Celebrar el año del rosario es una confirmación más que la Virgen María es el punto humanísimo en el cual el acontecimiento de Cristo es puesto a salvo de todas las reducciones a las que se somete en la cultura actual y, a la vez, proponer una verdadera escuela contemplativa desde donde se puede recordar, comprender, configurarse, rogar y anunciar a Cristo con María.

La oración mariana es instrumento poderoso contra el mal y escuela óptima para ser dóciles ante el llamado del Señor. Sólo queda desear que este tesoro pueda ser redescubierto, que el rosario sea tomado nuevamente con confianza en las manos y se aprecie cada vez más “la profundidad teológica de una plegaria apropiada para quienes advierten la exigencia de una contemplación más madura” (n.39). 

En la doctrina de la fe y en nuestra experiencia cristiana, María no es una figura marginal: no podemos ser verdaderamente cristianos sin ser también marianos.

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El cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, presidió la misa exequial por el difunto Santo Padre el sábado 26 de abril en la Plaza de San Pedro, destacando su cercanía al pueblo y su legado de misericordia. “Recorrió el camino del servicio hasta el último día de su vida”.
Poder reflexionar sobre las inquietudes que ocupan a la Iglesia y a sus pontífices es una vocación fundacional de la revista Humanitas , la que ha acompañado a lo largo de su historia a tres Papas. Acompañar a Francisco fue una tarea especial debido a la relevancia que fue adquiriendo la fuerza e identidad católica del continente latinoamericano. Compartimos a continuación algunos escritos que profundizaron, a lo largo de estos doce años, en diferentes aspectos de su pontificado.
Durante doce años Francisco fue el pastor de la Iglesia, un Papa argentino que llevó hasta el Vaticano lo mejor de la Iglesia de Latinoamérica: su sencillez, su espiritualidad, su actitud en permanente salida y su opción por estar junto a los últimos. Un Papa con voz firme y fuerte, pero que supo comunicar con ternura y sin enfrentamientos, humilde y franco, lleno de gestos y de sorpresas, que se fue haciendo anciano, pero que condujo la barca de Pedro con la fuerza de quien se deja mover por el Espíritu Santo.
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