China y el Vaticano han prorrogado por segunda vez el Acuerdo Provisorio que firmaron en 2018 para el nombramiento de obispos. Un pacto histórico para encauzar los lazos entre ambos estados, los que se rompieron en 1951 después de que Pekín ordenara la expulsión del Nuncio y de los misioneros católicos. La primera prórroga fue en el año 2020.
El 22 de septiembre de 2018 la Santa Sede y la República Popular China firmaron un Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de los obispos, luego de casi 70 años de distanciamiento. A pesar de las complicaciones geopolíticas, la Santa Sede tiene la intención de continuar un diálogo respetuoso y constructivo para favorecer la misión de la Iglesia católica y el bien del pueblo chino.
Breve repaso histórico de las relaciones entre China y la Santa Sede que llevaron a firmar el acuerdo
Las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China se rompieron en el año 1951, cuando Mao Zedong expulsó del país al Nuncio de la Santa Sede y a sus misioneros católicos. Luego, en 1957 fue fundada por el Gobierno la Asociación Patriótica de Católicos Chinos (APCC), de modo que el partido tuviera un importante control en todos los aspectos, tales como los lugares de culto, los horarios, los alumnos de los seminarios, los profesores y el financiamiento. Al año siguiente ya habían sido consagrados más de 20 obispos sin autorización del Papa. Desde entonces China consideraba una injerencia que Roma hiciera el nombramiento de los obispos y no reconocía la autoridad de Papa como jefe de la Iglesia Católica. La Santa Sede, por su parte, no aceptaba que los nombramientos viniesen impuestos por el régimen chino y continuó nombrando obispos.
Por esa razón suele decirse que dos iglesias convivían en el país: la oficial o patriótica y la clandestina o subterránea. La clandestina, legitimada por el Vaticano, con unos 30 obispos impedidos a ejercer su ministerio o incluso encarcelados, y la oficial, controlada por la Asociación Patriótica, con otros 60 obispos. Esta duplicidad había dividido a los fieles entre los que aceptaban el control del partido sobre la Iglesia por medio de la APCC -o simplemente se habían resignado a él-, y los que habían tenido que celebrar el culto en la clandestinidad.
En 1981 la Santa Sede concedió a los obispos chinos el privilegio de consagrar a otros, en caso de necesidad, sin consultar con Roma. Con Juan Pablo II comenzó un paciente acercamiento a China que tuvo en el 2000 un notable retroceso, con nuevas ordenaciones ilícitas de obispos y la reacción indignada del régimen a la canonización de 120 católicos chinos muertos en la rebelión de los bóxers (1899-1901): mártires para la Iglesia, ejecutados por “traidores al servicio de las potencias extranjeras” según Pekín. Al año siguiente, Juan Pablo II intentó cerrar heridas en un significativo discurso sobre Matteo Ricci, en el que pidió perdón por los errores cometidos en la evangelización de China.
La mayoría de los obispos ilícitos comenzaron luego a solicitar el reconocimiento de la Santa Sede, y aunque en 2006 volvió a haber consagraciones sin mandato pontificio, un año después Benedicto XVI pudo anunciar que, tras haber acogido las peticiones, casi todos los obispos de China eran legítimos. El Papa Benedicto XVI suprimió además el privilegio de ordenar obispos ocultamente. Después de 2007 hubo un tiempo de calma, con nombramientos consentidos por Pekín y Roma, hasta que en 2010 y 2011 nuevamente fueron consagrados obispos ilícitos. El acercamiento quedó detenido.
En continuidad con sus precedentes, Francisco logró reanudar el diálogo. Entre 2017 y 2018 puso a varios obispos anteriormente ilegítimos al frente de diócesis que tenían obispos legítimos (al nombrarlos los legitimó), y el Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de obispos constituyó un primer fruto del diálogo. Este se pudo concretar tras reuniones semestrales entre el Vaticano y representantes del Gobierno Chino.
Las razones para la prórroga y los frutos de estos primeros años
En una entrevista de L'Osservatore Romano y Radio Vaticano-Vatican News con el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, sobre la renovación del Acuerdo, el cardenal explicó las razones que llevaron a la Santa Sede a firmar y renovar por segunda vez el Acuerdo Provisional y los frutos de estos primeros años.
Según Parolin, el acuerdo se mantiene aún en un “período de experimentación”, sin embargo el Papa, “con determinación y paciente previsión, ha decidido continuar por este camino, no con la ilusión de encontrar la perfección en las normas humanas, sino con la esperanza concreta de poder garantizar que las comunidades católicas chinas, incluso en un contexto tan complejo, sean guiadas por pastores dignos e idóneos para la tarea que se les encomienda”.
En lo inmediato el cardenal observa tres frutos principales:
El primero es que, a la par del Acuerdo, desde septiembre de 2018 todos los obispos de la Iglesia católica en China están en plena comunión con el Sucesor de Pedro y no ha habido más ordenaciones episcopales ilegítimas. Para los simples fieles, esto puede verse cotidianamente en la Santa Misa celebrada por cualquier sacerdote chino: de hecho, se menciona explícitamente al Papa en la plegaria eucarística, algo impensable en años anteriores. El segundo fruto son las primeras 6 ordenaciones episcopales que se realizaron en el espíritu del Acuerdo y conforme al procedimiento establecido que deja al Papa la última y decisiva palabra. El tercer fruto es que en este tiempo los primeros 6 obispos "clandestinos" también han obtenido el registro y, por lo tanto, se ha oficializado su posición, siendo reconocidos como obispos por las instituciones públicas. Estos pueden parecer pequeños logros, pero, para quienes miran la historia con los ojos de la fe, son pasos importantes hacia la progresiva sanación de las heridas infligidas a la comunión eclesial por los acontecimientos del pasado. Por lo tanto, conviene subrayar una vez más, por si fuera necesario, que el corazón del Acuerdo tiene ciertamente que ver con la consolidación de un buen diálogo institucional y cultural, pero se trata principalmente de bienes esenciales para la vida cotidiana de la Iglesia en China. Pienso, por ejemplo, en la validez de los sacramentos celebrados y en la certeza para millones de fieles chinos de poder vivir su fe en la plena comunión católica, sin que sean sospechosos de no ser ciudadanos leales al propio país.
Libertad religiosa en China
A pesar del Acuerdo los católicos chinos siguen sin tener libertad religiosa plena, especialmente en un momento en que se está endureciendo el control sobre las prácticas religiosas en el país. Una serie de regulaciones entraron en vigor en marzo de 2018, mismo año en que se firmó el acuerdo, las que estipulan que solo se puede celebrar el culto en lugares registrados con las autoridades e imponen restricciones sobre la enseñanza religiosa a los menores.
Según el último informe de Libertad Religiosa de ACN [1], China, con una población de 1400 millones de personas, posee uno de los motores estatales de control religioso más omnipresentes y eficaces que hay actualmente en funcionamiento en todo el mundo. Combinando la vigilancia masiva, un sistema de crédito social que analiza y sanciona el comportamiento individual y la brutal represión de los grupos religiosos y étnicos sospechosos de deslealtad, el Partido Comunista Chino (PCCh) es insuperable en cuanto al hostigamiento de la libertad religiosa se refiere. Además, tal como revela el informe sobre China, esta persecución se ha vuelto más brutal desde que Xi Jinping se convirtió en presidente de China en 2013, como demuestra el hecho de que desde 2017 se haya internado masivamente a más de un millón de miembros de la etnia uigur, mayoritariamente musulmanes, de la provincia de Sinkiang y se les haya sometido a programas coactivos de “desradicalización”.
Un informe de la Comisión China de Estados Unidos publicado en enero de 2020, indicó que los católicos chinos están sufriendo "una creciente persecución", donde el régimen ha demolido iglesias, quitado cruces y arrestado al clero clandestino, así como también han negado la asistencia social a personas por asistir a misa o han obligado a reemplazar símbolos religiosos de hogares e iglesias con fotografías de Mao Tse-Tung y del presidente Xi Jinping.
La Iglesia en China, un breve repaso histórico
Los primeros esfuerzos misioneros en China comienzan en el siglo VII con los nestorianos. En el año 635 el obispo Sirio Alopen se convirtió en el primer monje cristiano en pisar China, llevando la palabra de Dios. Por entonces gobernaba la dinastía Tang. Él fundó la llamada Iglesia Oriental, un centro cristiano nestoriano. El nestorianismo era una doctrina religiosa creada por Nestorio, obispo de Constantinopla en el siglo V, según la cual Cristo estaba formado por dos naturalezas totalmente diferentes al mismo tiempo, la divina y la humana. Una estela erigida en el 781 a Xi´an atestigua la presencia del cristianismo en aquellos años, donde se lee el relato en caracteres chinos y siríacos de la llegada de los misioneros cristianos cuyos nombres están grabados junto al anuncio de la “religión de la luz”.
Luego, en el siglo XIII llegó la primera misión franciscana, seguida por los jesuitas en el siglo XVI, donde Mateo Ricci resuena por su importancia. Ricci fue aceptado rápidamente en los círculos eruditos de Pekín, gracias a sus conocimientos en ciencias y en lengua china. Él escribió y tradujo numerosas obras y dio a conocer la religión cristiana. Fue crucial también la reforma al calendario chino a través de la cual se introdujeron aspectos del cristianismo. La evangelización de los jesuitas estuvo enfocada en las clases sociales más altas, los dirigentes y los sabios, pues se esperaba que así, con el tiempo, el pueblo también los seguiría.
En 1705, un incidente con el emperador Kangxi pondrá freno a la propagación del cristianismo en China. Desde entonces las fronteras quedaron cerradas para los cristianos y la orden jesuita debió ser disuelta. En el siglo XIX las potencias coloniales volvieron a llevar el cristianismo a China. La historia de la Iglesia protestante en China comienza con los esfuerzos de Robert Morrison que llegó a Cantón (ahora Guangzhou) en 1807. Su traducción de la Biblia sentó las bases para el éxito sustancial de miles de misioneros protestantes de Occidente en el Siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Con la llegada de Mao todos los extranjeros una vez más tuvieron que irse. Sin embargo la Iglesia China sobrevivió. Actualmente se cuentan alrededor de 12 millones de católicos oficiales repartidos en más de 140 diócesis y unos 40 millones de cristianos. Existe una predilección por las formas carismáticas del cristianismo. La propagación de la fe hoy se da a través de las “iglesias hogareñas”, donde esas pequeñas semillas plantadas en pueblos remotos se han transformado en un jardín de gran variedad y magnitud. Se cree que en el año 2030 el país podría convertirse en el de mayor población cristiana del mundo, con 247 millones de creyentes.
En su libro Jesus in Beijing, how christianity is transforming China and changing the global balance power, David Aikman señala cómo este aumento de cristianos podría convertirse en un cambio fundamental en las alineaciones de poder mundial. La difusión de la fe cristiana podría producir una "masa crítica" de creyentes que impactaría en la política interna y externa, inclinando a la nación hacia América en el conflicto global entre Occidente y el Islam.
En 1926 fueron ordenados los primeros obispos chinos por Pío XI, en Roma, y veinte años más tarde su sucesor establece la jerarquía católica en el país. Pablo VI fue el primer Papa en viajar a China y él mismo pidió en un discurso a las Naciones Unidas la admisión del país comunista a la Organización [2].
La fidelidad del Pueblo de Dios ha sido el principal motor que ha llevado a la Santa Sede a perseverar en sus esfuerzos. A ellos el Papa quiso confirmar en su fe tras la firma del acuerdo en 2018, “para invitaros a que pongáis cada vez con mayor convicción vuestra confianza en el Señor de la historia, discerniendo su voluntad que se realiza en la Iglesia. Invoquemos el don del Espíritu para que ilumine la mente, encienda el corazón y nos ayude a entender hacia dónde nos quiere llevar para superar los inevitables momentos de cansancio y tener el valor de seguir decididamente el camino que se abre ante nosotros”.
Notas
[1] Disponible en: https://acninternational.org/religiousfreedomreport/es/reports/cn/
[2] Se puede profundizar en el pensamiento cristiano que existe en China y la recepción de su filosofía en el artículo titulado “Tomás de Aquino en China, entrevista a William Carroll” publicado en Humanitas n.87, año 2018.