El 23 de septiembre del año 2020 falleció Gabriel Guarda Geywitz OSB, el cual había realizado una amplia carrera dedicada a la investigación patrimonial desde la historia, la arquitectura y la teología. El religioso dejó un legado de valiosos documentos, una biblioteca y objetos personales al Monasterio Benedictino de Las Condes, del cual fue superior y miembro durante 55 años.
Humanitas 2023, CV, págs. 646 - 655
El 23 de septiembre del año 2020 falleció Gabriel Guarda Geywitz OSB, el cual había realizado una amplia carrera dedicada a la investigación patrimonial desde la historia, la arquitectura y la teología. El religioso dejó un legado de valiosos documentos, una biblioteca y objetos personales al Monasterio Benedictino de Las Condes, del cual fue superior y miembro durante 55 años.
Las investigaciones de Gabriel Guarda estuvieron motivadas por el estudio significativo del espacio, como sentido configurador de la historia, ya sea tanto desde una visión arquitectónica como urbana. El monje sostuvo que la historia no solo enmarca la realidad de un pueblo en sus aspectos generales, sino más bien en las particularidades de la vida ordinaria. Por eso, sus libros, cartas y crónicas dan cuenta de la riqueza de esas relaciones humanas que descubren la historia privada de una sociedad.[1]
El prefacio de La sociedad austral antes de la colonización alemana (1645-1850) desarrolla la idea antes mencionada:
Habiéndose abordado por la historiografía nacional, dentro de una visión acusadamente centralista, la realidad de Santiago y la zona central, el presente estudio manifiesta otra hasta ahora poco conocida, contribuyendo a completar con nuevos antecedentes el espectro del cuadro social de Chile.[2]
Los estudios de Gabriel Guarda se enfocaron al registro de comunidades o ciudades concretas, pero no en personas vivas, sino en la cultura material que se desprende de sus construcciones.
Los estudios de Gabriel Guarda se enfocaron al registro de comunidades o ciudades concretas, pero no en personas vivas, sino en la cultura material que se desprende de sus construcciones. Se podría decir que sus investigaciones sobre las puertas, las vigas, los muebles o la decoración constituyen un estudio sobre una identidad no desvelada del ser patrimonial de comunidades y de momentos históricos relevantes del ser nacional.
Habiendo pasado ya tres años de su muerte, se ha creado un archivo en el Monasterio Benedictino de Las Condes que reúne sus investigaciones, papeles y objetos personales. El presente escrito pretende mostrar aquellos valores que transparentan los distintos soportes presentes en dicho archivo personal, el cual crece en base a donaciones realizadas por particulares.
La materialidad como registro inmaterial de la vida urbana
Durante su vida, Gabriel Guarda intentó transparentar la historia no contada de pequeñas comunidades, iglesias o inmuebles mediante un estudio histórico-arquitectónico de la belleza. La armonía, la proporción de las construcciones y la materialidad le impresionaron profundamente. En su libro La tradición de la madera (1995) acota: “En Valdivia las estructuras de madera se revisten de metal: ello les da a las construcciones una pulida terminación, propia de un refinado estilo urbano, muy relacionado con su carácter portuario”[3]. Este libro va descubriendo ciertos tópicos reiterativos en su forma mentis: el gusto por la colonización española y alemana, la belleza como coordenada de investigación y el valor de la conservación y el resguardo patrimonial. Lo anterior constituye un elemento relevante al transparentar sus precomprensiones hermenéuticas. Sin duda esta metodología hunde sus raíces en un concepto de historia y de arte que el Premio Nacional de Historia manejaba desde sus comienzos como investigador.
El registro humano de personas, situaciones o hechos que implícitamente van acompañando lo material da cuenta de una constatación fundamental: el valor de la tradición, de quienes participaron en ella y cómo esta llega a nuestros días. Es decir, la relevancia del legado heredado.
