CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA

Orientaciones sobre la Familia y la Sexualidad

“Sean fecundos y multiplíquense” (Gen 1, 28).

Introducción

1. Es muy vivo el interés de la Iglesia, “experta en humanidad”, en su misión evangelizadora, de cuidar y de velar por la familia y el matrimonio. Para ello, proclama el Evangelio de la Familia y de la Vida. La Sagrada Familia es un claro ejemplo de ello: María es esposa de José y madre de Jesús; José, esposo de María y padre de Jesús; el niño Jesús, a quienes adoran los pastores y los Magos, por ser Dios y hombre verdadero. Este modelo de la Sagrada Familia, ilumina a todas las familias y nos ofrece luces para la defensa de la vida.

2. Queremos exponer la situación cultural y ambiental fruto del alejamiento de Dios y de su maravillosa obra creadora y redentora que intenta construir una ideología que socava profundamente los presupuestos naturales y conductuales, que tiene toda persona humana. Sus consecuencias son impredecibles.

3. Reafirmamos nuestro más profundo respeto a la dignidad de toda persona humana y nuestro rechazo a cualquier discriminación contra las personas con orientación sexual distinta. Asimismo, rechazamos cualquier insulto, ataque, imposición legal o penal, contra quienes proponemos la sana doctrina sobre la vida, la persona sexuada, varón o mujer, como camino para el proyecto de Dios sobre el mundo, la familia y la convivencia social.

Complementareidad del hombre y la mujer

4. La realidad de la persona creada como varón o mujer, es una verdad indiscutible. Nunca se había pensado en otra realidad distinta a la enseñanza del Génesis en la creación: “Varón y mujer, los creó”. El sentido común, la ciencia y la investigación han confluido en la realidad de la complementariedad de los sexos. Los creyentes y muchos hombres y mujeres de buena voluntad, deben sentir la orientación de la Iglesia que “se une a ellos poniendo su propio servicio a la verdad, libertad y dignidad de todo hombre y mujer”.

5. “Creando al hombre varón y mujer, Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer, enriqueciéndolos con los derechos inalienables y con las responsabilidades que son propias de la persona humana”. Los asocia a la realidad de la familia y el matrimonio. Y reciben una bendición especial de Dios al mandarlos a vivir en comunión y a crecer y multiplicarse5, y evita tanto una uniformidad indistinta y una igualdad estática y empobrecedora, como una diferencia abismal y conflictiva (cf. Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 8)”.

6. La complementariedad del hombre y la mujer ex-puesta de modo explícito en el Génesis (“no es bueno que el hombre esté solo”) se puede leer también como la necesaria ayuda y compañía mutua que también ne-cesita la mujer. La complementariedad es una riqueza y su ausencia, una carencia. El cuidado del hombre por la familia le debe llevar a defenderla y orientarla por los caminos más nobles posibles. Esta complementariedad se da igualmente en otros órdenes. El mismo Jesús muestra el delicado respeto por las mujeres que llamó a su segui-miento y amistad (…) la misión confiada a las mujeres de llevar la Buena Nueva a los Apóstoles en la mañana de la Resurrección.

La Iglesia siempre ha enseñado que a esta tarea la debe realizar la mujer sin renunciar a la femineidad. Es una deformación intentar expresar el comportamiento femenino imitando a los hombres y una gran injusticia exigirlo. Sería por tanto una discriminación inaceptable pensar que la dignidad de la mujer se realiza en las actividades exteriores y públicas, despreciando el ámbito familiar y doméstico, tan necesarios para una adecuada y serena vida familiar. La igual dignidad del hombre y la mujer reclaman que la mujer además de sus tareas específicas y grandiosas relacionadas con la maternidad, puede y debe integrarse a las funciones públicas y a otras profesiones. Así la evolución social y cultural se realice de modo plenamente humano.

8. Las palabras del relato del pecado original “él te dominará” pudieran interpretarse como de inferioridad de la mujer. Sin embargo, Jesucristo defiende enérgicamente la igual dignidad del hombre y la mujer. Dios da estabilidad a la unión de mujer y hombre diciendo que son “una sola carne”. Rechaza el permiso que dio Dios a Moisés de repudiar a sus mujeres, y señala que “al principio no fue así”. Y san Pablo dignifica la unión de los esposos hablando de ella como un “misterio” que refleja la unión de Cristo con la Iglesia.

9. Así, ser mujer no es una construcción masculina. Querer la mujer parecerse al hombre puede ser una acción “libre” pero está reñida con el sentido común y la revelación originaria de Dios. Querer un hombre parecerse a una mujer es igualmente extraño, ajeno a la fe y al sentido común. Eliminar las diferencias entre hombre y mujer va en contra del sentido común y de la revelación de Dios.

¿Qué sucede hoy? Ideología del género

10. Se está queriendo imponer una ideología que dice que el feminismo no cumplió sus resultados y hay que liberar a la mujer de la carga de la maternidad y del hogar, eliminando las diferencias entre el hombre y la mujer. La mujer, y sus roles, serían una construcción del varón y por tanto eso debe cambiar. El Papa Francisco indica que esta ideología “niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología se lleva a proyectos educativos, directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo”.

11. No se puede “aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada”.

12. Es necesario, ver con perspectiva, los principales elementos de la así llamada ideología del género:

A. Se desconoce el plan creador de Dios y se desconoce que somos criaturas creadas, que nos precede y nos orienta: “macho y hembra los crea” y los bendijo Dios. “Sed fecundos y poblad la tierra”.

B. El hombre se ha liberado en su cuerpo y en su alma de su ser natural o creado. No hay naturaleza humana, por tanto, el hombre se vuelve “creador”, capaz de descontrol y construir el género humano, su desarrollo. Vale todo, sin ningún respeto por el otro.

C. Niega la diferencia sexual entre hombre y mujer, por tanto, su complementariedad sexual y su reci-procidad en el amor.

D. La identidad sexual es fruto de una decisión libre y puede cambiar con el tiempo.

E. Si la familia no se funda en la diferencia sexual (varón y mujer), cualquier iniciativa de tipo afectivo sexual puede constituir “una familia". Por eso se está hablando de diversos tipos de familia.

F. Con motivo de la "inclusión” y de la libertad que tiene cada persona, se impone como “pensamiento único posible” aceptar cualquier decisión legal sobre esta materia. De tal manera que es atacado y perseguido el que habla o defiende que la familia la constituyen un hombre y una mujer. Esto hoy sucede en muchos países: persecución, penas y multas, expulsión de tareas docentes, etc.

G. El acto generativo se manipula y se desvincula del papel procreador del hombre y la mujer: paternidad y maternidad son realidades componibles y descomponibles.

H. Los proyectos educativos están inmersos de esta visión. Basta ver los ejemplos de familia en los libros de Educación sexual.

L. Los Tribunales expresamente legislan sobre los aconteceres en materia afectivo sexual porque ellos deben regular las libres iniciativas de vinculación afectiva de los seres humanos. Hay agenda legislativa mundial y en cada nación.

J. Los medios de comunicación muestran una apertura a estos planteamientos: por ejemplo, la publicidad de algunas publicaciones que colocan en portada una niña transexual y dedicar la edición a esta temática.

Cómo rescatar una sana visión de la familia y la sexualidad

13. Una primera idea es obvia. Dios quiere al hombre y la mujer según su designio original. La naturaleza humana es la que Dios creó. El hombre es, no se construye. Lamentablemente se puede corromper, a veces sin culpa, pero siempre hay un anhelo de normalidad, de familia, de amor, inscrito en el hombre y la mujer.

14. Una tarea importante es profundizar y relanzar por todos los medios el Evangelio de la Vida y de la Familia. Urge presentar la verdadera doctrina de la sexualidad, de la dignidad de la persona, de la vida y de la familia. Es el gran reto de relanzar una vigorosa acción en favor de la familia. En esto juega un papel muy importante la Iglesia en la línea de impulsar una pastoral familiar organiza-da. En esto hay que trabajar: por ejemplo, en los Cursos de Preparación para el Matrimonio, en los Cursos para novios. En el apoyo a los padres para ayudarlos en esa noble tarea. La Exhortación Apostólica “Amoris laetitia” del Papa Francisco nos abre un sinfín de posibilidades, en continuidad con las enseñanzas de san Juan Pablo II y Benedicto XVI.

15. Por otra parte, los movimientos apostólicos de carisma familiar deben tratar de fundamentar bien sus conceptos antropológicos y pedagógicos para extender con naturalidad esta enseñanza básica que pertenece al “Evangelio de la Familia”. Hay que salir a las periferias.

16. Ambos, Pastoral Familiar e iniciativas de carisma familiar, así como la catequesis deben enfrentar directamente el problema. Esto requiere convicción, coraje y de-terminación. Igualmente, hay que perder el miedo a hablar de lo obvio: la libertad para exigir respeto a la inmensa mayoría de personas que tiene muy clara y arraigada su identidad de varón o mujer.

17. Hablar de la sexualidad. El sexo forma parte de la persona. Los propagadores de la ideología de género no hablan de sexo sino de género. Lo que la experiencia y la ciencia confirman es que el sexo es algo dado, que afecta lo genético, la psicología, el cuerpo, los afectos y el modo de relacionarse los seres humanos. Del sexo hay que hablar porque él está implicado junto con toda la persona en la educación y en la realización del amor.

18. Urge proclamar el Evangelio de la Vida. La vida siempre es un don de Dios y “una sorpresa” en cierta manera. Hoy hay una mentalidad anticonceptiva generalizada, y los hijos, según esa mentalidad, son una “carga” que hay que sacar adelante. Ver a los hijos como un “don” forma parte de una recta concepción de la vida. Y finalmente, hay que dar testimonio de la felicidad del matrimonio. Con realidad, hay que hablar de cómo la complementariedad es una bendición de Dios.

19. Los hijos les pertenecen a los padres, y no al Estado ni a ninguna institución. Hay que alentar a que la sociedad se despierte: dos familias pueden hacer mucho, y muchas juntas pueden hacer mucho. Hay que promover asociaciones familiares, desde la Iglesia hay que bendecir muchas veces la vida, la familia y el matrimonio. En este sentido, las familias pueden y deben jugar un papel muy importante tanto como divulgadores de la bondad del matrimonio y de la familia constituidos como ser testimonio de la belleza de la vida.

20. A la vez que se proclama el Evangelio de la Vida, se deben manifestar los desacuerdos frente a las propuestas que se quieren imponer y hasta protestar, respetuosa y pacíficamente, con firmeza, contra las decisiones que están minando la institución familiar y desvalorizando el sentido de la vida y la persona humana.

La educación de los hijos

21. Reafirmamos la importancia de la educación de los hijos por parte de sus padres. Francisco lo introduce así: “Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado. Ya que esta función educativa de las familias es tan importante y se ha vuelto muy compleja, quiero detenerme especialmente en este punto”.

22. Francisco se pregunta: “¿Dónde están los hijos? La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrar nuevos recursos. Necesita plantearse a qué quiere exponer a sus hijos. Para ello, no se debe dejar de preguntarse quiénes se ocupan de darles diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre. Sólo los momentos que pasamos con ellos, hablando con sencillez y cariño de las cosas importantes, y las posibilidades sanas que creamos para que ellos ocupen su tiempo, permitirán evitar una nociva invasión. Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano. Los padres deben orientar y prevenir a los niños y adolescentes para que sepan enfrentar situaciones donde pueda haber riesgos, por ejemplo, de agresiones, de abuso o de drogadicción”.

23. Hoy en la educación formal se habla del aborto y de la anticoncepción como algo culturalmente normal. Ya empieza a ser normal hablar de diversos tipos de familia. Desde primer grado se dan clases de “sexualidad” señalando que hay más opciones además de ser niño o niña. Con juegos y cuentos banalizan o eliminan la palabra matrimonio. Encontramos en las redes sociales videos y mensajes verdaderamente incitantes a una exploración sexual temprana. Se ha constituido el Estado docente, y para poder impartir clases hay que realizar una serie de cursos imbuidos de esta ideología. La ciudadanía está por encima de los padres en la educación. Esto va en contra de la Declaración Universal de los derechos humanos que dice claramente “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.

24. Existe un fuerte financiamiento para imponer la agenda sobre del género, el recurso que le queda a la gente es la protesta, el reclamo. Estamos ante un escenario ya instalado en la agenda neo liberal, educativa, social, política y legal que busca invadir todo.

Conclusión

25. “El discernimiento hecho por la Iglesia se convierte en ofrecimiento de una orientación. A fin de que se salve y se realice la verdad y la dignidad plena del matrimonio y de la familia”. “La Iglesia siguiendo a Cristo busca la verdad que no siempre coincide con la opinión de la mayoría”. “Escucha a la conciencia y no al poder, en lo cual defiende a los más pobres y necesitados”. Y así se explica que se trate de este tema tan importante relacio-nado con la familia.

26. La oración por las familias y la oración de cada familia es algo muy importante porque en ellas tenemos el más valioso patrimonio de la humanidad y de la Iglesia. Familias sólidas, consorcios de vida y amor fecundo, responden al anhelo de la mayoría de los seres humanos y es a la vez garantía de un buen nacer y crecer de un modo digno y natural. La oración por la familia se convierte en este momento en una urgente necesidad porque la soberbia humana de querer construir un mundo sin familias afecta hondamente a muchos niños y jóvenes y, a la vez, reclama una acción constante y creativa de los padres y de las familias. Es una urgente tarea misionera.

27. Se debe fomentar una gran comprensión con las personas que han sido captadas por la ideología del género. Han vivido pensando que toda inclinación sexual es auténtica y posible. Así se desorientan muchas personas y pierden el norte de la sexualidad que está orientada al servicio, al amor y a la donación.

28. Es, a veces, una obligación de conciencia decir NO. Toda familia, todo hombre o mujer, cada grupo de personas que vean oportuno actuar, deben rebelarse ante la imposición educativa, legal y avasalladora de la ideología de género. El derecho a decir NO y organizar-se para manifestarlo es perfectamente válido y muchas veces indispensable.

29. Por último y es lo más importante. “Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio que “es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo, y al mismo tiempo lo más necesario” (EG 35). (…) Porque “nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio” y “toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerigma” (EG 165)”. Es decir, el encuentro con la persona de Jesucristo es determinante para que este mensaje se extienda y profundice. Jesucristo y la fe cris-tiana han cambiado el mundo, y pueden hoy revitalizar la familia cristiana.

30. Que el ejemplo de la sagrada Familia de Nazaret, de José, de María y de Jesús, el Evangelio de la familia, sea el norte de los creyentes y de los hombres de buena voluntad.

Caracas, 10 de enero de 2017

COMISIÓN EPISCOPAL DE FAMILIA E INFANCIA

COMISIÓN DE DOCTRINA Y ECUMENISMO

  • Mons. Fernando Castro Aguayo, Obispo de Margarita, Presidente, Comisión de Familia e Infancia
  • Mons. Raúl Biord Castillo, Obispo de la Guaira. Presidente Comisión de Doctrina y Ecumenismo
  • Mons. Rafael Conde Alfonzo, Obispo de Maracay
  • Mons. José de la Trinidad Valera Angulo, Obispo de Guanare Mons. Benito Méndez Bracamonte, Obispo del Ordinariato Militar de Venezuela
  • Mons. Ramón Linares Sandoval, Obispo Emérito de Barinas Mons. Jaime Villarroel, Obispo de Carúpano

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1. ¿Enemigo imaginario?

La Directora de Educación de la Fundación Iguales, Isabel Amor, en carta al director del diario El Mercurio (10 de marzo de 2017) denunciaba que con la expresión “ideología de género” los grupos conservadores y contrarios a la “diversidad sexual” se habían construido un “enemigo imaginario”, desacreditando los grandes aportes que las teorías y perspectivas de género están produciendo para lograr nuevos espacios de equidad y de respeto de las opciones de las personas en materias sexuales.

Es cierto que la nomenclatura de “ideología de género” no es usada por sus promotores y que tampoco cabe incluir en ella todas las teorías y estudios de género, sobre todo las que buscan una mejor y más balanceada modulación del equilibrio entre los derechos de hombres y mujeres. El término “ideología de género” quiere prevenir sobre aquellas teorías que van más allá que la simple superación de la diferenciación jurídica y social arbitraria entre los dos sexos y plantean que el género debe sustituir al sexo (biológico) como elemento de la identidad de las personas, siendo necesario romper su estructura binaria (masculino y femenino) para pasar a un abanico de géneros diversos conforme a la autopercepción de los individuos. Se trata de una ideología, en el sentido negativo de la expresión, es decir, una cosmovisión que se impone de modo totalitario y que no tiene en cuenta los datos que proporciona la realidad. En el fondo, en la ideología de género hay un error en la comprensión del ser humano y de su forma de ser, y un intento cada vez más abierto de institucionalizar estos postulados teóricos, pseudo-científicos e inescrutables como una filosofía y antropología oficial y excluyente por parte del Estado. La etiqueta es amplia por necesidad, pues no existe una sola teoría ideológica de género, sino múltiples.

La ideología de género no es la obra de un partido político concreto, ni es descendiente de una sola teoría o filosofía política. En sus manifestaciones concretas es posible encontrar tanto luces del marxismo y sus teorías críticas (por ejemplo, el reemplazo de la antigua clase proletaria por la nueva colectividad “LGBTIQA+” – Lesbian, Gay, Bisexual, Trans, Intersexual, Queer, Asexual; el signo “+” indica que la lista no es cerrada y que pueden seguir añadiéndose otras orientaciones o identidades de género– en lucha contra la cisnormatividad, heternormatividad y patriarcado) como también del liberalismo radical, derivado de lo que Robert Bellah llamó “expresivismo individualista” (sosteniendo como valor supremo los de-seos del yo, y la realización humana en el desarrollar lo que sea que considere como su “identidad nuclear”). En definitiva, no se trata de un movimiento y pensamiento homogéneo en cuanto a sus postulados y estructura, lo que en todo caso no le ha impedido unirse en torno a los medios para la consecución de sus objetivos individuales, colectivos y políticos.

Como toda ideología que busca asegurar su hegemonía cultural y política, hace uso de las herramientas que mejor sirvan a sus fines. Si el objetivo es transformar la forma en que entendemos a la persona humana, entonces es necesario un cambio en el conocimiento y en nuestra mentalidad. Ahora bien, para la inmensa mayoría de la humanidad la noción de que podemos ser hombres o mujeres (u otro) según nuestro antojo es demasiado radical como para aceptarla sin más; máxime si ella carece de evidencia fuera del dictamen de la propia voluntad, y contradice nuestro conocimiento de la persona humana. Por ello, si no es posible lograr el cambio por medio de la razón, entonces habrá de hacerse por medio de la imposición, y especialmente mediante el adoctrinamiento de las futuras generaciones, mediante la repetición temprana y constante de la nueva “verdad” del ser humano que se construye a sí mismo. Es por esto que en los Estados en que se ha avanzado hacia la revolución del género el mecanismo de operación ha sido esencialmente el mismo: adoctrinamiento, prohibición, censura y obligatoriedad. El adoctrinamiento se produce a nivel de la educación básica. Los intentos más tímidos buscan forzar a todos los establecimientos educacionales para que incluyan la igualdad o equidad de género como eje central de la educación, cuando no el deber de educar a los niños en la normalidad de las identidades transexuales, homosexuales, bisexuales, intersexuales, las que serían al mismo tiempo tanto esenciales como abiertas a la elección de toda persona, y en todo equivalentes a la heterosexualidad. El adoctrinamiento exige a su vez la negación de la libertad de enseñanza y autonomía para los colegios. Establecido en la ley que la identidad de género es un derecho, negarse a enseñar esta nueva antropología pasa a ser una opción ilegítima. Casos emblemáticos han sido expuestos en el úl-timo tiempo en Estados Unidos, a propósito de la medida del gobierno de Obama que amenazó a todas las escuelas con demandas federales y cortes de presupuesto, bajo las leyes de no discriminación, si no aceptaban tratar a sus alumnos, no conforme a su sexo, sino a su “identidad de género”. Además, para que el adoctrinamiento funcione, y la nueva antropología eche raíces es necesario evitar a toda costa los cuestionamientos a la misma. Se impone una for-ma de prohibición del disenso, por la censura mediática, la descalificación personal (uso del término homofóbico, transfóbico, lgtb-fóbico) e incluso la penalización (con la tipificación de los llamados “delitos de odio”).

