Monseñor Eduardo Pironio fue cardenal de la Iglesia en Argentina y considerado por san Óscar Romero como uno de los “padres de la Iglesia latinoamericana”. Sus elaboraciones teológicas han sido ubicadas dentro de una de las cuatro ramas de la Teología de la Liberación, denominada por Juan Carlos Scannone “Teología de la Liberación desde la Praxis Pastoral”, basada en la doctrina social de la iglesia. Fue prefecto de Vida Consagrada y presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, asistió al Concilio Vaticano II y a los cónclaves de 1978, y fue precursor de las jornadas mundiales de la juventud. Fue declarado siervo de Dios por el Papa Benedicto XVI en el año 2006 y reconocido venerable a principios de 2022; el pasado 8 de noviembre fue aprobado el decreto del Dicasterio para las Causas de los Santos que reconoce el milagro atribuido a su intercesión, por lo que será beatificado el próximo 16 de diciembre.

Eduardo Francisco Pironio nació en la provincia de Buenos Aires el 3 de diciembre de 1920, siendo el hijo número 22 de un matrimonio de inmigrantes italianos, Giuseppe Pironio y Enrica Rosa Buttazzoni. Su madre habría recibido la gracia de su curación de parte de la Virgen de Luján lo que le permitió tener más de un solo hijo.

A los 18 años ingresó al seminario San José de La Plata, de donde egresó 5 años despuZés. Con 23 años fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora de Luján y pasó a desempeñarse como docente en el Seminario Pío XII de Mercedes en la provincia de Buenos Aires. Por 15 años se dedicaría a la formación de futuros sacerdotes.

Entre 1953 y 1955 cursó la licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma. Su Tesis versó acerca de “La Paternidad Divina en los escritos de Dom Columba Marmion”.

A su retorno a la Argentina, continuó su trabajo como formador en los seminarios de Mercedes y de La Plata, hasta su nombramiento como vicario general. El 8 de diciembre de 1958, Pironio fundó el Instituto Secular Misioneras de Jesucristo Sacerdote.

A partir de 1960, fue rector y profesor del Seminario Metropolitano de Villa Devoto en la Arquidiócesis de Buenos Aires y, simultáneamente, fue miembro y decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, cargos que ocuparía hasta 1963 inclusive. El Papa Juan XXIII lo designó para participar en la segunda sesión del Concilio Vaticano II en calidad de perito. Y luego, una vez consagrado obispo en 1964, participó en carácter de Padre conciliar en las sesiones tercera y cuarta.

Fue consagrado obispo el año 1964 en la Basílica de Nuestra Señora de Luján y eligió como lema episcopal “Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria” (Cor 1, 27). El tema de la esperanza estaría presente de forma continua en su predicación y en sus escritos.

Trabajó en la Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) durante muchos años, primero como secretario general (1967-1972) y luego como presidente desde noviembre de 1972. Esto lo puso en posición de oficiar de secretario general en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (24 de agosto al 6 de setiembre de 1968), caracterizada por su énfasis en la opción pastoral por los más necesitados. Su figura fue muy relevante para ese acontecimiento eclesial y sus aportes dieron un marco de referencia de los pastores allí reunidos. Más tarde participó de la III y de la IV Conferencia, que tuvieron lugar en Puebla (1979), y en Santo Domingo (1992) respectivamente.

En la década de los 70 y ante el clima de violencia política vivido en Argentina, el cardenal Pironio recibió diversas amenazas, aunque no se sabe si provenían de organizaciones de derecha, quienes lo tildaban de “montonero” debido a su prédica a favor de los más necesitados, o de organizaciones guerrilleras que no se identificaban con el magisterio de conciliación de la Iglesia. En esos años murieron asesinados algunos de sus amigos cercanos como al padre Carlos Mugica en 1974, o a la decana de la Universidad Católica de Mar del Plata, María del Carmen Maggi, en 1975.

En 1975 el gobierno de María Estela Martínez de Perón le habría ofrecido a monseñor Pironio proveerle custodia personal, oferta que rechazó argumentando:

No puedo aceptar eso. Primero, porque confío en la protección de Dios. Segundo, porque considero inaceptable que un obispo desarrolle su labor rodeado de guardaespaldas. En tercer lugar, porque pueden atentar y no solo matarme a mí, sino matar a un custodio; y su vida vale tanto como la mía.