El año 1953, Gabriel recibió el premio otorgado por la ciudad de Valdivia con motivo de su centenario. Ese año nace la primera Historia de Valdivia, que varias décadas más adelante completará. Este libro marcó un rumbo a seguir. La Edad Media en Chile (2016) lo finalizó aparentemente. Sin embargo, ¿cuál fue el significado que le dio a la historia? ¿Cuál es el enfoque de su trabajo arquitectónico? ¿Qué sucede con las comunidades donde realizó sus investigaciones? Estas preguntas y otras surgen al intentar abordar críticamente su pensamiento mediante la revisión de sus papeles. Una respuesta a estas preguntas se encuentra en pensar que este religioso benedictino fue un hombre fuertemente enraizado en dos pasiones: la historia y la arquitectura. Su preocupación radicaba en pensar el “habitar” el espacio desde la materialidad de la cultura. Por ello, una axiología implícita en su obra es la memoria que da sentido al futuro.
El registro humano de personas, situaciones o hechos que implícitamente van acompañando lo material, da cuenta de una constatación fundamental: el valor de la tradición, de quienes participaron en ella y cómo esta llega a nuestros días. Es decir, la relevancia del legado heredado.
El valor de la memoria en la obra documental de Gabriel Guarda
El conjunto documental de Gabriel Guarda aborda varias capas de las percepciones del ser humano. Estas son la memoria, la historia y el olvido. El filósofo Paul Ricoeur señala que dentro de esta tríada la memoria es fundamental, pues alude a dos preguntas fundamentales: ¿de qué hay recuerdo? Y ¿de quién es la memoria?[4] Por ello, la primera interrogante hace referencia a una materialidad o inmaterialidad que puede estar contenida significativamente en su obra documental. En cambio, la segunda pregunta alude a la subjetividad de quien recuerda. En este caso, Gabriel Guarda.
Hablar de memoria hace referencia a la capacidad de almacenar y traer al presente los recuerdos.
Del mismo modo, el patrimonio documental constituye un ejercicio marcado por el preservar y revelar la información. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura define el patrimonio documental como
(...) parte significativa y concreta de la memoria colectiva de los pueblos del mundo. Representa una parte importante del patrimonio cultural y se constituye por todas aquellas manifestaciones registradas que dan cuenta de la evolución del pensamiento, de los descubrimientos y de los logros de la sociedad.[5]
Hablar de memoria hace referencia a la capacidad de almacenar y traer al presente los recuerdos. Del mismo modo, el patrimonio documental constituye un ejercicio marcado por el preservar y revelar la información.
Es así como a lo largo de su vida, Gabriel Guarda produjo una gran diversidad de elementos documentales, tales como dibujos, correspondencia, cartografías, diapositivas, fichas informativas, información histórica, factura arquitectónica y estudios sobre ordenación urbana, entre otros. Pero también escritos menos conocidos, como sus crónicas de viajes[6], las cuales explicitan, en su mayoría, una metodología investigativa. Esta es relevante en sus indagaciones geográficas, pues nacen como una forma de catalogar y de transmitir a las generaciones futuras ciertas informaciones que consideró debían ser conservadas por escrito. Más adelante se plasmarán en libros dedicados a ciudades como Valdivia, Osorno, Chiloé, el lago Llanquihue, Colchagua y el Valle de Elqui.
Este método de investigación ya puede considerarse como un preludio archivístico, pues revela por una parte una intención de perpetuidad de los hallazgos encontrados; y por otra, un deseo de conservación material de aquellas construcciones en peligro de desaparecer.
El registro material de Gabriel Guarda en su producción literaria o la explicitación de la monumentalidad del pasado
Gabriel Guarda comienza a impartir a finales de los años setenta una asignatura llamada “Historia urbana del Reino de Chile”. Asisten a su clase 20 alumnos aproximadamente, en la casona del Campus Lo Contador. Este curso rápidamente se transforma en un curso monográfico –en modalidad de viaje–. Los alumnos se trasladan fuera de Santiago a zonas con un potencial patrimonial relevante. A partir de ello, se elabora un método de trabajo, el cual tiene en vista la elaboración de un libro de registro de la información recabada, atendiendo a un territorio de estudio lo más amplio posible. El interés está dado por el patrimonio monumental (efímero) de casas, iglesias, construcciones, etc., cuya factura es generalmente en madera y responde al período colonial o a la llegada de población extranjera al sur de Chile. Sus libros sobre Colchagua y el Valle de Elqui incorporan otras características arquitectónicas y culturales a lo mencionado anteriormente.
