El miércoles 23 de agosto, el Instituto de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), el Instituto Teológico Egidio Viganó, de la Universidad Católica Silva Henríquez, y la Facultad de Teología de la Universidad Católica, realizaron el lanzamiento del libro homenaje “Tony Mifsud: vida plena y compromiso”, en el Aula Magna de la UAH.
El libro es un estudio riguroso de una obra cargada de valor, de belleza, de compromiso, de plenitud, de una vida dedicada a la formación de la libertad, la conciencia, el discernimiento, la apertura a la realidad de una persona buena, brillante, afable, acogedora, compasiva y valiente. Compartimos la presentación que realizó Rodrigo Polanco.
Anthony Mifsud S.J. fue un destacado profesor de teología moral en nuestra Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estuvo, en total, más de 30 años en la facultad, pero divididos en tres períodos. Complementando a menudo su presencia allí con otros trabajos que la Compañía de Jesús le pedía, y que siempre cumplió con ese amor y servicio que lo caracterizaban. Estuvo en la facultad entre 1981 y 1995; luego, entre 1999 y 2008; y finalmente entre 2011 y 2015. Su tarea fue dar clases en nuestros programas de Licenciatura y de Magíster en Teología, además de múltiples colaboraciones en libros, artículos, conferencias, coloquios, seminarios y congresos. Varios de los actuales profesores de nuestra Facultad –entre los cuales me cuento yo– fuimos estudiantes suyos. Muchos de sus exalumnos recordamos con gran aprecio sus clases, al igual que su muy famoso manual de teología moral, Moral de Discernimiento, en cuatro volúmenes. Estos fueron una lectura obligada de tantas generaciones de estudiantes del país y de toda Latinoamérica, para formarse en la reflexión ética, en el desarrollo de la conciencia y en el aprendizaje de lo que significa el discernimiento en el ámbito de la moral.
Por todo ello, como Facultad de Teología y como Colección Editorial Anales de la Facultad de Teología nos alegramos mucho de haber colaborado en la publicación de este merecido homenaje a Tony. Y hablo aquí también a nombre del decano de la Facultad de Teología, profesor Fernando Berríos, que no ha podido asistir hoy, por encontrarse fuera de Chile, pero me ha pedido que extienda sus saludos a todos los presentes.
Agradezco a Carolina Montero, académica investigadora y docente de la Universidad Católica Silva Henríquez (Santiago, Chile), y a Francisco Javier de la Torre, director del Departamento de Teología Moral y Praxis de la Vida Cristiana de la Universidad Pontificia Comillas (España), que han coordinado la edición de este libro, realizado por nueve destacados profesores, que han querido relevar con sus estudios y trabajos algunos de los grandes aportes que Tony ha hecho al desarrollo de la teología moral, además de presentar los rasgos más importantes de su vida y ministerio sacerdotal. Y ha sido una obra conjunta de la Editorial Dykinson, de la Provincia chilena de la Compañía de Jesús, y de Anales de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Este libro constituye un merecido homenaje que compañeros jesuitas, varios destacados moralistas y algunos exalumnos suyos le han preparado como reconocimiento a su calidad humana y académica, como acto de gratitud por su cualidad de formador e intelectual y porque influyó, de manera decisiva, en muchos aspectos de la teología moral en América Latina. El título del libro, Tony Mifsud: Vida plena y compromiso, creo que expresa elocuentemente lo que Tony fue para todos nosotros.
Tony, en verdad, merecía que se le hiciera este homenaje, por varias razones. En primer lugar, porque el libro destaca algunas dimensiones de la teología moral que él desarrolló con mayor dedicación, como son, por ejemplo, sus trabajos sobre el discernimiento ético (Informe Ethos), sus estudios sobre el pecado social (en las publicaciones de ILADES) y, en los últimos años, sus aportes para comprender, de una nueva manera, y de forma más auténtica, la sexualidad humana, en su libro: Homosexualidad: una nueva comprensión desde el ethos cristiano.
En segundo lugar, es un reconocimiento a Tony como educador. De hecho, fue un muy buen profesor: claro en sus exposiciones, profundo en su discernimiento, valiente en algunas de las decisiones éticas que había que tomar, y siempre iluminador para los que lo escuchaban. En ese sentido, Tony era un académico que no estaba centrado en el contenido –si bien este era importante–, sino más bien en que el o la estudiante, o la persona que lo escuchase o leyese, pudiese aprender ella misma –es decir, por sí misma– a discernir frente a nuevas situaciones. Esto es especialmente relevante en el campo de la ética, en que, precisamente, nunca una situación es exactamente igual a la otra y donde siempre cada uno de nosotros ha de hacer su propio discernimiento antes de actuar. En ese sentido, el título de su célebre manual lo retrata cabalmente: moral de discernimiento.
