En esta reflexión el autor ha querido poner de relieve el contundente mensaje que entregó el Papa Francisco al comenzar el nuevo año. A diferencia de ocasiones anteriores, y a pesar de que no ha sido mayormente comentado, lo planteado tiene un fuerte tono programático que debiese resonar en sus interlocutores y motivar a la acción.

Foto de portada: El 17 de septiembre de 1961, el secretario general de la ONU Dag Hammarskjöld y otras quince personas murieron en un accidente aéreo camino a una misión de paz. Marc Chagall fue comisionado para realizar el memorial: la “Ventana de la paz” (1967) que mide 3.7 metros de altura y 4.6 metros de ancho, se encuentra en la sede de la ONU en Nueva York.

Este 1 de enero del 2022 se ha celebrado la Jornada Mundial de la Paz, edición número 55. Ininterrumpidamente desde 1968, cada comienzo de año los pontífices han mirado al mundo en sus afanes y vicisitudes y entregado un lema y un mensaje invitando a trabajar por y mantener la paz. Los caminos que han señalado siempre se han revestido del espíritu de un verdadero ecumenismo y con el estilo de una efectiva mediación entre el mensaje cristiano de la encarnación del Verbo –Dios que en Jesús toma la naturaleza humana– que acerca al mismo Dios al caminar del hombre: Dios penetra en las “zonas oscuras” y turbulentas de la condición humana, ha recordado el Papa Francisco el domingo 2 de enero en la cita dominical del mediodía con la Oración del Ángelus.

El mensaje de la paz de este 2022 recoge no solo el peso de la pandemia, sino también la carrera armamentista, los gastos que se observan en aumento por las tensiones que viven varios países, y cómo todo indica que en las agendas de las relaciones internacionales no se ha dejado de lado el método de los enfrentamientos armados para abordar los conflictos. Este nuevo mensaje propone tres grandes instrumentos con los que se podrá construir un camino y una cultura de la paz, con la convicción de que la educación a la paz propicia una ruta efectiva para solucionar los conflictos que mantienen tensionados a comunidades y países.

El lema para este 2022 es “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”. Para comprender la amplitud de su significado y alcance, vale la pena remontarse brevemente al año 1967 cuando el recordado san Pablo VI, a un año del cierre del Concilio Vaticano II, promulga la Encíclica Populorum progressio cuyo eje central fue el tema del desarrollo integral, señalándolo como el nuevo nombre de la paz. Con esto la novedosa Encíclica recoge de alguna manera la palabra ‘globalización’ aparecida por primera vez en el periódico The Economist en el año 1962. El mismo periódico que en su introducción al año 2020, cuando aún no se había manifestado la pandemia, anunció que ese año significaría un antes y un después para la economía, el comercio y las relaciones internacionales. No estuvo tan lejos.

Volviendo a Pablo VI, con el sentido profético que lo caracterizaba llama al mundo cristiano y a los hombres de buena voluntad a no descuidar los efectos que ha tenido la nueva manera de unificar criterios, desafíos y avances tecnológicos, y la concepción misma de la economía: han incrementado las desigualdades en varias áreas del planeta. La mirada al desarrollo integral se dirige a la comunidad internacional con una óptica planetaria, justamente porque en este nuevo fenómeno no solo las finanzas deberán tener sus propios alcances en las nuevas formas de trabajo unidas a los avances de la tecnología, sino también la solidaridad debe entrar en este nuevo circuito. Un signo en esta dirección se dio con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que enfoca esfuerzos en los pueblos del tercer mundo a partir del 0.70% del PIB, iniciativa que en 1970 aprueban las Naciones Unidas como compromiso de los países desarrollados en miras a reducir el hambre en zonas del planeta. La realidad ha sido que solo Alemania ha logrado mantener este nivel de compromiso. A los demás países aún le cuesta llegar al 0,50%. Hay que destacar de todas maneras que la sociedad civil de varios países sigue actuando en los circuitos de la cooperación internacional, y a la vez exige que el compromiso del 0.70% se haga efectivo.

“A los centros de investigaciones y sobre todo a las universidades católicas se les abre la posibilidad de promover encuentros, reflexiones y estudios para incentivar una nueva cultura del trabajo en que se hace urgente aprender a conjugar dimensiones tanto materiales como morales” 

Diálogo intergeneracional

“Los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes―; tampoco pueden prescindir de la voluntad de cada uno de nosotros de dar cabida al otro, de no pretender ocupar todo el escenario persiguiendo los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro”.

Esta cita es un punto clave del texto de Francisco, porque cuando se habla de diálogo entre generaciones, el pasado y el futuro por sí solos están obligados a confrontarse. Como personas humanas y civiles, jóvenes y adultos debemos tener conciencia que el único momento que está en nuestras manos es el momento presente y sin duda los alcances de un futuro mejor pasan necesariamente tanto por la experiencia de los adultos y del pasado con sus luces y sombras, como con el sueño y la utopía de los jóvenes. Tal vez nuestro Chile hoy, con una generación joven que ha obtenido la confianza del pueblo para gobernar, podrá hacer efectivo este método del diálogo intergeneracional. El recordado Mons. Silva Henríquez en su sueño de país del 19 de noviembre de 1991 pone de relieve con fuerza este concepto cuando señala: “La juventud es nuestra fuerza más hermosa. Ellos tienen el derecho a ser amados. Y tienen la responsabilidad de aprender a amar de un modo limpio y abierto”. Y en otra parte del texto se dirige a los adultos y exhorta a: “¡No abandonen a los jóvenes! ¡Escúchenlos, miren sus virtudes antes que sus defectos, muéstrenles con sus testimonios un estilo de vivir entusiasmante!”

Este diálogo no debería prescindir, por ejemplo, de configurar el futuro demográfico del país a partir de las tasas que miden cómo será el crecimiento de la población que se prevé en las próximas décadas. Cuando las expectativas de los años de vida aumentan, como es el caso de Chile, y la población no crece al mismo ritmo, se verificará que la población activa laboral no podrá garantizar suficientemente el crecimiento de la economía y absorber satisfactoriamente la seguridad social de la generación adulta en fuerte expansión.

Un diálogo intergeneracional debe ser abordado de una manera integral con todo lo que implica. 

La educación y la instrucción

“El presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años. Sin embargo, estas constituyen los principales vectores de un desarrollo humano integral: hacen a la persona más libre y responsable, y son indispensables para la defensa y la promoción de la paz. En otras palabras, la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso”.

Al mencionar la asignación de recursos por parte de los gobiernos para fines educativos, el mensaje del Papa Bergoglio señala que esto garantiza un crecimiento también cultural que integra los actores sociales entre sí, a partir de la familia, la vida escolar, las universidades y la comunidad nacional. Todo lo que promueve la cohesión social trabaja a favor de la paz. Al comienzo de los años 30, cuando nuevamente se levantaban vientos de guerra sobre Europa, en la correspondencia entre Freud y Einstein hay una frase que aún hoy tiene actualidad para inspirar a trabajar por la paz: todo lo que promueve la evolución civil trabaja en contra de la guerra.

Promover y asegurar el trabajo construye la paz

“El trabajo es un factor indispensable para construir y mantener la paz; es expresión de uno mismo y de los propios dones, pero también es compromiso, esfuerzo, colaboración con otros, porque se trabaja siempre con o por alguien. En esta perspectiva marcadamente social, el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y hermoso”.

Unida a esta mirada esperanzadora del trabajo, el mensaje pone en evidencia también lo que ha sucedido como consecuencia del Covid-19, en que son muchas las actividades económicas que han cerrado o que dificultad para mantenerse. Además, la realidad de la migración, por lo general ligada a la economía informal, ha visto acentuados sus riesgos e incertidumbres. 

Las políticas gubernamentales pueden realizar una buena y justa tarea promoviendo iniciativas e incentivos para estimular la creación de nuevos puestos de trabajo, considerando con oportunas medidas a aquellos sectores de la sociedad civil cuando asumen roles socio-productivos, especialmente en aquellas áreas donde se privilegian fines no estrictamente económicos. 

A los centros de investigaciones y sobre todo a las universidades católicas se les abre la posibilidad de promover encuentros, reflexiones y estudios para incentivar una nueva cultura del trabajo en que se hace urgente aprender a conjugar dimensiones tanto materiales como morales, ligadas a este aspecto primordial de la vocación humana para establecer puentes de encuentro. 

¿Un manifiesto, para el Chile de hoy?

Una experiencia que podría servir de inspiración para implementar y dar forma a este llamado papal es la iniciativa que se desarrolló entre mayo 2019 y enero 2020 en Italia, cuando a raíz del mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, importantes exponentes de la sociedad industrial, económica, civil y eclesial de la sociedad italiana se plantearon el cómo seguir siendo comunidad de personas, frente a la metáfora de la red y las redes, que junto al acceso al conocimiento que ofrece muy a menudo es cómplice de una distorsión de la verdad. Esto tiene consecuencias justamente sobre la paz y las relaciones, tanto a niveles de personas como de comunidades, y a nivel internacional con los macro-equilibrios que la mantención de la paz requiere. Las tensiones comerciales que viven China y Estados Unidos son un ejemplo de cómo la red domina y condiciona las relaciones, especialmente entre las grandes potencias. 

El resultado de esa reflexión y trabajo, el “Manifiesto de Asís” (enero 2020), plantea en diez puntos el cómo pensar la nueva cultura económica, política y social rescatando la idea de la red como un bien común (punto 8) o también la reivindicación del primado de la conciencia borrando la violencia que se aloja en los sitios web y blogs (punto 4). Como referencia de reacciones a este manifiesto merece ser mencionado uno de los promotores de este, el gerente general y CEO de Enel Francesco Starace, quien planteó que la elección de apuntar a producir energía limpia en diez años ha multiplicado la difusión de la compañía Enel en el mundo y aumentado de valor, lo que se une al tener como idea principal que el crear energía verde equivale a generar una riqueza y al mismo tiempo un mayor grado de igualdad social. 

A partir de este nuevo mensaje 2022 se desprende una lectura actualiza del tema de la paz unido a la noción de desarrollo integral, con las tres grandes connotaciones que en esta oportunidad solo mencionamos en forma somera. Interesante resultaría una profundización con la promoción de iniciativas específicas.

En esa línea, ¿será posible, o es una utopía, lograr una suerte de ‘’carta común’’ o un manifiesto con la adhesión de sectores de la economía, la industria, la sociedad civil y eclesial que marque el camino hacia la paz? Sin duda que la redacción de la nueva Carta Constitucional también tiene amplios espacios donde principios e instrumentos para construir la paz tengan una adecuada cabida.

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