El profesor Vincent Siret es rector del Pontificio Seminario Francés de Roma.
El Simposio del 17 al 19 de febrero de 2022 "Por una teología fundamental del sacerdocio" concierne a los formadores de los futuros sacerdotes de la Iglesia y no dudo de que lo tendrán muy en cuenta. En efecto, ¿cómo formar a quienes el Señor llama en su Iglesia a recibir el ministerio del sacerdocio si no se les ilumina de manera más precisa que nunca, no sólo sobre lo que se preparan para recibir mediante el sacramento del Orden, sino también y ante todo sobre cómo se sitúan en la comunión de toda la Iglesia? La reflexión no es ciertamente nueva, pero debe ser retomada una y otra vez de forma renovada. No basta con repetir. Es imprescindible ampliar el ámbito a la dimensión trinitaria, fuente de toda comunión, para que el campo no se limite a la colaboración y a un reparto más reflexivo de las tareas o incluso a la corresponsabilidad, sino que se dirija en primer lugar a la propia fuente trinitaria. La vida bautismal es la vocación humana fundamental y todos deben ejercer el sacerdocio recibido en el bautismo. El ministerio está en este servicio. Podemos esperar, por ejemplo, evitar una decepcionante y contraproducente relación frente a frente entre sacerdotes y laicos y articular esta relación con la presencia y la vida de los religiosos y religiosas, que están en ambos lados.
La reflexión sobre la teología fundamental del sacerdocio permitirá también abordar las nuevas razones sobre la justificación del celibato sacerdotal y su forma de vivirlo. Es un servicio que se debe a quienes se preparan para recibir el sacramento del Orden, para mostrarles las razones que justifican esa decisión y ese compromiso de vida, y para proponerles, en consecuencia y con coherencia, el modo más adecuado de vivir en fidelidad a este don. A consecuencia de ello, les es posible comprometerse con pleno conocimiento de causa. La consagración de su vida entera abarca a toda la persona y sólo puede justificarse en una perspectiva oblativa siguiendo a Cristo en una dinámica trinitaria. El amor está en la raíz del don de sí mismo. El equilibrio humano que se requiere para encarar una vocación particular es ciertamente necesario, indispensable, pero en última instancia el compromiso sólo puede basarse en una teología que sea en sí misma justa, dando cabida a todas las vocaciones y situando la del ministerio dentro del conjunto. La lucha contra todas las formas de abuso clerical, cuya fuente identifica el Papa Francisco en el clericalismo, sólo puede llevarse a cabo con claridad teológica. Esta lucha requiere no sólo una perspectiva horizontal de correcta relación entre los bautizados, sino también una perspectiva vertical de correcta relación con Dios y la Santísima Trinidad.
El Simposio se inscribe en el camino de la sinodalidad, como acaba de recordar el cardenal. Este camino es, de hecho, la única posibilidad de escapar del clericalismo eclesial. Digo eclesial y no eclesiástico porque los clérigos dentro de la Iglesia no son los únicos tentados por esta visión truncada y falsa. La vocación de todos a entrar en el Reino por la gracia es explícita y única e impide cualquier repliegue en las estructuras eclesiales. El ministerio de los sacerdotes no es principalmente de carácter estructural u organizativo, sino esencialmente místico, es decir, inscrito en el Misterio. Sólo esta profundidad última del Misterio, en la que el camino sólo puede ser un camino con y tras las huellas de Cristo hacia el Padre en el Espíritu, puede permitir una salida desde lo alto de las muchas dificultades y riesgos que se encuentran al quedar atrapados en una dimensión mundana, la de una lucha de poder o de una comunicación publicitaria.
La teología del sacerdocio revisada en su profundidad y vivida no puede sino devolver no sólo un impulso misionero, sino aún más profundamente una unidad misionera alejada de toda uniformidad. Toda la vida de la Iglesia es misionera o, de lo contrario, no es ni vida ni eclesial. El Papa Francisco escribe en el n° 273 de la Evangelii gaudium: "Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo". Tal afirmación está vinculada a la ofrenda del mundo al Padre y a la aceptación del don del Padre en su Hijo por medio del Espíritu, el Amor por el mundo. También la misión encuentra su propia dinámica si se ve en su vínculo con la comunión de Amor que es la vocación de todos. El ministro ordenado puede entonces situarse en este plan eterno del Padre.
Este Simposio, como todo el mundo sabe, requiere una organización compleja e importante. Se ha creado una asociación, el Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones, para apoyar financieramente el proyecto y garantizar su buen funcionamiento. Podéis ir a la página web www.communio-vocation.com donde es posible efectuar un donativo para apoyar este simposio y el trabajo de investigación que realiza el Centro; esto permitirá, entre otras cosas, una distribución que permita participar al mayor número de personas que lo deseen. Allí encontrareis el contenido y las etapas previstas del Simposio. También es en el sitio donde os podéis inscribir y obtener toda la información necesaria. Habrá traducción simultánea al francés, inglés, español, italiano y alemán.
Los días del Simposio se dividen de manera que se aborden los diferentes temas. Cada media jornada está presidida por un cardenal. El 17 de febrero se titula: Tradición y nuevos horizontes. Esta jornada será presidida por la mañana por el cardenal Ouellet y por la tarde por el prefecto de la Congregación para el Clero. Las ponencias del 18 de febrero se agrupan en torno al trío: Trinidad, misión, sacramentalidad. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos presidirá por la mañana y la Congregación para la Educación Católica por la tarde. El sábado 19, la misa será presidida por la mañana por el Secretario de Estado, el cardenal Parolin, en la basílica de San Pedro. A continuación, los trabajos se agruparán en el trío: Celibato, Carisma, Espiritualidad, bajo la presidencia de la Congregación para las Causas de los Santos por la mañana y, por la tarde, la del Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. El Papa Francisco enviará a los participantes en misión al final de la tarde.