La visita apostólica tuvo un importante tinte ecuménico y mariano, y dejó profundos mensajes: superar la cultura del odio y provocar la revolución de la ternura.
Rumania vivió tres días inolvidables con la presencia del Papa Francisco en varias zonas de esta tierra de mayoría ortodoxa. El Santo Padre hizo su visita tras las huellas de uno de sus predecesores, San Juan Pablo II, quien viajó a este país de Europa oriental en 1999.
Imagen simbólica de la visita del Papa a Rumanía entre el 31 de mayo y el 2 de junio de 2019.
La visita apostólica tuvo un importante tinte ecuménico y mariano, y dejó profundos mensajes: superar la cultura del odio y provocar la revolución de la ternura.
Francisco mantuvo encuentros con las autoridades civiles y con representantes de la Iglesia ortodoxa rumana, incluido el patriarca Daniel. También se reunió con la pequeña comunidad católica del país, que representa alrededor del 7 por ciento entre 20 millones de habitantes. A la comunidad rom le dejó un valioso regalo: les pidió perdón por la discriminación, la segregación y el abuso sufrido.
Francisco junto al patriarca Daniel.
El punto culminante fue la misa al aire libre celebrada el sábado en una región rural del centro-oeste, capital de la minoría húngara. Más de 110.000 personas asistieron a ella en el santuario mariano de Sumuleu Ciuc, importante lugar de peregrinación católica. “Rumania es un país de una profunda devoción mariana, Juan Pablo II cuando visitó este país la llamó ´el jardín de la Madre de Dios´, y la Virgen es un punto de encuentro entre católicos y ortodoxos”, señaló Mons. Miguel Maury Buendía, Nuncio Apostólico en Rumania.
Un nuevo viaje con tinte ecuménico
La visita a Rumania se suma a una serie de visitas apostólicas a países de mayoría ortodoxa realizadas por Francisco: Bosnia-Herzegovina en 2015, Armenia y Georgia en 2016, y Bulgaria y Macedonia del Norte este año.
Rumania registra un 97% de cristianos, cuyo 85% son ortodoxos y el 7,4% católicos (de tradiciones latina y bizantina), o sea, cerca de 1,4 millones, comprendidos 200.000 de la Iglesia greco-católica.
Ya San Juan Pablo II viajó del 7 al 9 de mayo de 1999 a Bucarest invocando el don de la unidad. Francisco ahora ha podido invitar a la unidad eclesial y al diálogo fraterno en Bucarest, Iasi, Sumuleu Ciuc y Blaj. Las relaciones con la Ortodoxia rumana, hoy dirigida por el patriarca Daniel, están mayormente marcadas por el diálogo con que superar las heridas abiertas por el régimen comunista, incluida la restitución a la Iglesia greco-católica de las propiedades eclesiásticas (unas 2.600).
Las buenas relaciones actuales empezaron a raíz del citado viaje apostólico de San Juan Pablo II y después de la histórica reunión con el patriarca Teoctist, sellada con la firma de una declaración conjunta, a la que siguió en febrero del 2000 la pública petición de perdón del mismo Patriarca por los males infligidos en el pasado a los rumanos greco-católicos. San Juan Pablo II las fomentó en el 2000 mediante la carta apostólica para el III Centenario de la Unión de la Iglesia Católica Griega de Rumania con la Iglesia de Roma.
Entre los momentos más significativos del viaje papal destaca el encuentro de Francisco con el patriarca Daniel y el Sínodo Permanente de la Iglesia ortodoxa rumana, a quienes dirigió un discurso, rezando luego juntos el Padrenuestro en la nueva catedral ortodoxa.
Beatificación de siete obispos mártires greco-católicos, herencia de libertad y misericordia
Digna de nota es la celebración el domingo 2 de junio en Blaj de la Misa de beatificación de 7 obispos mártires greco-católicos, torturados entre 1950-1970 bajo el régimen comunista. El decreto de martirio de la Congregación para las Causas de los Santos dió luz verde a la beatificación de Valeriu Traian Frențiu, Vasile Aftenie, Ioan Suciu, Tit Liviu Chinezu, Ioan Bălan, Alexandru Rusu y Iuliu Hossu el 19 de marzo del 2019. Todos ellos murieron durante la dictadura comunista y, ante la opresión, “manifestaron una fe y un amor ejemplar hacia su pueblo. Con gran valentía y fortaleza interior, aceptaron ser sometidos a un encarcelamiento severo y a todo tipo de ultrajes, con tal de no negar su pertenenci a su amada Iglesia”, señaló Francisco.
Por el año 1945 vivían en Rumania un millón y medio de católicos de rito oriental, Iglesia viva y pujante que había vuelto a la unidad con Roma en 1698. Al cabo de la Segunda Guerra Mundial, Rumania cae bajo la Unión Soviética y el Partido Comunista Rumano llega al Gobierno el 30 de diciembre de 1947. A partir de entonces la Iglesia greco-católica pasó a ser «ilegal»; y sus propiedades, confiscadas. Las autoridades comunistas, con la connivencia de la jerarquía ortodoxa, decidieron suprimir esta Iglesia siguiendo órdenes de Moscú. Estos siete obispos greco-católicos son sólo algunos de los muchos cristianos rumanos -obispos, sacerdotes y laicos-, que merecieron la corona del martirio.
Francisco y los gitanos “Vuestros rostros colorearán mis recuerdos y poblarán mi oración”
Francisco reservó su último evento para la comunidad gitana de Rumania, la comunidad rom, el domingo 2 de junio. Esta es una rama del pueblo gitano que tienen como lengua el romaní y que llegó a Rumania a partir del siglo XV, se cree que en su mayoría proceden de India. Durante la Segunda Guerra Mundial, con la incorporación de Rumania al eje alemán, muchos gitanos sufrieron la deportación y el exterminio en los campos de concentración nazis. Luego, a partir de 1990, con la caída de la Unión Soviética y, también, con la incorporación de Rumania a la Unión Europea en 2007, muchos gitanos rumanos emigraron a otros países de Europa.
La comunidad rom Representa alrededor del 3% de la población rumana y son mayoritariamente cristianos ortodoxos, aunque muchos se han incorporado a comunidades evangélicas y otros son greco-católicos. Ellos se han encontrado en una situación de exclusión social, discriminación y pobreza.
El Papa fue recibido por miles de personas en el barrio de Barbu Lautaru, construido alrededor de una calle estrecha de casas pequeñas adosadas. Una familia y algunos niños le regalaron unas flores que colocó frente al icono de la Virgen. Después del testimonio de un sacerdote greco-católico de origen rom y de un canto interpretado por los niños en una pequeña iglesia de barrio, Francisco pidió perdón a los gitanos reconociendo "el peso de la discriminación, la segregación y el abuso sufrido". Y les pidió que "asuman su rol preponderante", sin "tener miedo a compartir y ofrecer esas notas particulares", que son parte de su identidad, citando su sentido "de la familia, de las solidaridad, de la hospitalidad".
Este no fue el primer gesto que el Papa realiza hacia los gitanos, hace menos de un mes, el 9 de mayo, ya había tenido un encuentro de oración con el pueblo gitano donde puso especial acento en la discriminación que sufren y la incapacidad que hemos tenido de ver a la persona detrás de los prejuicios. “No somos en el fondo cristianos, ni siquiera humanos, si no sabemos ver a la persona antes que sus acciones, antes que nuestros juicios y prejuicios”.
Fuentes principales: Vatican News, Religion digital y La Santa Sede.