El Papa Francisco realizó un viaje de cuatro días a Baréin, el país más pequeño de Oriente Medio, que consiste en un archipiélago de unas 30 islas, con alrededor de 1,5 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad son trabajadores extranjeros. 

Esta primera visita de un pontífice al Reino de Baréin se llevó a cabo entre los días 3 y 6 de noviembre y tuvo dos objetivos principales: realizar una intervención en el “Foro de Baréin para el Diálogo: Oriente y Occidente para la Convivencia Humana”, y alentar a las comunidades católicas y cristianas que viven y trabajan en la región. El tema de la visita “Paz en la Tierra a las personas de buena voluntad” buscó apelar a la unidad y fraternidad, siendo un viaje de promoción de la paz y la cooperación interreligiosa.

Baréin es una próspera nación de mayoría musulmana, donde un 9% es cristiano, unos 80.000 aproximadamente, de los cuales solo 1.000 son ciudadanos del reino. Es la decimotercera nación de mayoría musulmana que visita Francisco en sus casi diez años como Papa.

Tras su llegada el jueves 3 de noviembre, el Papa tuvo un Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el Palacio de Sakhir. También se reunión con el Rey de Baréin Hamad bin Isa Al Khalifa, quien invitó al Papa y patrocinó el Foro para el Diálogo. En el Palacio de Sakhir el Papa recordó algunas urgencias mundiales: la crisis laboral, llamando a garantizar “condiciones laborales seguras y dignas del hombre”; la emergencia climática, y la dramática realidad de la guerra. Invitó a rechazar las armas y dirigió un pensamiento especial a Yemen, “martirizado por una guerra olvidada”. A su vez citó un pasaje de la Declaración del Reino de Baréin, destacando su compromiso con la libertad religiosa: “Nos comprometemos a trabajar para un mundo en el que la gente de buena fe se junte para rechazar lo que nos divide y se concentre en celebrar y expandir lo que nos une”.

El viernes el Papa participó de la clausura del Foro de Baréin para el Diálogo en el Palacio de Sakhir, con líderes de distintas confesiones. Allí hizo un solemne llamado a la acción conjunta para reparar las divisiones, delineando tres desafíos que se desprenden del Documento sobre la Fraternidad humana y de la Declaración del Reino de Baréin; estos son la oración, la educación y la acción. En primer lugar, la oración, “apertura del corazón al Altísimo”, que nos lleva a “purificarnos del egoísmo, de la cerrazón y de la autorreferencialidad, de las falsedades y de la injusticia”. En segundo lugar, la educación, puesto que “donde faltan oportunidades de instrucción aumentan los extremismos y se arraigan los fundamentalismos”. Y en tercer lugar, la acción, invitando a promover “iniciativas concretas para que el camino de las grandes religiones sea cada vez más efectivo y constante, ¡que sea conciencia de paz para el mundo!”.

Tras asistir al Foro, el Papa tuvo un encuentro con el jeque Mohamed Aḥmed al-Tayyib, gran imán de la mezquita y universidad Al-Azhar de Egipto, y con miembros del Consejo Musulmán de Ancianos: un grupo internacional de eruditos y expertos islámicos. Minutos antes al-Tayyib había pronunciado trascendentales palabras en el Foro del Diálogo: “Pronto llegará el día en que las relaciones entre Oriente y Occidente vuelvan a su cauce”. Invitó a la reconciliación, la que extendió a las religiones, al mismo Islam, y a sus compañeros chiítas invitándolos a reunirse:

Sentémonos juntos en la misma mesa para superar las diferencias y fortalecer la cuestión islámica y la unidad de las posiciones realistas, que cumplen los propósitos del Islam y su ley, y prohibir a los musulmanes que escuchen los llamamientos a la división y la discordia; y evitar caer en las trampas que causan la inestabilidad en las naciones, el uso de la religión para lograr un fin étnico o sectario, y de interferir en los asuntos internos para debilitar la soberanía de los estados o usurpar sus tierras.

El encuentro con los miembros del Consejo Musulmán de Ancianos inició con una breve lectura del Corán y de un pasaje bíblico del libro del Génesis. En su discurso el Papa recordó que ante los escenarios trágicos que vive la humanidad donde prevalecen las “quimeras de la fuerza, del poder y del dinero”, los líderes religiosos están llamados a recordar que Dios y el prójimo son lo primero y más importante, que solo la trascendencia y la fraternidad salvan.

Queridos amigos, hermanos en Abraham, creyentes en el único Dios, los males sociales e internacionales, los económicos y los personales, así como la dramática crisis ambiental que caracteriza los tiempos actuales y sobre la que hoy se ha reflexionado, provienen a fin de cuentas del alejamiento de Dios y del prójimo. Por lo tanto, nosotros tenemos una tarea única e imprescindible, la de ayudar a reencontrar estas fuentes de vida olvidadas, de volver a llevar a la humanidad a beber de esta sabiduría antigua, de volver a acercar a los fieles a la adoración del Dios del cielo y también acercarlos a los hombres, para quienes Él hizo la tierra.

