Homilías y discursos de Buenos Aires 1999-2013 con una conversación con Antonio Spadaro.
Jorge Mario Bergoglio Publicaciones Claretianas. Madrid, 2018. 1.075 págs.


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Aparece en castellano y en esmerada edición, esta valiosa recopilación integral de homilías, discursos y mensajes, en un total de 205 textos, que contienen todo el magisterio pastoral del arzobispo de Buenos Aires entre 1999 y 2013. Su primera edición fue publicada en italiano por Rizzoli Libri en el año 2016.

Se revela aquí no solo la hondura de pensamiento, sino sobre todo el sorprendente vínculo espiritual, sencillo y directo, del actual Papa con los distintos auditorios o destinatarios de su enseñanza.

El libro se inicia con una entrevista del Padre Antonio Spadaro SJ, director de La Civiltà Cattolica. En ella se explica el título del libro, derivado de la convicción de Bergoglio que las homilías deben decirse “mirando a los ojos” del Pueblo de Dios. El Papa expresa que, siguiendo el consejo de Ignacio de Loyola, “duerme” la noche anterior la palabra de Dios para sus homilías, las que pronunciará al día siguiente. Son estas dos maneras de proceder de un Papa jesuita al preparar y pronunciar sus homilías, que se centran en la oración y la Palabra de Dios, y explican bien el talante de Bergoglio.

Si bien Spadaro recomienda la lectura cronológica para guardar la frescura de los textos, a continuación procederé a dar cuenta, en forma de síntesis, de algunas homilías con ocasión de los Te Deum. Se trata de 9 homilías realizadas el día de la Independencia de Argentina, entre los años 1999 y 2012. Todas parten del Evangelio, principalmente de versículos del Evangelio de Lucas, llamado por los biblistas el Evangelio de la ternura de Dios.

Algunos énfasis que se repiten son la esperanza, el ser un pueblo con identidad propia, la globalización amenazante, la refundación de los vínculos sociales, la exclusión de los pobres, la liberación de las cautividades al interior de cada uno y también de las sociales e institucionales, el alma del pueblo.

Todo ello dicho con pasión y cariño, en la imaginería bergogliana tan sabrosa: la “projimidad”, los “conos de sombra y de luz”, el “rescoldo de la memoria y del corazón”, “sacar del rescoldo de la amargura, la brasa cálida de la serenidad esperanzada”.

Ello no impide los gestos proféticos de denuncia, a veces como un golpe al mentón: “Sabemos bien que este pueblo podrá aceptar humillaciones, pero no la mentira de ser juzgado culpable por no reconocer la exclusión de 20 millones de hermanos con hambre y con la dignidad pisoteada” (2002). O el anuncio, como misión y tarea para el 2004:

Nuestro pueblo quiere vivir y realizar la convocatoria del Cristo que camina entre nosotros, animando nuestros corazones, uno a uno, reavivando las reservas de nuestra memoria cultural. Nuestro pueblo sabe y quiere porque ama la Creación del Padre y lo comunitario, como lo hicieron y lo hacen nuestros aborígenes; porque se arroja y compromete con sus ideales, como nos lo legaron los españoles que poblaron nuestro suelo; porque es humilde, piadoso y festivo como nuestros mayores inmigrantes.

El año 2006 el cardenal Jorge Mario Bergoglio parafrasea las Bienaventuranzas, en la versión de Mt. 5, 1-12. La homilía está construida sobre el binomio “bienaventuranza” – “malaventuranza”, en un contrapunto notable. Así la “bienaventuranza de la justicia” y la “malaventuranza de la anomia”:

Este es el camino de los justos; el que emprenden los que tienen hambre y sed de justicia y que, al vivirla, “ya son saciados”, como nos dice el Evangelio… Porque la justicia misma estimula y premia al que arriesga y se desgasta por ella y da oportunidad al que trae esfuerzos genuinos y sólidos. (…) ¡Pobre el que burla la ley gracias a la cual subsistimos como sociedad! Ciego y desdichado es, en el fondo de su conciencia, el que lesiona lo que le da dignidad. (…) La anomia es una “malaventuranza”: esa tentación de “dejar hacer”, de “dejar pasar”, ese descuidar la ley, que llega hasta la pérdida de vidas; esa manera de malvivir sin respetar las reglas que nos cuidan, donde solo sobrevive el pícaro y el coimero, y nos sumerge en un cono de sombra y desconfianza mutua.

El último Te Deum del cardenal Bergoglio esboza temas que ahondará en su Magisterio Pontificio:

…en la voracidad insaciable del poder, consumismo y falsa juventud, los extremos son descartados como material desechable… Los extremos débiles son descartados: los niños, los ancianos… como siempre, los más pobres encarnan lo más trágico del felicidio social: violencia y desprotección, tráfico, abuso y explotación de menores… cuando se utiliza el nombre de Dios para someter y violentar, o a cualquier otra entidad real o ideológica para lo mismo, se cae en pura idolatría y, cuando lo hacemos, no obramos como Jesús obra en nosotros.

Los Te Deum de Bergoglio son señeros en su género, mucho más cuando las homilías de los aniversarios patrios a menudo son un conjunto de lugares comunes, invocaciones intrascendentes, concesiones a lo políticamente correcto, verborrea mundana.

El libro presentado es un verdadero “thesaurus”, donde el lector encontrará gemas variadas para su vida espiritual, oración, y sobre todo para la caridad de su acción.


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