El Cardenal Ouellet es prefecto de la Congregación para los Obispos.

Al acercarse el Domingo de las Vocaciones, y en el marco de la investigación de la Iglesia sobre la sinodalidad, tengo el honor y la alegría de presentar al público el proyecto de un Simposio Teológico sobre las Vocaciones. El Papa Francisco ha repetido muchas veces lo que dijo en 2015 sobre la sinodalidad: "El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio". Esta expectativa de Dios y del Santo Padre puede parecer abstracta a primera vista, pero cuando la consideramos desde el punto de vista de las vocaciones, adquiere un contenido muy concreto. La sinodalidad significa básicamente la participación activa de todos los fieles en la misión de la Iglesia, describe la marcha unida de los bautizados hacia el Reino que se construye diariamente en la familia, en el trabajo, así como en la vida social y eclesial en todas sus formas. Esto requiere una vida de fe y una estrecha colaboración entre laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, para el anuncio del Evangelio al mundo a través del testimonio convincente de las comunidades cristianas. Este crecimiento esperado de una Iglesia sinodal corresponde ciertamente a las orientaciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, que se siguen aplicando con una comprensión teológica y pastoral más profunda.

El Simposio que hoy damos a conocer se titula: "Hacia una teología fundamental del sacerdocio". Consiste en una intensa sesión de tres días, abierta a todos, pero destinada especialmente a los obispos, y a todos aquellos, hombres y mujeres, que se interesan por la teología, para profundizar en la comprensión de las vocaciones y en la importancia de la comunión entre las distintas vocaciones en la Iglesia. Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones y doctora de la Iglesia, nos recordaba que el amor es el motor de la misión de la Iglesia. Ella dio testimonio de este amor sobre todo a través de la oración y la penitencia como parte de su vida en el Carmelo. Pero este amor es derramado por el Espíritu Santo en el corazón de todos los bautizados, para ser entregado al mundo a través de lo que San Pablo llama las "junturas y ligamentos" del Cuerpo de Cristo (Col 2, 19), es decir, por la Iglesia presente y operante en el mundo al servicio de la humanidad que sufre hoy. Este sacerdocio del Amor, que es ejercido por toda la comunidad eclesial, está animado y sostenido por una variedad de vocaciones al amor, cuyas formas y colores distintos se complementan. Entre los sacerdotes y los laicos, entre los religiosos y las religiosas de diferentes carismas, el Espíritu Santo comunica la gracia que realiza la comunión entre todos, permitiendo la superación de los obstáculos y, a través de esta comunión, alcanzando misteriosamente y al menos virtualmente a toda la humanidad. Es evidente que esta búsqueda teológica y pastoral no concierne sólo a Europa o a América, sino a la Iglesia entera en todos los continentes.

Un simposio teológico no pretende ofrecer soluciones prácticas a todos los problemas pastorales y misioneros de la Iglesia, pero puede ayudarnos a profundizar en el fundamento de la misión de la Iglesia. La comprensión de la revelación divina sobre el sacerdocio de Cristo y la participación de la Iglesia en este sacerdocio es una cuestión crucial para nuestro tiempo. No se trata de un tema nuevo, sino de un tema central, cuya originalidad consistirá en establecer una relación fundamental entre el sacerdocio de los bautizados, que el Concilio Vaticano II ha potenciado, y el sacerdocio de los ministros, obispos y sacerdotes, que la Iglesia católica siempre ha afirmado y precisado. Esta compenetración no debe darse por descontada en nuestro tiempo, porque implica reajustes pastorales, y conlleva cuestiones ecuménicas que no hay que ignorar, así como los movimientos culturales que cuestionan el lugar de la mujer en la Iglesia. Todos somos también conscientes de la escasez de vocaciones en muchas regiones, así como de las tensiones sobre el terreno debidas a las visiones pastorales divergentes, a los desafíos planteados por el multiculturalismo y las migraciones, sin olvidar las ideologías que condicionan el testimonio de los bautizados y el ejercicio del ministerio sacerdotal en las sociedades secularizadas. En este contexto, ¿cómo vivir una conversión misionera de todos los bautizados sin una nueva conciencia del don del Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo por medio de Cristo resucitado?

En esta búsqueda de la conversión sinodal, hay cabida para un vasto esfuerzo teológico que debería ofrecer una visión renovada, un sentido de lo esencial, una manera de valorar todas las vocaciones respetando lo que es específico de cada una. Tal visión de la comunión de las vocaciones se enraíza en la comunión de las Personas divinas y busca desplegar una eclesiología trinitaria capaz de dinamizar la Iglesia sinodal y misionera que sueña el Papa Francisco. Está claro que esta búsqueda interesa a toda la Iglesia, especialmente a los obispos, pero también a los teólogos, a la vida consagrada, a los casados y a los que se dedican a la formación a todos los niveles. Mis colegas ofrecerán más información al respecto dentro de un momento.

Podría añadir por mi parte que esta iniciativa es una gran empresa que ha sido cuidadosamente preparada, pero que conlleva un margen de riesgo en las circunstancias actuales de la pandemia. Se trata, pues, de un acto de fe que no habríamos acometido sin una confirmación desde lo alto, además de la urgencia de crear un movimiento vocacional tras las diversas experiencias sinodales de los últimos años. En efecto, durante los sínodos sobre la familia, sobre los jóvenes y sobre la Iglesia en la Amazonia, se plantearon en toda su magnitud las cuestiones relativas al sacerdocio y a la sinodalidad, insistiendo en la realidad del bautismo, base de todas las vocaciones. Ha llegado el momento de prolongar la reflexión y de promover un movimiento vocacional que facilite la puesta en común de las diversas experiencias eclesiales en todo el planeta.

Por ello, queremos reunir a delegaciones nacionales y diocesanas de todos los continentes en el aula Pablo VI durante tres días, del 17 al 19 de febrero de 2022, con un intenso programa de conferencias, coronado por un mensaje del Papa Francisco. El programa de la conferencia está disponible para los periodistas y para el público desde hoy. Un sitio web, abierto hace unos días, proporcionará más información a los interesados, facilitando la inscripción de los participantes, así como solicitando contribuciones financieras para apoyar la organización de este gran evento.

Dada la envergadura de este simposio, esperamos que marque una etapa en la búsqueda de la Iglesia y estimule nuevas iniciativas y publicaciones. No puedo cursar esta invitación como prefecto de la Congregación para los Obispos sin hacer un llamamiento a la oración del pueblo de Dios y, en particular, de las comunidades contemplativas. Tratándose del sacerdocio, cuya conciencia bautismal y ministerial debemos reavivar, así como de la conciencia de la fecundidad de la vida consagrada, sólo puede conseguirse con una gracia de las alturas que hay que implorar con insistencia y perseverancia. Por ello, invito especialmente a los obispos a acoger esta llamada y a relanzar esta preocupación por las vocaciones en el marco de su Iglesia particular, en comunión con el Papa Francisco y sus colaboradores de la Curia romana. Agradezco al Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede su disponibilidad para colaborar hoy y en los próximos meses en este evento. Muchas gracias.


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