Durante la tarde el Papa sostuvo un Encuentro ecuménico y oración por la paz en la catedral de Nuestra Señora de Arabia, la catedral más grande de la región del Golfo Pérsico. Después de la lectura de la Palabra de Dios, Francisco dedicó unas palabras a los presentes. En ellas destacó dos elementos que resuenan tras el texto de Pentecostés: la unidad en la diversidad y el testimonio de vida. Respecto al primer elemento el Papa recordó que el Espíritu no nos “encierra en la uniformidad”, sino que “nos dispone a acogernos en las diferencias”. Sobre el segundo, hizo un llamado al testimonio, a ser realmente personas de paz y a hacer propios, en el corazón y la oración, “los cansancios, las heridas y la desunión que vemos a nuestro alrededor?”

Al discurso le siguió la oración por la paz, con varios representantes de las Iglesias y Comunidades cristianas, el que concluyó con el rezo del Padre Nuestro y la bendición apostólica.

El sábado el Papa celebró una Misa por la paz y la justicia en el Estadio Nacional de Baréin, en la que se reservaron asientos para los católicos de las naciones cercanas, especialmente de Arabia Saudita, que no permiten que los cristianos practiquen su fe abiertamente. En su homilía el Papa recordó que el Señor ama “de manera incondicional, no solo cuando todo va bien y sentimos el deseo de amar, sino siempre; no solo a nuestros amigos y vecinos, sino a todos, incluso a los enemigos”. E invitó a la asamblea a reflexionar sobre el hecho de “amar siempre y amar a todos”.

Durante la tarde, en un Encuentro con unos 800 jóvenes en el colegio del Sagrado Corazón, el Papa reiteró que la Iglesia los necesita. A ellos les pidió que no pierdan nunca la valentía de soñar y vivir en grande. Que se apropien de la cultura del cuidado y la difundan, que sean campeones de fraternidad, que afronten los desafíos de la vida dejándose orientar por la creatividad fiel de Dios y por buenos consejeros.

Baréin fue el primer país del Golfo Pérsico en construir una iglesia católica: la Iglesia del Sagrado Corazón, que se inauguró en 1939 en la víspera de Navidad. En su último día en Baréin, el domingo, el Papa realizó allí un Encuentro de oración con obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y agentes de pastoral. Francisco recordó que monseñor Hinder había hablado el día anterior de “un pequeño rebaño constituido por migrantes”. De ahí que el Papa –al saludar a cada uno de los presentes– les haya dicho que también pensaba “en sus pueblos de pertenencia, en sus familias, que llevan en el corazón con un poco de nostalgia, en sus países de origen”.

Es hermoso pertenecer a una Iglesia formada de historias y rostros diversos que encuentran armonía en el único rostro de Jesús. Y dicha variedad –que he visto en estos días– es el espejo de este país, de la gente que habita en él, así como del paisaje que lo caracteriza y que, aún dominado por el desierto, posee una rica y variada presencia de plantas y de seres vivos.

En su discurso también hizo un llamamiento en nombre de los reclusos, agradeciendo a quienes los atienden y diciendo que su trato es un reflejo de la sociedad. “Hacerse cargo de los detenidos nos ayuda a todos, como comunidad humana, porque según cómo se trate a los últimos es como se mide la dignidad y la esperanza de una sociedad”. Este mensaje tiene especial sentido puesto que justo un día antes varios familiares de reclusos condenados a muerte fueran detenidos. El viernes, mientras el Papa se preparaba para reunirse con los jóvenes en la escuela del Sagrado Corazón, un grupo de familiares de reclusos condenados a muerte se reunió para una protesta improvisada cerca de la escuela, con pancartas y carteles que condenaban los presuntos abusos contra los Derechos Humanos. Las familias protestaban por el trato que el gobierno da a sus seres queridos y pedían una reunión con el Papa Francisco quien, en un discurso ante las autoridades civiles en su primer día en el reino, condenó la práctica de la pena de muerte en el país.

Tras el encuentro el Papa participó de una ceremonia de despedida y regresó hacia Roma. En el vuelo de regreso de Baréin, Francisco habló sobre Ucrania y los numerosos conflictos del mundo. Habló de su amistad con el Gran Imán de Al-Azhar, de la importancia de dar derechos e igualdad a las mujeres, de los migrantes en los barcos, de los abusos a los niños. Y a los católicos alemanes les dijo: “Alemania ya tiene una gran Iglesia evangélica, no quisiera otra”.

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