Amaya Irarrázaval Zegers[7[ ha descrito la metodología de investigación patrimonial del estudioso en las siguientes etapas:
1. Visita del lugar por parte de Gabriel Guarda durante los meses de verano, selección de los posibles levantamientos patrimoniales y conversación con los dueños de los inmuebles.
2. Viaje organizado por sus ayudantes (mes de abril o mayo). Duración de una semana del trabajo de campo (lunes a viernes).
3. Levantamiento arquitectónico de casas, iglesias u otros inmuebles por parte de alumnos del curso.
4. Vuelta a Santiago con el material recolectado.
5. Asignación de un inmueble a cada alumno, de forma de realizar un plano completo de este.
6. Corrección en el Monasterio de estos planos o levantamientos por parte de Gabriel Guarda.
7. Elaboración de un texto introductorio en base a materiales recopilados con anticipación por parte del estudioso benedictino.
8. Diseño y maqueta de un libro de patrimonio arquitectónico geográfico.
Estos años de investigación académica permitieron al monje benedictino acumular gran cantidad de documentos de todo tipo de soportes. Un primer inventario de su legado ha permitido distinguir ciertos criterios personales de catalogación y de ordenamiento de la información.
1) Criterio territorial: bajo el formato de carpetas ha ordenado cartas, mapas, levantamiento, certificados, fotos, manuscritos, etc., teniendo presente las zonas geográficas ordenadas: Valdivia, Osorno, Chiloé, Cautín, Valle del Elqui y Colchagua.
2) Criterio documental: la revisión de archivos públicos y privados ha dado origen a una gran cantidad de fichas bibliográficas en las cuales aparecen datos, citaciones y comentarios históricos, geográficos, arquitectónicos o de orden patrimonial.
3) Criterio de gestión: la elaboración de diversos proyectos de conservación, preservación o de puesta en valor es articulada en carpetas donde aparecen todas las indagaciones, consultas o peticiones referidas a diversos hitos patrimoniales.
4) Criterio de uso y consulta: los libros de la biblioteca personal de Gabriel Guarda se encuentran bajo la lógica de material básico de consulta e investigación. Estos son de todo tipo: diccionarios, catálogos, almanaques, revistas, etc.
5) Criterio de corrección: los libros escritos por él se encuentran en formato de corrección y de edición, de manera de pensar siempre en una posible reedición de estos. El primero es una edición casera elaborada por él mismo, donde va corrigiendo errores tipográficos o de precisión histórica o conceptual. Los segundos son libros ya publicados, pero que poseen diversas marcas donde se da cuenta de fallos de tipografía y personales.
Sin duda, todavía se requiere de mucho estudio para llegar a una lógica desarrollada de su concepto archivístico. Sin embargo, Gabriel Guarda sentía una fascinación por la materialidad de los objetos, el diseño y la funcionalidad de estos, lo cual revela su honda consideración estética de la vida cotidiana de quienes habitaron dichos espacios. El hecho de documentar, recopilar y crear instancias patrimoniales revela un gesto archivístico que nace de una intención de perpetuidad y de conservación del llamado patrimonio efímero. Pero, también, de su propia tradición monástica, la cual desde antiguo registra las actividades realizadas día a día en la vida religiosa mediante una crónica[8]. Por ello, con justa razón Emma de Ramón[9] afirma que estos registros se transforman en un “instrumento de la memoria”, a través de los cuales podemos conocer diversos aspectos de la obra de Guarda, pero al mismo tiempo y de forma indirecta, devela la vida encarnada de comunidades, el acontecer nacional, las tradiciones y saberes de esos grupos humanos, metodologías de investigación, entre otros muchos aspectos que son parte de la memoria y de la identidad de distintos colectivos.
Gabriel Guarda sentía una fascinación por la materialidad de los objetos, el diseño y la funcionalidad de estos. Lo cual revela su honda consideración estética de la vida cotidiana de quienes habitaron dichos espacios.
Un archivo personal que conserve y salvaguarde el legado de Gabriel Guarda
El Premio Nacional de Historia dejó un legado de 25 cajas de cartón y de plástico con carpetas que contienen material de investigación; 30 cajas de metal con diapositivas; 2 cajas de fotos personales; 6 cajas de objetos personales, planos, levantamiento de edificios y dibujos sin contabilizar; 5 cajas de pruebas de imprentas; una biblioteca personal; publicaciones menores (comentarios, resúmenes, recensiones, etc.), y otros soportes documentales (disquetes, disco duro de computador personal, CD y casetes) a su heredero natural: el Monasterio.
