pero fracasó”, dijo el obispo Nizar Semaan, arzobispo de Adiabene, en el norte de Irak. “La gente de aquí es como los olivos. Puedes talarlos, quemarlos, pero después de diez o veinte años seguirán dando frutos. Lo intentaron todo, pero nosotros permanecemos, y como Iglesia hacemos todo lo posible para dar una señal de esperanza”.
Aunque la violencia ha disminuido en Irak, el arzobispo de Erbil, obispo Bashar Warda, que también asistió a la conferencia, dijo que la actual amenaza de un conflicto regional que involucre a Israel, Hamás, el Líbano y tal vez incluso Irán, deja a los cristianos temerosos, ya que son conscientes de que en estas situaciones a menudo se convierten en objetivos directos de los fundamentalistas o en objetivos colaterales en las guerras de otros. Estas divisiones también continúan manifestándose en la esfera política. “La tensión entre ciertas partes es alta, muy alta, y da la impresión de que podría pasar algo con lo que hay que tener cuidado y estar bien preparado, pero ahora no hemos visto que el conflicto se torne violento”.
“ISIS no nos quería aquí, pero tampoco quería a los chiítas. El problema con Irak es que estamos tratando de crear islas aisladas para cada comunidad, sin vida común. Eso es peligroso. Puedes vivir donde quieras, puedes estar orgulloso de tu identidad, pero no cierres tu isla a otras personas”, arzobispo Semaan.
En la imagen de archivo ACN, una familia abandona Mosul rumbo al campamento de Khazer.
Luchando contra una mentalidad de “isla”
La conversación con los dos obispos permitió entender las profundas huellas dejadas por la experiencia vivida. Volver a confiar es difícil, pero poco a poco más familias apuestan a ello. El arzobispo Semaan confirma que el propio ISIS ya no representa una amenaza grave para la comunidad cristiana, pero superar la mentalidad que lo generó es otra cuestión. “ISIS no nos quería aquí, pero tampoco quería a los chiítas. El problema con Irak es que estamos tratando de crear islas aisladas para cada comunidad, sin vida común. Eso es peligroso. Puedes vivir donde quieras, puedes estar orgulloso de tu identidad, pero no cierres tu isla a otras personas”.
“Hay dos maneras de deshacernos de esta mentalidad: primero, tenemos que centrarnos en la educación, no sólo con las escuelas cristianas, sino que tenemos que presionar al gobierno para que tenga un sistema educativo moderado que anime a la gente a respetar a los demás”, afirmó Dom Semaan. “La segunda manera: tener una constitución basada en la humanidad, no en la religión, ayudará a los cristianos a permanecer en Irak, a deshacerse de este miedo que siempre tenemos, los cristianos siempre se ven afectados”.
Como líderes de la Iglesia, los obispos están tratando de romper con esta mentalidad en sus propias comunidades. Al reconocer que los cristianos tenían acceso a mucha ayuda, no dudaron en tender la mano a otras comunidades que también la necesitaban:
Compartimos parte de esta ayuda con los musulmanes y yazidíes en los campos. Después de la derrota de ISIS, establecimos el Programa de Becas del Papa Francisco y preguntamos a ACN si podíamos incluir a yazidíes y musulmanes. Creo que evangelizamos compartiendo esta bondad con las personas, mostrándoles el evangelio de la solidaridad, les dejamos respirar a Cristo a través de las obras de bondad que compartimos con ellas,
explicó Mons. Warda, destacando que la educación es la clave para un futuro de convivencia, y por eso, la Iglesia católica ha invertido tanto en este campo.
“La Iglesia no es simplemente un refugio espiritual, sino un salvavidas para la gente”
Otra cosa en la que coinciden los prelados es que, independientemente de las dificultades que hayan enfrentado los cristianos en Irak, su fe y su amor por la Iglesia nunca han sido motivo de disputa.
Dice el arzobispo Warda:
Cuando organizamos cursos de teología para jóvenes desplazados, para estudiar y reflexionar sobre nuestra fe, se inscribieron más de 300 personas. Hay que entender que la gente está muy apegada a la Iglesia, cuando tiene un problema con la policía, o una situación médica, no acuden a los cargos electos, ni a los partidos políticos, acuden al obispo. Por eso los animo a ayudar pastoralmente a la Iglesia, porque si la Iglesia es fuerte, la comunidad se quedará. Aquí en Irak, ante cualquier experiencia que las familias experimenten, vienen a la Iglesia, y no hay horarios, la gente llama a cualquier hora y el sacerdote responde, no es solo un centro espiritual para misa y oración, todo está relacionado.
Otros podrían quejarse de este estilo de vida agotador, pero no estos obispos. “Nos hace sentir como si estuviéramos vivos. Nuestros teléfonos nunca están apagados, tenemos que contestar llamadas, tenemos que salir, abrir nuestras puertas a todos. Cualquiera puede comunicarse con nosotros fácilmente; vienes y llamas a la puerta”, dice el arzobispo Semaan. “Tratamos de darles todo lo que podemos. No es nuestro trabajo llamar a la policía, pero lo hacemos. No es nuestro trabajo darles cosas, pero lo hacemos. Mucha gente se dedica al servicio de la Iglesia, y cuando vemos muchos jóvenes en la Iglesia, damos gracias a Dios, porque esto es lo que significa ser Iglesia. Esta es la manera de mantener viva nuestra Iglesia”.
Para ACN, ver a la Iglesia en Irak viva y sana, a pesar de las reservas y los temores, es señal de un trabajo bien hecho. Regina Lynch, presidenta ejecutiva de ACN Internacional, señala que
Cuando ISIS invadió, los cristianos huyeron al Kurdistán, donde al menos estaban seguros, pero la mayoría de ellos no tenían nada. ACN fue la primera organización internacional en ayudarlos. En los años siguientes, ayudamos a cubrir las necesidades básicas de los desplazados, luego viviendas y finalmente reconstruir sus hogares para que aquellos que quisieran regresar a sus ciudades y pueblos, pudieran hacerlo una vez que ISIS hubiera sido repelido.
ACN lleva a cabo proyectos con la Iglesia en Irak desde 1972. En julio de 2014, fue la primera organización en ayudar y desde entonces, ha apoyado alrededor de 500 proyectos, desde ayuda humanitaria inmediata hasta reconstrucción y becas. Para más información sobre los proyectos de ayuda en Irak, visita www.acn-chile.org.