Intervención de la profesora Michelina Tenace, catedrática de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana, en la presentación del Simposio Teológico Internacional: "Por una teología fundamental del sacerdocio"
El simposio sobre el sacerdocio titulado "Por una teología fundamental del sacerdocio" no pretende dar soluciones a los problemas, sino arrojar luz sobre las raíces del sacerdocio para que el árbol vuelva a dar frutos.
El cardenal Ouellet dice que "el sacerdocio de Cristo y la participación de la Iglesia en este sacerdocio es una cuestión crucial para nuestro tiempo".
No es un tema nuevo, sin duda.
¿Cuál es entonces la urgencia de reflexionar sobre este tema?
El hecho de que hoy debamos pensar en el fundamento único (sacerdocio de Cristo) que liga el sacerdocio ministerial con el sacerdocio común de los bautizados.
Esta relación debe ser revisada en cada época porque cada época expresa una comprensión diferente de la relación entre los diversos miembros del mismo cuerpo, cada época elabora una eclesiología actualizada sobre las necesidades del testimonio en la historia.
Hoy vemos que en muchas partes del mundo, los obispos y los sacerdotes tienen dificultades para identificar qué cambios son necesarios para que un sacerdote sea realmente un centinela del Reino de Dios, un hombre llamado por Dios a santificar el mundo mediante el don de los sacramentos del Reino.
Los cambios no pueden ser dictados por las presiones culturales, pero tampoco deben excluir que en las cuestiones que empujan hacia el cambio haya una llamada a liberar la fe de las incrustaciones del pasado.
Algunas cuestiones teológicas que se abordarán
1. Uno de los objetivos del Simposio es reflexionar sobre la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común.
En una introducción a un libro sobre los ministerios, el Papa Francisco escribe que "El Pueblo Santo de Dios, ungido por el Espíritu, es todo sacerdotal en cuanto participa del único sacerdocio de Cristo". Sólo hay un sacerdote, Cristo.
La cuestión que se plantea, pues, es cómo entender con respecto al único sacerdocio de Cristo el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los bautizados.
Por lo tanto, es importante entender por qué un simposio sobre el sacerdocio llevará a hablar sobre el bautismo.
Recordemos que con el descenso del Espíritu Santo nace la Iglesia.
Con el bautismo, donde desciende el Espíritu Santo, nos convertimos en cristianos, participamos de la vida divina como hijos en el Hijo.
Los ministros ordenados son indispensables porque custodian la vida divina a través de los sacramentos de la Eucaristía y el perdón de los pecados, el pueblo de Dios custodia la vida divina a través de la construcción de la Iglesia en el testimonio de la caridad y el crecimiento de los carismas. No se puede concebir uno sin el otro.
Cuando decimos que el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles se refieren al único sacerdocio de Cristo, estamos diciendo una verdad muy ardua: estamos diciendo que hay una responsabilidad mutua entre la comunidad de los bautizados y los sacerdotes. La falta de vocaciones sacerdotales significa que la comunidad cristiana se ha empobrecido: no da ni recibe sacerdotes.
2. Otro tema importante es la teología de la vocación
A cada uno su vocación. De hecho, es el intercambio de dones y la atención a la vocación de cada uno lo que construye la Iglesia de Cristo.
Esta es la idea directriz del Simposio: profundizar en la teología del sacerdocio, reafirmar los rasgos esenciales de la tradición católica sobre la identidad del sacerdote, liberándola quizás de una cierta clericalización.
La clericalización es un peligro tanto para los sacerdotes como para los fieles: identifica el sacerdocio con el poder y no con el servicio, el ser un alter Christus en el altar como un privilegio y no como una responsabilidad que concierne a todos los fieles.
El clericalismo se deriva de una visión aislada del sacerdote, como alguien aislado, por encima de todos los demás. El Papa Francisco llama a menudo la atención sobre este peligro.
En este enfoque erróneo se corre también el riesgo de que los sacerdotes se vean aplastados por la idealización de la omnipotencia o las pretensiones de los fieles.
3. La cuestión del celibato debe abordarse desde la perspectiva de la vocación
Cuando se habla de la cuestión del celibato, hay que entender que la verdadera cuestión se refiere a la vocación y a la formación: si uno es llamado por Dios recibe también el don de vivir esta llamada y la formación hace estos dones conscientes y manifiestos . Pero la formación en los seminarios se ha revelado a menudo muy escasa precisamente en el discernimiento de la vocación y la formación en la vida de comunión.
La cuestión que se plantea es que la función sacerdotal no requiere el celibato, pero en la tradición latina se exige debido al testimonio profético del sacerdocio de Cristo en relación con el carácter escatológico de la iglesia. El celibato es un signo profético que hace del sacerdote un testigo libre de una novedad que se manifestará en el eschaton.
La iglesia necesita profetas y no sólo "funcionarios" de los sacramentos. (cf. Jacques Servais durante la reunión preparatoria)
4. Otra cuestión que se abordará es la relación con lo sagrado
Lo sagrado y lo profano en el cristianismo son categorías superadas porque con Cristo, la presencia de Dios entre nosotros, se supera el modelo religioso sagrado de las antiguas religiones. Pero el misterio permanece. Así, el sacerdote de Cristo debe evocar el misterio y la trascendencia del acto litúrgico, por ejemplo, sin trivializar lo sagrado, sin sacralizar lo profano. La teología de los sacramentos y de la liturgia es un ámbito que debería replantearse junto con la teología del sacerdocio.