Mensaje a los fieles y comunidades de la Iglesia Católica en Chile

Queridos hermanos y hermanas,

1. Hoy viernes 15 de noviembre, al concluir nuestra 119ª asamblea plenaria, estamos conociendo noticias esperanzadoras para Chile. Agradecemos el paso que han dado el Gobierno y un amplio espectro de los sectores políticos en un acuerdo para caminar a una nueva Constitución. Es un gesto generoso que nos suscita esperanza. Confiamos en que el nuevo pacto social se consolide para que abra caminos que realmente nos ayuden a superar las brechas entre hermanos.

2. El último mes, los clamores, angustias y descontento ante la injusticia, la desigualdad y el abuso, se han manifestado con claridad en asuntos tan relevantes para nuestro pueblo como salud, medio ambiente, salarios, pensiones, servicios básicos y sobreendeudamiento. Ha habido autoridades, dirigentes, empresarios y líderes políticos y sociales que no han estado a la altura del servicio y responsabilidades que deben cumplir en la vida social. También nosotros, en la Iglesia, hemos defraudado a muchos chilenos, siendo causa de escándalo y dolor.

3. Ya el 19 de octubre desde el Comité Permanente del Episcopado decíamos que “todos tenemos responsabilidad en generar una convivencia ciudadana y una amistad cívica que evite la violencia física y verbal, pero están más obligados a ella quienes han recibido la responsabilidad de conducir la sociedad”. En un nuevo mensaje, el 24 de octubre nos uníamos “al dolor de los familiares de quienes han perdido la vida y de tantos que han resultado heridos” y pedíamos a los organismos y autoridades competentes “velar por el respeto de los derechos fundamentales”. El 9 de noviembre afirmábamos que “la gente no sólo está cansada de la injusticia, también de la violencia” y en nuestro mensaje de la asamblea plenaria el 12 de noviembre “¡Chile no puede esperar!”, llamamos a un “diálogo nacional sin exclusiones, amplio, participativo y diverso (…), que no sólo integre a los actores políticos, sino también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.

4. Nos estremecen los rostros violentados de niños, mujeres, jóvenes y servidores públicos, así como las vidas humanas que se han perdido y las personas gravemente heridas. Nos impacta la destrucción material de edificios públicos y privados, incluso de lugares de culto, llamados a ser espacios de paz y de oración. Nos preocupa gravemente la sensación de incertidumbre y miedo, la angustia de mucha gente por no saber qué ocurrirá mañana.

5. Agradecemos especialmente a las comunidades, laicos, consagrados, diáconos y sacerdotes que, queriendo acompañar a nuestro pueblo en estos tiempos difíciles, han brindado apoyo y contención desde parroquias, colegios, capillas y también en las calles a quienes hoy más sufren. Valoramos que este trabajo generoso de cercanía y acompañamiento se haga desde la humildad, y deseamos que nuestra Iglesia siga siendo puente de unidad y paz, casa de amparo y mesa común en momentos de dolor.

6. ¡Los animamos a confiar en el Señor que viene y a revestirse de esperanza en el próximo tiempo de Adviento! Con mucha fuerza los invitamos a intensificar a nivel nacional estas cuatro expresiones de nuestra fe, como parte de nuestra respuesta a la situación que vive el país:

- La oración incansable por la paz y la justicia fundada en la verdad y la caridad. Invitamos a vivir en todo el país y en cada diócesis un gran día de oración por Chile el próximo 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, en que consagraremos el país a la protección maternal de la Virgen María en todas nuestras celebraciones eucarísticas, rezando la Oración por Chile. Preparemos nuestro espíritu durante este mes de María incrementando nuestra plegaria por nuestro pueblo y haciendo penitencia por nuestros pecados personales y sociales que han contribuido a las injusticias y la violencia.

- La participación activa en diálogos, cabildos y toda instancia de la sociedad civil que ayude a expresar opiniones y propuestas para el proceso de una nueva Constitución y para un nuevo pacto social, en un clima de respeto y amistad cívica. Nuestra fe puede iluminar enormemente el momento que vivimos.

- La permanente disposición de todos a servir, anunciando y denunciando al estilo de Jesús: escuchando, socorriendo, brindando acogida, contención emocional, comprensión y consuelo, y desarrollando diversas iniciativas solidarias por los más pobres y vulnerables.

- La continuidad de nuestro proceso de discernimiento para la renovación eclesial, abriendo el corazón a los signos de los tiempos que nos interpelan fuertemente, para así descubrir lo que Dios quiere para Chile y la Iglesia al servicio de todos.

7. Solo la justicia nos encamina hacia la paz. Pedimos al Señor que bendiga a esta patria, a cada uno de los que en ella habitamos, nos haga instrumentos de su paz y de su amor, y nos enseñe a “construir una gran nación de hermanos, donde cada uno tenga pan, respeto y alegría”. A la Virgen del Carmen nos dirigimos con esperanza: “Estrella de Chile, en la bandera presides nuestros días y en las noches tormentosas sabiamente alumbras el camino”.


 Los Obispos y Administradores Apostólicos en la 119ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Chile

Lo Cañas, 15 de noviembre de 2019


Fuente: Iglesia.cl


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