En tercer lugar, pensando en los estudiantes, pero, más aún, en toda la Iglesia, pueblo de Dios, la obra de Tony Mifsud queda como un llamado a nunca dejar de pensar y de discernir. En efecto, en un momento en que experimentamos fuertes crisis en la Iglesia, en donde asistimos a enormes transformaciones en el ámbito social, político, cultural y religioso, se percibe lo inmensamente actual de una voz que apela y que enseña a discernir ante los desafíos que nos plantea cada nueva situación. El ejemplo y la obra de Tony Mifsud son un gran aliciente para seguir pensando, de un modo siempre nuevo, la fe, la teología y la ética, a fin de que nuestra misión responda más adecuadamente a los desafíos de una realidad cambiante. Tony lo hizo no solo con sus palabras, en sus clases o libros, sino que, de alguna manera, también con su propia vida: él salía al encuentro del desafío, lo estudiaba en todos sus aspectos lo más profundamente posible, y no le tenía miedo a proponer una solución posible, necesaria, aunque siempre provisoria. Por otra parte, su discernimiento ético era integrador de la teología, de la situación y de la espiritualidad, como bien ha quedado demostrado en algunos de los trabajos que se publican en este libro. En un momento histórico en que se cuestionan o exacerban las identidades, en que tambalean muchos aspectos de la realidad, es enriquecedor y estimulante encontrar a alguien que nos ayude a pensar de manera inclusiva, para un actuar más fecundo.
Pero este homenaje a un profesor jesuita de la Facultad de Teología de la Universidad Católica tiene también un valor, y es muy significativo, en un sentido todavía más amplio. Muestra la profunda comunión en la misión, en el servicio y en el desarrollo del pensamiento que han tenido, desde hace casi 90 años, la Compañía de Jesús y la Facultad de Teología. En efecto, desde la fundación de la Facultad, en el año 1935, esta se ha nutrido de muy calificados profesores jesuitas. Cuatro de nuestros decanos han pertenecido a la Compañía de Jesús, como, por ejemplo, el padre Juan Ochagavía, que además tuvo un papel relevante en la renovación de los estudios de la Facultad después del concilio. También, una cantidad bastante grande de estudiantes jesuitas se han formado en nuestra Facultad, y en los últimos años habían estado viniendo estudiantes de las diversas provincias latinoamericanas de la Compañía. Y esperamos que, de alguna manera, eso en el futuro pueda retomarse. Su presencia ha sido siempre estimulante, con preguntas, cuestionamientos y desarrollos que amplían la mirada y obligan a pensar mejor nuestra propia fe. Varios de esos estudiantes han continuado luego como profesores de la misma Facultad. Algunos incluso han dedicado toda su vida a la Facultad, y otros, muy a pesar nuestro, la han dejado para, por ejemplo, ser rector de esta universidad Alberto Hurtado, como nuestro estimado Eduardo Silva. La presencia de numerosos y muy bien calificados profesores jesuitas, antiguos y actuales, docentes o investigadores, ha prestigiado a la misma Facultad. Esta comunión de casi 90 años –entre la Compañía y la Facultad– para pensar juntos la fe al servicio de la Iglesia y del mundo, más allá de las eventualidades propias de la vida o de la fragilidad humana, ha sido un bien para todos y es nuestro compromiso no solo mantenerla, sino también acrecentarla cada día más.
Y Tony Mifsud fue uno de estos numerosos y recordados profesores que con su presencia colaboró en nuestra tarea docente; y, sobre todo, pudo entregar algo muy central del carisma ignaciano, al elaborar –por sugerencia de su propio maestro, Marciano Vidal– una moral que se fundamentara en el discernimiento, pero un discernimiento con las características ignacianas. Esto es, un discernimiento que nace de Jesús, que está marcado por la disponibilidad, que toma en serio el contexto, y que se transforma en seguimiento constante, paciente, pero indeclinable.
En síntesis, este libro hace justicia y destaca a uno de los grandes profesores que ha tenido nuestra facultad; hace justicia a un jesuita notable, que ha sido maestro del discernimiento; y releva a un teólogo moral que echaremos de menos en una época de tantos desafíos éticos. Ojalá este libro pueda servir para que nuevas generaciones de estudiantes se adentren con afecto, seriedad y competencia en el estudio y la investigación de la moral, al estilo de este maestro, lúcido y competente, como fue Tony Mifsud. En él la Facultad vio siempre a un teólogo que hacía brillar el carisma de san Ignacio, que mostraba un talante admirable, que exhibía los frutos y el por qué ha sido tan importante el apostolado intelectual de la Compañía. Tony abrió el camino a muchos estudiantes para adentrarse en la teología y dejó un imborrable testimonio de hombre, de amigo y de jesuita en la facultad.
No queda más que leer ahora esta obra, pero con el mismo espíritu con que se escribió: como un acto de gratitud a un profesor que, después de su muerte, sigue estando presente con su legado vital, apostólico e intelectual. Muchas gracias.
Rodrigo Polanco
Director Anales de la Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile