La familia debe ser una comunidad en la que tanto el padre como la madre aceptan y viven su responsabilidad. Debe ser una comunidad solidaria con aquellos cuya comunidad familiar se ha roto o herido. De esta forma la familia cristiana podrá caminar por el sendero de la verdadera solidaridad.

El ideal de la fraternidad humana, de todos los hombres, sería inconcebible de no existir la experiencia de la fraternidad en el interior de la familia, o de no existir la experiencia misma de la familia. 

Los padres y las madres encuentran en la vida de la comunidad cristiana un ámbito educativo permanente. En la Iglesia, ciertamente, es posible vivir el hecho de ser hijos como una vigorosa experiencia de libertad y por tanto como camino seguro para llegar a ser padres y madres capaces de dar libertad a los hijos.

La problemática no se refiere a la institución matrimonial desde todo punto de vista; se relaciona, en primer lugar, con su definición en cuanto tal hasta ahora comúnmente compartida: unión legítima entre un hombre y una mujer con vistas a la procreación-educación de los hijos. La primera pregunta es, precisamente, la siguiente: ¿esta definición es fruto exclusivamente de la convención social y encuentra sólo en ella su propia justificación, o es la expresión de una exigencia natural, descubierta e interpretada por la razón?

Consideraciones a propósito de la nueva ley de matrimonio civil

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