Invitación a que el próximo 8 de diciembre se haga una masiva consagración del país a la maternal protección de la Santísima Virgen María.
¿Qué significa consagrar el país a la Virgen María? ¿Es correcto hablar de una protección mariana para un grupo de personas? ¿Cuáles son sus alcances y por qué lo hacemos? Es indudable que los católicos en Chile somos marianos, así como en buena parte de Latinoamérica; basta advertir la gran cantidad de fieles que peregrinan a los santuarios marianos el día de la Inmaculada o en otras ocasiones. Pero esta razón, que en sí ya es muy poderosa, no justifica por sí misma un acto de esta naturaleza. Hay algo más profundo y tiene que ver con el valor y significado de la Virgen María en la historia de salvación y en la vida de la Iglesia.
Resulta paradojal que la grandeza de Dios que se manifiesta en el misterio de la Encarnación, esté íntimamente unida a la libre aceptación de una joven mujer. Desde ese momento, la historia de la salvación encontró una nueva protagonista, vinculada permanentemente a su Hijo, Jesús, Señor de la vida y de la historia. Llena del Espíritu Santo, su “sí” la une con un lazo indisoluble al misterio Pascual de su Hijo y expresa el anhelo inagotable de la humanidad abierta a la salvación.
La permanente unión de María a su Hijo la convierte en una infatigable asociada a su obra de salvación, siendo por voluntad divina el primer fruto de la redención.
Por otra parte, la Santísima Virgen María permanece unida a la vida de la Iglesia, porque es parte de ella y porque cumple una función maternal en ella. No sólo es ejemplo de virtud y plena disponibilidad a la Palabra de Dios, sino también ejerce su maternidad conduciendo a los fieles al encuentro con Jesús, su Hijo amado.
Ambas dimensiones adquieren una expresión sobresaliente desde el momento en que María fue asunta al cielo. En el encuentro con Cristo en la vida eterna, recibe del Padre el reconocimiento de hija predilecta y, adornada con la gracia, glorificada en cuerpo y alma, se constituye así en embajadora de la humanidad ante Dios que contempla en ella la creación redimida por la acción de Cristo en su misterio pascual.
En este sentido, sabiendo de su íntima comunión con Dios, su intercesión es eficaz ante el Padre, sabe hablar de lo humano ante lo divino, entiende el lenguaje del dolor y del sufrimiento, porque ella misma los ha vivido, y por eso nos sentimos acompañados y consolados por ella.
¿Cómo vivir esta consagración de nuestra patria a la Virgen María?
La Consagración del país y, por lo mismo de la comunidad local, este 8 de diciembre de 2019, se hace en esta solemnidad de la Inmaculada Concepción de María y en el inicio del tiempo de Adviento, tiempo penitencial de espera confiada y activa que nos ayuda a reparar por nuestros pecados y a trabajar de modo comprometido por la justicia y la paz social. En una espera activa.
La consagración se hace con aquellas advocaciones marianas a cuyas imágenes los fieles acuden con tanta fe que gozan de estimación popular. El pueblo cristiano, desde sus orígenes, ha encontrado en María aquella Madre discípula que los congrega, fortalece y consuela. Los santuarios marianos son verdaderos espacios de manifestación divina. Sedes donde se vive el culto litúrgico y el apostolado cristiano.
Según las circunstancias, la consagración del pueblo a la protección maternal de la Virgen María puede hacerse dentro de la Misa o en una celebración litúrgica de la Palabra de Dios.
Hacer un camino para encontrarse con la Virgen María implica seguir una pedagogía del encuentro con ella, que se puede expresar en las siguientes etapas:
a) Peregrinar para estar ante ella: todo peregrino que va a un santuario mariano atraviesa campos y ciudades para llegar ante la imagen de la Virgen María. Es el momento de verla y contemplarla, porque el peregrino sabe que es visto y acogido por una madre. Es el momento del encuentro personal en el que se abre el corazón y surge la confianza.
b) Confiarle lo que somos y lo que tenemos: es el momento de expresarle nuestros dolores, especialmente los dolores de nuestro país, las injusticias que viven muchos, las penurias económicas, las angustias por la salud, el temor de la vejez por unas pensiones insuficientes, la desconfianza hacia nuestros líderes, el temor ante la violencia, etc.
c) Consagrarse y comprometerse: a través de la oración en la que le presentamos nuestros país, recurrimos a su intercesión maternal ante el Padre, nos confiamos a su acción eficaz, sabiendo que ella siempre nos conduce hacia su Hijo. Por eso sabemos que nos permitirá poner a Cristo en el centro de nuestras vidas y en la vida de nuestro país . Esto exige de nosotros un compromiso decidido por el Señor que en la hora presente implica optar por la justicia y la paz.
Subsidios para la consagración
Para este Día de Oración por Chile, La Conferencia Episcopal ofrece una serie de subsidios para la preparación espiritual de esta Consagración:
- Oración por Chile (PDF).
- Mensaje conclusivo 119º Asamblea Plenaria CECh
- Ver texto completo del mensaje
Fuente: Comunicaciones CECh