En España, muchas comunidades autónomas (Navarra, País Vasco, Galicia, Andalucía, Canarias, Cataluña, Extremadura, Madrid, Murcia e Islas Baleares) han dictado leyes de no discriminación en las que se sancionan a quienes no comulguen con la ideología de género. El año 2016 los Obispos de Alcalá de Henares, de Getafe y de Córdoba fueron denunciados penalmente por presuntos delitos de fomento al odio, luego de que publicaran una nota de dirección a los católicos de sus diócesis, argumentando su objeción a la ley de identidad de género. Algo similar le ocurrió al Obispo de Toluca, México, a raíz de la crítica realizada en su homilía y desde el púlpito a la ideología de género. Incluso en países como Estados Unidos, en que existe tal vez el régimen más robusto de libertad de expresión y religiosa en el mundo entero, surgen amenazas, como las del Estado de Iowa, que ha redactado su legislación antidiscriminación de tal manera que sirve para penalizar a pastores por el contenido de sus prédicas al interior de sus iglesias, si es que por ellas hacen sentir como “no bienvenidos” a quienes asisten a sus servicios. En la ciudad de Nueva York la legislación contempla multas de hasta 250 mil dólares americanos a quienes rehúsen usar el nombre o pronombre escogido por el individuo transgénero, incluyendo algunos de nuevo cuño, como el singular “they”, o “ze” y “xir”. De esta breve reseña puede evidenciarse que la “ideología de género” es cualquier cosa menos un “enemigo imaginario”, que sectores ultraconservadores habrían construido como producto de sus propios miedos atávicos a los avances de la modernidad. La ideología de género es una realidad palpable y en progresivo incremento: es una visión holística antitética a la concepción del ser humano que está en la base de nuestras sociedades, y que pone en tela de juicio la realidad de la persona humana en cuanto varón y hembra. Una vez aceptados los presupuestos de esta teoría, instituciones tan fundamentales como la familia, el matrimonio, la paternidad y la maternidad, quedan absolutamente desnaturalizadas.

2. ¿Enemigo lejano?

Cabe mencionar que, aunque los ejemplos que hemos escogido vienen del extranjero, lo cierto es que los mecanismos básicos a través de las cuales se impone la ideología ya han tocado tierra en Chile y se encuentran en vía de formalización, o bien ya están vigentes. Desde el año 2012 contamos en Chile con la ley antidiscriminación (Nº 20.609), la llamada Ley Zamudio, que dentro de los motivos especialmente prohibidos considera expresamente y como elemento distinto al sexo y a la orientación sexual, la “identidad de género”. Pese a que era la primera vez que el término entraba en el ordenamiento jurídico, este quedó sin definir. En otras normas se utiliza la expresión “género” de manera ambigua, ya que podría referirse a los dos sexos biológicos: varón y mujer. Así, el gobierno se empeñó en que la ley que creó el Ministerio de la Mujer (ley Nº 20.820) lo denominara como “Ministerio de la Mujer y de la Equidad de Género”. En el mismo sentido la Ley General de Educación (Nº 20.370, refundida en DFL Nº2/2010 de Educación) se sanciona la discriminación en razón de género, sin men-cionar el sexo. Pero esa expresión ha permitido a la Super-intendencia de Educación sancionar, en 2015, a un colegio particular de la Región Metropolitana dado que el mismo, enfrentado ante la solicitud de padres que buscaban que su hijo varón de 5 años fuera tratado como niña por parte del colegio, se negó por considerar que ello sería perjudicial para el niño y pondría en peligro su libertad de enseñar conforme a la visión del desarrollo integral que inspira la institución. La Superintendencia asumió la representación del menor y su familia, sancionando al colegio por pasar a llevar un supuesto “derecho a la identidad de género” del niño. El colegio reclamó ante los tribunales, sin que todavía haya sentencia de término en el proceso. Se encuentra en tramitación en el Senado un proyecto de ley que busca “reconocer y dar protección al derecho a la identidad de género” (Boletín Nº 8924-07), y que, junto con permitir el cambio del sexo en el Registro Civil prohibiendo toda indagatoria biológica o psicológica, define “identidad de género” copiando la definición de los llamados Principios de Yogyakarta, instrumento sin ningún valor normativo pero enarbolado por los activistas del género. La definición señala que la identidad de género consiste en una vivencia interna del “género” (el concepto es circular) que puede o no corresponder con el sexo “asignado” al su-jeto al nacer. Como la identidad de género no es un atributo de la persona en el derecho, ella no tiene correlato en los documentos de identificación. Para aproximarse a ello es que el proyecto vuelve facultativo para toda persona escoger qué sexo –y por ende, qué estatuto jurídico– quieren reclamar para sí. Luego, el sexo es vaciado de contenido objetivo, como lo ha sido hasta hoy. El proyecto además le permite al beneficiario obligar a toda institución pública o privada a que reconozcan y le den un trato conforme a su identidad de género, sin excepciones.

En paralelo a la tramitación del proyecto, la Presidenta Bachelet firmó en octubre de 2015 la Convención Interamericana en contra de toda forma de discriminación e intolerancia (2013), que impone a los Estados partes el deber de prohibir y penalizar la diseminación pública o privada de todo material que promueva la intolerancia, así como también la prohibición de la elaboración o uso de materiales pedagógicos que reproduzcan estereotipos o preconceptos, incluidos los preconceptos sobre sexo, género, e identidad y expresión de género. Este tratado aún está pendiente de ser presentado ante al Congreso. En línea con las exigencias de este tratado, que no se encuentra vigente para ningún Estado, el gobierno anunció a fines del 2016 la reintroducción de un proyecto de ley que penaliza los “discursos de odio”, señalando expresamente como categoría protegida a las personas que se identifican como LGBTIQA+.

Pero esto no es lo único: el Congreso acaba de aprobar en marzo de 2017 (Boletín Nº 10777-10) la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, tratado que incorpora el derecho a la no “discriminación múltiple”, que comprende aquella en razón no sólo de la vejez del sujeto, sino que también por diversas “orientaciones sexuales e identidades de género”. Habiendo sido aprobado, el tratado está listo para su promulgación y publicación.

Como se ve, de alguna manera por inadvertencia o falta de conocimiento a la ideología subyacente, los conceptos de “género”, “identidad de género” y “expresión de género” se han ido inoculando en instrumentos internacionales que luego serán invocados a nivel interno ya sea para presionar al Congreso para que legisle en los mismos términos o a los tribunales para que los apliquen en casos concretos.

