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Queridos hermanos y hermanas:
Completamos hoy la catequesis sobre el sexto mandamiento: «No cometerás adulterio», resaltando que el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. Por más que es un mandamiento referido a los esposos, su llamada a la fidelidad está destinada a todos.
Es un camino en el que vamos aprendiendo y madurando nuestra capacidad de amar hasta que somos capaces de hacernos cargo del cuidado de los demás. Esta es la actitud nupcial y paterna, que se puede manifestar de varias formas, pero que rige nuestras relaciones humanas profundas. El adultero, el lujurioso, el infiel es aquel que no ha alcanzado esta madurez, que no ha pasado del yo al nosotros, y busca en los demás su propia satisfacción, sin un encuentro fruto de la acogida y de la propia donación.
Todas las vocaciones en la Iglesia, incluso el sacerdocio y la virginidad, deben estar marcadas por esta relación nupcial, es el Espíritu que llama a un amor sin reservas por la Esposa de Cristo, amando al Pueblo de Dios con la ternura y la fuerza de un padre y de una madre, de un esposo y de una esposa. En el matrimonio del mismo modo se deben cumplir estos requisitos, percibiendo la bondad intrínseca de la polaridad de lo masculino y de lo femenino, del cuerpo y del espíritu. Nuestro cuerpo, por tanto, no está destinado a ser instrumento de placer, sino a ser el lugar donde se realiza nuestra vocación de amor.
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Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Los animo a que, siguiendo el ejemplo de los santos, cuya solemnidad celebramos mañana, sean capaces de vivir su vocación con plenitud y fidelidad, en sintonía con ese amor nupcial que Jesucristo nos ha revelado y entregado como don. Muchas gracias.
Fuente: Vaticano