Una invitación a todo el Pueblo de Dios, a enfrentar la realidad así como se presenta, como cristianos
Estimado Presbítero, Diácono, Religiosa/o, Agente Pastoral:
En medio de las vociferaciones, víctima de la más terrible violencia muere en la cruz Jesús de Nazaret. El Espíritu nos hace creyentes y nos lleva más adentro de las circunstancias: está el horror del pecado, está la maravilla del amor más grande, del que redime y abre un mundo nuevo a las personas y al cosmos… Como creyentes nos vemos envueltos en el ruido y los gritos, los incendios y asaltos y saqueos ¡Violencia por todas partes! Ahora debemos rezar y contemplar al Crucificado para poder contemplar de verdad a los crucificados que reclaman y se duelen; para reflexionar en qué nosotros somos autores o cómplices de su martirio. Es nuestro propio corazón lo que primero hay que convertir … En los momentos “en los que la polvadera de las persecuciones, tribulaciones, dudas, etcétera, es levantada por acontecimientos culturales e históricos, no es fácil atinar con el camino a seguir. Existen varias tentaciones propias de ese tiempo: discutir ideas, no darle la debida atención al asunto, fijarse demasiado en los perseguidores… y creo que la peor de todas las tentaciones es quedarse rumiando la desolación”. Sí, quedarse rumiando la desolación.
“Sigo con preocupación lo que está sucediendo en Chile. Espero que, poniendo fin a las manifestaciones violentas, a través del diálogo se pueda trabajar para encontrar soluciones a la crisis y hacer frente a las dificultades que la han generado, por el bien de toda la población” (Papa Francisco).
El camino es el diálogo. Y el diálogo no se improvisa, porque no es sólo echar sobre la mesa unas ideas o juicios sino aceptar la dignidad de la persona del otro y caminar juntos buscando verdad y entendimiento. El diálogo se prepara con oración, con esfuerzo humano y discernimiento. Como obispos quisimos ayudarles y hemos expresado nuestras reflexiones.
Además de las intervenciones que yo he hecho públicas, me remito y les aconsejo la declaración de la CECH “Cuidar la convivencia: la paz es fruto de la justicia”; “Chile, un hogar para todos” de la misma CECH en 2017; y la editorial del Presidente de la CECH “¿Qué nos pasa?”, así como nuestra última declaración de la CECH: “Levantarnos de la mano de la justicia y del diálogo”. Bueno es escuchar la voz del Señor en el comunicado conjunto que publicamos las “Religiones y tradiciones de fe presentes en Chile”.
Nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad, así como se presenta. La realidad personal, comunitaria y social. Las redes –dicen los discípulos- están vacías, y podemos comprender los sentimientos que esto genera. Vuelven a casa sin grandes aventuras que contar, vuelven a casa con las manos vacías, vuelven a casa abatidos. Sabemos que como cristianos y como obispos debemos proclamar el evangelio a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella. Palabras y reflexiones son necesarias, pero nos urge la acción ¿Qué podemos hacer nosotros? Usted y su comunidad deberán encontrar respuestas: No es poco ni pequeño lo que se hace con amor. Indico en concreto algunas acciones a nuestro alcance:
- Organizar o continuar momentos de oración o celebraciones en la comunidad
- Tenemos locales etc.: invitar, buscar, acoger a personas para que se encuentren y dialoguen consiguiendo de ese modo una mayor serenidad y tranquilidad.
- Mirar nuestra comunidad y visitar a enfermos o ancianos que está más solos, y por ello con mayores dificultades materiales y psíquicas y aun religiosas.
- Ayudar al vecino o vecina por ejemplo cuidándole al hijo o el anciano o enfermo mientras ella va a la compra etc. (que ahora le exige más tiempo).
- Hacerle nosotros mismos la compra o algún trámite.
- Organizar, especialmente con jóvenes, tareas de limpieza o reconstrucción. Respetando los horarios y normas.
- Estar atentos a otras iniciativas o tareas que vienen desde las instituciones o desde otras confesiones religiosas para sumarnos a ellas y colaborar si es posible.
- Organizar actividades, juegos, algunas horas de clase o refuerzo con los niños, etc.
Sabemos que como cristianos debemos proclamar el evangelio a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella. A las 21 horas nos reunimos en oración allí donde estamos pidiendo a Dios que nos restablezca unidad y la paz. Al decir de san Francisco de Asís: proclama el Evangelio siempre, y cuando sea preciso proclámalo con palabras.
Somos consagrados, pastores al estilo de Jesús herido, muerto y resucitado. El consagrado es quien encuentra en sus heridas los signos de la Resurrección. Es quien puede ver en las heridas del mundo la fuerza de la Resurrección. Es quien, al estilo de Jesús, no va a encontrar a sus hermanos con el reproche y la condena.
El reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites, lejos de alejarnos de nuestro Señor nos permite volver a Jesús sabiendo que “Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece”. El Evangelio es Buena Noticia, y es levadura que fermenta y es semilla que crece misteriosamente, y es vida que se cuida y se disfruta y se comparte.
Le agradezco sinceramente su testimonio y su servicio; le deseo que sepa ofrecer sus sufrimientos con los de Jesús. Es hora hermosa para los cristianos que la miran desde Jesús Crucificado, y poniéndose bajo el amparo de la Virgen Madre.
¡Paz y bien!
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