La abadía de la Santísima Trinidad se planteó de inmediato la pregunta sobre qué hacer con estos materiales y de qué manera podría ser de interés para el mundo académico y el público en general, teniendo en cuenta los valores antes descritos.
Es así como nació la idea de crear un archivo dedicado al legado de este religioso. Sin embargo, un archivo puede ser pensado en distintos niveles, ya sea como un archivo comunitario o como un archivo personal.
El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes señala:
Un archivo es un conjunto orgánico de documentos originales en cualquier soporte y formato, producido por instituciones o particulares –personas o grupos– en el desarrollo de sus funciones o actividades. A la vez, un archivo también es el espacio que resguarda aquellos conjuntos documentales que dejan constancia, documentan e ilustran las acciones de individuos, familias, organizaciones y dependencias del Estado.[10]
El Premio Nacional de Historia dejó un legado de 25 cajas de cartón y de plástico con carpetas que contienen material de investigación; 30 cajas de metal con diapositivas; 2 cajas de fotos personales; 6 cajas de objetos personales, planos, levantamiento de edificios y dibujos sin contabilizar; 5 cajas de pruebas de imprentas; una biblioteca personal; publicaciones menores, y otros soportes documentales, a su heredero natural: el Monasterio.
Un archivo comunitario expresa la identidad colectiva de un conjunto de personas. Es una forma de relación e interacción que tiene la comunidad con su memoria, identidad, patrimonio y conocimiento[11]. También es una proyección de la comunidad al medio donde se encuentra inserta, en donde busca preservar y dar a conocer parte de su identidad. La idea anterior es relevante, ya que un archivo comunitario refleja lo privado e íntimo de las diversas comunidades. Es parte de lo que Daniela Marsal llama el patrimonio no oficial, es decir, aquellos “(…) elementos, prácticas y lugares utilizados por grupos a nivel local que crean identidad y sentido de pertenencia”[12].
Dentro de este contexto, cabe preguntarse si el archivo documental de Gabriel Guarda ¿posee solo un nivel material en consonancia con los soportes que resguarda? ¿Es una radiografía de un momento histórico o da cuenta de la erudición de una persona?
Ante todo, se puede afirmar que el archivo Gabriel Guarda responde a una lógica personal inserta en una comunidad definida: el Monasterio Benedictino de Las Condes. La significación de este reúne la conjunción de varios elementos: una profesión: arquitecto. Un deseo: rescatar el legado del pasado de Chile.[13] Un anhelo: el redescubrimiento de la belleza como orden estético de la realidad; y una vocación religiosa que le otorga una óptica de comprensión de todo lo antes mencionado.
Un párrafo autobiográfico podría sintetizar el valor de lo históricoartístico en la persona de Gabriel Guarda y el interés por develar la real significación de su investigación: “A esta luz, el sacerdocio y su ministerio, la arquitectura y los estudios históricos, todo visto desde el ángulo del monasterio, tienen características propias y se ordenan a un fin armónico, en que todo se armoniza desde un punto de vista sobrenatural”.[14]
Conclusión
La persona de Gabriel Guarda permite descubrir, entre otros aspectos, los inicios del método de investigación patrimonial en Chile, y establecer un marco referencial de cómo nos enfrentamos hoy en día a él.
La sistematización del fondo documental de Gabriel Guarda es importante en términos patrimoniales; ya sea por la información y el soporte que presenta, o porque da cuenta de la memoria colectiva de un religioso de una comunidad en particular (Monasterio benedictino) y de las relaciones patrimoniales que estableció con otras comunidades urbanas (Valdivia, Osorno, Chiloé, etc.), instituciones (museos, corporaciones y agrupaciones) y personas del ámbito patrimonial. Este conjunto de documentos revela al investigador como sujeto garante del patrimonio, y en especial el papel que le cupo en los albores del rescate y de la conservación de la arquitectura en madera vinculada a la colonización española y alemana.
Estos aspectos son importantes de dar a conocer a la comunidad académica y al público en general; desde el valor mismo de su documentación personal como del carácter inmaterial que subyace a él.