Georg Ratzinger
Editorial San Pablo
España, 2012
305 págs.
“En la fe de mis padres, en la fe de nuestra Iglesia, tuve la confirmación del catolicismo como la fortaleza de la verdad y de la justicia contra aquel reino del ateísmo y de la mentira que fue el nazismo”.
Benedicto XVI
Gracias a Georg Ratzinger, hermano de Benedicto XVI, y a su entrevistador y editor Michael Heseman tenemos este hermoso libro que retrata a unos personajes, a una familia y a un período amargo de la historia de Europa que azotó profundamente la región de Baviera.
El libro está organizado en forma muy sencilla. Heseman deja que Georg Ratzinger hilvane sus recuerdos sin interrumpirlo y de cuando en cuando toma él la palabra para explicar ciertos acontecimientos.
Los Ratzinger fueron una sencilla familia de Baviera. Joseph Ratzinger era policía rural y María Peintner cocinera. Se conocieron a través de un anuncio en el diario que puso Joseph, “funcionario estatal de rango medio de 43 años busca casarse pronto con una joven católica buena y aseada, que sepa cocinar y realizar todas las tareas domésticas…”.
“Esa soy yo”, pensó María. Contestó afirmativamente, se conocieron y se casaron, fue un amor a primera vista. Su hijo la recuerda como una mujer muy alegre y trabajadora, que cocinaba muy bien la comida bávara y que con su carácter cordial suavizaba el temperamento adusto de su marido. En su foto de joven se ve muy buenamoza, con un gran lazo en su sombrero alón.
El padre era un hombre severo y ecuánime con los hijos, le gustaba la música y tenía su diario favorito de orientación católica, Der gerade weg (El camino justo). Una particularidad de él fue su profundo antinazismo y desprecio por Hitler. Poco les comentaba a los hijos para mantenerlos a salvo en el colegio, pero ellos le oían conversar con su esposa. “Es un charlatán (Hitler), es un flojo, nunca ha trabajado, nos va a llevar a un desastre…”.
Quizás este recuerdo se haya agigantado con el tiempo, al comprobar cómo efectivamente Hitler llevó a Alemania a un desastre. Lo cierto es que el policía procuró jubilar lo antes posible para no tener que trabajar para un gobierno nazi y que esto le significó mucha estrechez económica.
Como familia de militar, los Ratzinger se mudaron de ciudad muchas veces. Los recuerdos de infancia son muy simpáticos, especialmente los de Navidad, y dejan ver una familia muy piadosa y unida. En la bendición de la mesa le rezaban a Dimas, el buen ladrón, para que protegiera a su padre de otros ladrones no arrepentidos. Compartían un amor por los gatos que Joseph aún conservaba en Roma cincuenta años después.
En 1939 el futuro Papa entró a los doce años al Seminario Menor, su hermano llevaba cuatro años estudiando allí. Georg piensa que los dos hermanos tuvieron una vocación sacerdotal muy clara y definida, pero el futuro Benedicto XVI sufrió mucho en el Seminario, porque no se podía acostumbrar a vivir con tanta gente.
Después de los horrores de la guerra volvieron ambos al Seminario. Un profesor de entonces recuerda así al joven Benedicto XVI: “Su curiosidad científica no tenía límites. Cuando encontraba algo nuevo en el estudio que podía corregir o abrir nuevos caminos con respecto a lo que ya sabía se llenaba de entusiasmo”.
Ambos hermanos se ordenaron el 29 de junio de 1951 y pasaron varios días visitando distintas familias que se habían inscrito en la parroquia para recibir la bendición de un nuevo sacerdote.
Luego vivieron un período muy fructífero, Joseph como teólogo profesor y Georg, que tenía un gran talento musical, como maestro de capilla a cargo de un famoso coro de niños, el Regensburger Domspatzen (los gorriones de la catedral).
En el Concilio Vaticano II Joseph fue consultor del cardenal Frings y posteriormente se trasladó a Roma en 1982 como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se resistió mucho a ocupar ese cargo, pero Juan Pablo II insistió en que su lugar como teólogo estaba allí. También lo acompañó su hermana María, que siempre se había ocupado de su casa.
Georg es un entrevistado muy sincero y a veces desconcertante. Reconoce que le disgustó que su hermano fuera elegido Papa, temiendo por su salud y muchos años. Cuando dieron la noticia por televisión se abatió completamente, se acostó y no quiso atender ningún llamado de felicitación. Ni siquiera el Papa pudo hablar con él hasta el día siguiente.
La visita de Benedicto a Alemania fue causa de una divertida anécdota familiar. Georg con gran cariño invitó a su hermano Papa a almorzar a su casa y Frau Heindl, el ama de llaves, preparó unos excelentes platos bávaros. El policía que custodiaba la casa no quería dejar entrar a la señora Heindl con su olla de almuerzo y costó mucho convencerlo.
El libro no llega a la dimisión de Benedicto XVI como Papa, pero recrea años de su pontificado desde un punto de vista fraternal, con la simpatía de dos ancianos que han conservado su amistad de infancia. Cuando pueden pasar unos días juntos, rezan, oyen música y ven algún programa de televisión. Su serie favorita era Comisario Rex, un perro pastor alemán al que Georg conocía en la vida real.
Elena Vial