La Iglesia, superando las suspicacias y a veces el abierto rechazo, logró posicionar muchos temas, con más o menos éxito, y su acción contribuyó a aliviar muchas dificultades, pero siempre sin perder el objetivo central de ayuda al prójimo en un sentido evangélico y, también, teniendo claro que ello iba a redundar en una sociedad más justa y en el engrandecimiento del país.

Quinto capítulo del libro “Fe y futuro” (1970) de Joseph Ratzinger

La insistencia en la unidad de la santidad renovó en parte el rostro de nuestra Iglesia: jamás, durante su larga historia de dos milenios, el laicado se había valorizado en esa medida. El Vaticano II ya les había recordado sus responsabilidades en la construcción de la Ciudad; a partir de ese momento, la Iglesia abogó incansablemente por que los cristianos se comprometieran en las grandes causas y en los debates decisivos de nuestra época.

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El cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, presidió la misa exequial por el difunto Santo Padre el sábado 26 de abril en la Plaza de San Pedro, destacando su cercanía al pueblo y su legado de misericordia. “Recorrió el camino del servicio hasta el último día de su vida”.
Poder reflexionar sobre las inquietudes que ocupan a la Iglesia y a sus pontífices es una vocación fundacional de la revista Humanitas , la que ha acompañado a lo largo de su historia a tres Papas. Acompañar a Francisco fue una tarea especial debido a la relevancia que fue adquiriendo la fuerza e identidad católica del continente latinoamericano. Compartimos a continuación algunos escritos que profundizaron, a lo largo de estos doce años, en diferentes aspectos de su pontificado.
Durante doce años Francisco fue el pastor de la Iglesia, un Papa argentino que llevó hasta el Vaticano lo mejor de la Iglesia de Latinoamérica: su sencillez, su espiritualidad, su actitud en permanente salida y su opción por estar junto a los últimos. Un Papa con voz firme y fuerte, pero que supo comunicar con ternura y sin enfrentamientos, humilde y franco, lleno de gestos y de sorpresas, que se fue haciendo anciano, pero que condujo la barca de Pedro con la fuerza de quien se deja mover por el Espíritu Santo.
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