En la idea de presionar el Poder Legislativo, apareció también a mediados de 2016 la información de que el Gobierno de Chile había alcanzado un acuerdo transaccional (“solución amistosa”) con la agrupación Movilh, a instancias de la Comisión Interamericana de DD.HH., y a cambio de que se pusiera fin a la demanda en contra del Estado por no reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. En dicho acuerdo el Gobierno no sólo ac-cedió a presentar una ley de “matrimonio” homosexual, con adopción y homoparentalidad, sino que además se comprometió, entre otros temas, a velar porque los planes de formación ciudadana –obligatorios luego de la dictación de la ley Nº 20.911 de 2016– y de educación de sexualidad, afectividad y género incluyan en su contenido temáticas de inclusión de diversidad sexual, para todos los niveles, parvulario inclusive. Este acuerdo de solución amistosa se encuentra impugnado por ilegalidad ante la Contraloría General de la República. En el plano de la educación, desde hace años que el Ministerio de Educación empuja una amplia agenda de equidad de género, que incluye la normalización de la identificación como homosexual o transgénero. Su iniciativa más reciente consiste en el plan para educación en igualdad de género 2015-2018. En el mismo sentido, a mediados de 2016 un grupo de 5 senadores presentaron un proyecto de ley para “incorporar la identidad de género entre los objetivos de la educación parvularia” (Boletín Nº10801-04), modificando en este sentido los objetivos obligatorios de aprendizaje para dicho ciclo, bajo el artículo 28 de la Ley General de Educación.

Los tribunales, por otro lado, no han podido sustraerse a la penetración de esta ideología. La Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia del caso de la Jueza Atala, impuso que se dieran cursos de capacitación a jueces y funcionarios de tribunales sobre teorías de género y diversidad sexual. Constantemente se hacen talleres y seminarios sobre esta temática en los que se enfatiza la necesidad de no discriminación “en razón de género”. El segundo número de la Revista Acceso a la Justicia editada por la Corte Suprema tiene varios artículos dedicados a la “diversidad sexual” y destaca en portada una entrevista a Andrés Rivera, una persona transexual que se dedica al activismo en estas materias. En el titular se lee una de sus declaraciones: “El problema no es ser trans sino como el resto no es capaz de respetar las diferencias”. En la revista, la Ministra de la Corte Andrea Muñoz, encargada de estas temáticas, anuncia la instalación durante el 2017 de una Oficina de Género en el Poder Judicial.

No resulta extraño que los jueces comiencen entonces a acoger estas ideas en sus sentencias. Hay varios casos de tribunales de familia que han concedido el cuidado personal de un menor a una persona que vive en pareja con alguien del mismo sexo, lo que es reivindicado como avances por el Movilh y la Fundación Iguales. Recientemente, la Corte de Apelaciones de Iquique ordenó a Gendarmería que se trate a ciertos internos transexuales con la “identidad de género” que ellos manifiestan o expresan (Corte de Iquique 9 de diciembre de 2016, rol Nº 859-2016). Esta sentencia ha sido confirmada por la Corte Suprema por fallo de 13 de marzo de 2017 (rol nº 99.813-2016). La cuestión no es tanto si en el caso en particular hubo o no un abuso por parte de los gendarmes, sino que los tribunales acogen sin matices los presupuestos fundamentales de la ideología de género y basan en ellos la justificación de sus resoluciones.

En suma, como puede apreciar de esta revisión, la ideología de género no es ni un “enemigo imaginario” ni un “enemigo lejano”. Se trata de un peligro


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La ideología de "género" y el "liberalismo gnóstico"

La idea de que los seres humanos son personas no-corporales que habitan cuerpos no-personales nunca termina de desaparecer. Aunque las corrientes predominantes del Judaísmo y del Cristianismo la han rechazado hace ya mucho tiempo, lo que a veces se describe como el dualismo del "cuerpo y el yo" ha vuelto con sed de venganza, y sus seguidores son legión. Ya sea en los tribunales de justicia, en los campus universitarios, o en las mesas de directorios corporativos, ella sustenta y da forma al individualismo expresivista y al liberalismo social que se encuentra en alza.

El rechazo de la Cristiandad al dualismo del cuerpo y el yo se constituyó como la respuesta al desafío planteado a la ortodoxia por parte de aquello que fuera conocido como "gnosticismo". El gnosticismo se componía de una variedad de ideologías; algunas ascéticas, y otras directamente opuestas. Lo que tenían en común era el entendimiento del ser humano –una antropología– que dividía marcadamente lo material y corporal por una parte, y lo espiritual, mental o afectivo, por la otra. Para los gnósticos, era lo inmaterial, lo mental o lo afectivo lo que en última instancia importa. Aplicado a la persona humana, esto significa que lo material o corporal resulta ser inferior; si es que no se trata de una prisión de la cual se debe buscar escapar, cuando mucho sería un mero instrumento para ser manipulado a fin de servir a los objetivos o fines de la "persona", entendida como el espíritu, la mente o la psique. El yo es una sustancia espiritual o mental; el cuerpo, un vehículo meramente material. Tu y yo, en cuanto personas, nos identificamos completamente con el espíritu, mente o psique, y no nos identificamos de forma alguna (o cuando mucho en una forma altamente atenuada) con el cuerpo que ocupamos (o con el que de alguna forma "estamos asociados") y usamos.

Contra este dualismo, la posición anti-gnóstica afirma una concepción de la persona humana como una unidad dinámica: un cuerpo personal, un yo corporal. Esta visión contraria al gnosticismo se encuentra a lo largo de toda la escritura hebraica y de las enseñanzas cristianas. Esto no implica sugerir que la doctrina cristiana descarte la concepción bajo la cual el individuo es numéricamente idéntico con su alma inmaterial. Los pensadores cristianos contemporáneos se encuentran divididos sobre la cuestión de si el alma separada del cuerpo es numéricamente distinta de la persona humana, o si se trata de la misma persona en una forma radicalmente mutilada. Sí se tiene acuerdo, sin embargo, sobre el punto esencial, que es que el cuerpo no es un instrumento meramente extrínseco de la persona humana (o del "yo"), sino que una parte integral de la realidad personal del ser humano. Cristo ha resucitado corporalmente. Aristóteles, quien rompió con su maestro Platón sobre este punto, defiende una forma de este "hilomorfismo", como se le ha denominado. Sin negar la existencia del alma, afirma que la persona humana es un ser material (aunque no exclusivamente material). Nosotros no ocupamos o habitamos nuestros cuerpos. El cuerpo vivo, lejos de ser un vehículo o instrumento, es parte de nuestra realidad personal. Así que, sin poder existir apartados de su alma, no son inferiores a ella. El cuerpo comparte la dignidad personal; es un todo del cual nuestra alma es la forma sustancial. La idea del alma como la forma sustancial del cuerpo es la alternativa de la ortodoxia cristiana a la concepción herética del alma como "el fantasma dentro de la maquina". Es posible que separemos el cuerpo vivo del alma en nuestro análisis, pero no en los hechos; somos compuestos de cuerpo y alma.

Así que somos animales; animales racionales, sin duda, pero no mentes o intelectos puros. Nuestra identidad personal a través del tiempo consiste en la persistencia de los organismos animales que somos. De esto se sigue una proposición crucial: la persona humana comienza a ser al mismo tiempo que el organismo humano, y sobrevive –como una persona– al menos hasta que el organismo deja de ser. Y sin embargo, no somos animales brutos. Somos animales de naturaleza racional, organizados desde un inicio para el pensamiento conceptual, y para la deliberación práctica, el juicio y la elección. Estos poderes intelectuales no son reducibles a pura materia. Las creaturas que las poseen son capaces, con madurez y bajo condiciones favorables, de captar caracteres inteligibles (y no solamente sensibles) de las opciones de acción, y de responder a esas razones con elecciones que no están determinadas por eventos antecedentes. No es que actuemos de forma arbitraria o azarosa, sino que elegimos en base a juicios de valor que nos inclinan hacia diferentes opciones sin obligarnos a esas opciones. No existe contradicción, bajo la concepción hilomórfica, entre nuestra animalidad y nuestra racionalidad. Si adoptamos la posición gnóstica, entonces los seres humanos –miembros vivos de la especie humana– no son necesariamente personas, y algunos humanos son no personas. Aquellos quienes se encuentran en las etapas embrionarias, fetales o de temprana infancia no serían aún personas. Aquellos quienes han perdido el ejercicio inmediato de ciertos poderes mentales –por ejemplo, las víctimas de la demencia avanzada, los que se encuentran en estado de coma prolongado o los mínimamente conscientes– habrían dejado ya de ser personas. Y aquellos que padecen de discapacidades cognitivas congénitas severas no serían ahora, nunca habrían sido, y nunca serán personas.

Las implicancias morales de esto son claras. Es la vida personal la que nos da razones para afirmarla como inviolable y protegerla de todo daño; en contraste, podemos legítimamente usar otras criaturas para nuestros propósitos. Por lo mismo, quien se adscribe a la concepción gnóstica y su antropología, que separa a la persona del cuerpo en la forma que hemos descrito, verá facilitado el referirse a aquellos quienes ostentan capacidades mentales subdesarrolladas, defectuosas o disminuidas, como no-personas. Les parecerá más fácil justificar el aborto, el infanticidio, la eutanasia para los impedidos cognitivos, y la producción, uso y destrucción de embriones humanos para la investigación biomédica.

Bajo la misma premisa, tal antropología es la que sustenta el rechazo del liberalismo social a la ética sexual y marital tradicional y su concepción del matrimonio como una unión masculino-femenina. Dicha concepción carece de sentido si el cuerpo es meramente un instrumento de la persona, a fin de ser usado para satisfacer metas o fines subjetivos o producir sentimientos deseables en la persona-sujeto-consciente. Si no somos nuestros cuerpos, el matrimonio no puede involucrar en su esencia una unión de una sola carne realizada por el hombre y la mujer, como lo sostienen las tradiciones judías, cristianas y clásicas de la ética. Pues, si el cuerpo no es parte de la realidad personal del ser humano, no puede existir nada moral o humanamente importante de la unión "meramente biológica", fuera de sus efectos psicológicos enteramente contingentes. El presuponer el dualismo del cuerpo y del yo hace más difícil apreciar que el matrimonio es un bien humano natural (pre-político e incluso pre-religioso) con su propia estructura objetiva. Si la sexualidad es solamente un medio para nuestros fines subjetivos, ¿No significa que ella es lo que sea que queramos que sea? ¿Cómo puede estar orientada a la procreación o requerir exclusividad en forma permanente, por su propia naturaleza?

Sólo podemos encontrar sentido en la concepción del matrimonio como una unión de una sola carne si entendemos al cuerpo como verdaderamente personal. Es entonces que podemos ver la unión biológica entre un hombre y una mujer como una forma distintiva [y única] de unión entre dos personas, la que es alcanzada, a la manera de la unión biológica de las partes al interior de la persona, por medio de la coordinación hacia un fin corporal único del todo. Para la pareja, ese fin es la reproducción. Su orientación hacia la vida familiar tiene por lo mismo una significancia humana y moral, y no "meramente biológica". Los cónyuges, en su unidad corporal, renuevan la unión omnicomprensiva que es su matrimonio. Esta concepción, a su vez, nos ayuda a captar el sentido del deseo natural y espontáneo de querer criar a los propios hijos y la importancia normativa de comprometerse a hacerlo cada vez que ello sea posible, incluso a un costo personal elevado. (Una madre desea que la manden de la maternidad a su casa con el bebé que ella de hecho parió, y no con uno que le fuera asignado al azar de la reserva de bebés nacidos durante su estadía en el ala de maternidad). Este instinto refuerza una ética sexual sensata, que especifica los requerimientos del amor conyugal y parental fiel; una ética que parece carecer de sentido y ser hasta cruel a los ojos de liberales sociales contemporáneos.

Para ellos, después de todo, lo que importa es lo que sucede o se verifica en la mente o la consciencia, no en el cuerpo (o el resto del cuerpo). La unidad personal verdadera, en la medida de que algo así es siquiera posible, es una unidad al nivel afectivo, no al biológico. El "matrimonio" tiende a ser visto y tenido, entonces, como una institución socialmente construida que existe para facilitar los vínculos románticos y para proteger y favorecer los variados sentimientos e intereses de la gente que formaliza esos vínculos. No se trata de una sociedad conyugal en lo absoluto, sino de una forma de compañerismo románticosexual o bien de una asociación doméstica. La procreación y los niños son apenas contingentemente relacionados a ellas. No hay ningún sentido, ni siquiera en términos indirectos, en que el matrimonio es una asociación procreativa o una sociedad cuya estructura y normas reciban su forma de la orientación inherente de nuestra naturaleza sexual a la procreación y sustento de los niños. La concepción conyugal del matrimonio como una unión del tipo que se realiza en plenitud natural por la generación y sustento de los hijos en común se presenta como una idea ininteligible y hasta extravagante para el neo-gnóstico.

En la misma línea, y de la forma en que el liberalismo social presenta esta materia, el sexo en sí no es un aspecto inherente del matrimonio o parte de su significado; la idea de la consumación marital por medio de las relaciones sexuales también aparece como extraña. Así como para los liberales sociales dos (o más) personas pueden tener sexo perfectamente legítimo y valioso sin necesidad de estar casados el uno con el otro, también sería el caso que dos (o más) personas pueden tener un matrimonio perfectamente válido y completo sin tener relaciones sexuales. Se trataría enteramente una cuestión de preferencias subjetivas. El juego sexual consensual es valioso en la medida de que permite a los involucrados expresar sus sentimientos deseados, como la afección, o bajo la misma medida, la dominación o sumisión ante el otro. Pero si es el caso que no tienen deseo por ello, el sexo carece de sentido incluso al interior de la relación matrimonial. Es meramente incidental y por lo mismo opcional, como es opcional el ser o no dueño de un auto, u optar por tener una cuenta corriente conjunta o separada. La esencia del matrimonio es el compañerismo, no la noción sexual, y por supuesto mucho menos la procreación.

Y todo esto explica, por supuesto, por qué la ética liberal contemporánea apoya y patrocina el matrimonio entre personas del mismo sexo. Incluso sugiere que el matrimonio puede existir entre tres o más individuos en grupos poli-amorosos sexuales (o no sexuales). Dado que el matrimonio se desenvuelve con prescindencia de la biología y se distingue por su intensidad emocional y calidad –en atención a que la verdadera "persona" es el yo consciente y sintiente– los "matrimonios" entre personas del mismo sexo y los poli-amorosos son posibles y valiosos en la misma forma básica que la unión conyugal entre el hombre y la mujer. Pues los compañeros en estas otras agrupaciones también pueden sentir afecto los unos por los otros e incluso creer que la calidad de su relación romántica se verá favorecida o estimulada por el juego sexual mutuamente acordado (o por la inexistencia del mismo, según sea el caso). Si esto sería en definitiva, la esencia del matrimonio, aquello de lo que se trata, entonces negarles el estatus marital implica denegarles "igualdad matrimonial".

Y sobre todo esto encontramos además el transexualismo y el transgenerismo. Si somos compuestos de cuerpomente (o cuerpo-alma) y no simplemente mentes (o almas) que habitan cuerpos materiales, entonces el respeto por la persona exige respeto por el cuerpo, lo que descarta las mutilaciones y otros ataques directos e intencionados contra la salud humana. Esto significa que, excepto en casos extraordinariamente raros de deformidades congénitas que llevan al extremo de la indeterminación, nuestra masculinidad o femineidad [en cuanto pertenencia al conjunto macho o hembra] es discernible a partir de nuestros cuerpos. El sexo se constituye a partir de nuestra organización biológica básica en relación a nuestro funcionamiento reproductivo; es una parte inherente de qué y quiénes somos. Cambiar el sexo es una imposibilidad metafísica porque es una imposibilidad biológica. O al menos extremadamente improbable. Es posible que resulte ser tecnológicamente factible cambiar el sexo de un individuo humano en una etapa muy temprana del desarrollo embrionario, ya sea por medio de la alteración del genoma o, en el caso de un macho embrionario, por medio de la inducción de insensibilidad andrógina de forma suficientemente temprana como para que el desarrollo sexual proceda como lo haría si se tratara de una mujer genética. Pero, por supuesto, hacer esto sería inmoral, pues involucraría una intervención corporal radical sin consentimiento del afectado y con graves riesgos para su salud. Luego, los cambios de sexo son biológicamente imposibles siempre que se hace cierto que el cambiar las capacidades sexuales de una persona desde la raíz requeriría revertir una multiplicidad de órganos y otras características sexuales que ya se encuentran diferenciados sexualmente, al punto de que por hacerlo terminaríamos con un organismo distinto de aquel con el que empezamos (y sospecho que ese punto se alcanza cuanto menos en las etapas más tempranas dentro del útero). Como ha argumentado Paul McHugh, desear el cambio del propio sexo es una patología; un deseo de dejar de ser uno mismo y pasar a ser un alguien distinto. No es por lo mismo desear el bien propio, sino que desear la no- existencia propia de quien uno es. En contraste, la concepción liberal considera que ninguna dimensión de nuestra identidad personal está verdaderamente determinada por la biología. Si tú crees y sientes que eres una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, entonces eres exactamente eso: una mujer ("transgénero"). Y por lo mismo puedes legítimamente describirte a ti mismo como mujer, a pesar del hecho de que eres biológicamente hombre, y tomar acciones concretas –incluso al punto de realizarte amputaciones y tratamientos hormonales cruzados– para alcanzar la apariencia externa femenina, especialmente dónde crees que el hacerlo te permitirá "sentirte" más plenamente como mujer.

Esta forma de plantear el asunto va demasiado lejos. ¿Qué es lo que está diciendo un individuo transgénero pre-operativo de "hombre-a-mujer" cuando afirma que él "es en realidad una mujer" y que desea la cirugía para confirmar ese hecho? No está diciendo que su sexo es femenino-hembra; eso es obviamente falso al no ajustarse a la realidad material. Tampoco está diciendo que su género es "mujer" o "femenino", incluso si concedemos que el género es en parte o en todo una cuestión de autopresentación o apariencia social. Es claramente falso el decir que este macho biológico es actualmente percibido como una mujer. Él quiere ser percibido de esa forma. Pero la premisa para su solicitud de cirugía es la afirmación del pre-operado de que es "en realidad una mujer". Por lo mismo, ella debe ser previa. ¿A qué se refiere entonces? La respuesta no puede ser su sentido interior. Eso de todas formas exigiría que fuera su sentido interior de algo, en circunstancias de que parece que no existe "algo" de lo cual pueda tener un sentido interior (pues aún no lo tiene ni interior ni exteriormente, y desea tenerlo porque no lo tiene). Para el neo-gnóstico, el cuerpo sirve al placer del yo-consciente, a quien está sujeto, y por lo mismo las mutilaciones y otros procedimientos no presentan problemas morales inherentes. Ni tampoco es contrario a la ética médica el realizarlos; de hecho, puede ser para él contrario a la ética que un cirujano calificado se rehúse a realizar tales procedimientos. Al mismo tiempo, el neognóstico insiste que los cambios quirúrgicos e incluso los puramente cosméticos no son necesarios para que un macho sea una mujer (o que una hembra sea un hombre). El cuerpo y su apariencia no importan, excepto en un sentido instrumental. Dado que tu cuerpo no es el verdadero "tu", tú sexo (biológico) e incluso tú apariencia no tienen que estar necesariamente alineados con tu "identidad de género". Tienes un derecho, se nos dice en la actualidad, a presentarte a ti mismo de cualquier forma que sientas que eres. Y dado que los sentimientos, incluyendo los sentimientos acerca de qué o quién eres, caben o se posicionan en un espectro, y serían por lo demás fluidos, no nos encontraríamos limitados a sólo dos posibilidades sobre la cuestión de nuestra identidad de género (pueden de igual forma ser de un "género no conforme"), ni se estaría permanentemente adherido o atado a un género en particular. Existen, por ejemplo, los 56, 58, o más géneros reconocidos por Facebook, y es posible que se encuentre al género cambiando a lo largo del tiempo, o de forma abrupta. Es incluso posible que se cambie el género por medio de actos de la voluntad. Puedes cambiar de género en forma temporal, por ejemplo, por razones políticas, o de solidaridad con otros [o por conveniencia]. Por supuesto, la mayoría de las observaciones aquí realizadas sobre el género pueden extenderse de igual forma a la "orientación sexual", y la práctica de auto-identificarse en términos del deseo sexual; un concepto y práctica bien servido por una concepción del ser humano como una persona no-corporal que habita un cuerpo no-personal.

La posición anti-dualista que ha sido históricamente abrazada por Judíos y Cristianos (tanto en el Oriente como en el Poniente, por Protestantes y Católicos) ha sido nuevamente articulada en forma potente por el Papa Francisco:

"La aceptación de nuestros cuerpos como un regalo de Dios es vital para dar la bienvenida y aceptar el mundo entero como un regalo del Padre y nuestro hogar común, mientras que el pensar que disfrutamos de un poder absoluto sobre nuestros propios cuerpos deviene, a menudo en forma sutil, en el creer que disfrutamos de un poder absoluto sobre la creación. Aprender a aceptar nuestros cuerpos, cuidarlos y respetar su significado pleno, es un elemento esencial de una ecología humana genuina. Asimismo, valorar la propia femineidad o masculinidad del cuerpo es necesario si es que voy a ser capaz de reconocerme a mí mismo en el encuentro con otro que es diferente. En esta forma podemos aceptar con gozo los regalos específicos de otro hombre u otra mujer, la obra del Dios Creador, y encontrar un enriquecimiento mutuo. No es una actitud sana aquella que busca "cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe cómo hacerle frente a la misma".

El Papa, quien recientemente enfureció a los defensores del liberalismo social al denunciar la práctica de enseñar a los niños que su género es electivo y no dado como una cuestión vinculada a su sexo biológico, no está realizando un ejercicio ocioso o de filosofía puramente especulativa. Está respondiendo a un desafío concreto de la ortodoxia cristiana, representado por el resurgimiento moderno de una antropología filosófica contra la cual la Iglesia luchó en sus primeras batallas formativas contra el gnosticismo. Él sabe que esta antropología en sí se ha transformado en nuestros días en una especie de ortodoxia –la ortodoxia de una forma concreta de secularismo liberal a la que, siguiendo a Robert Bellah, me he referido como "individualismo expresivista"– que ha procurado una posición de dominación entre las élites culturales de Occidente. Ella presenta el sustento metafísico de prácticas sociales y desafíos ideológicos en contra de los cuales los Judíos ortodoxos y los fieles Cristianos (así como también muchos musulmanes y tantos otros) se encuentran batallando al día de hoy: aborto, infanticidio, eutanasia, liberación sexual, la redefinición del matrimonio, y la ideología de género.

¿Hacemos bien en resistir? ¿Es posible que la concepción dualista de la persona humana haya sido la correcta desde un inicio? Tal vez es real que la persona no es su cuerpo, sino que simplemente lo habita y que lo usa como un instrumento. Tal vez la persona real sí es el yo consciente y sintiente, la psique, y el cuerpo es simplemente materia: la maquina en la que reside el fantasma. Pensar así, sin embargo, exige ignorar el hecho de que la totalidad de nuestra experiencia es la experiencia de ser actores unificados. Nada nos da razón de suponer que nuestra experiencia es ilusoria. Incluso si la posición del dualismo del cuerpo y el yo pudiera cuadrarse en forma coherente –lo que dudo– de todas formas no tendríamos más razones para creer en ella que las razones que tenemos para suponer que en este preciso instante estamos soñando, o que somos prisioneros de la Matrix sin saberlo.

Pero hay más. Consideremos la más común de las experiencias humanas: el sentir (v.gr. oír o ver). Sentir es, obviamente, una acción corporal realizada por un ser viviente. El agente que realiza el acto de sentir es una creatura corporal, un animal. Pero es también claro que en los seres humanos, en cuanto animales racionales, es uno y el mismo agente quien conjuntamente siente y entiende o busca entender (por medio de una actividad mental) que es lo que él o ella está sintiendo o percibiendo por los sentidos. El agente que realiza el acto del entendimiento, por tanto, es un ente corporal, y no una sustancia nocorporal usando el cuerpo como una especie de artefacto cuasi-prostético. De no ser así, no seríamos nunca capaces de explicar la comunicación o la conexión que existe entre la cosa que realiza el acto de percibir o sentir y la cosa separada que realiza el acto de entender.

Para ver el punto más claramente, permítanme invitarlos a considerar lo que están haciendo en este preciso instante. Ustedes están percibiendo –viendo– palabras en una hoja de papel o una pantalla. Y no solo están percibiendo, considerado como el acto de recibir impresiones (una especie de dato) a través del medio de la visión, sino que están entendiendo qué es lo que están percibiendo. Primero, están entendiendo que lo que están viendo son palabras (y no, por ejemplo, números o manchas o algo distinto), y segundo, están entendiendo que las palabras en sí tienen un significado (tanto individualmente consideradas, como cuando están junto a otras formando oraciones). Ahora, ¿qué exactamente es la entidad –es decir, ustedes– que está simultáneamente realizando el acto de percibir y entender? Y más precisamente, ¿se trata de una entidad o de dos? La percepción o el acto de percibir es de hecho un acto corporal, pero ¿no es el mismo actor (es decir, ustedes mismos en cuanto seres unificados) el que está viendo las palabras y entendiendo que son palabras y qué significan? No tendría sentido suponer que el cuerpo está realizando el acto de percibir y que la mente, considerada como una sustancia ontológicamente separada y distinta del cuerpo, está realizando el entendimiento. Por lo pronto, ello generaría una regresión infinita de explicaciones en tratar de explicar adecuadamente la relación existente entre las dos sustancias distintas y separadas. No seríamos capaces de entender la idea de que ustedes están realizando el entendimiento, pero que un instrumento que están usando –no ustedes mismos en cuanto agentes únicos y unidos– está realizando las percepciones.

O consideren un caso simple de predicación gramatical y de pensamiento. Se aproximan a su escritorio y juzgan que lo que ven encima de él –esa cosa ahí– es una revista. Ese es un solo juicio, y ambas partes del mismo (el sujeto y el predicado) deben tener un solo agente: un ser que hace o realiza tanto el ver como el pensar, es decir, que ve aquella cosa concreta y particular y que entiende la misma al aplicarle un concepto abstracto (revista). ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿Cómo podría ser que un ser contuviera ambas partes unidas en un mismo acto de juicio –la imagen sensorial y el concepto abstracto– sin estar ejerciendo al mismo tiempo las capacidades sensoriales e intelectuales?

Más aún, el agente que siente el particular –aquella cosa ahí– debe ser un animal, esto es, un cuerpo con órganos perceptivos. Y la predicación que va con la percepción es un acto personal; el agente que está aplicando un concepto universal (revista) debe ser una persona. (Una creatura no racional, como un perro, bien puede percibir, pero al carecer de la razón del tipo que permite o hace posible la formación de conceptos universales, no podría entender que lo que está percibiendo es una instancia particular de un universal.) Se sigue de esto que el sujeto que realiza el acto de juicio –aquella cosa ahí es una revista– es un ser, personal y animal. No somos dos entidades separadas. Ni es posible que la "persona" sea plausiblemente una etapa en la vida del animal humano. Si fuera el caso, después de todo, una diferencia categórica en el estatuto moral (persona vs. no persona) estaría basada exclusivamente en una mera diferencia de grado (en vez de ser una diferencia del tipo de cosa que el ser es), lo que es absurdo. Nosotros somos, en todo momento de nuestra existencia como seres humanos, yos-corporales y cuerpos personales. En el plano del pensamiento moral y la práctica, existen pocos proyectos más urgentes que el de recuperar la noción de sentido común de la persona humana como una unidad dinámica; creaturas cuyos cuerpos son partes de sus "yo", y no sólo instrumentos extrínsecos. El liberalismo social contemporáneo descansa sobre un error, que es la trágica equivocación detrás de tantos esfuerzos de justificar –e incluso de inmunizar de toda crítica moral– actos y prácticas que son, en verdad, contrarios a nuestra dignidad igual, inherente y profunda.

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