Como consecuencia de dichas amenazas, en 1975 la Santa Sede decidió trasladarlo a Roma.

El Papa Pablo VI lo creó cardenal en 1976 y se desempeñó como prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, donde permanecería hasta 1984. Pablo VI tuvo gran empatía con Pironio​ e hizo de él su confesor personal.

En 1996 Juan Pablo II lo designó presidente del Pontificio Consejo para los Laicos.

A pesar de que en sus visitas a Argentina se negó a recibir a familiares de las víctimas de la represión del gobierno de Jorge Rafael Videla, ni a organizaciones de derechos humanos, se considera a Pironio uno de los más influyentes en la toma de posición de la Santa Sede ante el régimen militar argentino en relación con el drama de los desaparecidos.

Como presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Eduardo Pironio realizó la propuesta de instituir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), de la cual se lo considera cofundador.​ El cardenal fue el responsable de esas jornadas y acompañó a Juan Pablo II en Buenos Aires (1987), Santiago de Compostela (1989), Częstochowa (1991), Denver (1993) y Manila (1995).

Falleció en Ciudad del Vaticano (en Roma) el 5 de febrero de 1998 a causa de un cáncer óseo muy doloroso, que lo mantuvo postrado los últimos cinco meses de su vida, pero que lo había afectado durante años. Con una llamativa entereza ante el sufrimiento, permaneció lúcido hasta el final. Juan Pablo II dijo en sus funerales en la basílica de San Pedro, el 7 de febrero de 1998: “Fue un testigo de la fe valiente que sabe confiar en Dios”.

Al momento de su fallecimiento en 1998, el cardenal Pironio era miembro del Consejo de la Segunda Sección de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, de la Congregación para las Iglesias Orientales, de la Congregación para las Causas de los Santos, de la Congregación para los Obispos, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, de la Congregación para la Educación Católica, del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos y de la Pontificia Comisión para América Latina.

Sus restos fueron repatriados a la Argentina y descansan en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, el mismo lugar donde fue ordenado presbítero y consagrado obispo, y donde se llevará a cabo su beatificación el próximo 16 de diciembre.


Extractos de obras

AMÉRICA LATINA: IGLESIA DE LA PASCUA

Una interpretación de la Iglesia Latinoamericana debe ser hecha desde la fe. Es el único modo de penetrarla en su profundidad sacramental y en el dinamismo interior del Espíritu que la invade y la mueve. El único modo de entenderla en su realidad sin desfigurarla en su misión. Pero más que un estudio o análisis de nuestra Iglesia, esto es una sencilla meditación hecha desde el interior de su vida y su misterio.

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MEDITACIONES PARA TIEMPOS DIFÍCILES

Cuando pasan ciertas cosas, en la Iglesia y en el mundo, es lógico que nos preocupemos y suframos. Al menos nosotros no las habíamos vivido así tan agudamente y nos parece absurdo que sucedan después de veinte siglos de cristianismo. Parece incluso como si la misma vida de los cristianos fuera perdiendo su eficacia evangélica y dejara de ser «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-16).

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SER PRESENCIA

Ser presencia, Señor, es hablar de Ti sin nombrarte;
callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.
Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio
y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Es decirle a los demás que estamos cerca, aunque sea grande la distancia que separa.
Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Es sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios cura nuestras llagas.
Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano porque ama.
Es gritar con la fuerza del Espíritu la verdad que desde Dios siempre nos salva.
Es vivir expuestros y sin armas, confiando ciegamente en Tu Palabra.
Es llevar el "desierto" a los hermanos, compartir Tu Misterio y decirles que los amas.
Es saber escuchar Tu lenguaje en silencio.
Y "ver" por ellos cuando la Fe pareciera que se apaga.
"Ser presencia", Señor, es saber esperar Tu tiempo
sin apresuramientos y con calma.
Es dar serenidad con una paz muy honda.
Es vivir la tensión del desconcierto en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Es abrirse a los "signos de los tiempos" manteniéndose fiel a Tu Palabra.
Es, en fin, Señor, ser caminante en el camino poblado de hermanos,
gritando en silencio que estás vivo y que nos tienes tomados de la mano.
Cardenal Pironio

Ver también: Edición especial de la revista Teología, de la Pontificia Universidad Católica Argentina sobre Eduardo Pironio. Tomo XLII, n.79, año 2002.

Fuente principal: Instituto Nacional de Formación en Pastoral de Juventud Cardenal Pironio

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