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- Pedro Morandé
Si la familia se destruye, será inevitablemente la sociedad y su compleja trama de intereses de poder la que juzgará a las personas y les determinará los límites de su libertad y vocación. Si florece la familia, en cambio, será la persona la que juzgue las instituciones sociales desde la experiencia más profunda de libertad que pueda concebirse, que es aquella de la aceptación incondicional del valor de la vida y del amor que corresponden no sólo a un don de Dios, sino a la donación de Dios mismo.